Turÿuman al-Ashwaq

El Intérprete de los deseos

 

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XLVIII

 

¡Camellero! Tuerce en Sal'

y detente junto al han de al-Mudarraj.

Invócalas pidiendo piedad y favor.

jOh príncipes!, ¿tenéis algún consuelo?

 

En Rama, entre al-Naqá y Hájir,

hay una doncella encerrada en su litera.

¡Qué belleza la suya!, ¡tan niña! Su blancura

ilumina al caminante como una lámpara.

Perla escondida en su concha,

de cabellos con la negrura del azabache.

Perla por la que el pensamiento bucea

sin que ella jamás abandone el mar sin fondo.

Quien la contempla, la cree gacela en las dunas

por su cuello y la belleza de su retozo.

Como si fuera el sol de la mañana, en Aries,

atravesando las más alejadas alturas de los círculos.

Cuando ella levanta su velo o se descubre

deprecia las luces de la más brillante aurora.

 

La invoqué entre el vedado y Rama:

¡Quién pudiera ayudar a un muchacho que en su esperanza ha buscado refugio en Sal'!

¡Quién pudiera ayudar a un muchacho, en el desierto, triste,

con su entendimiento ofuscado por el amor, abatido!

¡Quién ayudará a un muchacho a quien las lágrimas ahogan,

a quien el vino en aquellos dientes embriaga!

¡Quién ayudará a un muchacho ardiendo en las llamas de sus suspiros,

hecho esclavo de la belleza que brilla entre sus cejas!

 

Las manos del amor han jugado con su corazón,

¿qué trasgresión comete en lo que busca?

 

 

XLIX

 

¡Quién me mostrará la de los dedos teñidos de índigo!

¡Quién me llevará a la que tiene una lengua de miel!

 

Muchacha de pechos rotundos, recogida,

delicada, virgen y tan hermosa,

luna de perfección sobre las ramas

que nunca teme el menguante.

 

En un jardín, entre los lares de mi cuerpo,

hay una paloma sobre la rama del ban,

 muriendo de deseo,

derretida de amor,

que sufre un mal idéntico al mío,

llorando por un amor,

quejándose de un destino

que la ha atacado como a mí:

la separación de un compañero,

la distancia de un hogar.

¡Oh días sobre días!

¡Quién. Me llevará a la que se complace en mi tormento!

¡Qué podría tener para su agrado!

 

 L

 

¡La traidora! Siempre ataca pérfidamente, con sus rizos

como víboras, a quien busca un camino,

y le deja el veneno.

Inclina su suavidad, lo ablanda

y lo abandona sobre el lecho enfermo.

Arroja los dardos de su mirada desde el arco de sus cejas.

De cualquier modo que te acerques a ella, eres la víctima.

 

 

LI

 

En Dhat al-Adá, al-Ma'zamain y Báriq

y Dhu Salam y al-Abraqain, el viajero de la noche

siente fulgor de espadas en fulgor de sonrisas,

alientos de almizcle que el olfato no percibe.

Si se combate con ellas, esgrimen las espadas de sus miradas,

y si con ellas hace paz, deshacen los lazos de lo angosto.

 

Ellas y yo gozamos dos placeres gemelos

pues el amado tiene un reino y el amante también.

 

 

LII

 

Rawda me hace feliz como jardín y morada

pues en él hay pasto yagua limpia.

¡Si las que yo amo oyeran de su fertilidad,

y lo tomaran como estación y descanso en la primavera!

Porque tengo un corazón que está ligado a ellas

y, cuando el camellero las apremia con su canto, atento escucha;

y, si ellas se conciertan para la marcha en el desierto,

se le oye tras las cabalgaduras gritando.

Si se dirigen hacia Bagdad, va delante,

y, si hacia los arenales, allí también hace estación.

El ave de la fortuna está solamente donde ellas residen y acampan,

porque tiene en su tribu la cría.

El temor por mí y el temor por ella lucharon

sin que ninguno cediera a su contrario.

Cuando su majestad me ciega la vista

el sonido de mi sollozo ensordece sus oídos.

 

 

LIII

 

Cuando nos encontramos para decir adiós, nos ves

en el apretado abrazo como una letra doble.

Aunque nuestros cuerpos son dos,

la mirada sólo distingue uno.

& a causa tan sólo de mi delgadez y su luz,

y, si yo no gimiera, no se advertiría mi presencia.

 

 

LIV

 

Dicen que los soles habitan la alta esfera,

y, ¿dónde está el palacio del sol sino en la esfera?

Cuando un trono se alza sobre el estrado,

sólo le falta un rey que en él se siente.

Cuando el corazón despide la ignorancia,

se hace santuario para el ángel.

 

Ella tomó posesión de mí y yo de ella,

porque cada uno posee su compañero.

Que yo soy suyo es evidente

y que ella es mía porque dice: Llega hasta mí.

 

¡Camellero!, deja el camino,

no pases de largo con los viajeros el Dar al-Falak.

Un santuario en la ribera, junto a Musanná,

te aflige con su amor y no es consuelo.

¡Si tan sólo el Señor de la pasión

te diera a ti mi amor y mi pena!,

pues ni Zarúd o Hájir

o Salam son mansiones que te afligen.

Sin cesar buscaste para el ardor de tu pasión

la nube de la unión y no llegó a cubrirte.

La gloria de su poder te ha humillado,

¡ojalá que igual que te humilló, te mostrara su amor!

¡Ojalá, pues su majestad se pone a mostrarse amante,

ojalá te dejara a ti mostrarte!

 

 

LV

 

En la ausencia nostalgia me consume,

hallarte no me sacia.

Nostalgia son presencia y lejanía.

Su encuentro es un dolor inesperado,

es pasión el remedio todavía.

Porque contemplo una visión que aumenta

la mayor unión, fulgor y majestad en su belleza.

No hay quien escape a una pasión que crece

vecina a la hermosura en mística armonía.

 

 

LVI

 

¡El palacio almenado de Bagdad;

no el palacio almenado de Sindad!

Corona entre jardines como

virgen que se descubre en el más perfumado camarín.

El viento jugando con las ramas que se doblan

como cumpliendo con ellas su promesa.

y el Tigris como collar de perlas sobre su cuello,

y su esposo el señor, el Imam, como su guía fiel;

el que da la victoria y es vencedor; el mejor califa,

que en la guerra no monta corcel.

¡Allah le bendiga!, mientras por él llore

una paloma acollarada sobre el columpio de la rama,

y resplandezca el fulgor de las bocas sonrientes,

que hacen manar de mis ojos lluvias mañaneras,

de las vírgenes soles que al disiparse la niebla

lucen con el más luminoso y claro brillo.

 

 

LVII

 

¡Oh soplo del viento!, di a las gacelas de Najd:

"Yo mantengo el pacto que sabéis."

Di a la doncella de la tribu que nuestra cita es en el vedado,

al amanecer del sábado, junto a las colinas de Najd,

sobre la colina roja hacia los lindes,

a la derecha de los riachuelos y el mojón solitario.

Y si dice verdad y siente

por mí el mismo deseo angustioso que yo

por ella, nos encontraremos al calor del mediodía

en su tienda, a escondidas, en el acuerdo más íntimo,

y revelaremos la pasión que ambos sufrimos,

las duras tribulaciones y las penas de nuestro amor.

 

¿Son sueños confusos o albricias llegadas al dormir,

o discurso de un tiempo en el que yo hablaba de felicidad?

Quizá quien trajo una vez los deseos traiga su objeto

a mi presencia y sus jardines me brinden la rosa.

 

 

LVIII

 

¿Tengo camino hacia las bellas y hermosas?

¿Tengo quien me dirija siguiendo sus huellas?

¿Tengo morada en las tiendas de las rizadas arenas?

¿Tengo un descanso al mediodía a la sombra del arak?

 

Ya mi situación hace ver que ella ha dado respuesta:

"¡Desea sólo lo que se puede conseguir!"

Mi amor en ti se aclara, ¡meta de los deseos!,

y por ese amor mi corazón adolece.

Te has alzado sobre el polo más que luna naciente,

que nunca se pone después de salir.

Por ti entrego mi vida, ¡la más exaltada en belleza y honor!

¡La sin rival entre las bellas! Tu jardín está cubierto de rocío,

tus rosas florecen.

Tu belleza se impone a la pasión y ha de ser aceptada.

Tus flores sonríen siempre,

tu rama es tan fresca

que los vientos se inclinan ante ella cuando se dobla.

Tu gracia es siempre tentadora,

tu mirada tan aguda

que con ella el jinete del sufrimiento cabalga sobre mi.

 

 

LIX

 

Tayba guarda una gacela, una espada cortante

se desenvaina en sus miradas encantadoras.

En Arafát conocí la experiencia de lo que

ella deseaba y me faltó la paciencia,

y en la noche de Jam' me uní con ella fugazmente,

como se dice en el proverbio conocido.

El juramento de la doncella es falso juramento,

nunca confíes en el mendaz.

Los deseos cumplidos en Miná, ¡ojalá

durasen hasta el último instante!

En La 'la' me enamoré de aquella

que muestra el esplendor de la radiante luna.

Disparó contra Rama, retozó en Sabá,

en Hájir suspendió los impedimentos,

y en Báriq descifraba los rayos

más ágilmente que el pensamiento al cruzar la inteligencia.

Las aguas de Ghadá se evaporaron con el rescoldo

que un amor brujo mantiene en mi pecho.

Apareció en el ban de al-Naqá, y escogió

como ornato perlas de valor secreto,

y en Dhat al-Adá retrocedió

por temor al león agazapado.

En Dhu Salam hizo rendir la sangre de mi corazón

a su mirada traicionera y lánguida.

Estuvo de guardia en Himá, inclinada en la curva de la arena

para volver a su resolución definitiva,

y en Alj se las arregló para escapar

de las garras del pájaro

Su palacio traspasando los cielos

se escapa por su altura al que quiere mirarlo.

 

 

LX

 

Acércate a la mansión de las amadas que gozan del pacto.

¡Que una nube deje caer sobre ellas la lluvia incesante!

Aspira el viento que llega de su tierra

con anhelos, para que sus soplos te digan donde están.

Creo que han acampado en el ban de Idám,

donde crecen el arak, el shih y el katam.

 

 

LXI

 

¡Oh ban del valle,

a las orillas del río de Bagdad!

Un triste arrullo de paloma sobre rama oscilante

me llena de nostalgia por ti.

Su canto quejoso me ha recordado el canto de la

princesa del consejo.

Cuando ella ajusta su triple cuerda tienes que olvidar

 al hermano de al-Hadi,

y cuando entona generosa su melodía,

¿dónde queda Anjasha, el camellero?

 

Por Dhu I-Khadimát y Sindad lo juro,

me he enamorado apasionadamente de Salmá,

la que mora en Ajyád;

aunque me equivoco, porque mora

en lo más íntimo de mi corazón.

La belleza se siente confundida ante ella

y el almizcle y la rosa del azafrán reiteran sus perfumes.