ÍNDICE

 

Periodo de Mec

570-622

La Hiÿra o emigración a Medina

(año 622)

 

A partir de ese momento, el Rasûl Muhammad (s.a.s.) ordenó a los musulmanes de Makka retirarse a Yazrib-Medina. Hizo conducir hasta allí secretamente a su familia y a muchos de sus Compañeros (Sahâba). Las partidas tuvieron lugar en pequeños grupos para no despertar la atención de los quraishíes. Estos intentaron paralizar el movimiento de emigración cuando éste se hizo evidente, redoblando la agresión contra los musulmanes y ejerciendo represalias sobre todo contra los débiles y los desprotegidos. Consiguieron por ejemplo, impedir que una mujer, Umm Salama, pudiera seguir a su marido y solo la dejaron partir un año después.

A lo largo de aproximadamente tres meses se fueron escalonando las salidas de esos pequeños grupos hacia Yazrib, donde los emigrantes (Muhâÿirin) fueron recibidos con los brazos abiertos por los musulmanes de esa ciudad, los Ansâr.

De lo anterior podemos entresacar dos enseñanzas. Por un lado, es preferible abandonar un lugar hostil que rendirse a sus exigencias. El musulmán debe emerger para salvaguardar su Islam si la convivencia con los no musulmanes le resulta imposible, incluso si ello supone dejar atrás todas sus propiedades y riquezas, todo antes de claudicar, pues el Islam es el mayor bien que se tiene. Por otro lado, aprendemos de esos acontecimientos la necesidad de la solidaridad entre los musulmanes. Los Ansâr dieron un notable ejemplo de ello.

El Rasûl Muhammad (s.a.s.) se quedó en Makka, donde a pesar del clamor de los idólatras, conseguía hacer nuevos musulmanes. El oponía a los insultos de sus enemigos el silencio, a sus decretos violentos la firmeza de su carácter, y a sus intrigas la prudencia. La decisión de partir él también con los emigrantes la mantuvo oculta. Ni tan siquiera los musulmanes sabían que la Emigración, la Hégira (Hiÿra) era un plan perfectamente organizado. Cuando Abu Bakr le pidió su autorización para emigrar, Muhammad (s.a.s.) le respondió: “No te apresures. Es posible que Allah te de un compañero”.

Los quraishíes acabaron sabiendo de las relaciones del Rasûl (s.a.s.) con los habitantes de Yazrib. La emigración masiva de sus parientes más próximos y sus discípulos, les hicieron sospechar. Dedujeron que la emigración tenía un fin político capaz de crear con la ayuda de los conjurados, una coalición capaz de hacer peligrar los intereses quraishíes. Si Muhammad (s.a.s.) era recibido en Yazrib, podría armar contra los idólatras de Makka a las poderosas tribus de los Jazraÿ y los Aws, interceptar las caravanas y adueñarse de la ruta que conduce a Siria. 

 

 

El complot contra el Rasûl (s.a.s.)

 

Ese temor en primer lugar les decidió a desterrar al Rasûl (s.a.s.) lejos de Makka y Yazrib. En un consejo celebrado en el Dar an-Nadua, lugar de reuniones de los notables quraishíes, se discutió el asunto y se llegó a la conclusión de que si le expulsaban, nada podría impedirle más tarde dirigirse a Yazrib. Otro de los presentes sugirió la idea de encarcelarlo, pero también esta idea fue discutida porque los miembros del clan de los Banu Hashim no lo tolerarían y habría una revuelta en la ciudad. Al final se impusieron los más violentos, que decidieron suprimir físicamente el problema.

Volvió a reunirse la asamblea, se deliberó y se adoptó por decisión unánime, asesinar a Muhammad (s.a.s.). Pero surgió un dilema. Ninguna tribu ni ningún clan quería hacerse responsable en solitario de la muerte del Rasûl (s.a.s.) y ganarse así la enemistad de los parientes. Tras varias discusiones, se decidió elegir a un hombre por cada fracción de los quraishíes, y que todos juntos armados de espadas, lo matarían simultáneamente. De este modo, todos los quraishíes contribuirían a verter su sangre estando obligados a presentar un frente unido ante los inevitables vengadores.

  Muhammad (s.a.s.) se enteró de la amenaza y tomó medidas para evitar el acto criminal. Por la tarde ordenó a su primo, ‘Ali ibn Abi Talib, que se acostara en su cama envuelto con su manto verde asegurándole de que no debía temer nada, así mismo le pidió que se quedara en Makka con el fin de devolver al día siguiente, los depósitos que algunos makkíes le habían confiado. Curiosamente, muchos makkíes seguían confiando en la honestidad de Muhammad (s.a.s.), a pesar de rechazarlo como Rasûl de Allah, y no dudaban de dejarlo a cargo de sus bienes cuando emprendían algún viaje o temían que les fueran robados. Al Rasûl Muhammad (s.a.s.) le resultaba repugnante salir de la ciudad sin haber restituido a sus propietarios los objetos que le habían pedido que custodiara.  

 

La emigración del Rasûl a Yazrib

 

Por la noche, ya muy tarde, el Rasûl Muhammad (s.a.s.) salió de su casa, burlando la vigilancia de los espías apostados para controlar sus movimientos. Recitó los siguientes versículos: “Pusimos un velo que los ciega por delante y una barrera por detrás, los cegamos y ya no ven”.

Fue a la casa de Abu Bakr a esa hora insólita y le dijo: “Ha llegado la hora y hay que emigrar. Allah lo ordena”. Con tono de súplica, Abu Bakr le preguntó: “¿En mí compañía?”. Y Muhammad (s.a.s.) le dijo: “En tu compañía”. Abu Bakr intuía la importancia del acontecimiento y se consideró afortunado por participar de él en exclusiva .

Abu Bakr es el modelo del amigo sincero, capaz de todo por lealtad. Sus íntimos sabían que podían poner sus vidas en sus manos.  Todo esto le valdría el sobrenombre de Siddîq, "el Muy Sincero, el Gran Amigo".

Los dos compañeros partirán teniendo por guía a un joven idólatra en el que Abu Bakr tenía plena confianza.

Mientras tanto, los asesinos confabulados habían rodeado la casa del Rasûl (s.a.s.). Cada uno de ellos con la espada desenvainada, solo esperaban para entrar el instante en el que creyeran dormido a Muhammad (s.a.s.). Cuando se dieron cuenta de que habían sido engañados -al encontrar a ‘Ali durmiendo bajo el manto verde del Rasûl (s.a.s.)- decidieron esperar al día siguiente para matarlo allí donde le encontraran, aunque fuera a plena vista de todos.

Al darse cuenta de que Muhammad (s.a.s.) había abandonado Makka, enviaron asesinos a sueldo a que se apostaran sobre los caminos que conducían a Yazrib.

El Rasûl Muhammad (s.a.s.) había tomado un camino poco acostumbrado, pero, para evitar que fueran encontrados, decidió refugiarse con Abu Bakr en una caverna situada en un monte al este de Makka. Permanecieron allí tres días para dejar pasar el primer ardor de sus enemigos. Miembros de la familia de Abu Bakr les llevaban noticias y provisiones.

Los conjurados llegaron al final hasta esa misma caverna, pero no entraron en ella al darse cuenta de que la boca de la misma estaba completamente recubierta por una tela de araña “que parecía haber sido cosida antes del nacimiento de Muhammad”, como llegaron a decir. Pensaron que la caverna estaba deshabitada, confirmando su creencia el hecho de encontrar a la entrada de la caverna el nido de una paloma salvaje en la que ésta empollaba sus huevos. Se dijeron: “Nada tenemos que hacer en esta cueva. Nadie ha podido entrar en ella sin desgarrar la tela de araña y sin asustar a la paloma”. Volvieron la espalda a la caverna y renunciaron a la persecución.

Allah dice en el Qur-ân: “No fuisteis vosotros los que prestasteis ayuda al Rasûl. Fue Allah el que le socorrió el día en que los idólatras le hicieron abandonar la ciudad a él, que era el segundo de dos, y cuando estaba en la caverna él le decía a su compañero: - No estés triste, Allah está con nosotros -. Allah hizo descender sobre el Rasûl la serenidad y le dio como armas a ejércitos invisibles, e hizo que la palabra de los idólatras fuera la más baja, mientras la palabra de Allah se alzaba. Él es el Poderoso (‘Açiç), el Sabio (Hakim)”.

Al cuarto día, el guía, que se había reunido de nuevo con ellos, los condujo primero a la costa del mar rojo y después hacia el norte, tomando y abandonando la ruta de Yazrib. Las jornadas de viaje eran largas y el calor sofocante.

Así fue como tuvo lugar la emigración del Rasûl Muhammad (s.a.s.). De entre todos los musulmanes, sólo 'Omar ibn al-Jattab la realizó abiertamente. Poco tiempo antes de que Muhammad (s.a.s.) partiera hacia Yazrib lo hizo 'Omar, que se dirigió con su espada a la Kaaba y realizó las siete circunvalaciones. Después se dirigió hacia los notables de Quraish allí congregados y les comunicó su intención de partir a Yazrib para reunirse con los musulmanes, amenazándoles con las siguientes palabras: "¡Quien tenga valor, que intente impedírmelo!", y nadie se atrevió a cruzarse en su camino.

¿Porqué Muhammad (s.a.s.), sin embargo, tomó tantas precauciones? Este es un punto importante. No es que careciera de valor o atrevimiento. Si tomó tantas precauciones es porque sabía que estaba instaurando una Sunna, una Tradición. Él era el modelo para los musulmanes, no 'Omar. Con ello enseñaba a su Nación (Umma) que debía ser en todo sensata y prudente. Los gestos de valor como los de 'Omar, solo podían ser reproducidos por quienes tuvieran la misma fuerza y audacia, pero lo exigido al común, es llevar en lo posible a buen puerto aquello que uno emprenda. Por ello, el Rasûl (s.a.s.) no dudó en abandonar Makka de noche, pasando inadvertido; preparó concienzudamente su viaje, no dejando nada al azar; tomó a un joven idólatra como guía porque era bueno en su oficio y no tuvo prejuicios contra él; e incluso planeó confundir a sus perseguidores dejando a 'Ali en su lugar. Todo esto enseña mucho a los musulmanes que aprenden de esta lección que es mejor la precaución que el heroísmo.  

 

La entrada en Yazrib

 

El viaje debió durar unos quince días. Tras los primeros peligros, el Rasûl Muhammad (s.a.s.) y Abu Bakr llegaron por fin a Qubâ, pequeña aldea situada muy cerca del oasis de Yazrib, el lunes doce de Rabi’ al-Awwal (24 de septiembre de 622 d.c.). Esta fecha inaugura el calendario musulmán. A partir de entonces comenzarán a contarse los años desde el momento en que tuvo lugar la Gran Emigración, la Hiÿra.

Kulsum ibn al-Hidm, alojó a los viajeros en su casa. Permanecieron allí cuatro días, y durante esos días puso los cimientos de una mezquita que fue llamada Masÿid at-Taqwa. Muchos comentaristas del Qur-ân afirman que el siguiente versículo fue revelado en esa ocasión: “...una mezquita que fue fundada bajo el influjo de la conciencia de la presencia de Allah (Taqwa) desde el primer día, y donde merece que permanezcas (haciendo el salat). En ella hay gentes que se purifican, y Allah ama a los puros”.

El viernes, el Rasûl (s.a.s.), Abu Bakr y el guía, llegaron a Yazrib. Era mediodía. Antes de entrar en la ciudad se cobijaron un momento bajo la sombra de una palmera. Alguien que se dio cuenta corrió a advertir a los habitantes de Yazrib de la llegada del Rasûl Muhammad (s.a.s.).

El pueblo se reunió y acudió en masa a recibirlo. El Rasûl (s.a.s.) hizo su entrada en la ciudad en medio de un júbilo generalizado. La gente se disputaba el honor de sostener la brida de su montura. Cada uno quería tener el honor de alojarlo en su casa. Sobre todo los Ansâr querían tener el privilegio de ofrecerle hospitalidad. Algunos, queriendo apoderarse a la fuerza de la brida de la camella tiraban de ella hacia sus casas. Muhammad (s.a.s.) decidió dejar la elección a Allah: “¡Dejadla, es una camella guiada por Allah!”.

La camella que montaba fue dejada libre para que decidiera al azar. Por fin, se detuvo en una explanada donde se dejaban secar los dátiles y que pertenecía a dos huérfanos, Sahl y Suhail. El Rasûl (s.a.s.) bajó de la camella y decidió establecerse en ese lugar. Las primeras noches las pasó en una casa próxima al lugar escogido.

Tras comprar el terreno a los huérfanos, el Nabí Muhammad (s.a.s.), decidió construir su casa y una mezquita en el lugar que la camella había elegido espontáneamente. Todos los musulmanes participaron en la construcción de la que habría de ser la primera mezquita del Islam. El edificio fue acabado en once meses.

La primera decisión del Rasûl Muhammad (s.a.s.) al llegar a Yazrib (Medina) fue la construcción de una mezquita (másÿid). Esto está en estrecha relación con su deseo de forjar una nación. No hay nada de extraño en ello: la mezquita representa el primero y el más importante pilar de la sociedad musulmana. Las mezquitas son el lugar en el que los musulmanes se orientan como comunidad en una misma dirección, la de Allah. La mezquita es, por lo tanto, un espacio que refuerza la aspiración de cada uno y reúne a los musulmanes en el seno de un mismo propósito. En torno a ese edificio, el Islam se va extendiendo como la prolongación del espíritu, y que tiene en la mezquita como foco desde el cual se difunde.

Las mezquitas recuerdan a los musulmanes que los lazos de fraternidad y solidaridad, son el tejido que fundamentan a la sociedad musulmana. Si los musulmanes no se encuentran varias veces cada día en una mezquita -donde las diferencias de fortuna y rango social son abolidas- no podrían establecer jamás entre ellos esos lazos de hermandad.

Las mezquitas son lugar de recogimiento espiritual, de entendimiento entre los musulmanes, de toma de decisiones comunitarias; y son centros de enseñanza y aprendizaje, lugares en los que el Islam se rememora al menos cinco veces al día.

Ese primer periodo en el fue que construida su mezquita, fue aprovechado para la definitiva instalación de los musulmanes en la ciudad y su organización como comunidad musulmana. A partir de entonces Yazrib pasó a denominarse Madinat an-Nabî o Medina en forma abreviada.

El Rasûl Muhammad (s.a.s.) era viudo desde el fallecimiento de Jadiÿa, y decidió contraer matrimonio con ‘Aisha, hija de Abu Bakr. Las fiestas de los esponsales tuvieron lugar siete meses después de la Hiÿra (hégira).