Turÿuman al-Ashwaq El Intérprete de los deseos |
La conversación
tenida entre al-Haditha y al-Karkh
me trae a la
memoria la adolescencia y juventud pasadas.
Me digo a mí
mismo que en ella he pasado cincuenta peregrinaciones
y ahora
parezco un pajarillo de nido por tan larga meditación.
Me recuerda
los lugares de Sal' y Hájir,
me recuerda la
adolescencia y juventud pasadas,
cuando conducía
las monturas hacia los altos y las tierras bajas,
y frotaba 'afár
con markh, encendiendo fuego para ellas.
Hablo a las
palomas que arrullan en el boscaje
entre las
ramas, con variados tonos de dolor,
y sin lágrimas
lloran por su amante,
mientras lágrimas
de tristeza manan de mis ojos.
Y pregunto con
mis ojos abundantes
de llanto que
delata mi sentir:
"¿Sabes
algo de la que amo?
¿Ha reposado
al mediodía a la sombra de tus ramas?”
Junto a las
colinas, entre las montañas de Zarúd,
hay cazadores
y leones bajo la apariencia de muchachas delicadas.
Se arrastran
luchando y son hijos de la carnaza de guerra.
¿Cómo podrán
los leones resistir a los ojos negros?
Sus miradas
les atacan a traición, pero ¡qué buenas
son las
miradas de las hijas de los cazadores!
Tres lunas de
todo adorno desnudas
salieron
veladas hacia Tan'írn.
Descubrieron
sus rostros, soles en su luz,
y se
detuvieron peregrinas de los santuarios,
anunciando su
presencia.
Se acercaron
caminando lentamente, como
la perdiz
camina, con mantos rayados del Yemen.
¡Oh las
tierras blandas de Nahd; bendita altura!
La nube rica
en lluvia te dé a beber torrente sobre torrente.
y quien te ha
saludado en cincuenta peregrinaciones te salude,
con repetición
sin término.
He atravesado
en su busca desiertos y campiñas
sobre abultado
camello y viejo dromedario,
hasta que el
rayo lució por el lado del vedado
y su carrera
en la noche añadió amor a mi amor.
¡Compañeros!,
acercaos al pasto vedado,
buscad las
tierras altas y la señal de más allá,
descended
hacia una fuente junto a las tiendas en las arenas rizadas,
y buscad
refugio en la sombra de su dal y su salam.
y cuando lleguéis
al valle de Miná,
donde mi corazón
está acampado,
llevad mis
saludos de amor
a todos los
que allí moran, o tan sólo decid: ¡Salud!
y escuchad lo
que os responden,
y hablad de un
corazón agonizante
en las
efusiones de amor de que se queja
declarando,
inquiriendo y preguntando.
El lugar más
querido para mí en este mundo de Allah, después de Tayba
y La Meca y el
templo distante, es Bagdad.
¿Cómo podría
yo no amar la paz, cuando en ella
tengo un Imam
guía de mi Islam, mi razón y mi entrega espiritual?
En ella ha
tomado asiento una de las hijas de Persia,
de gestos
delicados y ojos lánguidos.
Ella saluda y
resucita a quien con su mirada quitó la vida
y concedió
los dones más bellos con la munificencia y la hermosura.
¡Daría mi
vida por las doncellas tan blancas y ruborosas
que jugaban
conmigo al besar el Pilar y la Piedra!
Cuando te
pierdes tras ellas, sólo te guía
su perfume,
huella exquisita.
Nunca me
sorprendió la oscuridad de una noche sin luna,
sin que su
recuerdo me hiciera viajar bajo la luna.
Cuando entre
sus cabalgaduras se me hace de noche,
la noche se
hace como sol al romper el día.
Cortejo por mi
amor a una de ellas,
la más bella,
sin par en la humanidad.
Cuando desvela
el rostro descubre un esplendor
como sol que
apunta en oriente sin fin.
Su blanco
rostro pertenece al sol
y son de la
noche sus rizos tan negros,
sol
y noche juntándose, forma maravillosa.
Por ella estoy
de noche en luz de día,
y al mediodía,
por su pelo, en noche.
Entre Adhri'át
y Busra se alzó
ante mis ojos,
como la luna llena,
una doncella
de catorce años,
más elevada
en majestad que el tiempo
y más alta
que él en grandeza y en gloria.
Toda luna, al
llegar al límite de su perfección,
sufre una
mengua para que el ciclo se complete,
pero ésta ni
tiene movimiento
en los
celestes círculos ni desdobla lo impar.
Estuche eres
custodio de perfumes y aromas variados,
jardín que
hace brotar primaveras y flores,
en ti ha
alcanzado la belleza su última dimensión,
no cabe otra
como tú en la extensión de la potencia.
¡Allah guarde
al pájaro sobre el ban!
Él me reveló
la verdadera historia:
que las amadas
ensillaron sus monturas y al amanecer partieron.
Así también
yo viajo, y en mi corazón
hay un
incendio inflamado por su ausencia.
Traté de
alcanzarlas en la noche oscura,
clamando por
ellas y siguiendo sus huellas,
no tenía más
guía que el soplo perfumado de su amor.
Alzaron el
velo y la oscuridad se hizo luz,
y las monturas
marcharon a la luz de la luna.
Así envié mi
llanto delante de las cabalgaduras
y los viajeros
exclamaron: ¿Cuándo ha manado este río?,
incapaces de
cruzarlo.
Yo dije: Mis lágrimas
corren copiosas
como si el
tronar, el fulgurar del rayo
y el volar de
las nubes a la caída de la lluvia
fueran
palpitaciones del corazón ante el resplandor de sus dientes
y las lágrimas
derramadas por los viajeros que se marchan.
Tú que has
comparado la suavidad de sus formas
con la
suavidad de la rama tierna y verde,
si hubieras
invertido la imagen como
lo hice yo, tu
consideración sería más justa,
pues la
suavidad de las ramas se asemeja a la de sus formas
y la rosa en
los arriates es como la rosa de su rubor.
¡Los que tenéis
inteligencia! ¡Los que tenéis sabiduría!
Yo estoy
confundido entre el sol y la gacela.
Quien descuida
a Suha no cae en gran descuido,
pero quien
olvidó al sol cometió olvido grande.
Que su corazón
ofrende a su rebaño,
pues los
regalos abren la boca a la mayor alabanza.
Ella es
doncella árabe,
por su origen
una de las hijas de Persia.
Belleza le ha
hilado una blanca
hilera de
perlas transparente como el cristal.
Me dejó
sorprendido cuando bajó su velo, me aterró
entonces su
esplendor y su belleza.
Yo he padecido
así muerte doble por ello,
ya lo había
revelado el Corán.
Pregunté:
"¿Por qué al dejar el velo me aterró?"
"La cita
de los ejércitos se fija al apuntar el sol."
Yo dije:
"Estoy en el vedado de un pelo negro
que oculta, déjalo
caer cuando ellos lleguen."
Este poema mío
no tiene rima,
mi fin en él
son las sílabas "ella",
mi solo interés
es por el trato en firme.
¡Nunca olvidé
aquel día en Waná, mi morada,
ni mis
palabras a los jinetes al partir y al descabalgar!
"¡Quedad
conmigo un rato, que encuentre mi remedio,
porque yo, ¡por
aquellas a quienes amo!, me consuelo!"
Si parten,
viajan con feliz augurio,
y si se
quedan, acampan en la morada más fértil.
Las
encontré en el paso montañoso del valle de Qanat
e intimé con
ellas entre Naqá y Mushalshal.
Ellas cuidan
los pastos de camellos donde los encuentran,
pero no se
cuidan del corazón de un amante extraviado.
¡Camellero!,
ten compasión de un joven
a quien ves
partir la coloquíntida cuando se despiden,
cruzando sus
manos sobre el pecho
para calmar un
corazón que vuela con el rumor de la litera en marcha.
Ellos dicen:
¡Paciencia!; pero el dolor no es dócil.
¿Qué puedo
yo hacer si la paciencia queda tan lejos de mí?
¡Aunque yo la
tuviera, y me encontrara bajo su poder,
mi alma la
rechazaría! ¡Con cuánta más razón si no la tengo!
La luna llena
se alzó entre la oscuridad de su cabello
y el narciso
negro dio de beber a la rosa.
Tierna
doncella, que a las más bellas confunde,
su luz es más
radiante que la luna,
más sublime
que el sol en su esplendor,
y una forma
que no tiene par.
Hay un cielo
de luz bajo sus plantas,
su corona
trasciende las esferas.
Al entrar en
la mente, la mal hiere
nuestra
imaginación, no diré nuestra mirada.
Juguete
placentero que el recuerdo disuelve,
demasiado
sutil para ser pasto de visión.
Atributos
pretenden explicarla,
pero ella es
trascendente y pierden su sentido;
al querer
darle forma
abandonan sus
huellas.
Si quien la
busca da descanso a su montura,
ella no da
descanso a las del pensamiento.
Espiritualiza
al que se consume en su amor
y lo desplaza
de los rangos de la humanidad
por temor a
que su pureza se mezcle
con el barro
de los pantanos.
¿Dónde están
las que yo amo?
¡Por Allah,
decidme dónde están!
Ya que
vi su forma externa,
¿me harás tú
ver la esencial?
Tanto tiempo
ha que las busco
y tanto he
pedido la unión,
que ya no temo
su partida
ni estoy
seguro en su presencia.
Quisiera,
feliz destino,
impedir que se
alejen de mí,
para que mis
ojos se gocen en ellas
y no pregunte
dónde están.
Entre mis
entrañas y sus ojos hay una guerra de amor,
por causa de
ella mi corazón está al morir.
De labios
rojos, morena, su boca es tan dulce
que emula a
las abejas con la miel que produce,
de piernas
rotundas, como la oscuridad sobre la luna,
en su mejilla
hay un rojo atardecer, rama esbelta sobre las dunas.
Tan bella y
adornada, doncella todavía,
al sonreír
descubre el granizo, resplandeciente y blanco.
Es esquiva en
su gravedad, juega con el amor ligeramente,
con la muerte
al acecho entre la gravedad y el juego.
Al hacerse
oscura la noche, la sigue
un aliento de
aurora, como siempre se ha dicho.
Nunca la brisa
del este pasa por el jardín
que guarda tímidas
doncellas de pechos turgentes,
sin arquear
las ramas y susurrar en su aliento
con el perfume
de las flores que arrastra.
Pedí a la
brisa que me hablara de ellas
y me dijo: ¿Por
qué te interesan sus noticias?
En al-Abraqain
y en Birk al-Imad y en
Birk al-Amin
las dejé peregrinas, no muy lejos.
Ninguna tierra
las acepta. Yo volví a preguntarle:
¿Dónde
buscan refugio cuando los corceles de mi nostalgia las persiguen?
Es absurdo,
pues no tienen más morada que mi pensamiento.
Así,
dondequiera que estoy. está también la luna llena.
¿No tiene su
oriente en mi imaginación y su ocaso
en mi corazón?
Por eso ha cesado la desgracia del ban y del gharab.
El cuervo ya
no grazna en nuestro campamento,
ni encuentra
brecha en la armonía de la unión.
¡Ay la paloma
en el ban de Dhat al-Ghadá!
Me angustia el
vacío de que me has cargado.
¿¡Quién
podrá soportar la pena del amor!?
¿¡Quién
podrá beber la amargura del destino!?
La pasión y
el dolor me hacen clamar:
¡Ojalá me
cuidara quien me hizo doliente!
Pasó por mi
puerta burladora.
a escondidas.
cubriéndose con el velo y esquivándome.
No me duele
que se me oculte.
pero sí que me obligue a aceptar su esquivez.