HISTORIA DE YACUB

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Yacub (a.s.) acercándose a su padre Isaac - que ya era un anciano de piel ajada y  espalda curvada -  le dijo: «Padre vengo a compadecerme ante ti por mi hermano Esau, y te pido ayuda contra sus advertencias y amenazas. Desde que me tomaste a tu cuidado, has rogado a Allah por mi, y desde el momento que me predijiste una progenitura virtuosa, un poder y una vida fácil; Esau ha envidiado los ruegos que me han colmado, me ha querido por los deseos que tuviste para mi, aunque negó las señales prometedoras que vistes en mi. Pretende azuzarme con sus palabras hirientes y sus dolidas reprimendas y atemorizarme con sus amenazas, hasta tal punto, que e1 amor que nos hermanaba se ha agotado, desapareciendo el parentesco que nos unía».

«Sobre todo, se vanagloria ante mi y de las mujeres de la tribu Kanaan con las que se casó, menospreciándome por los niños que espera, y que agotarían mis fuentes de vida disputándose mis tierras. Vengo a compadecerme ante ti, para que seas el árbitro entre nosotros, ya que Allah te ha dotado sabiduría y justa opinión »...

Apenado por la discordia entre los dos hermanos, Isaac (a.s.) respondió: «Hijo mio, que has hecho, me he convertido en un anciano impotente, privado de sus fuerzas. Los días me señalan el camino del adiós, la muerte me acecha y me corta los vínculos con la vida. No puedo serte de refugio tras mi muerte, del peligro que te supone el que tu hermano te haya declarado la guerra, y oprime tu vida por medio de la fuerza, mientras que él recibe la ayuda de sus cuñados y los parientes de éstos».

«No veo otra solución, que la de que emigres a al pueblo de Aram en el país del Irak donde se encuentra tu tío materno Laban Bin Batwil. Prométete a una de sus hijas y ello te garantizará una vida cómoda, segura y placentera. Tras ello, regresa a esta tierra, donde tendrás una vida menos fácil que la de tu hermano, pero una descendencia más pura que la suya – la mirada de Allah cuidará de ti y te preservará con Su deseo».

Estas palabras tuvieron sobre el corazón de Yacub (a.s.) un efecto tranquilizador. Se despidió de sus padres con lágrimas en los ojos, y ellos por su parte le pidieron a  Allah por él, un destino generoso. Emprendió la travesía del desierto, viajando de noche y día, subiendo  empinadas cuestas y descendiendo profundos valles. El encuentro con su tío no le hicieron olvidar las palabras de su padre en las que le decía que la mirada y el deseo de Allah lo protegía y preservaba.

Cada vez que se sentía cansado por la marcha y desalentado por la distancia que lo separaba de su objetivo, recordaba el voto que había tomado y la felicidad que ello 1e deparaba. Entonces la tristeza disminuía y el viaje se hacía más fácil.

Un día en el que un viento sofocante soplaba elevando nubes de polvo y el sol abrasaba la tierra. La marcha se le hizo especialmente dura a Yacub (a.s.), haciéndole el viaje aún más difícil. Giró la cabeza hacia el camino ante él, pero no vio más que el desierto extendiéndose ante su vista, no percibiendo entre las arenas ningún saliente que le ayudara a situarse. Se sintió atenazado por la adversidad y el agotamiento, permaneciendo en aquel lugar durante una hora,, sin saber si debiera abandonar o aventurarse. ¿Debía seguir su camino y superar las dificultades para obtener la recompensa soñada, o preferir salvar su vida y descansar de este largo y doloroso viaje, limitándose a volver de nuevo sobre sus pasos?

 Mientras que pensaba y hacía planes, se percató de una roca sombreada. Se dirigió a ella para sentarse y descansar su cuerpo maltrcho y sus pies cansados. Pero cuando se recostó sobre la roca, cayó en un profundo sopor y ya dormido, tuvo un sueño esclarecedor que le iluminó el espíritu y reavivó sus esperanzas: Vio como Allah le ofrecía una vida satisfactoria, concediéndole amplias posesiones y una descendencia virtuosa y noble que heredaría las tierras y enseñaría el libro revelado.

Yacub (a.s.) se despertó alegre, libre de las cadenas de las dificultades. La esperanza se extendía ante él, ya que acababa de ver una confirmación de la predicción de su padre y un presagio de la realización sus de deseos. Se puso correr, reanudando su marcha con una nueva determinación.

 Los días pasaban y se reducían las etapas del viaje ante él, hasta que entrevió unas formas negras ante él. Reanudó esperanzado la marcha y deseó que fuera la entrada del pueblo donde vivía el shaij Laban. Aceleró el paso en esa dirección.

Sus pies empezaron a detenerse, el cansancio abandonaba su corazón y su espíritu se aliviaba de nuevo. Veía manadas de ovejas, nubes de pájaros, los frutos de los árboles, a los pastores que cantaban y a los niños que silbaban y jugaban.

Había dejado atrás el desierto, y se encontraba en las tierras de Ibrahim (a.s.) fuente de su mensaje y la tierra de su tío. Él debía pues, prosternarse ante Allah y agradecerle Su beneficio y reconocer que sólo Allah estaba detrás de su éxito.

Yacub (a.s.) como extranjero se acercó y preguntó amablemente: «¿Alguno de vosotros conoce a Laban Bin Batwil?» «¿Quién no conocería a Laban, el yerno de Isaac el profeta?» . Le respondieron: «es el jefe de su clan, el personaje más importante de su tribu y el propietario de estas manadas».  Entonces Yacub (a.s.) dijo: «alguno podría guiarme hacia su casa o conducirme ante él?». Le respondieron: «Aquí esta su hija Rahil, es la que corre detrás de las ovejas». Yacub (a.s.) se giró y vio a una muchacha de rostro agradable, belleza perfecta y un encanto admirable. Su corazón se perturbó y se sintió incapaz de pronunciar una sola palabra. Pero se reprimió y buscó la calma, luego se acercó ella y le dijo: «Vínculos muy cercanos nos unen y una relación nos junta. Soy del oasis que os da sombra y del arroyo que va la deriva. Soy Yacub, hijo de Isaac el profeta y de Rifka la hija de tu abuelo  Batwil. Dejé las tierras de Kannan y he recorrido este desierto que hace fundir la piel y desangra los pies, enfrentándome a las dificultades, con el fin de encontrar a Laban por una causa importante».

 Ella le dio la bienvenida tímidamente con hermosas palabras, luego se fue en su compañía hacia su casa.

 Mientras Yacub iba tras ella, sintió un desorden en su espíritu, como si un pájaro volara de su corazón. ¿Era por la vista de esta joven muchacha, sería ella la que él deseaba desposas, 1a predicción hecha por el padre, y la interpretación de la visión que había tenido en el desierto? ¿O simplemente estaba afectado por todo aquello a lo que un extraño debe enfrentarse por una causa importante? La causa podía ser ésta o aquella, por lo que retomó el control sobre si mismo y marchó con paso firme hasta lo que estuvo en presencia de su tío Laban. Había transcurrido mucho tiempo desde la última vez que lo vio, por lo que lo miró detenidamente y durante un espaciado tiempo, con los ojos húmedos por las lágrimas de alegría,  reservándole en su familia un lugar importante.

Yacub  (a.s.) le contó a su tío la razón por la que su padre le había enviado, y la alianza que esperaba conseguir. Le contó también que había conocido a Rahil, y que desde ese momento ella, ocupaba un lugar en su corazón, y deseaba que fuera su esposa.  Laban le respondió: «Haré eso por ti, te ayudaré a realizar tu propósito. Pero deberás permanecer en mi casa siete años y guardar mis rebaños si quieres obtener lo que deseas. Durante todo ese período estarás bajo mi protección». Yacub  (a.s.) aceptó esta condición y se dedicó a guardar las ovejas de su tío.

Rahil era la menor de las dos hijas de Laban, Layya era la primogénita, aunque le sucedía en belleza y en encanto. Yacub (a.s.) desconocía tanto las intenciones de Laban, como las leyes de su pueblo respecto al orden en el matrimonio de unas hermanas sobre otras. Laban encontró una salida al problema, y era unir a ambas muchachas en matrimonio con el joven Yacub (a.s.), ya que él era un hombre digno, y la ley en ese tiempo  no prohibía casar a dos hermanas al mismo tiempo y con el mismo hombre.

Cuando se terminó el plazo de tiempo que Laban le había impuesto a Yacub (a.s.), éste quiso unirse en matrimonio a su prometida, por lo que le pidió a Laban que cumpliera su promesa. Laban le dijo entonces: " Hijo mío,  mi corazón como padre y la ley de este país me prohíben darte como esposa a la menor de mis hijas antes que a la primogénita. Aquí  tienes a  Layya que aunque sea menos bonita que Rahil, lo sobrepasa no obstante por su moderación y su personalidad. Tómala como esposa y si deseas todavía a Rahil, deberás permanecer en mi casa otros siete años, encargándote siempre de los rebaños, tras ese tiempo dispondrás de los bienes suficientes para otra dote, entonces yo te casaré con Rahil.

Yacub (a.s.), como profeta, no podía rechazar el favor su tío, él mismo que lo había acogido con todo su amor, le había colmado de beneficios y preferido como yerno. Yacub (a.s.), acepto esta nueva condición y se casó con Layya, hasta que trascurrieron otros siete otros años y pudo entonces casarse con Rahil.

Labban ofreció a cada una de sus hijas una sirvienta para que las ayudaran y satisficieran sus necesidades, pero ellas prefirieron que ellas atendieran a Jacob, por amor y para acercarse él. Con el tiempo Yacub (a.s.),  tendría doce hijos, entre las dos sirviertes, Layya y Rahil. Hijos que posteriormente formarían las Tribus Al-Asbates.