LA HISTORIA DE YUSUF

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        Un día al despertar de un agradable sueño, el profeta Yusuf (José, a.s.) buscó a su padre (Yaqub, Jacob, a.s.) para contarle su sueño. Le dijo: "He visto en mi sueño once estrellas, el sol y la luna, prosternarse a mis pies" (Sura Yusuf - versículo 4).

        Yaqub (a.s.) feliz por la noticia, le dijo a su hijo que el sueño era un mensaje y probaba los signos que había visto en él. El mensaje le anunciaba el favor y la sabiduría que Allah le concedía, como ya hizo con sus antepasados Ibrahim e Isaac (a.s.), pidiéndole que fuera discreto y no dijera nada a sus hermanos sobre lo revelado en el sueño, ya que envidiarían el privilegio que Allah le había otorgado. Éstos, no hacían otra cosa que murmurar a sus espaldas y si supieran de su revelación, tramarían algún mal contra él.

        Yusuf (a.s.) por entonces era un joven de piel clara y porte hermoso que ha todos gustaba admirar. Su madre Rahil (r.a.), falleció cuando tan solo tenía 18 años, dejándolo a él y su hermano Benjamín huérfanos de madre. Éste hecho, más el descubrimiento del designio del que era merecedor Yusuf, hacían que Yaqub (a.s.) les reservara un afecto especial,  y aunque procuraba disimularlo tratando a todos sus hijos por igual, ese especial afecto hacia los hijos de su difunta esposa Rahil no escapaba a la atenta vigilancia de sus otros hijos.

        Los otros hijos de Yaqub (a.s.) reunidos en secreto, movidos por los celos y el odio, no encontraban ninguna justificación a la indignidad que les suponía el menoscabo del afecto hacia ellos. Por lo que se conjuraron contra su hermano Yusuf (a.s.), barajando la posibilidad de asesinarlo y hacer desaparecer todo signo de él, o bien abandonarlo en un lugar lejano del desierto donde fuera devorado por las fieras o por las arenas del desierto. De ese modo creían que conseguirían con el tiempo, recobrar el afecto de su padre y con un simple arrepentimiento lavar sus culpas y ganar el favor de Allah.

        Judas, el más perspicaz y razonable de los hermanos les planteó las consecuencias que tendrían para ellos el asesinato de su hermano, por lo que les ofreció la alternativa de arrojarlo a un pozo que se encontraba camino de Jerusalén, donde podrían encontrarlo los que por allí pasaran, descubrirlo alguna caravana de comerciantes que se lo prendiera como esclavo. Con ese plan conseguirían lo que deseaban y escaparían de la deshonra y la vergüenza de su muerte.

        Estuvieron de acuerdo con el plan y pasaron toda la noche urdiendo como llevarlo a cabo. Ya de día, se presentaron junto a su padre y le pidieron que les confiara a su hermano Yusuf, ya que mientras ellos cuidaban de los corderos, él podría jugar o correr, no teniendo de qué preocuparse.

        Yaqub (a.s.), que temía las consecuencias, les hizo saber sus temores y el peligro que entrañaba el que un lobo diera con él por casualidad a sus espaldas y lo apresara, matándolo o devorándolo.

        Los hijos por contra, le prometieron que eso no ocurriría ya que estando rodeado de tantos como eran, sería muy difícil que sucediera, rogándoles que confiara en ellos. Por lo que Yaqub (a.s.) dejó que se lo llevaran con la condición de que lo protegieran.

        Entrada la mañana, Yusuf (a.s.) les acompañó, dirigiéndose todos directamente hacia el pozo. Una vez allí, le despojaron de su camisa y lo arrojaron al pozo, abandonándolo a su suerte, indiferentes a sus amargas suplicas y lágrimas. Creían que la atención de su padre hacia ellos mejoraría, y que con el paso del tiempo y la atención de todos, el dolor por la ausencia de Yusuf (a.s.) desaparecería.

        En el camino de vuelta fueron planificando lo que le tenían que decir a su padre. Ya a su lado y fingiendo llorar, le enseñaron la camisa de Yusuf (a.s.) manchada de sangre como prueba convincente de sus mentiras. Le dijeron que ocurrió lo que él temía, ya que después de dejar a Yusuf (a.s.) guardando el campamento, un lobo lo encontró solo y le atacó devorándolo, siendo su camisa manchada de sangre lo único que de él habían podido encontrar.

        Yaqub (a.s.) era consciente de la falsedad de su historia, como también sabía que Allah tenía reservado un plan a sus hijos que sin lugar a dudas sería ejecutado. Entonces les dijo: "Vuestras almas os han incitado ha hacer el mal, y la envidia os ha impulsado hacia lo mismo. Pero la resignación es mi único recurso hasta que seáis desenmascarados y las consecuencias de vuestros actos aparezcan. Allah, que está al corriente de todo, sabe de vuestra trasgresión".

        Mientras tanto, Yusuf (a.s.) permanecía en el pozo atrapado en la oscuridad y el silencio. Pero Allah le favoreció con su rahma y se le reveló diciéndole: "Se paciente y mantente firme. Encontraré una salida a tus desdichas y transformaré tus preocupaciones en alegría. Te ayudaré contra tus hermanos aunque después de algún tiempo". En ese instante las preocupaciones de Yusuf (a.s.) desaparecieron, recuperando el sosiego a la espera del mandato de Allah.

        Al poco, escuchó a lo lejos voces confusas y ruidos imprecisos que se acercaban haciéndose distinguibles, haciéndole comprender que se trataba de una caravana. Ésta se detuvo cerca del pozo pudiendo Yusuf (a.s.) reconocer las voces del jefe de la misma. Vio como un hombre lazaba un cubo al pozo y a el se agarró. La sorpresa de aquel hombre fue mayúscula al ver como un muchacho se enganchaba a la cuerda. Los que por allí andaban se a apresuraron a rescatarlo, acordando el llevárselo a Egipto y allí, venderlo como esclavo.

        La caravana retomó su marcha hasta llegar a Egipto. Una vez allí, pusieron en venta a Yusuf (a.s.) en un mercado de esclavos, vendiéndolo por un miserable precio ("por alguna insignificante moneda ya que no obtuvieron más por él". Sura de Yusuf, versículo 20), por miedo a que el secreto de su hallazgo se supiera.

        Yusuf (a.s.) fue comprado por un encargado de palacio del hombre más influyente en Egipto (Al-Aziz). Éste apreció en él los signos reveladores de su noble origen, por lo que le dijo a su mujer: "Me parece que este muchacho, tras observar lo calmado de su carácter, procede de una noble familia. Trátalo bien, y sobre todo no lo desaires como al resto de la servidumbre y no le golpees como a un esclavo. Espero que cuando alcance la edad adulta pueda sernos útil, entonces nos alegraremos de haberlo tomado como a un hijo".

        Yusuf (a.s.) pronto se acomodó a su nueva situación en la casa en la que fue acogido, trabajándo con total entrega y lealtad a su nuevo maestro, encontrando entre los habitantes de Egipto nuevos amigos y parientes. Ganándose con el tiempo la confianza de al-Aziz, que lo consideraba como a uno de los suyos.

        Dejada atrás la juventud, Yusuf (a.s.) no escapaba a la atención de la mujer de al-Aziz, que vigilaba sus idas y venidas, y suspiraba por un amor secreto rendida a la belleza de su pupilo, y aunque luchaba contra su deseo, la pasión la incitaba a flirtear e intentar seducirlo con todos sus encantos.

        Yusuf (a.s.) no hacia caso a las insinuaciones de la esposa de al-Aziz y la evitaba consciente del mal que ocasionaría en la familia que lo había acogido. Pero mientras más la evitaba, más ardiente era el deseo que la embargaba, llegando al extremo de declararle abiertamente su pasión.

        Desesperada, la esposa de al-Aziz mandó llamar a Yusuf (a.s.) a su alcoba, corriendo las cortinas y cerrando tras él las puertas y en esa situación le pidió que la tomara. Yusuf le contestó: "Que Allah me preserve de rendirme a tus deseos y hacer lo que me ordenas. Está lejos de mí traicionar a mi señor al-Aziz, que me ha acogido y tratado con generosidad. No soy un ingrato.

        La esposa de al-Aziz no podía soportar semejante humillación a su orgullo y no castigar la afrenta; abalanzándose sobre Yusuf (a.s.) le propinó golpes sin descanso. En esa situación Yusuf (a.s.) sintió la iluminación de la profecía que le revelaba: " Lo mejor es evitar el combate, mantener la paz es mejor que luchar". Por lo que intentó zafarse de ella y llegar a la puerta, mientras ella le destrozaba la camisa a jirones.

        Tras la puerta apareció al-Aziz, viendo el estado de exaltación de su mujer y el estado de la camisa de Yusuf (a.s.). Como todas las evidencias acusaban al sirviente, la frustrada esposa aprovechó la ocasión para acusarlo, contándole a su marido como su sirviente no había velado por tu ella traicionándolo. Ha intentado seducirme (que se merece el que ha querido deshonrar a su familia, sino ser encarcelado y sufrir una pena ejemplar). (Sura de Yusuf, versículo 25)

        Yusuf (a.s.) no tuvo más remedio que contarle la verdad a al-Aziz, de como había sido ella la incitadora que además le destrozó la camisa, siendo esta prenda la prueba de su sinceridad.

        En ese momento y mientras discutían sobre el asunto, el cocinero de la mujer entró en la habitación y percatándose de lo que allí ocurría dijo: "Si la camisa de Yusuf estuviera destrozada por delante, deberías creer a tu mujer y Yusuf sería un mentiroso, pero si estuviera destrozada por detrás, Yusuf diría la verdad y mentiría tu esposa".

        Cuando vieron que la ropa de Yusuf (a.s.) estaba rota por su parte posterior, comprendieron la veracidad de las palabras de Yusuf (a.s.). Entonces al-Aziz dirigiéndose a su esposa le dijo: "¡Esta ha sido una injuria de la que has de arrepentirte!. Y tu Yusuf, ¡abstente de comentar nada sobre éste incidente!".

        Aun así, el asunto se difundió por toda la ciudad y entre todas las mujeres del palacio, comentándose como la mujer de al-Aziz se había encaprichado de su joven sirviente, seducida por su encanto, y como enloquecida por el amor se había ofrecido a él rebajándose hasta su nivel, para ser por rechazada, provocandole  un estado tal de desesperación que aunque procuraba ocultarlo le traicionaban sus lágrimas.

        Los rumores se fueron difundiendo por todas partes y tomando distintas giros, hasta que llegaron a oídos de la mujer de al-Aziz que tuvo conocimiento de como todas sus amigas y mujeres de su edad hablaban de ello exagerando los hechos. Ella debía hacer algo para anular todas aquellas murmuraciones y acusaciones. Un día invitó a todas sus conocidas a un festín en el palacio, les ofreció a cada una de ellas una pieza de fruta y un cuchillo. En aquel preciso instante ordenó a su sirviente Yusuf (a.s.) que se presentara ante ellas. Al así hacerlo, la presencia de Yusuf (a.s.) las deslumbró y las turbó de tal manera, que tuvieron que soltar todas los cuchillos tras haberse producido cortes en las manos. Todas exclamaron: "¡Gloria a Allah y sus criaturas! (Sura de Yusuf - 31).

        La mujer de al-Aziz les dijo entonces: "Este es Yusuf, el hombre que me ha valido vuestros reproches, y la causa de que murmuraseis sobre mi. Tal como estáis ahora después de haberlo mirado furtivamente, como entonces podéis reprocharme nada. Yo le veo cuando se asea, come y bebe, cuando trabaja o descansa. Me encuentro sola con él de día y de noche. Me he plantado ante él con todos mis adornos y lo único que he conseguido es que se diera la vuelta por pudor, sin arrojarme ni siquiera una mirada de reojo. No oculto que me he entregado a él, pero me ha rechazado. Tampoco puedo ocultaros que no puedo soportar su rechazo y controlar mi corazón, cuando éste ya no me pertenece y me ha robado el alma. Las noches se me hacen muy largas ya que me ha robado el sueño de los parpados. Y aún así, él se obstina en resistirse a mi pasión. Ya que me he deshonrado y humillado ante las gentes, le haré encarcelar en el lugar más siniestro de la prisión hasta que pierda su juventud en la oscuridad de su celda, o bien le haré torturar para que sienta en su cuerpo y en su alma un dolor sin igual. Tengo estas dos soluciones, que él escoja pues la que mejor le convenga".

        Las mujeres que habían sido testigos del poder encantador de la belleza del sirviente, y conocedoras como eran del poder de la mujer de al-Aziz, se conjuraron del lado de ella contra Yusuf (a.s.). Una de ellas le dijo a Yusuf (a.s.): "¿Dime noble joven cual es la causa de tu rechazo y resistencia? Eres un hombre hecho y derecho que debería estar con una mujer y disfrutar de los placeres carnales que ella te ofrezca. Otra mujer continuó diciéndole: " Pon su amor de tu lado, aprovéchate de su poder y fortuna, de su rango y dignidad, no sabes que todo lo que se encuentra en éste palacio te ha sido ofrecido para causarte placer, y que tan solo tienes que responder a su llamada. Añadiendo una tercera mujer : "Si no deseas su belleza ni aspirar a su fortuna, debes temer  sus amenazas de encarcelarte indefinidamente y hacerte sufrir un suplicio sin fin, si eres dócil y abandonas tu obstinación, habrás ganado tanto su belleza como su fortuna, y evitaras la desgracia de la prisión y la tortura".

        Ellas pensaban que con sus argumentos alcanzarían a cambiar algo en el ánimo de Yusuf (a.s.), que acosado entre las promesas y las amenazas, sentía como el temor le oprimía su pecho. Entonces le imploró a Allah que le evitara la desgracia y alejara de él las perfidias de las mujeres. Yusuf (a.s.) dijo: "Allah, prefiero la prisión, a la infamia a la que estas mujeres me quieren arrastrar, si no me libras de su tentación, sucumbiré y volveré a caer en la ignorancia" (Sura de Yusuf, versículo 33).

        Aunque todas las pruebas indicaban claramente su inocencia, dando fe de su lealtad y honestidad a Al-Aziz. Éste, aún a pesar de estar seguro de su inocencia, no pudo dejar de atender los requerimientos de su mujer que le exigía venganza diciéndole: "Yusuf me ha traído el escándalo y deshonrado injustamente. No encuentro otra solución para vengar mi honor y apaciguar mi cólera, que el que lo encarceles". Al-Aziz  asintió a sus palabras y mando ejecutar su orden, encarcelando a Yusuf (a.s.) a pesar de su inocencia.

        Yusuf (a.s.), se resignó a su destino puesta la esperanza en la justicia de Allah, que le había prometido la profecía, designándolo como su transmisor.

        Transcurrían los días sin que se avecinara un pronto final. Mientras tanto Yusuf (a.s.), dedicó su tiempo a auxiliar a los enfermos y consolar a los débiles, ganándose el afecto y la confianza de todos los presos.

        Entre los que estaban encarcelados con él, habían dos jóvenes de la corte del rey: su sommelier y el intendente encargado de custodiar las provisiones. Un día, ambos se despertaron angustiados por las pesadillas que habían padecido, por lo que decidieron acudir a Yusuf (a.s.), para pedirle que interpretara sus sueños.

        El sommelier le contó como se veía en un viñedo cercado verde y florido, llevando en una mano la copa del rey, donde prensaba las uvas. A su vez el intendente le dijo que se veía en el sueño llevando una cesta llena de todo tipo de panes y de comida, pero que una bandada de pájaros se precipitaban sobre ella robando su contenido, para llevárselo a un lugar lejano .

        Yusuf (a.s.), aprovechando la ocasión se dirigió a todos los presos que le rodeaban para acercarles el mensaje de Allah, diciéndoles: " Pueblo, detrás de estos ídolos y estatuas que adoráis, está Allah, el que me ha guiado para indicaros Su camino. Estos ídolos, como Rá o Ibis, son únicamente palabras que vosotros o vuestros antepasados os habéis inventado, y a los cuales Allah no ha dotado de ningún poder. No hay prueba o evidencia que justifique su adoración. Si queréis una prueba de mi sinceridad, os haré saber la interpretación de los sueños de éstos dos hombres: Uno saldrá de prisión y recuperará su anterior trabajo como sommelier del rey. Mientras que el otro, será crucificado y su cabeza servirá de comida a las rapaces. Estoy seguro de que así ocurrirá, y ello no se debe a ningún tipo de arte u oficio, será tal como he dicho por que Allah, así me lo ha comunicado.

        Yusuf (a.s.), dirigiéndose al sommelier del rey le pidió que le recordara a éste, como había conocido en la prisión a un hombre que se encontraba preso, victima de la injusticia por una falsa acusación.

        La interpretación de los sueños se revelaron exactas, mientras que el intendente fue crucificado, el otro se salvó. Una vez que el sommelir del rey recuperó su posición, la promesa que le hiciera a Yusuf (a.s.) cayó en el olvido, obligándole a permanecer algunos años más en prisión.

        Pasado los años, un día, el rey se despertó aterrado a causa de una pesadilla. Hizo convocar a todos los sabios y nobles de su reino para contarles la visión que tanto le inquietaba. Les dijo que había visto como siete gordas vacas eran comidas por otras siete famélicas, así como siete espigas verdes estaban acompañadas de otras siete resecas.

        Ningún siervo del rey fue capaz de interpretar el sueño que éste había tenido, aunque la ocasión si hizo recordar al sommelier su paso por la cárcel, y como le habían pronosticaron la libertad, recordando además la promesa que le hiciera a Yusuf (a.s.).

        El sommelier dirigiéndose al rey le contó que en la cárcel se encontraba un noble hombre que sabía interpretar el mundo de los sueños y distinguir lo verdadero de lo falso, por lo que si quisiera, él mismo podría ir a verle y obtener la información que tanto anhelaba.

        El sommelier fue al presidio para encontrarse a Yusuf (a.s.) tal como lo había dejado. Soportando con paciencia el rigor de la cautividad ofreciéndose a los demás, concentrado en la contemplación de su Señor. Ya ante Yusuf (a.s.), le contó el motivo de su visita y le pidió que le ayudara a resolver el enigma, prometiéndole que le ayudaría a mejorar su situación.

        Yusuf (a.s.) le dijo que se encontraban al inicio de siete años ricos y generosos, en los que la tierra sería muy fértil, las cosechas aumentarían y se viviría en la abundancia; pero que serían seguidos de otros siete años difíciles, de sequía y de escasez, en los que se propagarían las desgracias. Pasados esos siete años, las dificultades desaparecerían, siendo fértil el año siguiente. Por lo que deberían de tomar medidas para abastecerse en previsión de los siete largos años de carestía.

        Ésta fue la interpretación del sueño que Allah le había revelado a Yusuf (a.s.) mientras meditaba, y que al serle transmitida al rey le provocaron una profunda admiración. Tras lo cual, ordenó que le trajeran ante su presencia para poderlo conocer de primera mano, escuchar sus consejos y analizar la sabiduría de los mismos.

         Yusuf (a.s.), le dijo al enviado que regresara sin él junto al rey, pidiéndole que investigara el asunto ocurrido a propósito de unas mujeres que se habían cortado las manos, y por las que él se encontraba preso. Únicamente saldría del presidio tras demostrarse su inocencia y recuperada su honra.

        El rey mandó buscar a las mujeres para interrogarlas. Ya ante él, no pudieron ocultar la verdad de los hechos, confesándose culpables de mentir sobre la figura de Yusuf (a.s.), al que reconocían como un hombre honesto y leal. A su vez la mujer de al-'Aziz confesó como fue ella la que sedujo a Yusuf (a.s.), aunque él siempre la eludía, guardando la fidelidad y honestidad de su marido y señor ("con el fin de que él sepa de que no me he burlado durante su ausencia. Allah no ayuda a los malvados") (Sura de Yusuf, versículo 52). El testimonio de la mujer de al-'Aziz, libró a Yusuf (a.s.) de toda culpa y le restituía el honor mancillado.

        Ante el rey, la figura de Yusuf (a.s.) después de todo lo acontecido, adquiría una especial relevancia y le hacían merecedor de una gran admiración y estima, siendo su deseo tenerlo en la corte como su hombre de confianza.

        Tras ser liberado, Yusuf (a.s.) se presentó ante el rey, y éste pudo comprobar los méritos que hacían de él una persona excepcional. Le ofreció trabajar en la corte como intendente responsable de las arcas del país. Pero Yusuf (a.s.), teniendo presente el futuro que le acontecía a Egipto, le expuso al rey la necesidad de asumir la responsabilidad de mantener la prosperidad de Egipto desde el cargo de gobernador, ya que solo desde ese cargo podría tener el acceso y control de las cuentas del reino y sus provisiones, tanto en los momentos de bonanza, como en los años de carestía que se avecinaban.

        Yusuf (a.s.) demostró su valía como gobernador de Egipto, y durante los primeros siete años de prosperidad mandó construir grandes silos y almacenes que llenaron con los excedentes de cosechados. Llegado el periodo de penurias, el pueblo de Egipto vivió con desahogo y despreocupación, gracias a que sus necesidades básicas estaban garantizadas por la buena administración del gobierno que Yusuf (a.s.) había impulsado.

        La reputación de Yusuf (a.s.), se extendió por todo Egipto hasta los lugares más remotos. Alababan las virtudes de su gobierno y de como había sabido preparar al país contra la sequía y el hambre, distribuyendo equitativamente entre las gentes la ayuda alimentaria que cubriera sus necesidades, sin hacer distinción entre diferentes países o pueblos.

        La sequía se extendió también a los países vecinos a Egipto, alcanzando a Canaán, donde vivía su padre, el profeta Yaqub (a.s.) y su pueblo, los Asbaths. Éste le pidió a sus hijos que se prepararan a marchar hacia Egipto con una caravana, para comerciar y poder aprovisionarse de los alimentos que en su tierra escaseaban, y que para tal viaje irían sin la compañía del hermano menor, Benjamin.

        Cuando la caravana de los hermanos de Yusuf (a.s.) llegó a Egipto, se dirigieron directamente a la casa del gobernador, pidiéndole al chambelán que les presentara ante él. Una vez delante de Yusuf (a.s.), éste los reconoció de inmediato, mientras que al contrario no ocurría lo mismo. Todos los acontecimientos dolorosos que le habían llevado a la situación en la que ahora se encontraba, pasaron por su mente, sin embargo se armó de paciencia, y sin delatar su identidad, decidió actuar con inteligencia y serenidad para de ese modo obtener información sobre su situación actual y el estado en el que encontraba el resto de la familia que con ellos no habían viajado.

        Éstos se presentaron ante el gobernador explicándole que eran doce hermanos descendientes de un noble profeta y mensajero, y cómo solo diez se encontraban ante él; el undécimo y menor de todos, se había quedado al cuidado de su anciano padre; y del duodécimo no sabían nada ya que lo habían perdido y desconocían si Allah lo había recogido en su seno.

        Yusuf (a.s.), les ofreció su hospitalidad acomodándolos en una casa. Un día al invitarlos a su palacio, les preguntó sobre su pueblo y la razón de su viaje, además de si conocían a alguien ajenos ellos que confirmara su historia, ya que albergaba dudas sobre sus intenciones.

        Los hermanos protestaron ante la dificultad de lo que se les pedía, ya que no conocían a nadie y su país quedaba muy lejos. A pesar de sus quejas, les pidió que accedieran a pasar una prueba que le hiciera confiar en ellos y su palabra. Consistía en que trajeran ante él al hermano menor que se había quedado al cuidado de su padre; si cumplían con esa condición y el menor de los hermanos daba fe de sus buenas intenciones, los aprovisionaría con el doble de las mercancías pactadas, caso contrario no obtendrían nada y se negaría a recibirlos.

        Los hermanos de Yusuf (a.s.) sabían que la empresa era difícil de conseguir, ya que su padre (Yaqub a.s.) se negaría a permitirles que Benjamín les acompañara después de lo ocurrido con su hermano Yusuf (a.s.). Sin embargo le prometieron al gobernador de Egipto, que volverían con la compañía de su hermano.

        La expedición de búsqueda del hermano menor, fue aprovisionada por Yusuf (a.s.) con hermosos regalos y presentes para su familia. Yaqub (a.s.) al ver llegar la caravana, le preguntó a sus hijos por  todo lo ocurrido, a lo que ellos respondieron con toda suerte de detalles sobre el trato privilegiado que se les había dado y del carácter magnifico de su gobernante, pero también, de la imposibilidad que tuvieron para demostrar su honestidad y buenas intenciones. Por lo que le pidieron a su padre que accediera al deseo del gobernador de Egipto, y pudieran con su ayuda, disipar toda duda, permitiéndoles volver con la caravana ricamente pertrechada.

        Yaqub (a.s.) ante la petición de sus hijos, mostró su negativa a dejar que Benjamín los acompañase, recordándoles lo que les pasó con Yusuf (a.s.). Mientras tanto y cuando deshacían sus equipajes, se encontraron con que las mercancías que habían comprado en Egipto, así como el dinero que gastaron en ellas, les habían sido entregadas, lo que les animó a insistirle a su padre jurándole que vigilarían y cuidarían de su hermano sin descanso, no pudiéndose negar Yaqub (a.s.) a sus pretensiones.

        Después de un largo viaje y ya en Egipto, fueron a la busca del gobernador de Egipto, que al ver a su hermano Benjamín, tuvo que hacer grandes esfuerzos por contener la emoción que le embargaba y disimular sus sentimientos. Los invitó a su mesa sentándolos por parejas, pero Benjamín se quedo sólo y esto le hizo recordar como si estuviera vivo su hermano, él se abría sentado a su lado. Entonces éste, lo hizo sentar junto a si. Tras la cena les comunicó que todos serían alojados en una casa, excepto Benjamín que permanecería en la suya.

        Ya solos, le preguntó a Benjamín si le gustaría que él fuese su hermano, a lo que éste respondió, que quien no desearía tenerlo por tal aunque para él no fuera posible. Entonces Yusuf (a.s.) abrazándolo entre lágrimas le confesó quien era y todo lo que le había ocurrido hasta el presente, haciéndole jurar que disimulara y no le dijera nada al resto de los hermanos.

        Los días de hospitalidad tocaron a su fin y los invitados se prepararon para partir. Yusuf (a.s.), actuando con astucia les preparo una encerrona al ordenarle a sus sirvientes que escondieran entre los equipajes que estaban preparando, una valiosa pieza de cerámica entre las pertenencias de Benjamín.

        Cuando se prepararon para iniciar el viaje tras las despedidas pertinentes, un sirviente les ordenó que desmontaran de su cabalgaduras y depositaran todas sus pertenencias en el suelo, acusándoles de ladrones.

        Con el alma por los suelos, abatidos por la deshonra, se dirigieron hacia aquél que les interpelaba, exigiéndole explicaciones. Él les respondió que había desaparecido una copa del rey,  y creían que uno de ellos lo había robado y ocultado entre sus cosas, prometiéndoles que aquél que lo entregara tendría un cargamento adicional de camellos.

        Los hermanos de Yusuf (a.s.) le recriminaron al criado que los tratara de esa forma y los acusara de ladrones, garantizándole que ellos eran hombres de ley y que no cometerían un delito que entre ellos era castigado con la pérdida de libertad y la esclavitud.

        Ese compromiso agradó a Yusuf (a.s.); la ley de Egipto no le permitía encarcelar a los ladrones o tratarlos de esa manera, por lo que podía actuar conforme a lo que se comprometían sus hermanos.

        Se pusieron a registrar los equipajes de los hermanos y al llegar a las pertenencias de Benjamin, encontraron ocultos entre los pliegues de sus ropas la copa del rey.

        Sorprendidos y abrumados por la vergüenza, tenían que cumplir con la promesa hecha a Yusuf (a.s.), no sin quejarse por el dolor que le causarían a su anciano padre que pronto cumpliría los ochenta años y al cual estaba muy unido. Por lo que le propusieron cambiarse cualquiera de ellos por él, ya que le habían prometido a su padre que cuidarían de él y lo traerían de vuelta a casa sin mal alguno.

        Yusuf (a.s.) les respondió: " ¡Allah nos preserva de tomar a otro de aquél en el que hemos encontrado nuestro bien! ¡De otro modo seríamos injustos!" (Sura de Yusuf - versículo 79).

        Los hermanos de Yusuf (a.s.) desesperados por no conseguir que sus sugerencias fueran aceptadas, decidieron alejarse para discutir. Judas dijo: "Por mi parte, no abandonaré ésta país excepto con la autorización de mi padre. O que Allah decida por mi, ya que es el mejor de los jueces. Regresad vosotros al lado de vuestro padre y decidle que su hijo a desaparecido. Que no te traemos lo que sabemos. No sabríamos responder a una cosa que se nos escapa. Infórmate en la ciudad donde ocurrió el asunto y con las personas que hemos hecho el camino y verás que decimos la verdad" (Sura de Yusuf - versículo 80, 82). Los nueve hermanos partieron dejando atrás a Judas.

        Cuando llegaron a su pueblo, Yaqub (a.s.), enseguida echó en falta a su hijo Benjamín y desesperado por su ausencia interrogó a sus hermanos, que le contaron todos los acontecimientos. Yaqub apartándose de ellos les dijo: "Esto es aun más, una estratagema organizada por vosotros. La resignación es mi único recurso". (Sura de Yusuf - versículo 83). "Puede ser que Allah me los devuelva. Él es el Sabio, el Prudente". (Sura de Yusuf - versículo 83)

        Uno de los hijos de Yaqub (a.s.) viendo su estado, le dijo como era posible que él como gran mensajero y noble profeta al que Allah había escogido para divulgar sus revelaciones, se lamentaba tanto de la pérdida alimentado aún más sus preocupaciones, acaso no era consciente de que estaba perdiendo su salud y de que su cuerpo se marchitaba (¡Por Allah, si no cesa de evocar el recuerdo de Yusuf, comprometerás tu salud y acabarás por morir!) (Sura de Yusuf - versículo 85).

        Yaqub (a.s.) le confesó que el dolor que lo atenazaba era sobre todo debido a que no sabía cual era el paradero de su hijo Yusuf (a.s.), del que sabía por inspiración de Allah que se hallaba vivo, y que si lo que querían era que recuperara la salud y la alegría, lo que tenían que hacer era salir en su busca y traerle a su presencia tanto a Yusuf (a.s.) como a su hermano Benjamin, y para ello tendrían que armarse de esperanza y paciencia, confiando en la rahma de Allah. ("Puesto que sólo desesperan de Él los impíos" Sura de Yusuf - versículo 87).

        Los hermanos de Yusuf (a.s.) ante la confesión de su padre, comprendieron la dificultad que entrañaba encontrarlo en la bastedad de la tierra, pero sí sabían donde podrían acudir en primer lugar para recuperar a su hermano Benjamín, por lo que decidieron partir hacia Egipto por tercera vez.

        Una vez llegaron a Egipto se dirigieron al palacio del gobernador para implorarle y ofrecerle lo poco de riqueza que les quedaba, a cambio de la liberación de su hermano pequeño. Yusuf (a.s.) para esa ocasión ya había recibido la revelación de Allah, que le permitía desvelar su identidad a los hermanos, perdonarles sus ofensas y olvidar todo deseo de venganza.

        El gobernador de Egipto les contó todo lo que habían hecho a su hermano Yusuf (a.s.), al que habían arrojado al olvido y la muerte en un pozo, y como habían hecho oídos sordos a sus súplicas y sollozos. Éstos, incrédulos ante lo que suponían que era un secreto guardado entre ellos y del que Benjamín no tenía conocimiento, se pusieron a examinar minuciosamente al gobernador, hasta que uno de ellos los reconoció gritando su nombre.

        Yusuf (a.s.) les contestó dirigiéndose a su hermano Benjamín: "Si, soy Yusuf y éste es mi hermano. Allah nos a puesto bajo su protección. Cualquiera que tema a Allah y se resigne, será recompensado, ya que Allah no deja sin recompensa a los justos" (Sura de Yusuf - versículo 90).

        Yusuf (a.s.) les dijo: "No os reprocho nada. Que Allah os perdone. Su clemencia no tiene igual" (Sura de Yusuf - versículo 92).

        Un día en el que Yaqub (a.s.) se encontraba en el lugar reservado a las oraciones invocando a Allah, un sentimiento de paz y de dulzura se abrió paso en su corazón, una sensación de bienestar que le hacía recuperar la salud perdida y que le comunicaba la buena nueva del paradero de Yusuf (a.s.). "Siento el olor de Yusuf" (Sura de Yusuf - versículo 94).

        Cuando los viajeros regresaron de Egipto, le comunicaron a Yaqub (a.s.) las buenas nuevas y le mostraron la camisa de Yusuf (a.s.). Le contaron como habían transcurrido todos los acontecimientos implorándole su perdón y absolución.

        Yaqub (a.s.) les dijo que no los podía salvar del castigo de Allah, aunque le rogaría a Él por su absolución, ya que Él es el misericordioso por excelencia. Dicho esto, les ordenó que prepararan las monturas, hicieran acopio de fuerzas, para partir hacia el encuentro de Yusuf (a.s.) el gobernador de Egipto.

        Ya en Egipto, Yusuf (a.s.) divisó a sus parientes, acompañados de sus once hermanos, todos juntos y arrodillados ante él en posición de sumisión. Los hizo levantarse y acompañarle en el trono, agradeciéndole a Allah el favor diciéndole: "Señor, Tu me has dado el poder y me has enseñado a interpretar los acontecimientos. Creador de los cielos y de la tierra. Tu eres mi sostén en éste mundo y en el otro. Haz que muera en estado de gracia y me reúna con los elegidos" (Sura de Yusuf - versículo 101)