MI VIAJE A FEZ

 

Ya expliqué en un artículo anterior algunos aspectos generales de mi viaje a la Zawiya de mulay Bashir en Fez. Y como prometí, aquí escribo algunas otras de las muchas cosas que me ocurrieron durante ese maravilloso viaje.

 

Hoy escribo sobre dos cosas en concreto. Primero sobre una experiencia muy simple, aunque bastante reveladora que tuve en el camino hacia Fez. Lo segundo sobre lo que escribo son los karamat (prodigios) de Mulay Bashir.

 

 

APRENDIENDO DE LOS NIÑOS

 

            Antes de emprender mi viaje a Marruecos algunos experimentados ya me habían advertido de los pesados niños marroquíes que nada más ver a un forastero se le echan encima pidiendo Dirham. Se me advirtió de no hablar con ellos ni echarles cuenta y, por supuesto, que no les diera dinero; pues de lo contrario nunca me los podría quitar de encima. Pues bien, después de entrar en Marruecos, casi nada más atravesar la frontera, experimentas la sensación de entrar en un país tercer mundista. Observas la miseria y la dejadez en la que vive un pueblo que, por recursos, debería ser mucho más rico de lo que es. Y me imagino lo primero que se le ocurre a cualquier turista occidental. “¡Esto es el Islam!”. Pues, al fin y al cabo, Marruecos es un país musulmán,. y seguramente este es el Islam: miseria, dejadez, trabas burocráticas en las fronteras, corrupción de los agentes del estado, sobornos en las aduanas... ¿Este es el Islam?

 

        Yo soy musulmán y sé que eso no es el Islam; pero quería hacer una comprobación. Y se me presentó la oportunidad cuando, al poco tiempo de entrar en Marruecos, tuvimos que parar y salieron mis compañeros del coche y me dejaron solo. Inmediatamente aparecieron los niños pidiendo Dirham. Eran tres niños y una niña entre 6 y 9 años Todos con ropas sucias, gastadas, con el moquillo en el rostro, con caras de pillos, de tener ganas de entretenerse con este guiri con el que se habían encontrado. Los guiños y las risas aumentaron cuando empecé a hablar con ellos en árabe clásico (pues yo no conozco el dialecto marroquí) . Para que os hagáis una idea: era como hablar en lenguaje del quijote con gente de ahora.. Ellos se reían de mí. Pero en ningún momento olvidaban lo que querían: “¡Danos un Dirham!” decían. Entonces les hice una pregunta, tras la cual todo se hizo silencio. El sarcasmo y la mofa desaparecieron, de repente  dejé de ser gracioso para ellos y una seriedad solemne invadió sus caras. Lo que les pregunté fue: ¿Sois musulmanes? , ¿Hacéis el salat?

 

        Tras un momento de silencio respondieron todos que sí, que son musulmanes y que hacían el salat. Los que no hacían el salat se callaron en un curioso silencio. Entonces me dí cuenta que éste es el verdadero Marruecos. El Islam está en Marruecos en todas partes. Pero la dictadura de un estado, impuesto y aprobado por los franceses, es lo que provoca esa miseria, esa corrupción y esa aparente desidia de un pueblo, que por lo contrario, esconde grandes tesoros humanos y un potencial de esmero y creatividad que nos falta a nosotros en Occidente. En esos niños ví al verdadero Marruecos, una joya escondida debajo de un montón de escombros. El que quiera conocer el Islam en Marruecos tiene que mezclarse con la gente, tiene que fundirse con ellos, de lo contrario sólo verá niños con moquillo pidiendo Dirham.

 

 

LOS PRODIGIOS DE MULAY BASHIR

 

Un wali es una persona cercana a Allah. Esa cercanía transforma a la persona, la hace radiante de Verdades que, aunque el Wali lo intenta ocultar, al final siempre rebosa de él y se acaba notando. Esas Verdades se llaman Karamat (plural de Karama; obsequio, prodigio, milagro). Y existen dos tipos de milagros: milagros mayores y milagros menores.

 

Los prodigios menores son aquellos de los que habitualmente se habla: levitar, atravesar las paredes con la mirada, saber cosas que no es posible saber, poder transformar a las cosas y a las personas, etc. Estos son milagros menores, porque como decía el Imam al-Ghazzali, no implican que esa persona sea de verdad un Wali. Al-Ghazzali decía que si ves a alguien convertir un bastón en serpiente o levitar y después te cuenta una mentira; sorprendente de lo que hace, pero haga lo que haga no le creas. Pues la mentira sigue siendo mentira aunque el mentiroso haga milagros. Los grandes maestros suelen siempre intentar ocultar sus milagros para que sus discípulos no se enganchen a lo extraordinario olvidando que lo verdaderamente importante está en la vida misma, en el día a día de cada uno.

 

        Los prodigios mayores son otra cosa. Lo que auténticamente verifica la verdad de un Wali es su conducta cotidiana, sus condiciones de vida, sus reacciones, el trato que tiene con la gente, con las circunstancias y con las cosas. Cuando esa vida sigue la estela de la vida del profeta, entonces la Verdad del Wali se hace evidente, se hace verdadera.

 

        En el caso de Mulay Bashir y durante mi corta estancia en la Zawiya (sólo tres días) pude comprobar ambos tipos de Karamat.

 

        Empezaré a hablar de algunos de los milagros menores. Ya comenté que después de llegar, esa misma noche, defraudado por el shayj decidí al día siguiente volver a Sevilla. Lo decidí en mi corazón y no se lo comenté a nadie ni se me notó en la conducta. Por la mañana el maestro me respondió a todas las dudas que a mí se me habían ocurrido sobre él. Parecía saber exactamente todo lo que yo pensaba. Más aún, yo soy médico y antes de mi viaje a Fez tenía una gran preocupación por uno de mis pacientes. Este paciente mío parecía sufrir una grave enfermedad, aunque ni él lo sabía ni yo lo tenía confirmado. Pero todo indicaba que mi paciente tenía un problema muy grande y que era yo quién, tras confirmarse, tendría que comunicárselo. Esto ocurría a finales de julio. Después vinieron las vacaciones de agosto y yo seguía preocupado por mi paciente a la espera de septiembre para realizarle algunas pruebas. Pues bien, el maestro esa mañana me cogió del hombro y me dijo: “Allah va a curar a tus enfermos” e insistió en que me enterara de lo que me estaba diciendo. Durante mi estancia allí me repitió esta frase hasta en tres ocasiones. Lo curioso es que en la Zawiya de Fez habíamos tres discípulos del Shayj que somos médicos, pero sólo a mí me decía eso de: “Allah va a curar a tus pacientes”. Cuando volví de Marruecos era el 22 de agosto y me llamó mi paciente diciendo que estaba peor. Yo había quedado con él a principios de septiembre. A pesar de ello yo sentía que las palabras del maestro se cumplirían. En septiembre cuando lo ví ¡estaba totalmente curado!

 

        Esto que os he contado es un ejemplo de algo que ha ido ocurriendo con todos los que allí estábamos. El maestro sabía lo que sentíamos , lo que nos preocupaba. Nuestro mundo interior, lo más íntimo de nosotros era para él un libro abierto.

 

En mi último día en Fez íbamos en el coche. El maestro iba delante junto al conductor y yo sentaba detrás con algunos discípulos. Empecé a mirarlo de reojo y pensé: “¿Es posible que este pobre hombre sea un Wali y que tenga realmente esa fuerza espiritual capaz de hacer brotar en la gente el Iman, la conciencia sincera de la unidad de Allah y de la Verdad de Su profeta?” Sinceramente empecé a dudar de que eso fuese posible. En ese mismo instante algo cambió en mí: empecé a sentir esa conciencia de la Unidad, ese amor sincero hacia el profeta. Yo estaba sorprendido, pues era algo que yo no me proponía, sino que me estaba ocurriendo. Empecé a mirar al maestro, pero él no me echaba cuenta, sólo miraba por la ventana del coche. Indudablemente, ese hombre vivía en mi corazón y además tenía poder sobre mi alma.

 

        Estos son algunas Karamat del maestro de las que fui testigo. Me gustaría que otros discípulos más antiguos del maestro nos cuenten sus experiencias; pues creo que serían muy enriquecedoras.

 

        Sin embargo, todos estos son prodigios menores; porque no indican la verdad de la persona. El mayor milagro de Mulay Bashir, su mayor karama (obsequio) es su propia vida. El Corán en muchas ocasiones nos invita a pararnos a observar al cielo, la tierra, los animales, incluso llama nuestra atención hacia los insectos. Esto es así porque el Corán nos quiere transmitir un mensaje. La Verdad está en lo auténtico; en todo lo auténtico. Cada realidad en la vida, por simple o insignificante que parezca, alberga en sí misma su razón de ser, la Verdad Única. Lo sorprendente no es lo extraordinario, no son los milagros, sino que lo sorprendente es lo ordinario cuando armoniza con la existencia y manifiesta cosas, verdades, que siempre estuvieron ahí, pero que no éramos capaces de ver. Os lo voy a explicar de otra forma: cuando alguien se siente traicionado por amigos, amantes, hermanos o por toda la gente; cuando se siente solo en un mundo donde la inocencia fue sacrificada por los intereses. Imagínate que eres ese alguien, posiblemente creerás que no existe la inocencia, que es un cuento, una ilusión. Por mucho que alguien te intente convencer de lo contrario, seguirás creyendo que la inocencia ha muerto. Sin embargo si ves la sonrisa de un niño, si te recreas en tu visión, verás la inocencia, y tu creencia se romperá ante la autenticidad de una verdad evidente (la simple sonrisa de un niño). En Fez verás en Mulay Bashir a un hombre que si él quisiera podría ser rico, un hombre que si él quisiera podría tener poder, un hombre con muchas posibilidades de adquirir para sí beneficios. Sin embargo ese hombre, no sólo rechaza la tentación, sino que está en otro mundo donde plantearse estas cosas parece ridículo. La idea no te pasará por la mente con sólo echarle una mirada a Mulay Bashir. Es muy difícil para mí el explicar esto. Pero os voy a dar un ejemplo, concretamente sobre el ascetismo de Mulay Bashir.

 

 

EL MUNDO EN UNA MANO

 

        Se le preguntó a Ahmad Bin Hanbal (un gran maestro y jurisprudente musulmán): ¿se puede tener mil monedas de oro y ser asceta? Y él respondió: “Sí”, se le preguntó: “¿Cómo?” y él dijo: “Si las mil monedas de oro están en su mano y no en su corazón”, se le dijo “¿y cómo saber si está en sus manos y no en su corazón?” y él respondió: “aquél que es dueño del dinero, que lo conserva en sus manos  y no en su corazón: no se alegra si aumenta ni se entristece si lo pierde”.

 

        Este es exactamente el ascetismo de Mulay Bashir, es una actitud natural, e insisto en la palabra natural, no se nota en ningún momento que esté haciendo ningún esfuerzo ni sacrificio por llevar la vida que lleva: si hay comida, come; si no hay comida, no come. Así de sencillo y simple. No notas que se moleste lo más mínimo por esas cosas por la que nosotros nos pasamos la vida trabajando, amargándonos y sufriendo. Es la actitud de un hombre totalmente entregado a Allah, que no renuncia a los placeres mundanos, pero que nunca lo condicionan ni lo apresan. Sientes que es un hombre libre.

 

Se narra sobre el profeta (s.a.s.) que cuando llegaba a su casa y preguntaba si había comida, cuando se le decía que sí, comía; cuando se le decía que no, decía: “estoy en ayunas”.

 

Si vas a Fez procura fijarte en la actitud del Shayj y comprenderás lo que quiero decir.

 

Bueno, sólo me queda escribir un artículo más sobre Fez (uno por cada día que estuve allí). En el próximo, si Allah lo permite, os hablaré del espejo de Mulay Bashir.

 

Dr. Abderrahmán at-Tabib  Portillo

CONTINUACIÓN