Historia de Ismail

 

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Ibrahim (a.s.) emigró hacia Palestina, acompañado de su mujer Sara y de su sirvienta Haÿar. Se llevaron consigo a sus manadas y todo lo que poseían de fortuna y bienes. Ibrahim (a.s.) vivió rodeado de su familia y su tribu además de un pequeño grupo de seguidores que habían creído en él. Su esposa Sara era estéril, hecho que le entristecía al ver como su marido deseaba, poder tener una progenitura, aunque ella no tenía la esperanza de traer niños al mundo pues era demasiado mayor para ello. Sara propuso a su marido que tuviera relaciones sexuales con su sirvienta Haÿar, que le era fiel, obediente y digna de confianza; así podría dar vida un niño que iluminaría su vida y ablandaría 1a amargura de su soledad. Ibrahim cumplió su petición y le concedió ese deseo.

Haÿar dio a luz a un encantador niño al que llamaron a Ismai1 (a.s.). Ibrahim (a.s.) se encontraba emocionado y exaltado de alegría, mientras que Sara la compartió con su marido durante un determinado tiempo, ya que los celos no tardaron invadir su corazón siendo presa de la tristeza y el dolor.

Su inquietud y angustia la turbaron, viéndose privada de la tranquilidad y del sueño, la tristeza 1a envolvió en una nube gruesa y no podía soportar ver al niño o a Haÿar. El único remedio que creía que podía aliviar su enfermedad era alejar al niño y a su madre de su casa y de su vista. Por lo que le rogó a Ibrahim (a.s.)  que se llevara a Haÿar y su hijo lo más lejos posible.

        Ibrahim (a.s.) se sometió a su voluntad, e inspirado por Allah le concedió su deseos. Montó sobre su cabalgadura y se llevó al niño y a su madre, se fue guiado por la voluntad de Allah, se había impulsado por Su benevolencia. Ibrahim (a.s.) avanzó durante mucho tiempo, cubriendo una amplia distancia, hasta lo que pararon en un lugar para pasar la noche. Hizo descender a Haÿar y a su hijo en un lugar deshabitado, dejándolos en este lugar salvaje, sin otra posesión que un poco de comida y un cántaro de agua.

En este lugar los abandonó, despidiéndose de ellos y tomando el camino de la vuelta. La madre de Ismai1 lo siguió y colgándose de él, se aferró a sus vestiduras y cogiendo la brida de su montura le dijo: "¿O Ibrahim, donde vas?" "¿Por qué nos dejas en este valle desértico y salvaje?".

Intentó obtener su piedad, imploró su misericordia en nombre de su hijo, suplicándole que no los abandonara a manos del hambre y de la sed mortal.

Pero Ibrahim (a.s.) no le hizo caso y permaneció inalterable y le reveló que era un orden de Allah,  y que debía someterse a Su juicio y confiar en Su orden. Cuando Haÿar supo eso, dejó de discutir con Ibrahim (a.s.) sometiéndose a la voluntad de Allah y  Su rahma. Ella dijo: "Allah no nos abandonará".

En cuanto a Ibrahim (a.s.), se fue embargado por el temor, aunque depositaba su confianza en Allah. Él debía soportar esta prueba y enfrentarse a su destino. Esta es la razón por la que tomó de vuelta el camino de su país, abandonando en ese lugar desértico su único hijo, rogando a Allah que cuidara de él. Dijo Ibrahim (a.s.): "Señor, instalé a mi niño en un valle estéril, cerca de tu presencia. Señor, haz que observen tu recuerdo. Vuélvelos agradables a los otros hombres. Procúrales los alimentos con el fin de que Atraigas sus agradecimientos" [Corán - Sura de Ibrahim - Versículo 37].

 

 La fuente de Çamçam

Haÿar asumió su destino, he hizo suya la virtud de la paciencia, permaneciendo allí, alimentándose con las provisiones y bebiendo del agua que tenía hasta que ya no le quedaron.

Soportó este estado, aunque sus senos no tardaron en secarse no disponiendo entonces de más leche para amamantar a su hijo, ni de agua para calmar su sed. El hambre y la deshidratación se hicieron sentir, el bebé se puso gritar, llorar y lamentarse; su madre tenía el alma rasgada y sus lágrimas se desbordaban por su rostro, inagotables. Ella deseaba poder calmarlo con sus lágrimas, pero ¡cómo!

Haÿar intentó encontrar una salida a esta situación. Ver a su hijo atenazado por el hambre y a punto de entregar su alma 1e efecto en lo más hondo de su corazón. Cogió a Ismail (a.s.) y lo dejó en ese lugar, marchándose, errante, corriendo y apretando el paso, empujada por el estado de su hijo, entristecida por sus llantos y gemidos. Se puso a buscar agua y comida hasta que alcanzó el monte Safa. Retrocedió sobre  su camino, asustada, abrasada por la angustia y el dolor por su único hijo. Se dirigió entonces hacia un espejismo que le había hecho creer ver agua al pie del monte Marwa. Cuando 1o alcanzó, no encontró nada. Por lo que se fue de nuevo hacia su primer destino en el monte Safa, dando la vuelta una vez más sobre su segundo objetivo. De esta forma Haÿar agotó sus fuerzas en las siete idas y venidas que dio sin interrupción entre los montes de Safa y Marwa, mientras el bebé gritaba y vociferaba, rasgándole a su madre el corazón con sus voz.

¡O Señor! ¡Misericordia! ¡He aquí un bebé que tiene la boca seca y que no puede llorar más, que tiene necesidad de alimento porque desfallece de hambre! Y he aquí a una madre que ve a su único hijo entregar el alma mientras que no encuentra ayuda en su soledad ni consuelo para su dolor! Mírame ahora arañando la tierra con los pies, dando patadas a las rocas, podrías tener piedad de él aun cuando los corazones se hayan endurecido, y se compadezcan de él cuando 1a ayuda sea innecesaria.

Golpeó y golpeo la tierra cuando repentinamente el agua brotó bajo sus pies, y como un manantial afluía a través de las piedras.

Haÿar vio como la rahma de Allah la cubría atendiendo su solicitud. Se sentó, extenuada, con el sudor corriéndole por la frente, luego volvió junto a su hijo llena de entusiasmo, calmando su sed  y mojándole sus labios con el agua que le había de devolver la vida y la alegría a su cuerpo. Ismael (a.s.) se abalanzó hacia ella con entusiasmo, Haÿar lo abrazaba y acariciaba dulcemente. Luego le limpió las lágrimas y jugó con él para que olvidara su dolor y  la tristeza pasada. Una vez se hubo tranquilizado sobre el estado de su hijo, y con la alegría de verlo vivo, sano y a salvo, reanudó vida.

Esta fuente de agua permanece aún hoy día en ese lugar. Los peregrinos se reúnen en torno ella, esperando obtener un poco de agua con la que saciar su sed física e espiritual.

 La fuente atrajo a los pájaros que planeaban y se arremolinaban encima de ella. Un grupo de Yurhum que marchaba cerca de este lugar, vieron a los pájaros sobrevolar ese lugar y como sabían que los pájaros solo se dirigían hacia el agua, enviaron entonces a algunos hombres a que exploraran el lugar para que les informaran de lo que allí había. Cuando llegaron y descubrieron el agua, corrieron para comunicarles la buena noticia. Hacia allí se dirigieron en grupos, estableciendo algunos de ellos su morada. Haÿar fue feliz con su presencia, encontró el descanso en su compañía y le agradeció a Allah el haberle atraído junto a ella, a personas que eran de su agrado.

 

Ismai1 degollado

Ibrahim (a.s.) nunca olvidó a su hijo. Algunas veces iba a su casa, para alegrarse por su vista y tranquilizarse sobre su estado. Cuando Ismail (a.s.) se volvió un joven hombre y comenzó a trabajar, Ibrahim tuvo un sueño en el que se le ordenaba que degollara a su hijo.

Las adversidades y pruebas que sufre Ibrahim deben de estar a su altura e igualar su importancia, como si debieran tener el mismo peso que su creencia en Allah.

Ibrahim (a.s.) se sometió a su Señor y obedeció su orden, marchando a realizar Su deseo viajó en busca de su hijo hasta que lo encontró, y le puso en conocimiento de lo que le había ocurrido y a lo que acudía a él. Ibrahim (a.s.) le dijo: "Hijo mío, me he visto en un sueño a punto de degollarte". Ves lo que he de hacer ". Ibrahim (a.s.) le expuso el asunto y  su hijo tomó 1a iniciativa y se apresuró a responderle: "Haz lo que te ha sido ordenado, y me encontrarás aguardando si Allah quiere".

A continuación Ismail (a.s.) quiso aliviar a su padre del dolor de la pérdida de su hijo, y le guió hacia la consecución de su objetivo. Le dijo: "Padre, átame firmemente para que no me mueva" y desnúdame para que mi ropa no se manchen de sangre. Ya que en este caso, mi recompensa se reducirá y si mi madre viera las manchas, se entristecerá aun más aumentando sus lágrimas. Afila bien tu cuchillo, y hazlo pasar rápidamente sobre mi garganta para facilitarme la muerte. La muerte es dura y sus efectos dolorosos. Despídeme de mi madre y si deseas darle mi camisa, dásela, eso podría consolarla en algo de su desdicha, ya que es un recuerdo de infancia, conservará mí y cada vez que me busque me encontrará".

Ibrahim (a.s.) le contestó: "Hijo mío, eres mi mejor auxilio frente al mandato de Allah". Luego lo ató y  mientras lo abrazaba lloraron amargamente.

A continuación, Ibrahim (a.s.) se separó de su hijo, 1o extendió sobre su lado y lo ató por los hombros. Tomó el cuchillo y lo colocó sobre el cuello de su hijo. Sus lágrimas afluían y sollozos se sucedían por el amor que le tenía a su hijo, cuando finalmente pasó el cuchillo sobre su garganta. Pero el cuchillo no le hizo ningún corte, ya que el poder de Allah había hecho que se rompiera la punta y el filo del cuchillo se destemplara.

Ismail (a.s.) le dijo entonces a su padre: "Padre, fija mi mirada en la tierra, ya que cuando me mirabas, tu amor por mí te ha afectado y se ha interpuesto entre ti y la orden de Allah". Ibrahim (a.s.) lo hizo y a continuación le puso el cuchillo sobre la nuca, pero éste no cortó.

Ibrahim se quedo perplejo, y ante una situación que le era tan dolorosa, se dirigió hacia su Señor rogándole que facilitara una salida. Entonces Allah apiadándose de su estado, atendió su deseo, lo libró de su pesar y le dijo con potente voz: "Ibrahim, haz ejecutado tu sueño, pero  he concedido mi auxilio a los hombres de bien" (Sura de las filas, 104- 105).

Exultantes de alegría dirigieron sus alabanzas a Allah por haber alejado de ellos la desdicha y disipado su tristeza. Recibieron la mejor de las recompensas siendo en adelante, más firmes y agradecidos en sus creencias.

 Allah mandó a Ibrahim (a.s.) sacrificar por Ismail (a.s.) a una bestia que tenía cerca de él, haciéndolo con el mismo cuchillo que antes se había embotado y no cortaba. Ibrahim (a.s.) le pasó el cuchillo sobre su garganta, y el animal murió inmediatamente, cubriendo la tierra con su sangre. Este era el sacrificio por su hijo.

A partir de entonces, el sacrificio (degüello) de un animal (normalmente cordero) se volvió una costumbre entre todos los musulmanes, y que se realiza cada año en conmemoración del sacrificio de Ismail (a.s.) y de la rahma de Allah que todo lo posibilita.

 

Ismail y la tribu de los Yurhum

Los pájaros sobrevolaban el cielo en el lugar donde había brotado agua, y las nubes giraban alrededor de este pozo. Una nueva forma de vida comenzaba en este lugar, aunque nadie tuvo conocimiento de ello, hasta que un día la gente de la tribu de Yurhum que permanecía en los alrededores de Meca observaron a un pájaro que planeaba a la búsqueda de agua. Dijeron: "Ese pájaro busca de  agua, aunque desde siempre hemos sabido que este valle es un desierto árido". Enviaron a un explorador que fue quien encontró finalmente el agua, y que al volver les daría la buena noticia. Acudieron felices a instalarse rápidamente en aquel lugar, y donde al llegar encontraron a Haÿar, la madre de Ismail (a.s.), cerca del agua, por lo que le pidieron a ella permiso para instalarse como vecinos suyos y utilizar su agua. Ella se lo concedió a condición de que fueran huéspedes honorables y no ladrones usurpadores.

Se sometieron su voluntad y se declararon satisfechos con esa norma. Mandando con posterioridad buscar a sus parientes y con los cuales se rápidamente se establecieron, formando el nuevo asentamiento un numeroso grupo de familias.

 Con el paso del tiempo Ismail (a.s.) pasó a ser un joven hombre robusto, cuya buena reputación se extendía. Tenía sus obligaciones dentro de la tribu, hablaba su lenguaje, aprendiendo de ellos la lengua árabe. Se casó con una mujer perteneciente a la tribu de los Yurhum, pasando a ser   su relación con ellos mucho más estrecha.

Pero llegado el momento Allah quiso que Haÿar, la madre de Ismail (a.s.), falleciera (todo regresa a Allah), sumiéndole la pérdida de su madre en el dolor y la tristeza. Ella lo había asumido a su cargo desde que estaba aún a la cuna, había cuidado de él en su infancia y lo había cubierto de ternura en su edad madura. Le había sido un apoyo en las calamidades y de ayuda en las desdichas.

Ibrahim (a.s.) nunca había podido olvidar a su hijo Ismail (a.s.), por lo que volvía frecuentemente al lugar donde él había dejado con su madre, con el único fin de asegurarse del estado de su hijo. Una vez, había llegado Meca, y se dirigió al domicilio de Ismail (a.s.) pero solo encontró a su esposa. Le pidió noticias de su esposo y ella le informó de que había ido a buscar algo. Luego ella le contó la situación en la vivían, de su pobreza y vida miserable. En ella Ibrahim (a.s.) vio a una mujer que se rebelaba contra el  destino y que guardaba rencor por su suerte, estando insatisfecha con lo que Allah le había reservado. Juzgó entonces que tal mujer no le convenía a Ismail (a.s.) como esposa y madre de sus hijos, ya que se aburría con su vida conyugal y se compadecía de su cohabitación con él. Ibrahim (a.s.) se apartó de ella tras montarse en su cabalgadura, no sin antes pedirle que le transmitiese sus saludos a su hijo y recomendarle que le dijera a su marido que debía cambiar las puertas de su domicilio. Quería insinuar con ello que dejara a su mujer y la sustituyera por otra más virtuosa.

Después de algún retraso, Ismail (a.s.) volvió a su casa y, como si hubiera presentido algo, le preguntó a su mujer: "¿Hemos tenido visitantes hoy?" Le respondió: "Sí, un anciano con tal y tal descripción ha llamado a nuestra puerta. Me pidió noticias tuyas y se las di. Mostró algo de atención al respecto queriendo saber de tu comportamiento. Le conté el desconcierto y la pobreza que soportamos".

Ismail (a.s.) le preguntó: "¿Te ha recomendado algo?". "Sí, respondió, te envía sus saludos y te aconseja cambiar las puertas de nuestra casa." Ismail (a.s.) le dijo entonces: "era mi padre y me pide que te abandone". Se alejó ella sin albergar ningún remordimiento.

Después de algún tiempo, Ibrahim (a.s.) volvió de nuevo a visitar a su hijo para calmar el deseo de su corazón. Volvió a la casa de Ismail (a.s.), pero solo encontró a su nueva esposa. Le preguntó donde se encontraba él, y ella le respondió que había salido a por víveres. Entonces cuando Ibrahim (a.s.)  estaba sobre a punto de irse, regresó sobre sus pasos y le preguntó sobre su estado y condición de vida. Entonces ella le respondió con continuas alabanzas a Allah, de cómo su Señor los colmaba de beneficios y les facilitaba una vida generosa. Entonces su corazón se tranquilizó y se alegró de verla contenta, satisfecha y agradecida, entonces supo que 1a vida les era fácil. Ibrahim (a.s.) le pidió que trasladase sus saludos a su marido y que le dijera que guardara sus puertas, marchándose a continuación con su familia.

Cuando el día llegó a su fin, Ismail (a.s.) volvió como se costumbre a su casa. Conversó con su mujer y ella le contó que un anciano de aspecto digno e imponente se había presentado en su puerta, se había introducido en la casa: y que le había pedido noticias sobre su vida y si vivían confortablemente. También le había recomendado que le trasmitiera sus saludos y que conservara las puestas de su casa. Ismail (a.s.) le dijo entonces: "era mi padre y me pidió no te dejara". Pasaría con ella el resto de su vida siendo la madre de sus hijos.

 

La construcción del Kaaba

Ibrahim (a.s.) permaneció lejos de su hijo tanto como Allah quiso. Pasado el tiempo le visitó, pero no para tener noticias suyas ni para calmar su desasosiego como tenía por costumbre. Él (a.s.) había venido más bien a este lugar por una causa importante, un asunto venerable. Allah le había pedido que construyera la Kaaba, y erigiera la primera casa para la humanidad. Ibrahim (a.s.) asumió el mandato de Allah y la responsabilidad sin temor ni vacilación.

Ibrahim (a.s.) se dirigió apresuradamente hacia el Hiÿaç y buscó a Ismail (a.s.), hasta lo que lo encontró, sentado debajo de un árbol de altas ramas mientras tallaba flechas cerca de la fuente de Çamçam. Ismail (a.s.) lo vio llegar y abandonó lo que le ocupaba, corriendo a acogerle. La felicidad iluminó cara, no tardando padre e hijo en abrazarse efusivamente  para transmitirse su mutuo amor. Una vez que el entusiasmo se había reducido, se sentaron y comenzaron a hablar. Ibrahim (a.s.) le reveló a su hijo el importante que albergaba. Le dijo: "Hijo mío, Allah me ha pedido que construya una casa por aquí - y señaló con el dedo un promontorio". Ismail (a.s.) le mostró entonces su fidelidad y se ofreció a obedecerlo en todo aquello que él considerase oportuno. Caminaron entonces hacia el lugar indicado, movidos por la esperanza, empujados por el poder de Allah, el mismo que los sostenía y reforzaba su voluntad. Empezaron a cavar con zapapicos y a elevar las bases de la casa de Allah, rogándole: (Señor, acepta esta obra nuestra, tu que oyes y lo sabes todo. Señor, haz de nosotros gente allanada a Tu voluntad y hace de nuestra posteridad, un pueblo sumiso a Tus leyes. Muéstranos las etapas del peregrinaje y perdónanos. Ya que Tu eres el Rahmân y el Rahîm) [Sura de la Vaca / 126- 127].

No tardaron en colocar los pilares, y el emplazamiento de la construcción se hizo evidente. Ismail (a.s.) traía las piedras y preparaba las utensilios y las máquinas, mientras que Ibrahim construía. Allí había seguramente una poder que los ayudaba para que pudieran asumir esta importante responsabilidad y fueran capaces ellos solos de soportar esa pesada carga.

La construcción se elevó, ganando altura los muros, tanto que Ibrahim (a.s.), ya no era capaz de llegar a la parte superior de la obra. El anciano ya no disponía de más fuerzas para elevar las piedras a tanta altura. Dijo entonces: "Hijo mío, encuentra una piedra que pueda poner bajo mis pies, para que pueda acabar lo que comencé y terminar la construcción".

Ismail (a.s.) se puso a buscar la piedra, hasta que encontró una de color negro, enseñándosela a su padre. Ibrahim se subió a ella, y continuó con la obra mientras Ismail (a.s.) le pasaba el resto de las piedras. Cada vez que un lado se acababa, iniciaban el otro, y cada vez que se terminaba un muro, comenzaban con el segundo. Y es de este forma como acabaron la  construcción de la casa, que Allah hizo refugio para las gente, y cuyas almas desean ver y por la cual los corazones suspiran, con el du’a de Ibrahim (a.s.) cuando dijo: "Vuélveles amables a los otros hombres y Procúrales sus alimentos con el fin de que Granjearte sus agradecimientos". [Sura de Ibrahim - Versículo 37].