Historia de Ibrahim

 

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Ibrahim y la prueba de la resurrección

          El pueblo de Babilonia gozaba de una vida próspera, y evolucionaba a la sombra de sus beneficios. Sin embargo, la gente se debatía en las tinieblas del desconocimiento. Tallaban estatuas con sus propias manos, a las cuales tomaban por dioses. Namrud Ibn Kanaan Ibn Kush estaba a la cabeza del poder en Babilonia. Era un gobernador absoluto y autoritario. Conocedor de la situación próspera en la que vivía su reino, de la autoridad de la que gozaba, y de la ignorancia de su pueblo, se declaró así mismo como un dios, incitando a la gente adorarlo. ¿Por qué no iba a obligarlos a doblegarse ante él, y pedirles que lo idolatraran y veneraran, si la ignorancia se encontraba extendida, las creencias viciadas y a la gente se hallaba en un extravío total? ¡No habían adorado a piedras que no podían responder y a estatuas que no podían ni ver ni oír y no les aportaban ni el bien ni el mal! Los cubría con bienes y rechazaba por ellos las desdichas. Podía transformar su pobreza en riqueza, en poderoso al humilde, y todo gracias a él, que poseía la fuerza y ejercía el poder sobre ellos.

En este entorno corrompido, en el pueblo Fidam Aram perteneciente a este reino, nació Ibrahim (a.s.), al cual Allah lo dotaría de sabiduría y guiándolo hacia la justicia. Ibrahim (a.s.) sería conocido por sus opiniones justas y por su perspicacia. Su Señor le reveló que no hay más verdad, más realidad que Allah (la ilaha illa Allah), el Dominador del universo y el Prevaleciente del mundo.

Ibrahim (a.s.) decidió incitar a su pueblo a adorar a Allah, y salvarlo del politeísmo y limpiar el barro de sus trasgresiones. Él (a.s.) se preparó con el objetivo de apartarlos de su extravío y devolverlos a la senda correcta.

El corazón Ibrahim (a.s.) estaba rebosante de amor a Allah y tenía absoluta confianza en el poder de su Creador. Creía en lo  que se le había revelado sobre la resurrección de las personas tras su muerte, y en el juicio en la otra vida de todos sus actos. Pero tambien confiaba en sus conocimientos y buscaba estar más seguro y ganar confianza en la misión que se proponía. Por lo que deseó ver una prueba clara sobre la resurrección; entonces pidió a su Señor que le mostrase cómo Él devolverá la vida a las personas resucitándolos antes de la degradación de sus cuerpos. Entonces Allah le preguntó: "¿no crees aún?". Ibrahim (a.s.) respondió: ¡"Si!" me revelaste Tus palabras, tuve la certeza y creí, pero quisiera verlo con mis propios ojos, para que mi corazón se tranquilice y mi certeza se reafirme".

Ya que Ibrahim (a.s.) sólo aspiraba contemplar y calmar su corazón, Allah le concedió su deseo. Le pidió que cogiera a cuatro pájaros, para estudiar sus partes y observar su constitución. Luego tenía que despedazarlos y dispersar las partes sobre cada montaña. Llamaría entonces a los pájaros, y éstos se apresurarían a acudir junto a él.

Cuando Ibrahim (a.s.) llevó a cabo esta orden, cada miembro despedazado de cada pájaro se incorporó a su similar, los órganos volvieron de nuevo sus lugares y la vida volvió a correr en ellos, devolviéndoseles su alma.  Los pájaros se dirigirían hacia él por el poder y la voluntad de Allah,  mientras Ibrahim (a.s.) observaba la evidencia de Sus pruebas y el poder extraordinario de Allah, que nada sobre la tierra o en los cielos puede coartar.

        Ibrahim (a.s.) había acabado con la vida de los pájaros, destrozando sus cuerpos con sus propias manos. Luego sus miembros y sus órganos se habían dispersado bajo su mirada. Pero cuando los llamó, éstos acudieron recomponiéndose delante de él. Tras esta experiencia Ibrahim (a.s.) no volvió a guardar ninguna duda sobre el poder de su Señor para resucitar a los muertos de sus tumbas. ¡La gloria sólo a Allah pertenece! Si Allah quiere algo, nada se lo impide, Él es el Poderoso, el Justo.

 

Ibrahim invita amablemente a su padre

Azar adoraba a los ídolos, era de los que los tallaban y hacían comercio con ellos. Era el más próximo a Ibrahim (a.s.) y el más merecedor de ser conducido hacia el camino del bien y el más digno de ser aconsejado lealmente. El amor filial obligaba a Ibrahim (a.s.) a dirigirlo hacia la vía correcta. Además, Azar era escultor de la ídolos, así como de los que invitaban a adorarlos.  Para Ibrahim (a.s.) el poder guiarlo significaba acabar con un propagador de la mentira.

 Ibrahim (a.s.) no comenzó la transmisión de la palabra de Allah a su padre, menospreciando a sus ídolos o criticando a sus dioses, pues temía que éste le tomara aversión y se negara a escucharlo, o le acusara de desobediencia e ingratitud. Al contrario, moderó sus palabras y le hablo de la mejor manera posible. Ibrahim (a.s.) comenzó su conversación mencionándole su profecía, con el objeto de atraer su simpatía y afectarle al corazón. Luego le preguntó que era  lo que le incitaba a confiar en los ídolos y adorarlos, dado que no escuchaban sus plegarias y sus cumplidos, ni veían su sumisión y veneración. Además, ésos ídolos ni podían rechazar las desgracias cuando se les pedía ayuda, ni podían aportar el bien cuando se les suplicaba.

Ibrahim (a.s.) tuvo miedo de que su padre se apartara de él por el menosprecio que pudiera provocarle y por la falta de sugestión de sus palabras, por lo que le dijo: "padre mío, se me a dado a conocer aquello que desconocías, y he recibido un conocimiento que a ti no ha llegado. No dejes de prestar atención a mi discurso, aunque no tenga tu rango y tu edad".

 Luego le suplicó que siguiera sus pasos y fuera sobre su camino, pues este era el camino verdadero y la vía justa. A continuación, quiso hacerle renunciar a sus estatuas y apartarle de la adoración de los ídolos. Entonces le explicó que si se confiaba a los ídolos y se sometía a ellos, en realidad adoraba a shaitan (una mentira sin consistencia verdadera) y lo ponía de su parte, á pesar de que éste hubiera desobedecido a su Señor y amenazado a la gente con extraviarlos. Shaitan está detrás de todo lo que nos desvía del  bien  y sólo persigue el mal y nuestra perdición.

El padre de Ibrahim (a.s.) se asustó por las consecuencias y el destino indeterminado que le esperaba, aunque Ibrahim (a.s.) lo tranquilizó asegurándole que el suplicio no le acecharía aunque se mereciera el castigo gracias a la bondad y cortesía que Allah había depositado en él, y por la liberación que él podía brindarle dependiendo de la sinceridad de su arrepentimiento.

Una vez que Ibrahim (a.s.) terminó de exponerle sus razonamientos y ofrecerle sus consejos, Azar se negó a escucharlo más, persistiendo en su negación de la unidad de Allah. Se revolvió contra Ibrahim (a.s.) groseramente y no hizo caso de su filiación,  rechazando el perdón hacia él. Encendido de ira le contestó: “¿Vas a ser ahora tu una de mis divinidades, Ibrahim? ¡Abandona tal aberración, cesa tu extravío y vuelve de nuevo a la razón, si no, te insultaré y te haré lapidar. Guárdate de mi cólera y no aumentes mi descontento. Te rechazo de por vida. No tienes lugar en mi casa, y no hallarás en mi corazón ningún lugar para la ternura o la caridad hacia ti!".

Ibrahim (a.s.) recibió las amenazas de su padre con paciencia y tranquilidad. Luego le respondió de una manera que expresara su amor filial y la honradez de sus consejos; y le dijo: "Adiós, intercederé sin embargo ante Allah por ti, ya que esa benevolencia nunca me ha faltado. Te  abandono tanto a ti como a las divinidades que adoras. Yo, invocaré a mi Señor, para que esto no signifique una pérdida". [ Corán, sura de Mariam,  47-48 ]".

Él se despidió, marchándose decepcionado y entristecido, ya que su llamada no había encontrado respuesta en su padre. Lo abandonó para no tener que prestarle ayuda en sus engaños y compartir sus mentiras.

 

Ibrahim destruye los ídolos

    A Ibrahim (a.s.) le pesó que la invitación que hizo a su padre a orientarse hacia el bien, no encontrara eco su llamada, o que por querer guiarlo hacia el, fuera abandonado. Pero esta falta cometida por su padre, y la frialdad que había puesto de manifiesto, no le impedía proseguir su misión profética, y no lo disuadía a desaprobar el politeísmo de las gentes y su adoración de los mismos. Al contrario, tomó la decisión de luchar y acabar con tales creencias, aunque ello le propiciara perjuicios o le acarreara la desgracia.

    Ibrahim (a.s.) era inteligente, perspicaz y ecuánime en sus opiniones. Se dio cuenta de que los argumentos y la pruebas que se limitaban a las palabras, tan claras como el día, no podían hacer brotar nada bueno que recolectar en una tierra estéril. Quiso entonces atraer las miradas de su pueblo, valiéndose de la perspicacia. Puede que así regresaran a la razón y abandonaran su extravío.

    A ellos les incumbía discutir con él. Les preguntó: "¿Qué adoráis vosotros?" Hablaron detenidamente de sus ídolos, presumiendo de su culto y elogiando su sumisión a ellas. Le dijeron: "adoramos a nuestros ídolos y les dedicamos nuestros cultos".

    La pregunta de Ibrahim tenía una intención y alcanzada el objetivo deseado. Él (a.s.) actuaba como el médico que intenta descubrir la enfermedad para prescribir el medicamento correspondiente, o como el juez que los lleva a reconocer su crimen, y con ello limita la argumentación y adjunta los diferentes puntos del conflicto en un único asunto. Si debilita la base, destruye los elementos y les prueba su nulidad, entonces serían convencidos por sus argumentos. No encontrarían más escapatoria que seguirlo, ni salida alguna para no obedecerlo.

    Volvió de nuevo a la carga, criticando la falsedad de sus opiniones y demostrando el error de sus creencias. Les dijo: “¿Estas estatuas os entienden cuando las invocáis, y os ven cuándo las obedecéis? ¿Os son útiles o os pueden dañar?” Todo lo que pudieron contestar fue: “Nuestros padres ya los adoraban" [Corán, sura de los profetas. Versículo 53 ].

Ellos admitieron que no entendían al invocador, y que por ello, no podían ni dañarle, ni servirle. Reconocieron que no adoraban a los ídolos por seguir el ejemplo sus de ancestros o imitar a sus progenitores. El hecho de que la gente mantuviera la práctica idolátrica de las estatuas y que sus ancestros siguieran el mismo ritual, les bastaba como prueba suficientemente, justificada y razonable. Consideraban la antigüedad de sus cultos, como la prueba que les otorgaba el derecho y el deber de glorificarlos.

Así de apartados se encontraban de la clarividencia del mensaje de Ibrahim (a.s.). Entonces les dijo: "Vosotros y vuestros progenitores estáis en un error manifiesto” [Sura de los Profetas aya 54]. Ellos le contestaros: "¿Denigras a nuestras divinidades, las insultas diciendo la verdad o bromeas?".

Ibrahim (a.s.) les respondió: "Os lo digo seriamente y no bromeo. He sido enviado hacia vosotros trayendo conmigo un Dîn verdadero y para indicaros la dirección correcta. Vuestro Señor, que es digno de ser adorado, creo los cielos y la tierra y es quien los dirige y moldea. En cuanto a las estatuas, éstas, no pueden aportar ni el bien ni el mal. No son más que piedras sordas y sólida madera, debéis pues, dejar de adorarlas y someteros a ellas. Y sobre todo, estad en guardia frente a las tentación de shaitan, pensad con vuestros cerebros y mirad con los ojos, puede ser que ellos os orienten. Es necesario que sepáis que yo os precedí, aparándome de su adoración, y si los ídolos pudieran causarme alguna desgracia, ya me habrían dañado.

Luego les demostró la maravillosa creación de Allah y el esplendor de Su poder, con el fin de que distinguieran Su sabiduría, y constataran la diferencia entre Aquel que los invitaba al camino recto, y aquellos que adoraban estatuas, que en ningún modo les satisfaría. Entonces dijo Ibrahim (a.s.): "No veis que los que adoráis y con anterioridad vuestros progenitores,  aparte de Allah "sois mis enemigos. Tan solo hay un dueño del universo. El que me ha creado y quien me dirige, quien me nutre y da de beber. Quién me cura cuando estoy enfermo. Quién me hará morir y me resucitará, quien, así espero, absolverá mis errores el día del Juicio Final" [ Sura de los poetas versículo 77-82 ].

Considerando que los argumentos no los habían convencido, y que no habían aprovechado sus advertencias; además de que se habían desviado de su camino y apartado de su llamada; cuando Ibrahim (a.s.) comprendió que sus oídos estaban cerrados y velados sus corazones, y que creían en sus ilusiones aferrándose en la adoración de sus estatuas, les deseó el mal y se juró destruir las estatuas, para que así vieran que éstas no les aportaban ni el bien ni el mal, y que no podían defenderse ni rechazar el mal, así como que no podían dañarles si olvidaban su adoración o beneficiarles si se prosternaban ante ellas para adorarlas.

La gente de su tribu tenía por costumbre celebrar una fiesta cada año. Pasaban algunos días fuera de la ciudad, después de haber puesto abundante comida en el templo, con el fin de que al regresar de la fiesta, pudieran comerla ya bendecida por sus divinidades.

Cuando fueron a salir para la fiesta, pidieron a Ibrahim (a.s.) que les acompañara fuera de la ciudad, pero él (a.s.) se negó, y rehusó seguir su camino. Había tomado la decisión de destruir sus ídolos. Fingió estar enfermo, aunque lo que le aquejaba era el pesar, ya que tenía el corazón apesadumbrado por la incredulidad de su pueblo. Por eso estalló en cólera, ya que no habían respondido a su llamada y no habían obedecido su mensaje.

Como temían a la enfermedad y a contagiarse, se apartaron de él (a.s.) y no atendieron a su invitación. Se fueron convencidos de la causa de su ausencia y satisfechos con su excusa; marchándose alegres a la fiesta.

La ciudad fue abandonada por sus habitantes, y el templo se quedó vacío, sin sacerdotes ni criados, todos habían salido de la ciudad, solo Ibrahim (a.s.) no les siguió. Cuando los alrededores quedaron despejados de miradas espías, volvió cerca de las estatuas y entró en el templo. Encontró un recinto lleno de estatuas y mucha comida esparcida a los pies de los fetiches. Les dijo a los ídolos en tono sarcástico: ¿"No coméis?" No recibiendo ninguna respuesta, por lo que les dijo: "¿Qué tenéis para no decir palabra alguna?" ¿De qué manera estas piedras podrían hablar, o razonar estas maderas?

Se puso a golpearlas con su mano y a darles patadas. La cólera se apoderó de él y cogiendo  un hacha y la abatió sobre ellas, rompiendo y destruyendo sus figuras de piedra y madera. Se ensañó contra ellas hasta que estas se volvieron fragmentos, transformándolas en una ruina, excepto a la más grande de entre ellas. Ibrahim (a.s.) la dejó a salvo para cuando la gente volviera y lo denunciaran por haber violado el templo y destruido sus estatuas.

Dejó las piedras de las estatuas dispersadas y los pedazos de madera extendidos por todo el recinto. Se alejó ellas, tranquilo, en paz consigo mismo por haber extirpado las raíces del error. Ibrahim (a.s.) se puso a observar lo que harían y cuál sería el efecto de su actos en sus corazones. Se preparó para responder a  las criticas que surgirían en la discusión que pronto se avecinaba hacia él.

Al volver de la fiesta vieron lo que sus divinidades habían sufrido. Quedando estupefactos ante la enormidad de lo veían, no saliendo de su asombro al encontrar sus ídolos rotos y sus elaboradas tallas de piedra destruidas. Exclamaron a gritos: ¡"Quién a hecho esto a nuestros ídolos! ¡Es injusto!". Alguien dijo: "Oímos a un hombre joven llamado Ibrahim hablar de nuestras divinidades," nos censuró por adorarlas y las despreció y degradó. Es él el que las atacó y destruyó".

Conocieron entonces 1a identidad de el que había atacado a sus ídolos y agredido a sus divinidades. Tomaron la decisión de inflingirle un castigo, tan grave como el delito que él había perpetrado. La gente enfurecida pedía que él estuviera presente bajo la mirada de los ciudadanos para que fueran testigos de sus justificaciones y vieran el castigo que le incumbiría.

Ver a su pueblo reunido en un único lugar, era el deseo que Ibrahim (a.s.), ya que así podría mostrarles todas las pruebas de la falsedad de sus creencias y la nulidad de los actos a los que se dedicaban.

La gente afluía y la muchedumbre se espesaba. Cada uno anhelaba el castigo de Ibrahim (a.s.) y quería estar presente durante su tortura. Conseguían con ello satisfacer sus espíritus sedientos de venganza. Lo pusieron en medio de la plebe y comenzaron su proceso ante ua turba que se corroía los dedos de cólera contra él. Le preguntaron a Ibrahim (a.s.): "¿Ibrahim as sido tu quien a hecho esto a nuestras divinidades?". Les contentó Ibrahim (a.s.): "Éste es el más importante de ellos. Preguntadle, si aun puede responder" (Sura de los Profetas - Versículo 63).

Ibrahim (a.s.) había puesto a prueba el poder de su mayor ídolo aun intacto, despertándolos de su somnolencia. Se pusieron a acusarse los unos a los otros diciendose: "Es por vuestra culpa, dejasteis a nuestras deidades sin un  supervisor ".

El desconcierto se apoderó de ellos y la asfixia les paralizó las lenguas, inclinaron sus cabezas y meditaron inmóviles, compartiendo sus ideas. Le dijeron: "¡Sabes Ibrahim que no pueden responder a una pregunta y poseer una respuesta!" ¿Entonces cómo nos pides que las interroguemos?" Admitieron su incapacidad para escuchar a los ídolos y saber lo que pasaba en torno a ellas, así como la apatía en la cual subsistían, privándoles del poder de rechazar a los agresores o detener los ataques de sus enemigos.

Ibrahim (a.s.) les reprendió por su ignorancia y tuvo lástima de su obstinación en permanecer en el error después de que la verdad había quedado clara. Ibrahim (a.s.) se irritó con su orgullo mantenido aún después de haberse hecho la luz. Les incitó a profundizar sobre aquello de lo que protestaban y reflexionar sobre lo que aclamaban. Les dijo: “¿Cómo, es que adoráis a otros ídolos y no únicamente a Allah, ídolos que no os pueden ser útiles ni dañaros? Deshonra para vosotros y todos los que adoráis  a otro que no sea Allah. ¿Acabaréis comprendiendo?” [ Sura de los profetas 66-67 ].

Sobre sus ojos había un velo que les impedía ver, y en sus oídos una sordera que los inutilizaba. Sus corazones estaban cerrados y no podían razonar. Cuando a Ibrahim (a.s.) ya no le quedaron argumentos, ellos recurrieron al discurso esteril y a la fuerza, para disimilar su derrota y ocultar su falsedad. Entonces gritaron: “Arrojadle al fuego. Mostrad respeto a vuestros ídolos, si aún os quedan energías". [Sura de los poetas - Versículo 68].

 

Ibrahim lanzado al fuego

Quisieron castigar a Ibrahin (a.s.) quemándolo, cuando no había cometido otra falta que decir: "Allah es mi Señor", y que no había cometido ningún crimen, a parte de haberse vengado de sus estatuas, menospreciado su adoración. Pero la declaración de que Allah es sólo uno y la proclamación de su mensaje resultaba demasiado molesto y doloroso a los tiranos, pues contrariaba sus vidas pacíficas, porque apartaba a la gente del vínculo que los subyugaba a ellos. Él (a.s.) les apartaba el velo que confundía sus pensamientos. Por lo que entonces evitarían caer en sus trampas, dispersándose y preparándose para rechazar la injusticia de las cuales eran sus víctimas, lo que destruiría su poder y pondría término a su tiranía.

La idea de quemar a Ibrahim (a.s.) les inquietaba, ¿cómo habrían de llevarlo a cabo? Debían dirigir hacia él un fuego que lo rodeara y que igualara con su calor el odio que ardía en sus corazones, una única llama que bastara para incendiar una ciudad entera, un enorme fuego. Se pusieron a recoger madera de todas partes. Consideraban este acto como una ofrenda a sus divinidades y una prueba de lealtad hacia sus ídolos, de modo que cuando una de sus mujeres caía enferma, ella hacia el siguiente voto: "si yo curara iría  a reunir madera para la incineración de Ibrahim".

Continuaron recogiendo madera hasta que no hubo más lugar para acumular ramas en las pilas. Entonces construyeron un cercado donde encendieron el fuego. Avivaron sus llamas hasta que se elevaron y lo iluminaran todo, transformándose  la leña en ardientes carbones al rojo. Entonces maniataron a Ibrahim (a.s.) y allí lo arrojaron, disfrutando de su suplicio.

Ibrahim (a.s.) fue lanzado a la pira ardiente, pero su corazón se encontraba absorto en la contemplación de Allah, y en Él puso toda su confianza y esperanza de salir sano y a salvo. Por lo que se enfrentó a las llamas con absoluto sosiego y paz.

Ibrahim (a.s.) se mantuvo en el fuego, ocultado por su humo  y cercado por sus llamas, perdiéndose su voz con el crepitar del fuego. Únicamente le ardieron los grilletes, dejándolo libre. Allah había apartado de él las llamas y evaporado su calor. Allah había salvaguardado a Ibrahim (a.s.) del abrasador calor de la hoguera, transformándola en  frescor para su cuerpo y paz para su corazón.

Cuando las llamas del fuego se apagaron, el humo se hubo disipado y el calor descendió, encontraron a Ibrahim (a.s.) sano y a salvo, libre de sus ataduras. Se quedaron sorprendidos al verlo vivo, abandonaron sus rencores y se marcharon humillados y temerosos.

Las gentes se quedaron tan sorprendidas por esta prueba extraordinaria que estaban muy cerca de acogerse al mensaje de Ibrahim (a.s.), y otorgarle las riendas del poder y seguirlo unánimemente. Pero algunos de ellos optaron por mantener su estatus de vida, mostrándose descreídos y orgullosos de su poder. Aunque era poca la gente que creía en Ibrahim (a.s.), éstos disimulaban sus creencias por miedo a ser asesinados.

 

Ibrahim y Namrud

En cuanto al rey Namrud, llegó a su conocimiento, algunos de los acontecimientos que habían deslumbrado a su pueblo, mientras una oleada de esta nueva corriente invadía y se fraguaba en su palacio. Las noticias de Ibrahim (a.s.) y los prodigios entorno a él acaecidos le llevó a reforzar su tiranía, aumentando su injusticia. No era únicamente a sus divinidades, a las que Ibrahim (a.s.)atacaba, censurando a la gente por su adoración.

Namrud pidió ver a Ibrahim y cuando estuvo presente ante él, lo escudriñó con la mirada diciéndole: "¿En que consiste esa revuelta que as despertado, y ese fuego que as encendido? ¿Cuál es ese nuevo dios a quien tu incitas a adorar? Conoces a otro dios a parte de mí o algún ser que sea más digno de ser venerado? ¿Quién es el que ocupa un rango más elevada que el mío y es más importante? ¿Acaso no ves que soluciono todos los asuntos y encuentro una salida para cada problema? Mis ordenes son ejecutadas y mi juicio es concluyente. La gente tiene la confianza puesta en mi y sus esperanzas de mi dependen, ¿conoces a alguien que sea mi opositor o un desertor? ¿Porqué has roto esta regla y atacado a sus divinidades? ¿Cuál es ese dios a quien invitas e incitas a adorar?

Ibrahim le respondió siendo al mismo tiempo inquebrantable y locuaz: "Allah es el Que hace vivir y luego morir." Este él Que da la vida y la quita, quién crea y hace desaparecer". Ibrahim dejó a Namrud en silencio convenciéndolo con sus argumentos.

Pero Namrud fue presa del poder de sus trasgresiones. Enorgulleciéndose de ello y argumentando a favor de sus falsedades le dijo a Ibrahim (a.s.): “Hago vivir a quien actuó mal perdonándole; gozando de la vida después de haber rozado la muerte, respira el olor de la vida tras haber tenido el alma destrozado ante la perspectiva de ser privado de sus derechos y haber perdido toda esperanza. Como hago morir a quien quiero por un orden mía, y el acto en sí depende de mi veredicto estando su alma a punto de abandonar su cuerpo. Tu Dios no ha innovado ni aportado nada nuevo y extraordinario”.

Namroud tergiversó las palabras de Ibrahim (a.s.) y e valió de rodeos en sus respuestas, alejándose de lo que Ibrahim había dicho sobre el don de la vida, cómo se concede y retira, al valerse de artimañas.

Ibrahim (a.s.) le respondió: “Allah sometió al sol y le asignó un curso del cual no se desvía. Mi Señor hace salir el sol desde el este. Si tienes tanto poder como pretendes y si eres realmente un dios, entonces cambia el designio sobre el sol la voluntad de Allah a dictado, y hazlo salir por el oeste”.

 Lo que argumentara Namrud no podía negar que le habían vencido, por lo que temió ser derrocado del trono, ya que las bases de su reinado habían quedado en entredicho. Namrud reconoció en Ibrahim (a.s.) a su enemigo más odiado y al adversario más temible. Pero ¿qué podría hacerle él, si había atraído a las gentes hacia una nueva creencia valiéndose de un hecho prodigioso que los había deslumbrado?

Namrud envió a sus criados para que comunicasen a sus súbditos que no siguieran a Ibrahim (a.s.) y abandonaran sus hogares. Ibrahim (a.s.) fue consciente de que a su alrededor se estrechaba el cerco y se le perseguía con el fin de causarle el mal.

Ibrahim (a.s.) se cansó de vivir entre ellos por lo que pensó dejarlos  y abandonar esta tierra estéril donde sus simiente no había fructificado. Emigró hacia una tierra en la cual su misión profética pudiera desarrollarse y sus semillas florecer. Abandonó su país y a su pueblo, se puso en marcha y viajó hasta alcanzar Palestina.

 

Ibrahim dirige a la gente por el diálogo

Ibrahim (a.s.) hizo un alto en Harran, esperando encontrar en cualquier otra lugar, oídos que le prestaran atención, espíritus maduros y almas puras. Pero pronto descubrió su equivocación: Las gentes a las que se encontró, adoraban a los astros y no a Allah. Quiso llamarles la atención sobre su error y prevenirlos de lo estéril de sus creencias, intentando convencerlos por la vía de la razón y el debate.

Cuando Ibrahim (a.s.) se encontraba entre un pequeño grupo de ellos, se les hizo de noche e Ibrahim se propuso ahondar en su significado y les dijo señalando a uno de los astros que ellos adoraban: "He aquí a mi Señor". Cuando el astro hubo desaparecido del  horizonte, lo buscó sin encontrarlo y entonces dijo Ibrahim (a.s.): “me no gustan los dioses que cambian de estado y desaparecen”. A continuación la luna se elevó sobre el horizonte. Era aún más luminosa que el astro precedente, mayor y más útil. Dijo: "¡He aquí a mi Señor!". Pero cuando la luna hubo desaparecido y su luz esfumado, dijo: "Si Allah no me guía me encontraré entre los extraviados" [Sura del rebaño - Versículo 77), demostrándoles que Allah es el que dirige y quien orienta hacia la buena elección en caso de perplejidad.

Superada la fase de las insinuaciones Ibrahim (a.s.) pasó a un lenguaje más claro, cuando percibió en su silencio el rechazo a su mensaje. Entonces Ibrahim (a.s.) declaró que aún no estaba seguro y que tenía el espíritu confuso, ya que aún no había encontrado el camino recto. Rogó a su Señor para que lo sacara de este extravío y le mostrara la luz en la noche. Cuando el sol empezó a salir y sus destellantes rayos iluminaban el horizonte. Dijo Ibrahim (a.s.): "He aquí a mi Señor, es el más grande de los astros, el más útil y el más importante. Pero cuando desapareció, al igual que otros, y se veló a los ojos de sus admiradores dijo: "Soy inocente por asociar" Todos estos astros que cambian de lugar y estado tienen seguramente un creador que los controla y los maniobra, y que los hace elevarse en el firmamento conduciéndose por él. No son ellos por los tanto, dignos de adoración y no merecen ser venerados y glorificados".

Después de haber declarado el abandono de los ídolos y su indiferencia respeto a sus divinidades, habló detenidamente de Aquel al que asignaba exclusivamente su adoración y obediencia. Dijo: “Solo vuelvo mi cara hacia el creador de los cielos y de la tierra. No tengo nada en común con aquellos que le asocian otros”. [ Sura del Ganado - Versículo 79 ].

Las gentes del lugar allí reunidas discutieron con él sobre aquello con que los acababa de sorprender y a lo que los invitaba, a lo que Ibrahim (a.s.) les dijo: Discutid conmigo acerca de Allah, ya que Él me ha guiado hacia el camino recto y me ha conducido por la vía justa.

        Ellos lo amenazaron con 1a violencia de sus ídolos y le informaron de que éstas podrían causarle el mal o dañarles si olvidaban su adoración y se apartaban de su obediencia. Pero Ibrahim (a.s.) no escuchó sus consejos ni respondió a sus plegarias. Todo lo contrario, se sorprendió de que lo amenazaran con algo que no podía ni serles de utilidad o dañarlos, y que sin embargo y al mismo tiempo, no temían  asignarle asociados a Allah.

 

Ibrahim (a.s.) en Egipto

En aquella época la sequía castigaba a la tierra y sus gentes, y la aridez y la carestía se generalizaban, haciendo la vida difícil en Shám (Siria); por lo que Ibrahim (a.s.) emigró hacia Egipto, acompañado de su mujer Sara. En aquella época, el gobierno se encontraba en las manos de uno de los más grandes reyes árabes, que ejercía ssu poder desde hacía bastante tiempo.

Sara era de una belleza deslumbrante, por lo que uno de los cortesanos del rey se lo comunicó, embelesándolo con el relato de su belleza, le describió su encanto y lo sedujo con la idea de hacerla suya. Esta idea tuvo una acogida favorable en el rey que invitó a Ibrahim (a.s.) a su palacio para preguntarle una vez allí, sobre el vínculo que los unía y si existía alguna relación entre ellos.

Ibrahim (a.s.) adivinó quien le sometía a este interrogatorio y tuvo miedo de decirle que era su mujer, ya que entonces intentaría matarlo para obtenerla y hacerla suya tras su muerte. Por lo que le respondió: "Es mi hermana y la fraternidad es la relación que no une en la misma creencia, lengua y humanidad".

El rey entendió entonces que no estaba desposada, por lo que pidió que se llevaran al palacio y la condujeran  a su alcoba. Ibrahim (a.s.) regresó junto a su mujer y le contó lo sucedido, poniéndose en manos de Allah para que lo protegiera y cuidara de ella.

Cuando se llevaron a Sara al palacio y una vez que ésta se hallaba en de él, quedó impresionada por la belleza de las vestimentas y de las valiosas joyas que allí veía. Aunque permaneció indiferente ante el aspecto de estos ornamentos y del lujo que a su alrededor destellaba. No estaba interesada por los fastos que le rodeaban ni por la riqueza del rey. Todo eso no lo hizo olvidar su fidelidad hacia su marido, por lo que se sentó entristecida en una esquina alejada de la habitación.

Cuando el rey se aproximo a ella y la vio tan infeliz, intentó mitigar su pena, y alejar de ella la soledad y la melancolía. Pero ella se sobresaltó dejando al rey decepcionado y desconcertado. Lo intento de nuevo pero obtuvo de nuevo la misma respuesta de Sara. Por lo que decidió tumbarse en la cama y se durmió. Tuvo un sueño y en él descubrió la verdad, supo que Sara ya tenía un esposo, y que debería devolverle la libertad y no dañarla, ni forzarla sexualmente.

Cuando se despertó, vio que no tenía otra salida más que liberarla. Entonces le ofreció a Hajar como sirviente y éste la condujo hasta su marido.

Ibrahim (a.s.) permaneció en Egipto tanto tiempo como Allah quiso, viviendo una vida en paz. Ibrahim (a.s.), era un hombre de noble carácter y amable trato, era un gran trabajador, lo que le permitió vivir holgadamente. La gente le envidiaba tanto por su prestigio como por su forma de ser. Estuvieron tentados de causarle algún mal, pero Ibrahim sintió su aversión, y decidió alejarse ellos marchándose a tierras palestinas, donde ya antes había vivido por un algún tiempo, y donde finalmente se estableció.