LA HISTORIA DE HUD

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        El país de los 'Ad se hallaba en la región comprendida ente el Yemen y Omán. Allí vivieron durante un cierto periodo de tiempo con desahogo y saboreando bonanza de la vida. Allah les había gratificado con numerosos favores y beneficios. Ellos hicieron brotar arroyos, cultivaron la tierra, sembraron jardines y erigieron palacios. Además, Allah los había provisto de unos cuerpos vigorosos de  alta estatura; habían sido pues, favorecidos más que cualquier otro mortal.

        Sin embargo, jamás se plantearon preguntarse sobre el secreto de la existencia, ni se molestaron en conocer el origen de sus dones, lo más equivoco que sus pensamientos pudieron albergar y donde creían sentían cómodos, era creando y adorando a sus ídolos. Los tomaban por dioses y ante ellos se postraban, frotándose los pies y la cara con la tierra. Les agradecían cada bien que recibían y acudían a pedirles socorro por todas las desgracias que sufrían. Además, sembraron el desorden sobre la tierra. Las mayores humillaciones e injusticias recaían sobre los más débiles y los ancianos.

        Allah quiso entonces dirigir a los poderosos de entre ellos y concederles la fuerza a los más débiles, educar sus espíritus y suprimir los velos de la ignorancia que cubrían sus ojos. Con este fin, Allah decidió enviarles un profeta de entre los de su propia nación, para que pudiera hablarles en su mismo idioma y hacerse comprender. El debía guiarles hacia Allah y demostrarles la inutilidad de aquello a lo que adoraban, actuando con compasión y generosidad.

        Hud (a.s.) había nacido en una de las familias nobles de los 'Ad, y se había hecho notorio cultivando su sabiduría con el derecho, siendo de carácter indulgente. Allah lo escogió para llevar su verdad confiándole su mensaje. Tal vez él pudiera guiar sus almas extraviadas hacia el camino recto.

        Hud (a.s.) obedeció la orden de Allah y se encargó de Su misión, armándose de aquello con que un profeta puede armarse. Su determinación podía allanar montañas y su sabiduría era garantía de triunfo sobre los ignorantes. Se dedicó pues a criticar a sus ídolos y a envilecer su adoración. Él les decía: "Oh pueblo mío, ¿que son esas rocas que esculpís, podéis adorarlas y buscar en ellas refugio? ¿Que mal pueden causar ellas o en que os pueden favorecer atrayendo vuestra atención? ¿En qué pueden ser útiles o perjudiciales? No os aportan ningún bien y no pueden protegeros de ninguna desgracia. Subestimáis vuestra inteligencia y ponéis vuestro honor en entredicho. No hay más verdad que Allah, el único que debe ser adorado y que es digno de que os giréis hacia Él. Es Allah el que os ha creado y concedido la prosperidad. Solo Él puede haceros vivir o morir. Es Allah el que os hace reinar sobre la tierra y quien ha hecho crecer las cosechas, al igual que únicamente Él ha hecho de vosotros personas vigorosas. Igualmente a sido Él quien a bendecido vuestras fortunas. Creed en Él, y guardaros de corromper la verdad, o enorgulleceros ante Allah. Sufriréis entonces lo que el pueblo de Noé sufrió, no hace tanto tiempo de ello".

        De esta forma Hud (a.s.) predicó entre su pueblo, esperando que sus palabras alcanzaran el fondo de sus corazones y esto les llevara a convertirse, o que sus palabras abrieran un camino hacia sus espíritus para que pensaran en el camino recto y los siguieran. Pero lo único que vio en ellos fue la pasividad de sus pasivas caras y ojos despavoridos.

        Acababan de oír por primera vez en su vida ese discurso, sus palabras no les eran nada familiares y le contestaron: "Que significa tu discurso, es que divagas? ¿Como es que quieres que adoremos a Allah y no le asociemos nada. Nosotros adoramos a los ídolos por que ellos nos acercan a Él, y porque interceden en favor nuestro cerca de Él".

        Entonces Hud (a.s.) les dijo: "Allah es uno y no tiene asociación, adorarlo exclusivamente a Él es el espíritu de su Dîn y su esencia, y constituye el corazón y el cerebro. Allah está próximo, tan solo a dos dedos de vosotros. En cuanto a las estatuas que adoráis y por las cuales creéis agradarle, para que por ellas os conceda sus favores, ellas no hacen más que apartaros de Allah, aunque penséis que ellas os acercan más. Vuestros ídolos son la prueba de vuestra ignorancia respecto de lo que pretendéis saber y comprender".

        Entonces apartándose de Hud (a.s.) le replicaron: "Tu estas aturdido y aquejado de debilidad mental. Envileces nuestras adoraciones y criticas lo que hemos heredado de nuestros padres. ¿Qué haces entre nosotros? ¿Y qué te distingue de nosotros? Comes lo que nosotros comemos, y bebes como nosotros lo hacemos. Vives tu vida de la mismo manera que la nuestra. ¿Porqué Allah te eligió para difundir su mensaje? No eres más que un impostor".

        Hud (a.s.) les respondió: "No estoy aquejado de debilidad mental al igual que no soy un idiota. He vivido entre vosotros mucho tiempo y jamás me habéis contradicho ni acusado de idiota. ¿Porqué os asombráis al ver llegar hacia vosotros a uno de los vuestros, encargado por Allah de advertiros y difundir su mensaje entre vosotros. Al contrario, lo que sería extraño, es que las gentes se perdieran sin un mensajero que les guiara, viviendo en un desorden completo, sin ninguna barrera moral. Sin embargo, no he todavía desesperado en cuanto a vuestra conversión, y aun puedo esperar con paciencia de entre vosotros más afrentas. Pensad razonablemente y descubrid por vosotros mismos la verdad. Descubriréis sin lugar a dudas que Allah es único en toda cosa y el origen del milagro del universo, de las criaturas extrañas, del giro de los astros o el brillo de las estrellas. Toda cosa posee un signo que indica que Allah es único. Entonces creed en Él e implorar su perdón. Él os enriquecerá desde el cielo con abundantes lluvias y acrecentará vuestras fortunas y poder con otras. No abandonéis la vida en esta tierra como rebeldes. Y sabed que después de vuestra muerte seréis resucitados. Quien ha hecho el bien, eso será en su provecho, y quien hizo el mal, será en su detrimento. Entonces aprestaros y preparaos para vuestro fin. Os he comunicado el mensaje del cual he sido encargado, no soy nada más que un advertidor exponiendo claramente las cosas".

        Ellos le contestaron: "Sin duda unos de nuestros dioses ha deseado tu mal y a atacado tu razón trastornándote el espíritu. Divagas con palabras que no son verdaderas excepto para ti, y que no afectan nada más que a tu razón. Si no ¿qué ocurría por arrepentirse para que Allah envíe la lluvia, aumente nuestra fortunas o nos hagas más poderosos? ¿Cual es ese día de la resurrección donde pretendes que seamos resucitados después de que nuestros cadáveres se descompongan y pudran? ¡Está lejos lo que pretendes y prometes! Únicamente poseemos nuestras terrestres vidas, vivimos y luego morimos, no hay nada aparte del tiempo que pasa y nos destruye. Además, ¿cual es ese suplicio del que nos adviertes y quieres prevenir? No renunciaremos a la adoración de nuestros ídolos. Que se realicen entonces tus amenazas si de verdad eres sincero".

        Cuando Hud (a.s.) percibió la obstinación en su contestación, les dijo: "Tomo a Allah por testigo de que he transmitido su mensaje sin negligencia alguna y que he luchado sin vacilar por temor alguno. He perseverado en su mensaje y en la lucha. No he temido ni vuestra fama ni vuestro poder. Podéis conspirar si queréis en mi contra. Yo me refugio en Allah, mi Señor y el vuestro. No existe ni una sola criatura que no viva por su magnificencia, mi Señor está en el buen camino".

        Hud (a.s.) continuó con su misión, y las gentes de los 'Ad persistían en apartarse de él, hasta que un día, divisaron una nube gris en el cielo. La observaban mientras que otras acudían a mirarla. Exclamaron: "¡Es una nube que anuncia la lluvia! Por lo que se dispusieron a recibirla yéndose a preparar los campos, pero Hud les dijo: "Esta no es una nube que os vaya a aliviar, sino todo la contrario, es un viento que trae la venganza que habéis estimulado. Es un viento que traerá un gran sufrimiento. Entonces les embargo un gran miedo por el temor a la pérdida de sus animales, sus vidas y la integridad de sus viviendas.

        Cuanto del viento los alcanzaba, los arrastraba y arrojaba lejos de los lugares en los que se encontraban, fueron entonces presa del terror y espantados, acudían a refugiarse en sus casas pensando que eso les salvaría. Pero la catástrofe se había generalizado y la desgracia a todos les llegó. El viento que arrastraba la arena del desierto duró siete noches y ocho días consecutivos,  aniquilando en su paso la nación de los 'Ad. Sus sombras y su recuerdo desaparecieron y no formaron más, parte de la historia (Y tu Señor no destruirá todas las ciudades mientras que sus habitantes quieran reformarse. Corán, Hud -117).

        En cuanto a Hud (a.s.), sus compañeros y aquellos que creyeron en él. Todos se refugiaron cerca de Hud (a.s.), quedándose inmóviles mientras el viento alrededor de ellos silbaba y esparcía la arena. Permanecieron quietos y tranquilos, hasta que el viento amainó y la atmósfera volvió a estar en calma.

        Después de todo esto, Hud (a.s.) se trasladó hacia Hadramut, donde permaneció el resto de su vida.