HISTORIA DEL ISLAM

por Loli Soler

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LOS MUSULMANES EN EL NORTE DE ÁFRICA

 

En el año 647, tuvieron lugar las primeras incursiones de los árabes por el norte de África. Movidos por las enseñanzas del Profeta y con el ánimo de difundir el Islam. Los musulmanes en esa primera incursión, tomaron Barca y llegaron hasta Trípolis. Durante el mandato del califa omeya Yazid, el caudillo Uqba ben Nafi, llegó hasta Túnez. En el 670, fundó Kayruán, ciudad que adquirió gran importancia ya que era la capital espiritual de la provincia, a la vez que plaza fuerte desde donde se organizaban expediciones a Europa y de donde salían los ejércitos para luchar contra los bereberes. Fue además, un gran centro comercial. Años más tarde, Ibn Nusair luchó contra un numeroso ejército bereber, conquistó Cartago y penetró en el Magreb. En el año 708/82, Musa ibn Nusair, fue nombrado gobernador de Ifriqiya y su ejército al mando del bereber Tariq ben Ziad, llegó hasta Marruecos y sometió a las tribus bereberes asentadas en los oasis de Tafilete. Tres años más tarde, Tariq al mando de un ejército bereber, atravesó el estrecho de Gibraltar, penetró en la península Ibérica y derrotó a los visigodos. Esta derrota supuso el nacimiento de la provincia musulmana de Al Ándalus, en la que durante siete siglos, se vivió una floreciente civilización, mucho más avanzada que la del resto de Europa.

La tolerancia del Islam permitió la convivencia en la zona, de  musulmanes con pueblos no conversos al Islam. Algunas tribus bereberes siguieron siendo paganas y las que se convertían al Islam, seguían las doctrinas del jariyismo. Otras conservaron la religión judía. En el sur de Túnez, varias ciudades conservaron por un tiempo la lengua romana y la religión cristiana. Esto dio lugar a la formación de una civilización absolutamente original, inspirada en las tradiciones orientales aportadas por los árabes, con influencia del arte latino y bizantino.

 A finales del siglo VIII, se refugiaron en la zona varios jefes orientales que huían de las persecuciones de los abbasíes. Estos caudillos se rodearon de bereberes jariyíes y pronto fundaron pequeños reinos. Nacieron así nuevas dinastías: Los rustemíes  fundada por Abd al Rahmán ben Rustem, noble procedente de Persia que hacia 767 fundó la ciudad de Tahert que fue la capital del imperio rustemí durante más de un siglo. Estaba rodeada de una sólida muralla y en sus alrededores se construyeron granjas, castillos y bellos jardines. Por su situación geográfica fue un centro comercial próspero al que acudían muchos nómadas. Se construyeron en esta ciudad varias bibliotecas y destacó como centro de estudios religiosos y filosóficos.

Para sofocar las constantes insurrecciones que se producían en Ifriqiya, el califa abbasí Harun al Rashid, nombró gobernador de Egipto y Túnez a Ibrahín ben Aglab, con amplias atribuciones y con el derecho de nombrar a sus sucesores. Este fue el inicio de la dinastía de los aglabíes cuya capital fue Kairuán. Fundaron un emirato dependiente de Bagdad y cada año pagaban tributos al califa abbasí. Gozaban los emires de Kairuán de total libertad y esto influyó en la estabilidad de la zona. Se establecieron las bases de una organización política y económica que contribuyeron al engrandecimiento del emirato. Los aglabíes  mostraron gran interés por la educación del pueblo, la expansión de la lengua árabe y la difusión del Islam. Se construyeron grandes mezquitas, se embellecieron las ciudades y se mejoró el sistema hidráulico, con la construcción de acueductos y aljibes circulares. Durante el periodo de casi un siglo en el que gobernó esta dinastía, sus científicos, sus zocos y sus artesanos, compitieron con los de las ciudades más avanzadas del Mediterráneo. En el 827/211, los aglabíes invadieron Sicilia y en el 910/297, se sometieron a los fatimíes.

En tiempo del califa abbasí, Harún al Rashid, los musulmanes que cuestionaban la legitimidad del califato, eran ferozmente perseguidos. En el año 786/169 se llevó a cabo una gran matanza cerca de Meca y de esa masacre, escapó Idris Ben Abdulá, que en compañía de un esclavo viajó durante dos años, hasta llegar al Magreb. Se apoderó de la ciudad de Tremecén que era una plaza fuerte con un gran mercado. Los bereberes, impresionados por su piedad y su saber, lo hicieron jefe. Este fue el origen del reino de los idrisíes, primer estado independiente de Bagdad, en el Magreb. Idris I, fue envenenado en el 792/175, por orden de Harún. Le sucedió su hijo póstumo Idris II que fundó Fez, ciudad situada cerca de campos de trigo y de montañas cubiertas de bosques, a donde fueron llegando familias andaluzas expulsadas de Córdoba y otras procedentes de Kayruán. Esto favoreció la fusión entre árabes y bereberes y ayudó al progreso de la lengua y la cultura.  A su muerte dividió el reino entre sus 10 hijos y esto dio lugar a enfrentamientos que debilitaron el poder y finalmente fueron absorbidos por los fatimíes.

Durante el gobierno de esta dinastía, se llevaron a cabo en la región obras hidráulicas destinadas a favorecer la expansión ciudadana y la mejora de la agricultura. La población gozó de paz y prosperidad. Construyeron en el año 857/245 la mezquita de Al Ajawayn en Túnez.

En el año 880, llegó a la zona otro caudillo procedente de Asia. Fue conocido como mahdi (guía y maestro de creyentes). Se rodeó de bereberes de las tribus de Cabilia y en 908, derrotó a los aglabíes, que eran sunnitas y se estableció en Qayruán. Sus sucesores, los fatimíes, fundaron la ciudad de Mansuriya que destacó por la vida de ostentación y lujo que llevaban sus dirigentes. También fundaron la ciudad costera de Madhiya, desde donde atacaban a los estados cristianos del Mediterráneo y daban apoyo a los emires de Palermo.

Una vez que los fatimíes conquistaron Egipto y fundaron el califato independiente, les cedieron el gobierno de Ifriqiya a los príncipes bereberes ziríes. Estos enviaban regularmente a Egipto tributos y tropas. Pero en 1049, pactaron con Bagdad y rompieron sus alianzas con los fatimíes y con las doctrinas shiítas.

Durante los siglos XI y XII, el Maghreb fue gobernado por los almorávides. En el año 1035/426, el jefe bereber de la tribu  Yudala, peregrinó a Meca y a su regreso, fundó en el  desierto una escuela para propagar el Islam. Dos años después, Abdallah ibn Yasin, empezó a sentar las bases del movimiento almorávide que comenzó su expansión. Tomaron Siyilmasa y tras la muerte de Abdallah ibn Yasin, este movimiento religioso, se convirtió en un reino. En 1060/452, fundaron la ciudad de Marrakech y nueve años después tomaron Fez. Los reyes de Taifas de Al-Andalus, para defenderse de los ataques del rey cristiano Alfonso VI, pidieron ayuda a los almorávides y estos, atravesaron el estrecho de Gibraltar y desembarcaron en Al-Andalus y aprovechando la decadencia que vivían estos pequeños reinos musulmanes, el emir almorávide Yusuf Ibn Tashufín, decidió intervenir y no encontró dificultad para la conquista.

Durante el gobierno de los almorávides, el Magreb gozó de paz y prosperidad. El fundador de la dinastía unificó el territorio marroquí y desarrolló el sedentarismo creando grandes y bellas ciudades.

Otro reformador religioso, bereber de las tribus Masmudas originarias del alto Atlas, llamado Mahdi ibn Tumart, que defendía la unidad y unicidad de Allah, llegó a la zona y se instaló con sus seguidores. Se les conoció como los almohades. A la muerte de Tumart, numerosas tribus se habían unido a su movimiento y su sucesor Abd al Mumín, se  autoproclamó califa. Se apoderó de Marrakech y Fez  y a mediados del siglo XII, ya controlaba todo Marruecos. Una vez concluidas sus conquistas en el Magreb, pasaron a Al Andalus y se hicieron con el poder. Los almohades  mantuvieron su califato durante los siglos XII y XIII. Durante el reinado de Yacub Yusuf, apodado Almansur (el victorioso),  la dinastía vivió sus años dorados. Había conquistado todo Al-Andalus y los reyes cristianos le rendían vasallaje. Se rodeó de poetas y filósofos, como Maimónides y Averroes que realizó comentarios sobre las obras de Aristóteles y se las dio a conocer a los cristianos. En el Magreb, Fundó la ciudad amurallada de Rabat.

Los benimerines, eran una tribu nómada bereber del desierto, que se asentó el norte del actual Marruecos a mediados del siglo XIII. Con la ayuda de mercenarios cristianos, comenzaron la guerra contra los almohades. En el 1248/646, su jefe Abu Yahya se apoderó de Fez y estableció la dinastía merinida. El gobernante más destacado fue Abu al Hassan, conocido como el Sultán Negro que reorganizó el imperio que se extendía desde el Atlántico a Túnez y gobernó con mano dura. Intentó la conquista de Al-Andalus, pero fue derrotado en la batalla del río Salado, cerca de Tarifa en el año 1340/730. Tras su muerte y hasta 1358/759, le sucedió su hijo Abu Inan. Los benimerines fueron perdiendo sus posesiones. Los cristianos estaban conquistando Al-Andalus y los musulmanes se refugiaban en Marruecos y la anarquía se fue apoderando del país. Los reyes castellano-aragoneses y los portugueses, enviaban ejércitos a Marruecos para perseguir a los musulmanes y a los judíos que buscaban refugio en  esas tierras. Enrique III de Castilla, en 1399/801, tomó Tetuán llevando a cabo una gran matanza, y Melilla en 1496/911. Portugal se apoderó de Ceuta en 1415/922 . Los portugueses establecían puertos en la costa atlántica y los turcos otomanos llegaron a las puertas de Marruecos.

 

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