EL
QUTB
El peregrino
(sâlik) sobre la senda de
los sufíes (tarîq) es una
persona que emprende una trasformación que la mejora como ser humano, agranda
su espíritu, universaliza su alcance y le desvela lo realmente esencial en todo
dentro de un largo proceso jalonado por un gran número de etapas. Conforme
progresa en un sostenido desnudamiento interior que lo purifica, la existencia
se le muestra en su trasparencia original, en estrecha correlación con su
propia lucidez creciente, hasta que Allah -la Verdad- se le muestra imperando
sobre todas las cosas. Ese instante en el que el universo queda reunificado y
consumido en la Verdad, es el de la integración del ser del peregrino en el
fluir de la creación, y su conciencia se agiganta en la contemplación de la
Inmensidad.
Ahora bien, pues la regla es la de la Unidad
y la Reunificación (Tawhîd),
que reduce a su esencia todas las cosas -sobreponiéndose a las circunstancias
del hombre, es decir, aniquilando en su radicalidad el tiempo, el espacio y la
multiplicidad-, el peregrino se ve inmerso en algo indescriptible que está más
allá de sus medidas, y en su instante comprende que, si bien él tomó en su
momento la decisión de emprender el Camino, si bien realizó grandes esfuerzos
por alcanzar la meta, todo ello se consumó en el seno de una Decisión que no
era la suya. Cada uno de sus pasos se había realizado en la Verdad que gobierna
cuanto existe, al cuidado del Destino, en esa Inmensidad Esencial que trasciende
toda contingencia. Incluso su pasado es reducido a la regla de la Unidad y la
Reunificación, y pasa a saberse centro del Misterio de la Existencia, penetrado
por la Inmensidad, singular y único a imagen de la Verdad.
¿Qué es esa persona que
saborea tal vivencia? ¿Cuál es su rango en medio del ser? Está infinitamente
más allá del hombre común, sin ídolos, sin esperanzas basadas en el mundo
evanescente que sólo existe en la ceguera de quienes no ven más allá de sus
propias expectativas, sin miedos que resultan de fantasmas y quimeras
imaginados, sin sujeciones a nada ya superado,... Al contrario, su experiencia
lo ha puesto en el eje del universo, ve en todo instante la realización de lo
eterno, y cada uno de sus movimientos coincide con la Voluntad del Poder
Creador. Es el Qutb, el Polo del Ser, para el que no hay una definición clara.
En el Qutb se reúnen
los frutos de su esfuerzo personal y la fuerza del Destino que lo ha guiado
hasta hacer de él un califa en medio de la creación. Su rango es el del
verdadero Ser Humano. Es el Hombre por antonomasia, el Rey de la Existencia. El
Profeta (s.a.s.) dijo: “Allah ha creado
al Hombre a Su Imagen”. Y este hadiz es de suma importancia.
Efectivamente, el Qutb tiene unas características extraordinarias, y, para
evitar confusiones, desde el principio hay que afirmar que no deja de ser una
criatura, un humano entre los humanos, pero es verdaderamente el califa, el ser
humano por excelencia. Por tanto, no se le identifica con una divinidad
encarnada, sus cualidades no son las de Allah, sino que se trata del
cumplimiento de lo que es posible al ser humano, la realización de todo lo que
hay en él en potencia. Es el hombre que descubre su propio secreto, la grandeza
de su misma razón de ser, en consonancia con lo que enseña el Corán. Cuando
Allah crea al hombre, dice a los ángeles: “He
puesto sobre la tierra al califa”.
El ser humano es califa: una criatura soberana, singular y única en cada
uno de sus individuos, a Imagen de la Singularidad y Soberanía del Uno-Único.
Pero sólo es verdaderamente califa el que retira los velos que ocultan y
disimulan esa condición, y se llama ‘ârif,
conocedor, a quien eleva a su
conciencia su propia realidad, y es Qutb,
Polo del Ser, quien ejerce esa función.
Retornando al comienzo, toda persona que ha seguido hasta su término el proceso que enseñan los maestros, acompañándose de rigor y sinceridad, ve operarse en sí mismos cambios que lo van haciendo inmenso. Para comprender esto, es esencial recordar la historia de Adán.
La historia de Adán
Allah creó toda la existencia y decidió coronarla con un ser que la resumiera y en el que el universo entero se reconociera a sí mismo en la conciencia. Esa criatura, hecha a partir de polvo proveniente de todas las partes de la tierra, mezclado con agua, forjado al fuego y en el que Allah sopló, fue Adán, el Padre de los Hombres, las síntesis de los elementos, y el título que Allah le dio fue el de califa (jalîfa).
Adán vivió en la perfección de su ser, en un Jardín de delicias, pero su misión era de la descubrirse hasta elevar a su propio saber el secreto de su condición, y Allah le hizo encontrarse a sí mismo bajándolo a la tierra para que emprendiera un camino de Retorno a su plenitud, para que ese esfuerzo despertara en sí esa conciencia con la que se asemejaría definitivamente a la Verdad de la que era Imagen, y para que su lucha le hiciera meritorio del rango. Le puso un enemigo -Shaytân, Iblîs- y puso dificultades en su camino -el Nafs y el Mundo-. Y Adán se alzó por encima de todo ello y reconquistó su Jardín, y es Rey en él.
Adán es nuestro padre. Es el padre común de todos los hombres, y es, por ello, Imam y Modelo. Fue portador de un anuncio, el primer profeta (nabí). Los musulmanes jamás aceptarían llamar padre a Allah. Es decir, nuestra esencia es la del ser humano, y no se trata de trascenderla aspirando a la divinidad, sino que se trata de descifrar el misterio y realizar su verdad, en una estricta sujeción al Creador.
El Qutb
La qutbía (o qutbânía, el rango del Qutb) es la corona de la proximidad y el signo de la llegada a Allah; es la meta de los singulares y sinceros tras haberse simplificado ante su Dueño... No abundan en la literatura sufí monografías sobre este grado, dice el Imâm al-Yîlânî: “¿Cómo podría nadie describir al Qutb?”. Por tanto, hay que recurrir a pasajes dispersos que se refieren, con frecuencia de modo enigmático, a esta figura cumbre en los procesos de purificación sufí.
Lo primero que podemos decir, intentando poner orden en esos complicados textos, es que el Qutb está por encima del resto del los iniciados (que son llamados caminantes hacia Allah, los sâirîn, o peregrinos, sâlikîn, o aspirantes, mûrîdîn, o mendigos de Allah, fuqarâ). El Qutb es el que tiene bajo sus riendas todas las moradas de la proximidad y la llegada, y en cada estación ha parado y tiene residencia propia, habiendo alcanzado el máximo en cada virtud y mérito, asentando su pie (qádam) en cada jalón del Camino. La noción de pie es importante: significa que el Qutb he hecho pie en todo lo que se le exige, y es maestro en cada uno de los instantes que deben seguir los aspirantes que quieran aprender de él. Al-Yîlânî dijo: “Es el portaestandarte del amor propio, el que ha atravesado el techo del Poder, el gobernador asentado en el sitio de honor de su tiempo, el que ha sido hecho cargo de designar y destituir a los que vienen tras él...”.
En segundo lugar, el Qutb
se ha asentado firmemente sobre la base de la Ley Revelada. Él es su garante.
Con esto se convierte en heredero (wâriz)
de Muhammad (s.a.s.). Esta función es la clave de su misterio. El Qutb
es la personificación en cada momento de la centralidad del Profeta en la
existencia y renueva su Mensaje y su Camino.
Hay una expresión que pretende definir al Qutb.
Se dice de él que es kâin bâin,
una criatura diferenciada. Quiere
decir que es un hombre como todos los demás y a la vez se distingue de ellos
por su profundidad. Cuando se le preguntó por él a ar-Râzi dijo en una ocasión:
“Es un hombre entre los hombres,
distinto de ellos”; y en otra ocasión dijo: “Ha
nacido como hombre, pero se ha diferenciado”. También se ha dicho que es
mortal en su cuerpo, pero eterno en sus acciones, en sus esencias y en su mundo
interior.
Poco más se puede decir del Qutb
sin entrar en un terreno resbaladizo. La verdadera cifra de su misterio es
guardada como un tesoro por los maestros, pues el lenguaje es insuficiente para
expresarlo sin inducir a errores. Además, en esto se sigue el ejemplo del
Profeta (s.a.s.), que se limitó a lo que puede entender el común de la gente,
sin dar palabras a lo que no las tiene. Por ello se impone la ocultación
(katm), que no consiste en impedir un conocimiento sino reservarlo a
su lugar conveniente, siendo en este caso el de la intimidad donde se trasmiten
las verdades esenciales de otro modo, de espíritu a espíritu. Dijo el Shayj
Sidi Ahmad al-‘Alawi: “Reservar
secretos, asegurar amarras, buena conducta,... en nuestra presencia”.
Por último, hay que hablar, aunque sea de pasada, del poderoso Yo (ana) del Qutb.
El Camino Sufí consiste en una lucha denodada contra el Nafs
(el ego), hasta su disipación. Esa
muerte del individuo separado de su Señor no significa su muerte en una nada etérea,
al contrario: renace de sus cenizas con una fuerte conciencia de sí mismo. Pero
su sí mismo es, a partir de entonces, la verdad (y no la quimera del ego). Por
eso, el Yo que proclama el Qutb
tiene un carácter tremendamente rotundo. No es lícito confundirlo que la
arrogante afirmación del ego. Al contrario, su contundencia es la de lo que es
hecho por Allah, y así al-Yîlânî podía decir: “Yo
soy del número de los hombres junto a los que no se tiene miedo a las
calamidades del tiempo ni se ve a su lado nada que angustie al corazón. Son
gentes que en toda gloria tienen un rango elevado, y a ellos están subordinados
los ejércitos del mundo”.
A pesar de toda esta grandeza de los Aqtâb
(plural de Qutb), por encima
de ellos aún hay un rango aún más elevado.
El Qutb al-Aqtâb
Se trata del Polo de los Polos.
Puede haber varios o muchos Aqtâb,
pero hay uno, y sólo uno, que está por encima de todos. Se trata del Qutb
al-Aqtâb, llamado también Gawz,
y, más técnicamente, al-Insân al-Kâmil,
el Hombre Perfecto. El Imâm al-Yîlânî, por ejemplo, se
calificaba a sí mismo como uno de los Aqtâb,
pero llegó un momento en que se vio en la más absoluta Soledad, y ahí
comprendió que su rango se alzaba sobre esa condición, ya en sí misma una
cumbre, pues la progresión en Allah jamás se detiene si el aspirante sigue su
Camino. En ese exceso absoluto, al-Yîlânî dijo de sí: “Yo soy el uno, el singular, el grande en sí. Yo soy el que me describe,
soy la Ciencia del Camino. Poseo la tierra de Allah, y es mía en oriente y en
occidente. Si quisiera aniquilaría a las criaturas con una sola mirada. Me han
dicho: Eres el Polo. Y yo he dicho: Contemplo y leo el Libro de Allah en toda
hora”.
El Polo de los Polos no ve en la existencia a otro que se le asemeje, y
por ello se le queda corto hasta el nombre de Qutb.
En esta intuición, al-Yîlânî dijo de sí: “Los
awliyâ, todos ellos, con firmeza me han dicho: Tú eras Polo entre las
criaturas. Y yo les he respondido: ¡Basta! Escuchad el texto de mi investidura.
El Qutb es mi servidor y mi esclavo”. Y también dijo: “Yo soy el Polo de los Polos de la existencia en su totalidad. Yo soy su
halcón, y a todos llamo mis esclavos”.
La expresión al-Insân al-Kâmil
puede traducirse por Hombre Perfecto u
Hombre Pleno, Completo. Normalmente,
se identifica al Qutb al-Aqtâb
(el Gawz) con el al-Insân
al-Kâmil, aunque se puede considerar que esta última es una idea aún más
abstracta. Se trata de la esencia del Polo de los Polos, donde reside la unidad
de los hombres. Ibn ‘Arabi, Ibn Sab‘în y al-Yîlî, y demás grandes
maestros, escribieron con profusión sobre esta enigmática noción
A) La realidad existencial (al-haqîqa
al-wuyûdía) del Hombre Perfecto. El al-Insân
al-Kâmil es el modo en que se
manifiesta el Poder de Allah (Mázhar
al-Qudra). En esencia, el Hombre Perfecto, es Poder, al ser el motivo y la
cumbre de la creación. Debemos entender esto en todas sus implicaciones: en su
secreto más profundo, el ser
humano es la razón de cada ser, de cada criatura, por lo que su eficacia es
absoluta. Y se alza al rango más elevado el que descubre este misterio de su
esencia, tal como dijo al-Yîlânî: “Mi
secreto fluye con el Secreto de Allah en Su creación. Acógete a mí si deseas
que yo te ame. Mi existencia viaja en la noche por el secreto del secreto de la
realidad. Mi grado se eleva por encima de todo rango”.
En
al-Yîlânî, como en todos los Polos de los Polos, no se trata de antropología
espiritual, sino de vivencia de sí mismo. Él no sostenía una teoría sobre el
hombre, pues ello no sirve de nada. Ni se identificó con una idea sobre el
hombre, que sería entonces una absurda pretensión. Su magisterio se basa en su
sinceridad. Nadie está autorizado a llamarse a sí mismo Hombre
Perfecto. Todo lo contrario, todos los humanos son imperfectos, y esa es la
convicción a partir de la cual se emprende el Camino. Sólo el que se deshace
de su ego en la Inmensidad retorna de esa muerte habiendo comprobado y saboreado su
misterio, y esto es lo único que lo avala. Las enseñanzas sufíes sobre el
Hombre Perfecto no son una doctrina para los musulmanes, no está orientada a su
aceptación, sino que es el diseño de una meta a la que aspirar. Y esto es de
suma importancia, y marca la diferencia entre quien sigue el Camino con rigor y
severidad, y el que lo sustituye con una reafirmación enfermiza de su propio
ego.
Volviendo al tema, esa identificación del wali-‘ârif-qutb con su condición humana de Mazhar al-Qudra, Manifestación
del Poder, los introduce en la acción creadora de Allah, y pasan a intervenir
y participar (Tasarruf)
en ella. El Tasarruf del Qutb,
su intervención y participación
en la acción creadora, lo rodea en la historia de la espiritualidad del Islam
de una aureola especial, siempre desconcertante. El Poder del Qutb es extraordinario, es más, el universo gira en torno a
él, cumpliendo sus designios, que son conformes a la Voluntad de Allah. Los Aqtâb
y los Awliyâ son los pilares de la tierra, la razón de toda
subsistencia: alejan las calamidades, hacen que llueva,... Pero el Qutb al-Aqtâb, la personificación del al-Insân
al-Kâmil, es el que posee un Tasarruf
pleno en todos los mundos, y su bismillâh
(Con el Nombre de Allah) tiene el rango del Kun (el ¡sé! creador de
Allah). En realidad, se trata de quien ha perdido su ego y, en su lugar, asume el yo
del universo ante Allah como reflejo de lo que Allah quiere.
Todas estas disquisiciones -muy frecuentes en los textos más íntimos y
en la poesía sufíes- en torno a la personalidad del Qutb
al-Aqtâb, por supuesto que han despertado sospechas y han resultado
escandalosas. Fácilmente se tienen por una divinización del hombre o la
expresión de un mito y una quimera. Sin embargo, comenzamos a descorrer el velo
que guarda este secreto confuso si tenemos en cuenta dos claves: jamás se
pretende identificar a la criatura con Allah, y, por otro lado, se trata de una
profundización radical en la función del hombre como califa, tal como dice el
Corán, y que los sufíes no limitan a sus habilidades humanas que le hacen
reinar en la tierra, sino a la razón
que está más allá de su materialización en esas habilidades.
En resumen, la realidad existencial
(al-haqîqa al-wuyûdía) es
la condición de Mazhar al-Qudra
que está en la raíz del ser humano, y que el Qutb
al-Aqtâb reconoce y asume pasando a ser la actualización del al-Insân
al-Kâmil, pasando a intervenir y participar conscientemente en la acción
creadora de Allah, sin asemejarse a Él, pues por siempre está en la
subordinación a la Verdad Una que configura su ser, más allá de sí.
B)
La realidad sapiencial (al-haqîqa
al-ma‘rifía) del Hombre Perfecto. Hemos visto en capítulos anteriores cómo
el Camino Sufí (at-Tarîq as-Sûfî) consiste en etapas,
en cada una de las cuales el peregrino se purifica, y esa purificación lo hace
esponjoso a saberes que antes le estaban vedados por la densidad de su carácter.
Al ir suavizando su carácter, al simplificarse y hacerse a sí mismo cada vez más
profundo, entronca con las esencias. Esos saberes que dimanan de la complicidad
con el secreto de las cosas constituye la materia de la Ma‘rifa,
el Saber propio de las gentes de espíritu. Esos saberes no dejan jamás
de aumentar y desbordarse, y el Qutb
los trasmite a sus discípulos de maneras diversas. Él se convierte en un desbordamiento
de sabiduría y luces, para sus discípulos... y su repercusión llega más
lejos aún. El Imam al-Yîlânî lo expresó diciendo: “No
hay sabio que sepa si no es con mi ciencia, y no hay peregrino que no siga mi
indicación y mi tradición”. Fue también la vivencia de Ibn al-Fârid,
quien dijo: “Todo sabio es sabio gracias
a mí, y nadie pronuncia otra cosa que no sea mi elogio”. Y la de al-Yîlî,
que dijo: “Cada sabio en la existencia
es una gota salida de mis mares”.
Esa
constante inmersión en la Ma‘rifa
determina otro de los rasgos del al-Insân
al-Kâmil: al igual que es Mazhar
al-Qudra, es también Mazhar
al-‘Ilm, la manifestación de la
Ciencia de Allah. De igual modo que su poder es Tasarruf,
intervención y participación en el acto creador, su sabiduría penetra hasta
los rincones más íntimos del ser, y nada hay que no sea advertido por la
ciencia del Polo de los Polos, nada hay escondido para él, nada escapa a su
conocimiento.
Como
hemos dicho en el caso de la característica anterior, todas estas reflexiones y
experiencias nos hablan de la universalidad que anida en el ser humano, el
secreto de su ser, y lo sitúan en el centro del universo. Quien se desapega de
sí mismo, y sigue el Camino de los Sufíes, lo hace en pos de esta poderosa
intuición. La fuerza de lo que lo ha arrancado de la desidia y la ignorancia lo
conduce a la cima de su propio secreto, donde resulta que todo es conjugado en
una Unidad-Reunificación que es su trono como él es el Trono de Allah. El Imam
al-Yîlânî, en uno de sus textos, dice que Allah le dijo: “Oh,
Supremo Gawz, en nada me muestro tanto como lo hago en el Ser Humano”.
Los
Afrâd
La
existencia entera está sometida al Qutb
al-Aqtâb, con una excepción: los Afrâd.
El Fard (literalmente significa singular;
en plural es Afrâd) está fuera de
la autoridad del Polo, en la definición que de ellos dieron los grandes
maestros como Ibn ‘Arabí. Su existencia -dicen los sufíes- demuestra que la
progresión en el Camino no tiene ningún final, y que quien diga “He llegado al límite extremo”, miente.
Efectivamente,
los sufíes utilizan con frecuencia términos derivados de la idea de “llegar
a Allah”: wusûl, wisâl, wasl,
ittisâl,...
Pero en realidad se refieren a grados de pureza y transparencia de espíritu,
y no indican una culminación definitiva. De igual modo, las “cumbres” a las
que se refieren (como el del Qutb
o el Qutb al-Aqtâb) son momentos de plenitud, y no son
instantes definitivos. O bien podemos interpretar esos términos como intentos
por poner orden en la exposición del Camino, pero en realidad no faltan las
excepciones. Y excepcionales son los Afrâd,
que no están sometidos a nadie y a ningún orden. Son los que han tenido su
propio Camino y dentro de él han alcanzado “cumbres propias”, situándose más
allá del mismo Qutb al-Aqtâb.
Incluso alguien que ha seguido la Senda, en realidad puede ser un Fard
en su espíritu. Y, así, hemos visto en citas anteriores cómo al-Yîlânî se
califica a la vez de Qutb, de Qutb al-Aqtâb y también de Fard (singular).
En
realidad, el Camino Sufí es infinito en sus posibilidades de manifestación.
Hay una línea general, que es la que hemos querido exponer a lo largo de estas
páginas, pero en sus márgenes hay experiencias impredecibles. Los Afrâd se sitúan en esos espacios no sometidos a ninguna regla,
pero que coinciden en el sentido del Camino.
Singular
(Fard) es el que posee una poderosa
personalidad en el seguimiento de la Vía y goza de un Favor especial que lo guía
hasta Allah. Son siempre, en cada época, muy pocos y no menos de tres, según
Ibn ‘Arabí. Aunque se da el caso de que pudiera tener un maestro, en realidad
el Fard prescinde de él. Son los
solitarios. Antes de morir, el Profeta (s.a.s.) anunció a ‘Umar y a ‘Ali
-que eras los Polos de su tiempo- que se encontrarían con un yemení, y que
cuando lo conocieran debían pedirle que intercediera por ellos ante Allah. Ese
hombre singular era Uwáis al-Qárani, que había llegado a las esencias del
Islam sin haber conocido a Muhammad (s.a.s.). Esa singularidad
da un valor y mérito especiales a los Afrâd.
Si el Polo de los Polos (el Hombre Perfecto) es más perfecto en
comparación con los perfectos (el resto de los polos y sabios), si los
Singulares alcanzan cumbres inaccesibles a otros, hay, no obstante, un rango aún
más pleno, que es el del Más Perfecto
en sentido absoluto (al-Ákmal). Es
el que corresponde en exclusiva al Profeta (s.a.s.). Muhammad (s.a.s.) es al-Ákmal
por encima de todas las criaturas. Es más, él es el sostén del Qutb
al-Aqtâb, su razón de ser, y es la inspiración que guía a los Afrâd.
Es decir, el Hombre es Perfecto (Kâmil),
pero el Profeta es el Más Perfecto (al-Ákmal), esencia de la esencia de lo humano, paradigma sobre el
que se ha construido todo, Modelo de toda existencia y secreto de todo ser.
Se trata del Rango de la Esencia Muhammadiana (al-Haqîqa al-Muhammadía) o Luz de Muhammad (Nûr Muhammad) -Nota: Algunos autores simplemente la identifican con el al-Insân al-Kâmil, pero los hay que la diferencian poniéndola en la raíz del Hombre Perfecto-. En cualquier caso, no es este el lugar apropiado para entrar en el tema de la esencia Muhammadiana, que está mucho más allá de lo que puede ser resumido en breves líneas. Bástenos lo que le dice el Imâm al-Yîlânî: “Oh, Muhammad, tú eres el sultán de la esencia, la pupila del ojo del ser. Las cabezas de los sabios se inclinan en el umbral ante la puerta que da acceso a conocerte. Las frentes de todas las criaturas se posan en el suelo cuando entran en el recinto de tu majestad”.