EL PROFETA DEL ISLAM
SU VIDA Y OBRA
El método de elección de jefes de clan en Meca está muy oscuro: después de
‘Abd al-Muttalib vino su hijo Abû Talib, como jefe de los Banu-Hashim; a la
muerte de Abû Tâlib fue su hermano Abû Lahab a quien veremos desempeñando
esta función. La edad no parece que fuera el elemento determinante en este
asunto; nuestras fuentes no hablan tampoco de votaciones en la elección. No
obstante esta cuestión no tiene aquí mucha importancia.
La muerte borra todos los odios. Puede que eso explique la actitud de Abû Lahab
hacia el Profeta después de la muerte de Abû Tâlib. Los cronistas son unánimes
en decir que Abû Tâlib protegió entonces al Profeta con toda su fuerza contra
las artimañas de los mequies de los otros clanes, él mismo explicó que no era
que él hubiera cambiado de idea frente a la que Muhammah decía, sino que era
un simple deber de solidaridad tribal. Esto no duró muchos: Abu Yahl le sugirió
que pidiera opinión al Profeta en lo concerniente a los antepasados paganos de
su familia (y, quizás, la suerte del mismo Abû Lahab) la respuesta sin dudar:
Los idólatras y los politeístas irán al infierno. Según nuestras fuentes, Abû
Lahab se sintió dolido y rechazó a su sobrino. Se olvidaba con estos pequeños
prejuicios que los antepasados de Abû Lahab eran también antepasados del
Profeta y que no era cuestión de falta de respeto sino de aplicar un principio
con total imparcialidad. La actitud del Profeta era en efecto altamente loable,
ya que no eximía ni aún a sus más próximos parientes en esta materia a pesar
de la vinculación tradicional a los miembros de su clan.
Como consecuencia de haber sido excomulgado por su clan, la situación se agravó
en Meca y menudearon los incidentes contra la persona del Profeta. Entonces
decidió refugiarse en otra parte.
Primeramente pensó en Ta’if. Los Banû ‘Abd-Yâlîd, familia
dominante en esta ciudad estaban emparentados con Muhammad por sus tíos
maternos. Las relaciones entre los dos clanes mequi y ta’ifi eran bastantes
amistosas. Además, ‘Abbâs, el joven tío de Muhammad, que era su gran amigo,
contrariamente a su hermano Abû Lahab, tenía gran influencia en Ta’if, pues
era prestamista y prestaba dinero a los ta’ifies. Por otro lado este lugar se
encuentra solo a dos jornadas de distancia de Meca.
Dejó Meca y se trasladó allí en secreto, probablemente a pie. Según un
relato fue solo y según otro fue acompañado de su hijo adoptivo, Zaid ibn Hâriza.
Antes de hablar en público, hacía falta obtener la autorización y protección
de algún jefe local. Muhammad habló con tres jefes con los que estaba
emparentado. Uno lo trató groseramente y los otros dos con cierto menosprecio
irónico y los tres le ordenaron que abandonara la ciudad sin tardanza. Muhammad
les pidió que no divulgaran el objeto por el cual él había venido, pero
contrariamente a ello, incitaron contra él a los muchachos de la calle y a los
esclavos que los persiguieron tirándoles piedras. Muhammad recibió varias
heridas y no fue sin dificultad que logró refugiarse en un jardín en las
afueras de Tâ’if, perteneciente a unos mequies que le dieron asilo y
hospitalidad. El jardinero que era cristiano, lo comprendió mejor que los otros
conciudadanos paganos (ibn Hishâm, p. 279-281). Ese fue el comienzo de su fin.
Escapado de sus perseguidores en las calles, cuando al fin pudo respirar en el
jardín, el Profeta levantó sus manos y dirigió a Allah una plegaria que se ha
hecho célebre: “¿Señor, ante ti pongo de manifiesto la debilidad de mis
fuerzas, la pequeñez de mis medios y la fragilidad de mi persona a los ojos de
las gentes, Oh el más misericordioso de todos los misericordiosos!. Por el
contrario tú eres el Señor de los débiles, y mi Señor. ¿A quien me
entregas?. ¿A un extranjero que me acoge con rudeza?, ¿o a un enemigo al cual
tú permitirás dominar mi causa? En tanto que no tenga ayuda de tu parte hacia
mi, yo no podré nada. Pero una preservación por tu parte sería bien acogida.
Yo pido protección ante la luz de tu rostro, por la cual se iluminan las
tinieblas y se arreglan los problemas de aquí y del más allá, contra tu cólera
que descendería o contra tu irritación que se instalaría entre los míos. A
ti pertenece mi arrepentimiento, hasta que tú quieras. No hay fuerza ni poder
que no vengan de ti”. (ibn
Hishân p. 280)
Después de descansar, retorna el camino para volver
a su casa en Meca. Por el camino tuvo que pararse para pasar la noche,
levantándose para rezar de lo angustiado que estaba. Sin que se diera cuenta,
algunos ÿinn que pasaban son atraídos por su recitación del Corán y se
convierten (Corán 72 y 46: 29-32) “Me ha sido revelado que un grupo de los ÿinn
escuchó...” implica que el Profeta mismo no había sentido nada: hacía falta
que Allah se lo revelara para anunciarle que este grupo había abrazado el
Islam, pues entre los ÿinn también hay religiones. Muchas veces, el Corán
habla de los ÿinn como de unas criaturas que viven al lado de los hombres y que
como ellos son responsables de sus actos.
Abatido y fatigado, entró por los alrededores de su ciudad natal. Abû Lahab lo había puesto fuera de la ley: por eso el Profeta no se atrevió a entrar. Envió primeramente un mensajero a casa de uno de los jefes moderados de Meca, para que lo tomara bajo su protección, pero este no quiso. Envió entonces otro mensajero a otro jefe, pero obtuvo el mismo resultado. Al fin un tercero Mut’im ibn ‘Adiy, uno de los que habían tomado parte en el fin del boicot social, aceptó a protegerlo. Acompañado de sus hijos armados, acogió a Muhammad, lo condujo a la Kaaba para que diera las siete vueltas rituales, luego lo llevó a su casa y anunció a la ciudad que había concedido protección a Muhammad.