I - Estatuto del Ŷihâd, sus tipos, su razón
1.
Estatuto del Ŷihâd: El Ŷihâd, que consiste en combatir a los
kuffâr (los no-musulmanes) cuando se está en estado de guerra con ellos, es fard
kifâya (una obligación que compete a la colectividad de musulmanes
de modo que si una parte cumple con ese deber, los demás quedan eximidos; pero
si nadie se ofrece, la responsabilidad del incumplimiento recae sobre todos).
Allah dice: “No tienen que acudir (a la lucha) todos los mûminîn”.
Pero
en razón de la persona que el Imam designe para tal efecto, el Ŷihâd es fard
‘ayn, una obligación individual concreta con la que debe cumplir
ineludiblemente, ya que el Profeta (s.a.s.) ha dicho: “Cuando seáis
convocados para la lucha, acudid”.
El
estatuto del Ŷihâd es también fard ‘ayn -siendo, por
tanto, obligatorio para cada musulmán y musulmana sin excepción- cuando el
enemigo invade su país. En este caso, todos deben oponerse a los invasores.
2. Tipos de Ŷihâd: El tipo de Ŷihâd que estudia el
Fiqh es el que hemos mencionado a la cabeza de este capítulo, es decir, la lucha
contra los no-musulmanes en estado de guerra (ŷihâd al-kuffâr al-muhâribîn).
Las armas en este combate son la mano, los bienes económicos, la lengua y el
corazón, tal como dijo el Profeta (s.a.s.): “Combatid a los idólatras (mushrikîn)
con vuestros bienes, vuestras vidas y vuestras lenguas”.
Pero también está la lucha contra el fâsiq, que es el pervertido
(todo el que ordene el mal, la injusticia, etc., por ejemplo, el tirano). A este
tipo de Ŷihâd se le llama ŷihâd al-fussâq. Sus armas son la
mano, la lengua y el corazón, porque el Profeta (s.a.s.) dijo: “Quien de
vosotros vea algo reprobable, que lo cambie con la mano; si no puede, que emplea
la lengua (para censurarlo); si no puede, que emplee su corazón (deseando que
ese mal desaparezca), y esto último es el signo más débil de sinceridad”.
En tercer lugar, debemos tener en consideración la lucha contra todo lo
que confunde al ser humano pervirtiéndolo y llevándolo por mal camino sin que
éste lo advierta, y es a lo que se llama ŷihâd ash-shaytân,
la lucha contra el demonio. El Corán dice: “Que la soberbia no se
apodere de vosotros”; y también dice: “Shaytân es vuestro enemigo;
tenedlo por enemigo”.
Por último, es necesario mencionar el más importante de los combates,
que es tema para otras ciencias principales del Islam, y es la lucha de uno
contra sí mismo (ŷihâd an-nafs) para vencer a la ignorancia,
la desidia y los comportamientos viles. Consiste en obligarse a aprender el
Islam y actuar conforme a él, apartando el ánimo de sus apetitos y limando sus
asperezas. El ŷihâd an-nafs es la categoría más elevada de todas
las formas de Ŷihâd, y es llamado también al-ŷihâd al-ákbar,
la Lucha Mayor. Este Ŷihâd es obligatorio individualmente en razón
de todo musulmán y musulmana, en todas las circunstancias.
3. Razón del Ŷihâd: El Ŷihâd ha sido establecido para
elevar el rango del Islam, repeler las agresiones, proteger las vidas y los
bienes, atender a la verdad, proteger la justicia, generalizar el bien y
difundir la virtud. Allah ha dicho: “Combáteles hasta que deje de existir
la discordia y toda la senda sea de Allah”.
Sobre la virtud y mérito del Ŷihâd y la muerte en la lucha
(istishhâd) hay tantos testimonios en el Corán y en la Sunna que hace
de esta actividad la forma más grande de acercarse a Allah, el don más
preciado que se le presenta y la expresión de piedad y subordinación a Allah más
noble.
En el Corán, se nos dice: “Allah ha comprado a los mûminîn sus
vidas y sus riquezas a cambio del Jardín. Combaten en la Senda de Allah: matan
y mueren. Es una promesa hecha por Él, verdadera, en la Torah, el Evangelio y
el Corán. Quienes cumplan con su parte, que se alegren por el trato que han
hecho. Ese es el triunfo supremo”; “Allah ama a los que luchan en Su
Senda en filas apretadas, como si fueran un sólido edificio”. “Vosotros,
los mûminîn, ¿queréis que os indique un intercambio que os libre de un
tormento doloroso? Aceptad a Allah, a Su Mensajero, y combatid en la Senda de
Allah con vuestros bienes y vuestras vidas. Esto es lo mejor para vosotros, si
sabéis: Allah os perdonará vuestras faltas y os hará entrar en Jardines bajo
los que corren arroyos, y en los que hay moradas perfumadas en medio de jardines
del Edén. Ese es el triunfo supremo”. Allah dice en el Corán de los que
mueren en Su Senda: “No creáis que los que han caído en la Senda de Allah
están muertos. Están vivos junto a su Señor, y son alimentados por Él,
satisfechos con lo que Allah les obsequia”...
Entre los hadices encontramos igualmente muchos testimonios acerca del
valor y mérito del Ŷihâd. Cuando, en cierta ocasión, se le pregunto a
Sidnâ Muhammad (s.a.s.) quién es el más merecedor y digno ante Allah,
respondió: “El mûmin que combate poniendo su vida y sus bienes sobre la
Senda de Allah. Y, después, el mûmin que se retira a la cumbre de una montaña
para servir a Allah y evitar que su mal alcance a la gente”. También
dijo: “El combatiente en la Senda de Allah (muŷâhid) -y Allah concoe
a los que realmente combaten en Su Senda- se asemeja al que ayuna y vela de pie
(realizando el Salât). Allah se hace cargo de hacerle entrar en el Jardín si
decide llevarse su vida, o bien lo devuelve a su gente a salvo y portando una
recompensa o un botín”. Un hombre pidió al Profeta (s.a.s.) que le
hablara de un acto que equivaliera al Ŷihâd, y Sidnâ Muhammad (s.a.s.) le
respondió: “No lo conozco. ¿Tú podrías -cuadno un muŷâhid parte
hacia la lucha- entrar en tu mezquita y quedarte de pie recitando el Corán en
acto de Salât y no dejarlo, y estar ayunando sin romper el ayuno (hasta que él
vuelva)?”. Y el hombre le dijo: “¿Quién podría hacer eso?”.
También dijo: “Lo juro por Quien tiene en Sus Manos mi vida: Quien sea
herido en la Senda de Allah -y Allah conoce a quien es herido en Su Senda-
acudirá el Día de la Resurrección y su color será el color de la sangre y su
olor será el olor del almizcle”. Y dijo: “Quien muera sin haber
participado en una incursión ni lo haya deseado, muere con un signo de hipocresía”.
Y dijo: “El Fuego no puede tocar unos pies que se hayan llenado de polvo
sobre la Senda de Allah”. Y dijo: “Ninguno de los que entrarán en el
Jardín deseará volver al mundo, aunque se le ofreciera todo lo que hay sobre
ella, salvo el que haya muerto en la Senda de Allah (shahîd), que deseará
volver al mundo para ser matado otras diez veces, a causa del honor que ve
dispensarse al shahîd en el Jardín”.
1.
Definición:
El Ribât es el acuartelamiento de los ejércitos musulmanes,
armados y pie de guerra, en los lugares de peligro y en las fronteras por donde
se tema que el enemigo pueda entrar a la Casa del Islam.
2. Estatuto: Al igual que el Ŷihâd en sí, el Ribât
es un fard kifâya, una obligación que incumbe al conjunto de
la comunidad, quedando eximidos los que no participen en él si hay quienes
se ofrecen para ello, pero pasando a ser culpa de todos si es desatendida dicha
obligación. Allah ordena el establecimiento del Ribât en el siguiente
versículo del Corán: “Vosotros, los mûminîn, tened paciencia, sed
constantes, y acuartelaos, y tened constantemente presente a Allah, ¡tal vez así
triunféis!”.
3.
Mérito:
El acuartelamiento en las fronteras del Islam para garantizar su seguridad es
considerado un acto noble y una forma excelente de acercarse a Allah, de lo cual
el Profeta (s.a.s.) dijo: “Un solo día de Ribât en la Senda de
Allah es mejor que el mundo entero y cuanto contiene”. También dijo:
“Cuando alguien muere, su acción acaba, salvo en el caso del murâbit
(el que ha sostenido el Ribât): su mérito no deja de crecer hasta el Día
de la Resurrección y lo protege de las discordias de la tumba” (las
discordias de la tumba son los dos Ángeles que aterrorizan a los difuntos, Múnkar
y Nakîr). Y dijo: “Mantener el ojo vigilante durante una noche es mejor
que mil noches pasadas en vela (realizando el Salât) y ayunando al día
siguiente”.
Al igual que el Ŷihâd, los preparativos necesarios para llevarlo a
cabo son obligatorios. Allah dice en el Corán: “Preparad (para el combate)
las fuerzas de las que podáis hacer uso y teniendo dispuestos los caballos,
para intimidar a los enemigos de Allah y vuestros enemigos”. ‘Uqba ibn
‘Âmir escuchó al Profeta explicar este versículo diciendo desde lo alto de
su almimbar: “Preparad las fuerzas de las que podías hacer uso, y sabed
que la fuerza está en el tiro, la fuerza está en el tiro, la fuerza está en
el tiro”, y también dijo: “Por una sola flecha, Allah hace entrar a
tres personas en el Jardín: el que la ha fabricado siendo su intención que
Allah se lo pague, el que la tiende al combatiente y el que la dispara.
Ejercitaos en el disparo y en la equitación, pero yo prefiero que practiquéis
el disparo. Hay tres distracciones que no son una pérdida de tiempo: el
adiestramiento de caballos, las muestras de cariño hacia la familia y la práctica
del disparo con flecha o lanza ”.
Según lo anterior, los musulmanes están obligados a tener preparadas
sus armas, ejercitarse en su manejo y estar atentos a sus enemigos, tanto para
defenderse como para salir en expedición cuando hiciera falta, cumpliendo con
la obligación del Ŷihâd, de modo que sus adversarios sepan siempre que
encontrarán resistencia si intentan agredirles.
Para que la lucha que emprenda el musulmán sea considerada Ŷihâd
debe sostenerse sobre un cierto número de condiciones que son sus pilares
(arkân), de los cuales enumeramos los siguientes:
1. La intención recta: Según un hadiz, la validez de un acto
reside en la corrección de la intención (niyya) que lo guía. La
intención verdadera para que una lucha sea Ŷihâd estriba en que el deseo
que mueva al combatiente sea el de elevar la Palabra de Allah (i‘lâ
kálimatillâh), es decir, dar fuerzas y difundir el Islam, socorrer a su
gente, establecer la verdad y la justicia, y combatir la mentira y la opresión.
2. El Imâm: El Ŷihâd sólo es legítimo detrás de un jefe
musulmán (Imâm), bajo su estandarte y con su autorización, tal como
dice el Corán: “Oh, vosotros, los mûminîn, obedeced a Allah y obedeced a
Su Mensajero, y a los que detentan autoridad entre vosotros”. El Imâm es
la persona que está a la cabeza de los musulmanes, por ello se ha dicho que
todo grupo de musulmanes que vaya a emprender un combate para libarse de una
opresión, primero debe elegir un Imâm -que cumpla con las condiciones
requeridas para poder dirigir a los musulmanes (ciencia, virtud y suficiencia
para el mando)- y prestarle juramento de obediencia y lealtad, para que organice
sus filas y junte las voluntades encabezando el Ŷihâd hasta que Allah
determine la victoria o la muerte sobre Su Senda.
3. Los preparativos: Antes de emprender la lucha deben hacerse los
preparativos en la medida de lo posible, disponiendo todo lo necesario en
cuanto a armas, provisiones y
hombres (‘udda), cumpliendo con lo estipulado en el Corán: “Preparad
contra ellos la fuerza que podáis”.
4. La autorización de los padres: Un hombre pidió permiso al
Profeta (s.a.s.) para acompañarlo en una expedición, y Sidnâ Muhammad
(s.a.s.) le preguntó: “¿Están vivos tus padres? Sí es así, primero
necesitas su autorización”. El ridâ al-wâlidáin, la complacencia
de los padres, no se exige en caso de que los enemigos invadan el país
siendo un peligro inminente o bien si el Imâm designe a una persona en concreto
para la lucha.
5. La obediencia al Imâm: Quien lucha sin cumplir las órdenes
del Imâm no muere como muŷâhid, pues el Profeta (s.a.s.) dijo: “Si a
alguien no le gusta algo de su comandante, que tenga paciencia. Quien se aparte
un palmo de la obediencia debida a la autoridad durante la guerra muere como
ignorante”. La obediencia (tâ‘a) al Imâm o su
delegado (el emir) es, pues, imprescindible en el muŷâhid para que su acto
entre dentro de los límites de lo que se considera Ŷihâd.
Cuando se produzca el enfrentamiento, el muŷâhid debe respetar los siguientes comportamientos:
1. Ser firme y valeroso en la carga, pues Allah prohíbe abandonar
el frente y huir de la lucha: “Vosotros, los mûminîn, cuando os encontréis
con los kuffâr, guardaos de volverles la espalda”. Esta firmeza debe
mantenerse incluso si el número de los enemigos es el doble del de los
musulmanes, y el muŷâhid sólo queda eximido de mantenerse firme en su
lugar cuando sus oponentes lo tripliquen, o bien cuando la retirada sea una táctica
para engañarlos, o para concentrar las fuerzas en otro lugar, pues el mismo
versículo citado más arriba continúa, diciendo: “...salvo para conseguir
una mejor posición o unirse a otro grupo”.
2. Tener presente a Allah en el corazón y en la boca (Dzikr),
haciendo de Él una fuente de fuerza y confiando en Su auxilio. El corazón que se
reúne en el Recuerdo de Allah evita la dispersión de su ánimo.
3. Obedecer a Allah y a Su Mensajero. Esto quiere decir que se
debe evitar antes, durante la batalla y después de ella, lo que Allah y Su
Profeta han prohibido y realizar lo que han ordenado, ateniéndose a los
dictados de la Sharî‘a.
4. Abandonar las disputas y los recelos internos para entrar en la
batalla como una única fila, sin fisuras. Los corazones y los cuerpos de los muŷâhidîn
deben estar en sintonía, formando un bloque sólido del que todos son pilares
que se apoyan mutuamente.
5. Ser paciente y constante (sabr y musâbara),
y poner toda la fuerza y valor con que se cuente en la batalla, sin
precipitaciones, hasta que el enemigo resulte derrotado o se muera sobre la
Senda de Allah.
Todo lo dicho está resumido en un versículo del Corán: “Oh,
vosotros, los mûminîn, cuando os encontréis con el enemigo, sed firmes y
recordad mucho a Allah, tal vez triunféis. Obedeced a Allah y a Su Mensajero, y
no disputéis entre vosotros, pues fracasaríais y desparecería vuestro valor.
Y sed pacientes: Allah está con los pacientes”.
Es indispensable que los muŷâhidîn respeten las siguientes cortesías
(ádab), que son factores que también propician la victoria:
1. No divulgar los secretos y estrategias de los ejércitos
musulmanes. Se sabe que el Profeta (s.a.s.), cuando decidía realizar una
expedición, disimulaba sus objetivos señalando otros.
2. El uso de consignas y símbolos sólo reconocibles por los muŷâhidîn,
a modo de señales con las que se identifican entre sí y les sirvan para
distinguirse, agruparse, etc. Se sabe que el Profeta (s.a.s.) hizo uso de
contraseñas.
3. El silencio durante la batalla, pues los gritos dispersan las
fuerzas y reducen la firmeza del corazón. Abû Dâwûd contó que los Compañeros
del Profeta (s.a.s.) detestaban dar voces cuando estaban inmersos en la lucha.
4. Elegir los lugares más apropiados para el combate, organizar a
los combatientes y buscar el momento conveniente. Eso es lo que hacía el
Profeta (s.a.s.), disponiéndolo todo para hacer propicia la victoria y no yendo
a la lucha al azar.
5. Invitar a los kuffâr, antes de la guerra, a hacerse musulmanes
o rendirse aceptando pagar la ŷiçya (tributo). Si rechazan
estas dos alternativas, se recurre a las armas. Cuando Sidnâ Muhammad (s.a.s.)
enviaba a un emir a la cabeza de una expedición o un ejército, le aconsejaba
tener siempre a Allah presente, para su bien y el de los que le acompañaban, y
a continuación, le decía: “Cuando te encuentres con tus enemigos, invítalos
a las siguientes condiciones y acepta la que ellos acepten y déjalos en paz:
invítalos al Islam, si aceptan, acéptalos y déjalos en paz; si se niegan, invítalos
a pagar el tributo, y si aceptan acéptalos y déjalos en paz; si se niegan,
busca la ayuda de Allah y combáteles”.
6. No robar, ni matar a las mujeres, los niños, los ancianos y
los monjes, mientras no participen en la batalla. El Profeta (s.a.s.) dijo: “Partid
con el Nombre de Allah y con Allah, y sobre la senda del mensajero de Allah. No
matéis a ningún anciano, ni a ningún niño, ni a ningún menor, ni a ninguna
mujer. No cometáis fraudes con el botín, juntaos, buscad la reconciliación y
haced lo mejor. Allah ama a los que buscan lo mejor”
7. No traicionar a los musulmanes atacando a sus protegidos cuando
den cobijo a un enemigo. El Profeta (s.a.s.) dijo: “No traicionéis”,
y dijo: “Junto a todo traidor se erigirá un estandarte el Día de la
Resurrección, en el que estará escrito: ‘Esta es la traición de tal, hijo
de tal’...”.
8. En la guerra, está prohibido quemar a los enemigos, pues el
Profeta (s.a.s.) dijo: “Matad a vuestro enemigo, pero no lo queméis. No
castiga con el fuego más que el Señor del Fuego”.
9. Está prohibido mutilar a los muertos o vejarlos. El Profeta
(s.a.s.) prohibió expresamente a los musulmanes tal práctica.
10. Pedir a Allah la victoria sobre el enemigo, pues el Profeta
(s.a.s.) lo hacía antes de toda batalla, y sus invocaciones están recogidas en
los libros de hadiz.
1. Definición: La Dzimma consiste en la seguridad que los
musulmanes proporcionan a los kuffâr que se avienen, para evitar la guerra, a
la condición de pagar un tributo (ŷiçya) y acatar las leyes
del Islam en lo concerniente a determinadas cuestiones (es decir, tendrían
jurisdicción propia según sus costumbres y leyes salvo en asuntos como los
asesinatos y los robos)
2. ¿Quién pacta la Dzimma?: Sólo el Imâm o su delegado (emir)
están autorizados a pactar con un grupo de enemigos el acuerdo de la Dzimma.
Todo musulmán o musulmana puede dar a un enemigo cobijo y protección
(iŷâra) individualmente, y el resto de los musulmanes deben
respetarlo, pero la Dzimma tiene un alcance mayor, ya que afecta a comunidades
enteras de oponentes, y esto sólo puede decidirlo quien está a la cabeza de
los musulmanes.
3. Derechos y obligaciones: Los dzimmíes gozan de la protección
de los musulmanes, que les garantizan la vida y sus bienes, y respetan sus
costumbres y tradiciones. Tienen jurisdicción propia en sus asuntos, de acuerdo
a sus leyes, y conservan a sus jefes y sistemas de organización.
No se les permite confundirse con los musulmanes, es decir, deben
conservar su propia indumentaria y ser enterrados en sus cementerios. En
principio, sólo tienen derecho a los templos que ya tenían, no pudiendo
construir otros nuevos. No pueden manifestar públicamente, sino reservarlo para
la intimidad, todo lo que sea contrario a la Ley del Islam (como beber vino o
comer cerdo). En Ramadán, se abstendrán de comer o beber en público.
4. La anulación de la Dzimma: Las garantías de las que gozan los
dzimmíes quedan abolidas si se niegan a pagar la ŷiçya, si no respetan
los acuerdos del pacto, si atacan a los musulmanes, si insultan al Islam o si se
dedican a espiar en favor del enemigo.
1. Hudna (tregua). Está permitido acordar treguas con el
enemigo, a las que los musulmanes no pueden faltar salvo agresión por la parte
contraria. El Profeta (s.a.s.) concluyó treguas con frecuencia durante sus
combates, como, por ejemplo, con los judíos de Medina, y respetó el acuerdo
hasta que ellos lo violaron.
2. Mu‘âhada (pacto). Está permitido concluir pactos de
no agresión mutua o alianza con las naciones vecinas, y los musulmanes están
obligados a respetarlos mientras la parte contraria no los viole. También
encontramos en la Sîra (la biografía del Profeta -s.a.s.-) numerosos ejemplos.
Sidnâ Muhammad (s.a.s.) dijo: “Yo jamás falto a un pacto ni aprisiono a
un mensajero”, y dijo: “Quien mate a alguien con quien haya contraído
un pacto de no agresión no olerá el perfume del Jardín”.
3. Sulh (acuerdo de paz). La guerra puede
interrumpirse y llegar a un acuerdo de paz con el enemigo y arreglar las
desavenencias. Son también numerosos los ejemplos en la Sîra de acuerdos de
paz entre el Profeta (s.a.s.) y tribus con las que estaba en guerra.
1. Ganîma es el botín del que los musulmanes se apoderan tras
una batalla. La ganîma se divide en cinco partes, de las que se entrega
un quinto al Imâm para que lo emplee en beneficio de todos los musulmanes, tal
como estipula el Corán: “Cuando obtengáis un botín, a Allah corresponde
un quinto: sea para Su Mensajero, para sus allegados, para los huérfanos, los
pobres, los viajeros. Sea así si verdaderamente confiáis en Allah y en lo que
ha revelado a Su Siervo el Día de la Distinción”. Las partes restantes
se reparten entre los combatientes presentes en el campo de batalla, hayan
participado o no en ella. El califa Omar dijo: “La ganîma es para quienes
asisten a la batalla”.
2. Fay es el botín dejado atrás en su huída por los enemigos,
sin haber siquiera presentado batalla. Corresponde en su integridad al Imâm,
que lo empleará en el bien común, tal como prescribe el Corán: “Lo que
Allah ha hecho dejar atrás a vuestros enemigos en beneficio de Su Mensajero
pertenece a Allah y a Su mensajero, a sus allegados, a los huérfanos, a los
pobres, al viajero, para que no vaya a parar de nuevo a los que ya son ricos
entre vosotros”.
3. Jarâŷ es un impuesto que pesa sobre las tierras
conquistadas por la fuerza de las armas. El Imâm puede elegir, tras conquistar
tierras, entre dividirlas en beneficio de los combatientes o dejarlas indivisas
a favor del total de los musulmanes, y gravarlas con un impuesto anual
permanente (el jarâŷ) que deberá pagar quien las explote, ya
sea musulmán o dzimmí, pasando a engrosar los fondos públicos. Es lo que hizo
el califa Omar tras conquistar Siria, Iraq y Egipto.
Si en un tratado de paz el Imâm establece un jarâŷ
determinado sobre las tierras de los enemigos, y luego estos se hacen
musulmanes, queda abolido el impuesto. Esto no sucede con las tierras
conquistadas por la fuerza de las armas: el jarâŷ se mantiene
incluso si sus habitantes se hacen musulmanes.
4. Ŷiçya es un impuesto de vencimiento anual que pesa sobre
los dzimmíes valorado en cuatro dinares de oro o cuarenta dirhams de plata que
debe pagar todo adulto sano con recursos (quedan eximidos los niños, la
mujeres, los ancianos, los enfermos y los pobres). Esto, en caso de que su país
haya sido tomado por la fuerza de las armas. En el caso de rendición el
montante de la ŷiçya se acuerda en el tratado de paz. En caso de
hacerse musulmanes, los dzimmíes dejan de pagar la ŷiçya, sustituyéndose
por el çakât (un porcentaje del 2’5 por ciento sobre las riquezas y
que debe satisfacer todo el que tenga recursos, ya sea hombre o mujer).
La ŷiçya pasa a engrosar el tesoro público, y es el
impuesto de los no-musulmanes dentro del Islam, al igual que los musulmanes
pagan el çakât. El Corán dice: “Combatid a las Gentes del Libro
que no aceptan a Allah y a Su Mensajero, los que no prohíben lo que Allah y Su
Mensajero han declarado ilícito, y no siguen la Senda de la Verdad, hasta que,
derrotados, entreguen la ŷiçya”.
5. Nafl es una parte del botín de más que el Imâm entrega a
modo de gratificación al encargado de una misión militar. Esa gratificación
no puede superar una cuarta parte del botín si ha sido acordada al principio de
la misión, es decir, antes de la entrada en el país enemigo, ni la tercera
parte tras su cumplimiento.
En cuanto a los prisioneros (asrà) de guerra, se deja a la
prudencia del Imâm la decisión de qué hacer con ellos. Esta es la opinión de
la mayoría de los ‘ulamâ. Se debe a que el comportamiento del Profeta
(s.a.s.) fue diverso, en función de las circunstancias y las exigencias de su
época. Así, ordenó ejecutar a algunos, mientras que a otros los liberó sin más;
también pidió un rescate en determinados casos y sometió al cautiverio y la
esclavitud a algunos, dependiendo todo de las condiciones en que se encontraban
y los comportamientos del enemigo con los prisioneros musulmanes que tenían en
su poder.
El Corán también da vía libre a las diferentes soluciones: “En
cuanto a los cautivos, encadenadlos sólidamente. Una vez la guerra terminada,
podéis liberarlos con magnanimidad, o cambiarlos por un rescate”.
Del
libro Minhâŷ al-Muslim
de Abû Bakr Ŷâbir al-Ŷazâiri