Turÿuman al-Ashwaq El Intérprete de los deseos |
¡Camellero!
Tuerce en Sal'
y detente
junto al han de al-Mudarraj.
Invócalas
pidiendo piedad y favor.
jOh príncipes!,
¿tenéis algún consuelo?
En Rama, entre
al-Naqá y Hájir,
hay una
doncella encerrada en su litera.
¡Qué belleza
la suya!, ¡tan niña! Su blancura
ilumina al
caminante como una lámpara.
Perla
escondida en su concha,
de cabellos
con la negrura del azabache.
Perla por la
que el pensamiento bucea
sin que ella
jamás abandone el mar sin fondo.
Quien la
contempla, la cree gacela en las dunas
por su cuello
y la belleza de su retozo.
Como si fuera
el sol de la mañana, en Aries,
atravesando
las más alejadas alturas de los círculos.
Cuando ella
levanta su velo o se descubre
deprecia las
luces de la más brillante aurora.
La invoqué
entre el vedado y Rama:
¡Quién
pudiera ayudar a un muchacho que en su esperanza ha buscado refugio en Sal'!
¡Quién
pudiera ayudar a un muchacho, en el desierto, triste,
con su
entendimiento ofuscado por el amor, abatido!
¡Quién
ayudará a un muchacho a quien las lágrimas ahogan,
a quien el
vino en aquellos dientes embriaga!
¡Quién
ayudará a un muchacho ardiendo en las llamas de sus suspiros,
hecho esclavo
de la belleza que brilla entre sus cejas!
Las manos del
amor han jugado con su corazón,
¿qué
trasgresión comete en lo que busca?
¡Quién me
mostrará la de los dedos teñidos de índigo!
¡Quién me
llevará a la que tiene una lengua de miel!
Muchacha de
pechos rotundos, recogida,
delicada,
virgen y tan hermosa,
luna de
perfección sobre las ramas
que nunca teme
el menguante.
En un jardín,
entre los lares de mi cuerpo,
hay una paloma
sobre la rama del ban,
muriendo
de deseo,
derretida de
amor,
que sufre un
mal idéntico al mío,
llorando por
un amor,
quejándose de
un destino
que la ha
atacado como a mí:
la separación
de un compañero,
la distancia
de un hogar.
¡Oh días
sobre días!
¡Quién. Me
llevará a la que se complace en mi tormento!
¡Qué podría tener para su agrado!
¡La traidora!
Siempre ataca pérfidamente, con sus rizos
como víboras,
a quien busca un camino,
y le deja el
veneno.
Inclina su
suavidad, lo ablanda
y lo abandona
sobre el lecho enfermo.
Arroja los
dardos de su mirada desde el arco de sus cejas.
De cualquier
modo que te acerques a ella, eres la víctima.
En Dhat al-Adá,
al-Ma'zamain y Báriq
y Dhu Salam
y al-Abraqain, el viajero de la noche
siente fulgor
de espadas en fulgor de sonrisas,
alientos de
almizcle que el olfato no percibe.
Si
se combate con ellas, esgrimen las espadas de sus miradas,
y
si con ellas hace paz, deshacen los lazos de lo angosto.
Ellas y yo
gozamos dos placeres gemelos
pues
el amado tiene un reino y el amante también.
Rawda me hace
feliz como jardín y morada
pues en él
hay pasto yagua limpia.
¡Si las que
yo amo oyeran de su fertilidad,
y lo tomaran
como estación y descanso en la primavera!
Porque tengo
un corazón que está ligado a ellas
y, cuando el
camellero las apremia con su canto, atento escucha;
y, si ellas se
conciertan para la marcha en el desierto,
se le oye tras
las cabalgaduras gritando.
Si se dirigen
hacia Bagdad, va delante,
y, si hacia
los arenales, allí también hace estación.
El ave de la
fortuna está solamente donde ellas residen y acampan,
porque tiene
en su tribu la cría.
El temor por mí
y el temor por ella lucharon
sin que
ninguno cediera a su contrario.
Cuando su
majestad me ciega la vista
el sonido de
mi sollozo ensordece sus oídos.
Cuando nos
encontramos para decir adiós, nos ves
en el apretado
abrazo como una letra doble.
Aunque
nuestros cuerpos son dos,
la mirada sólo
distingue uno.
& a causa
tan sólo de mi delgadez y su luz,
y, si yo no
gimiera, no se advertiría mi presencia.
Dicen que los
soles habitan la alta esfera,
y, ¿dónde
está el palacio del sol sino en la esfera?
Cuando un
trono se alza sobre el estrado,
sólo le falta
un rey que en él se siente.
Cuando el
corazón despide la ignorancia,
se hace
santuario para el ángel.
Ella tomó
posesión de mí y yo de ella,
porque cada
uno posee su compañero.
Que yo soy
suyo es evidente
y que ella es
mía porque dice: Llega hasta mí.
¡Camellero!,
deja el camino,
no pases de
largo con los viajeros el Dar al-Falak.
Un santuario
en la ribera, junto a Musanná,
te aflige con
su amor y no es consuelo.
¡Si tan sólo
el Señor de la pasión
te diera a ti
mi amor y mi pena!,
pues ni Zarúd
o Hájir
o Salam son
mansiones que te afligen.
Sin cesar
buscaste para el ardor de tu pasión
la nube de la
unión y no llegó a cubrirte.
La gloria de
su poder te ha humillado,
¡ojalá que
igual que te humilló, te mostrara su amor!
¡Ojalá, pues
su majestad se pone a mostrarse amante,
ojalá te
dejara a ti mostrarte!
En la ausencia
nostalgia me consume,
hallarte no me
sacia.
Nostalgia son
presencia y lejanía.
Su encuentro
es un dolor inesperado,
es pasión el
remedio todavía.
Porque
contemplo una visión que aumenta
la mayor unión,
fulgor y majestad en su belleza.
No hay quien
escape a una pasión que crece
vecina a la
hermosura en mística armonía.
¡El palacio
almenado de Bagdad;
no el palacio
almenado de Sindad!
Corona entre
jardines como
virgen que se
descubre en el más perfumado camarín.
El viento
jugando con las ramas que se doblan
como
cumpliendo con ellas su promesa.
y el Tigris
como collar de perlas sobre su cuello,
y su esposo el
señor, el Imam, como su guía fiel;
el que da la
victoria y es vencedor; el mejor califa,
que en la
guerra no monta corcel.
¡Allah le
bendiga!, mientras por él llore
una paloma
acollarada sobre el columpio de la rama,
y resplandezca
el fulgor de las bocas sonrientes,
que hacen
manar de mis ojos lluvias mañaneras,
de las vírgenes
soles que al disiparse la niebla
lucen con el más luminoso y claro brillo.
¡Oh soplo del
viento!, di a las gacelas de Najd:
"Yo
mantengo el pacto que sabéis."
Di a la
doncella de la tribu que nuestra cita es en el vedado,
al amanecer
del sábado, junto a las colinas de Najd,
sobre la
colina roja hacia los lindes,
a la derecha
de los riachuelos y el mojón solitario.
Y si dice
verdad y siente
por mí el
mismo deseo angustioso que yo
por ella, nos
encontraremos al calor del mediodía
en su tienda,
a escondidas, en el acuerdo más íntimo,
y revelaremos
la pasión que ambos sufrimos,
las duras
tribulaciones y las penas de nuestro amor.
¿Son sueños
confusos o albricias llegadas al dormir,
o discurso de
un tiempo en el que yo hablaba de felicidad?
Quizá quien
trajo una vez los deseos traiga su objeto
a mi presencia
y sus jardines me brinden la rosa.
LVIII
¿Tengo camino
hacia las bellas y hermosas?
¿Tengo quien
me dirija siguiendo sus huellas?
¿Tengo morada
en las tiendas de las rizadas arenas?
¿Tengo un
descanso al mediodía a la sombra del arak?
Ya mi situación
hace ver que ella ha dado respuesta:
"¡Desea
sólo lo que se puede conseguir!"
Mi amor en ti
se aclara, ¡meta de los deseos!,
y por ese amor
mi corazón adolece.
Te has alzado
sobre el polo más que luna naciente,
que nunca se
pone después de salir.
Por ti entrego
mi vida, ¡la más exaltada en belleza y honor!
¡La sin rival
entre las bellas! Tu jardín está cubierto de rocío,
tus rosas
florecen.
Tu belleza se
impone a la pasión y ha de ser aceptada.
Tus flores
sonríen siempre,
tu rama es tan
fresca
que los
vientos se inclinan ante ella cuando se dobla.
Tu gracia es
siempre tentadora,
tu mirada tan
aguda
que con ella
el jinete del sufrimiento cabalga sobre mi.
Tayba guarda
una gacela, una espada cortante
se desenvaina
en sus miradas encantadoras.
En Arafát
conocí la experiencia de lo que
ella deseaba y
me faltó la paciencia,
y en la noche
de Jam' me uní con ella fugazmente,
como se dice
en el proverbio conocido.
El juramento
de la doncella es falso juramento,
nunca confíes
en el mendaz.
Los deseos
cumplidos en Miná, ¡ojalá
durasen hasta
el último instante!
En La 'la' me
enamoré de aquella
que muestra el
esplendor de la radiante luna.
Disparó
contra Rama, retozó en Sabá,
en Hájir
suspendió los impedimentos,
y en Báriq
descifraba los rayos
más ágilmente
que el pensamiento al cruzar la inteligencia.
Las aguas de
Ghadá se evaporaron con el rescoldo
que un amor
brujo mantiene en mi pecho.
Apareció en
el ban de al-Naqá, y escogió
como ornato
perlas de valor secreto,
y en Dhat al-Adá
retrocedió
por temor al
león agazapado.
En Dhu Salam
hizo rendir la sangre de mi corazón
a su mirada
traicionera y lánguida.
Estuvo de
guardia en Himá, inclinada en la curva de la arena
para volver a
su resolución definitiva,
y en Alj se
las arregló para escapar
de las garras
del pájaro
Su palacio
traspasando los cielos
se escapa por
su altura al que quiere mirarlo.
Acércate a la
mansión de las amadas que gozan del pacto.
¡Que una nube
deje caer sobre ellas la lluvia incesante!
Aspira el
viento que llega de su tierra
con anhelos,
para que sus soplos te digan donde están.
Creo que han
acampado en el ban de Idám,
donde crecen
el arak, el shih y el katam.
¡Oh ban del
valle,
a las orillas
del río de Bagdad!
Un triste
arrullo de paloma sobre rama oscilante
me llena de
nostalgia por ti.
Su canto
quejoso me ha recordado el canto de la
princesa del
consejo.
Cuando ella
ajusta su triple cuerda tienes que olvidar
al
hermano de al-Hadi,
y cuando
entona generosa su melodía,
¿dónde queda
Anjasha, el camellero?
Por Dhu I-Khadimát
y Sindad lo juro,
me he
enamorado apasionadamente de Salmá,
la que mora en
Ajyád;
aunque me
equivoco, porque mora
en lo más íntimo
de mi corazón.
La belleza se
siente confundida ante ella
y el almizcle y la rosa del azafrán reiteran sus perfumes.