EL PROFETA DEL ISLAM

SU VIDA Y OBRA

 

Traducción: 'Abdullah Tous y Naÿat Labrador

 

 

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Comienzo de la misión

 

        La creencia de un dios superior, excluye la noción de encarnación en el mundo musulmán. Ellos creen que un mensajero de Dios recibe, quedándose siempre en hombre, las revelaciones y las inspiraciones divinas por mediación de un ser invisible a los demás hombres, un ángel. La misión divina no es una dignidad hereditaria, que los hijos reciben de sus padres. En el mundo árabe no había profeta como en el mundo israelí. Un árabe de reconocida piedad y rectitud por sus conciudadanos, pero al mismo tiempo iletrado y sin ningún apego hacia las ciencias ocultas –él mismo las detestaba- recibe de repente el anuncio de haber sido escogido por Allah como su mensajero acerca de la humanidad y que a él le incumbe el trabajo de guiar a su pueblo por el camino trazado por el Creador. Comprendemos la reacción de Muhammad, relatada por su biógrafo Ibn Is’hâq: Muhammad confió a su mujer: “Tan pronto que me quedé solo, oí una voz que me llamaba: Oh Muhammad, Oh Muhammad; y no estaba durmiendo, al contrario completamente despierto cuando vi una luz celestial. Por Allah, que nunca detesté más a esos ídolos y a esos Kâhins (teniendo pretensiones de conocer a los espíritus y predecir el futuro). ¿Es que me he vuelto también un Kâhin, un ocultista?. Este que me llama ¿no es posible que sea un diablo?. Este temor a ser considerado por el pueblo como un mentiroso, un mago, un poseído, o un Kâin, era natural. Porque a pesar de la crisis de conciencia en algunas personas, nadie en el país y mucho más en mensajero mismo, sabía lo que era una misión divina y no podían ver la sutil diferencia entre la insinuación diabólica y la inspiración angélica, las dos cosas se parecían en cuanto a su forma exterior.

        Muhammad recibe el consuelo de la fiel Jadîÿa: “Tú eres tan desinteresado y buen hacedor que el Dios no te dejará nunca caer en pruebas satánicas”. Después ella le condujo –Según Balâdurî lo envió con Abû Bakr- a casa de su primo, el cristiano Waraqa. Ya ciego (como señala Bujâri, 91/1), éste oyó de Muhammad lo que le estaba pasando, y exclamó: “No, eso no puede ser diabólico; si yo veo otra vez, cuando tengas dificultades en tu misión, te protegeré y te apoyaré en todo lo que pueda”. Después Jadîÿa ideó la siguiente prueba: “Khadiya dijo al Profeta: llámame cuando veas al ángel. Y un día cuando el profeta le dijo: Está aquí, elle le dijo: ven y cógete a mi lado derecho, y dime si continuas viéndolo. Él lo hizo y dijo: Sí, lo veo. Ella lo hizo cogerse a su, costado izquierdo, y delante siempre la misma pregunta tuvo la misma respuesta. Después ella lo tomó en sus brazos en la intimidad conyugal e hizo la misma proposición. Muhammad respondió: No ahora ya no lo veo. Ella dijo entonces: Estoy convencida que verdaderamente es un ángel, porque Satán no nos dejaría en nuestra intimidad.

        Los cronistas señalan una interrupción momentánea (fatra) de la revelación después de la primera, o primeras revelaciones. Durante los dos o tres años que siguieron, puede esperarse una evolución en Muhammad: primeramente puede ser que de terror ante la revelación, después un período de calma y alegría y por fin la desesperación. Concerniente a esta última fase, los cronistas nos mencionan que en su profunda tristeza, Muhammad, subió varias veces a las colinas para suicidarse; pero todas las veces cuando se preparaba para saltar, el ángel Gabriel reaparecía y le confirmaba que él era verdaderamente el profeta, el mensajero de Allah. Esto lo consolaba durante algún tiempo y retomaba sus prácticas espirituales de piedad y devoción. Las relaciones con su familia estaban casi rotas y él denuncia en el patio mismo de la Kaaba; sólo le interesaban la purificación del alma y la caridad para con los demás.

        Esta disciplina rigurosa debía borrar las menores manchas de su alma, y eliminar los últimos intereses profanos, preparando a un hombre que siendo hombre como todos los demás, pero que en cada gesto, cada palabra, cada deseo sería absorto en la voluntad divina. Cuando su desarrollo espiritual hubo alcanzado este grado, él se resignó incluso a la interrupción de las revelaciones como algo que no concernía más que al Revelador, el Señor. Y cuando se le decía que su dios lo había abandonado. Entonces es cuando se da el último toque a su preparación espiritual y cuando Gabriel vino con un nuevo mensaje:

 

“Por la claridad de la mañana

y por la noche cuando se extiende

Tu Señor no te ha abandonado ni está disgustado contigo

En verdad, la parte posterior es para ti mejor que la anterior

Y tu Señor pronto te dará y tú te sentirás complacido

Por ventura no te encontró huérfano y te dio amparo

Y Él te encontró vagando en su busca y te guió hacia sí mismo

Y te halló necesitado y te enriqueció

No maltrates, pues, al huérfano

Ni rechaces a quien busca tu ayuda

Y proclama los favores de tu Señor

“En cuanto al beneficio de tu Señor, relata”, ese fue el mandamiento divino para predicar el nueva “Dîn” el Islam, el beneficio supremo a favor del hombre.”

 

        La primera revelación había declarado que sólo Allah es el creador de todos y que generosamente ha previsto todo lo que hace falta para todo el mundo, sobre todo dándole a hombre la facultad de aprender y de transmitir lo aprendido por medio de la escritura. Con esto se separaba netamente del ateísmo, del politeísmo y del materialismo. En el segundo mensaje, el cual acabamos de leer en el texto (156) además del poder exclusivo de Allah, nos enseña también los sentimientos de bondad, y de humanidad y el deber de ayudar a los pobres (tanto intelectualmente como espiritual y materialmente). En los mensajes que siguen, está prescrito a todos los creyentes de advertir a los hombres de las consecuencias graves a las que deben atenerse las gentes malvadas, de mandan no adorar más que Allah, de purificarse tanto el cuerpo como el espíritu, antes de adorar a Allah, de huir de todo lo que ponga a Allah en cólera y de no creer nunca que se ha dado demasiado; de propagar abierta y claramente lo que está ordenado por Allah, de desviarse de los politeístas (15:94); no solamente de  enseñar al clan más próximo, sino también de asegurarle que esto es una revelación del Señor de los mundos, revelación distinta de los oráculos, de los pretenciosos ocultistas, y de toda cosa diabólica, fantasiosa, o invención poética, añadiendo que la venida de este profeta estaba ya prevista en los libros sagrados de los antiguos (ch 26). Los comentaristas del Corán señalaron que los mensajes atribuidos a Zoroastro, Buda, Moisés y Jesús, dejan a la espera de la venida de alguien para acabar lo que ellos no pudieron terminar; esos comentaristas vieron la profecía realizarse en su profeta. Muhammad que no solamente no habló de la inminencia o incluso la posibilidad de otro profeta detrás de él, sino que dijo claramente que él era el sello, el último de los mensajeros de Allah.

        El Profeta no podía menos que comenzar su actividad reformadora que por los habitantes de su propia ciudad natal, que eran idólatras, paganos. Tanto es así que las primeras revelaciones del Corán hablan sobre todo de dos problemas: la creencia en un Dios único, sin ningún asociado, sin ningún límite a su poder, Trascendental y omnipresente y la necesidad de caminar sobre un camino derecho, trabajando por el bien. “Creencia y buenas acciones” son los temas que no cesan de repetirse en el Corán; y como prueba el Corán pregunta: ¿Quién ha creado el universo incluido el hombre?. Seguramente no ha sido el hombre, sino el Dios eterno; el Creador de todo, que creó todo de la nada y que es el amo de la vida y de la muerte, y por consecuencia también  de la resurrección. Si él puede crear de la nada, ¿no puede crear algo después de la muerte y castigar o recompensar después de tal resurrección? Puesto que el Corán asegura que Dios lo sabe todo y grava todo lo que nosotros hacemos en nuestra vida aquí abajo y que va a tenerlo en cuenta el día del juicio final.

        Así es como el Islam trata de persuadir al hombre de no hacer más que lo que es bueno está bien y esto a pesar de la facultad que el hombre posee de hacer el mal. Esta es la base de la moralidad islámica la que obliga al hombre a controlar voluntariamente sus deseos, y de abstenerse del vicio a pesar de su atracción y sus tentaciones. El mal parece un bien a los ojos del ignorante, que no piensa más que en sí mismo sin tener en cuenta las consecuencias. Es el satanismo como de designa el Corán: “Satanás les hizo que sus obras les parecieran justas...” etc.

        Creencia y práctica reunidas, esto implicaba proyecciones muy lejanas. Por tanto era de esperar encarnizadas resistencias.

 

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