JUTBAS

     INDICE

Primera Parte

           al-hámdu lillâh...  

 

       Cuando conoces a Allah, es decir, cuando sabes que Él es tu Creador Absoluto que te ha sacado -a ti y a tus antepasados y al universo entero- de la Nada Absoluta, que te ha dado forma y además mantiene y alimenta tu existencia -y la de todos los seres- en cada instante, y sabes también que hacia Él te diriges con cada paso que das y que ante Él tendrás que rendir cuentas,... cuando sabes todo esto y eres consciente de que la vida es corta y pasa deprisa, entonces no te queda más remedio que esmerarte en todo lo que prepare para bien tu encuentro con Él en las inmensidades infinitas de al-Âjira tras la muerte.

Esa íntima preparación para el encuentro con Allah es a lo que llamamos ‘Ibâda, que consiste en prácticas espirituales de gran intensidad que te sitúan ante Allah, te doblegan ante Él, te hacen ‘sentirlo’, y te reconcilian con Él. Las ‘Ibâdas más efectivas -y todas los son- son el Salât, el Dzikr, el Du‘â y la  recitación del Corán al-Karîm, y son ‘Ibâdas a las que hemos dedicado las jutbas anteriores. Estas cuatro ‘Ibâdas -a las que hay que sumar el Tafákkur, la Reflexión, la Meditación- forman un conjunto perfecto para el que hay momentos aconsejados. A lo largo del día y de la noche hay horas especiales -los Awrâd (plural de la palabra Wird)- en los que el universo entero se recoge ante Allah. El Corán dice: “Recuerda el Nombre de tu Señor al amanecer y al atardecer y en la noche prostérnate ante Él y glorifícalo durante largas horas”. El musulmán aprovecha los Awrâd, los momentos privilegiados, para la realización del Salât, el Dzikr, el Du‘â y la Recitación del Corán. Debemos conocer esos momentos para absorber el bien que hay en ellos.

Durante el día hay seis momentos propicios, seis Awrâd. El primero de ellos, el primer Wird, va de la aparición de las primeras luces leves en el horizonte hasta la salida efectiva del sol. En el Corán, Allah ha jurado por esa noble hora diciendo: “¡Por el amanecer cuando toma aliento!”. El aspirante al encuentro feliz con su Señor debe despertar entonces y dedicar un tiempo al Recuerdo de su Dueño Verdadero. Al despertar debe decir: al-hámdu lillâhi l-ladzî ahyânâ ba‘da mâ amâtanâ wa iláihi n-nushûr, alabanzas a Allah que nos devuelve a la vida tras habernos dado muerte: hacia Él es la Resurrección... Al amanecer, debe decir: asbahnâ wa ásbaha l-múlku lillâh, hemos amanecido y ha amanecido el Reino de Allah... Y después hay que añadir: bísmil-lâhi l-ladzî lâ yadúrru ma‘a smihi shái-un fî l-árdi wa lâ fî s-samâi wa huwa s-samî‘u l-‘alîm, con el Nombre de Allah, con cuyo Nombre (es decir, ante cuyo Nombre) nada causa daño ni en la tierra ni en el cielo, y Él es quien oye y quien ve... repitiéndolo tres veces, y después: radîtu billâhi rábban wa bil-islâmi dînan wa bi-muhámmadin sallà llâhu ‘aláihi wa sállama nabíya, me complace Allah como Señor, el Islam como Vía y Muhammad (s.a.s.) como Profeta... Y al acabar las dos rak‘as de la sunna del faÿr, el aspirante al encuentro feliz con Allah debe decir antes de pronunciar cualquier otra palabra: lâ ilâha illâ llâha wáhdahu lâ sharîka lahu láhu l-mulku wa lahu l-hámdu yúhyî wa yumît wa huwa ‘alà kúlli shái-in qadîr, no hay más Verdad que Allah Único, sólo Él, sin asociado alguno; a Él pertenece el Reino y suya es la alabanza (que proclama la existencia entera); Él da la vida y la muerte y tiene poder en todas las cosas... diez veces. Después deberá pronunciar la fórmula a la que se llama Sáyid al-Istigfâr, que es la siguiente: allahumma anta rabbî lâ ilâha illâ anta jalaqtanî wa ana ‘ábduka wa ana ‘alà ‘áhdika wa wá‘dika mâ stata‘tu a‘ûdzu bika min shárri mâ sana‘tu wa abû-u laka bi-ní‘matika ‘aláia wa abû-u bi-dzánbi fágfir lî fa-ínnahu lâ yágfiru dz-dzunûba illâ ant, ¡Allah! Tú eres mi Señor, no hay más Verdad que Tú, me has creado y yo soy tu siervo, y te soy fiel en lo que puedo; me cobijo en ti contra el mal que he hecho y reconozco tu Favor en mí y reconozco mi torpeza. Perdóname: nadie puede perdonar salvo Tú... Y a continuación, el aspirante debe pronunciar estas palabras: asbahnâ ‘alà fítrati l-islâmi wa kálimati l-ijlâsi wa dîni nabíyinâ muhámmadin sallà llâhu ‘aláihi wa sállama wa míllati abîna ibrâhîma hanîfan músliman wa mâ kâna min al-mushrikîn, amanecemos en la Naturaleza Primordial del Islam, fieles a la Palabra de la Pureza (la Shahâda), sobre la Vía de nuestro Profeta Muhammad (s.a.s.) y en la Tradición de nuestro padre Abraham, que era unitario y musulmán, y no era del número de los idólatras... Y pedirá a su Señor diciendo: allâhumma áslih lî dîni l-ladzî huwa ‘ísmatu amri wa áslih lî dunyâia l-latî fîhâ ma‘îshati wa áslih lî âjirati l-latî fîhâ ma‘âdî wa ÿ‘al il-hayâta çiyâdatn lî fî kúlli jáir wa ÿ‘al il-máuta râhatan lî min kúlli sharr, ¡Allah! Haz recta mi Vía (mi Islam) en la que está la salvaguarda de mi ser, y haz recto mi mundo en el que está mi subsistencia, y haz que sea recta mi otra vida en la que está mi retorno. Haz que la vida para mí sea aumento de todo bien y haz que la muerte para mí sea descanso de todo mal... Y a esto debería añadir la invocación de Abû Dzarr: allâhumma anta rabbî lâ ilâha illâ anta ‘aláika tawakkaltu wa anta rábbu l-‘arshi l-‘azîm á‘lamu ánna llâha ‘alà kúlli shái-in qadîr wa ánna llâha qad ahâta bi-kúlli shái-in ‘ílma allâhumma innî a‘ûdzu bika min shárri nafsî wa min sharri kúlli dâbbatin anta âjidzun bi-nâsiatihâ ínna rabbî ‘alà sirâtin mustaqîm, ¡Allah! Tú eres mi Señor, no hay más Verdad que Tú, en ti deposito mi confianza, Tú eres el Señor del Trono Inmenso. Yo sé que Allah es Poderoso en todas las cosas y que la Ciencia de Allah abarca todas las cosas. ¡Allah! Me refugio en ti contra el mal de mi ego y contra el mal de toda bestia, a las cuales gobiernas: mi Señor está sobre una Senda Recta... Estas invocaciones son imprescindibles para el aspirante y merece la pena el esfuerzo por memorizarlas y recitarlas al despertar. Y tras la realización del Salât de la mañana es muy recomendable permanecer en el lugar en el que se ha cumplido (preferentemente en la mezquita), dedicado al Dzikr, el Recuerdo de Allah, el Du‘â, la Invocación, la Qirâa, la Recitación del Corán y el Tafákkur, la Reflexión.

El segundo momento propicio, el segundo Wird, va de la salida del sol al momento del duhà, unas tres horas después. El aspirante debe dedicar esas primeras horas de la mañana, además de para el cumplimento de la sunna del duhà, para el estudio o la realización de algún bien en provecho de los musulmanes.

El tercer momento, el tercer Wird, va del duhà al mediodía, que es el tiempo que debe dedicar cada cual a sus negocios, acompañándolos del Recuerdo de Allah, que impone honestidad y magnanimidad en las relaciones y en los intercambios.

El cuarto Wird, que es el más breve y noble, es el del mediodía. Cuando el aspirante escuche al muádzdzin convocando a los musulmanes para el Salat del Zuhr  debe repetir en voz baja sus palabras, y después realizar cuatro rak‘as como sunna anterior, hacer el Salât Zuhr y seguirlo de otras cuatro rak‘as como sunna posterior, todo esto como mínimo. Y durante todo el tiempo debe estar con el corazón abierto hacia Allah pues es un momento en que se abren las puertas del cielo.

El quinto Wird va del mediodía a la media tarde, que se debe dedicar al Dzikr, las Sunnas y la realización del bien, cualquiera que sea.

El sexto Wird comienza con la media tarde hasta que el sol se prepara para ponerse. Después del ‘Asr, que va precedido de cuatro rak‘as como sunna, ya no puede realizarse ningún Salât hasta el Magrib, por lo que se dedicará este tiempo al Recuerdo de Allah, siendo lo mejor la Recitación del Corán con Tadábbur, es decir, con concentración y comprensión.

Por último, el séptimo momento privilegiado, el séptimo Wird, corresponde a la puesta del sol, que es uno de los momentos más intensos del día y de gran Báraka y bendición, pues en el ocaso del día hay una sabiduría infinita atesorada para quienes son sutiles y tienen el corazón despierto. En esos instantes en que se pone el sol son muy recomendables el Tasbîh (subhânallâh) y el Istigfâr (astágfirullâh).

Con el Magrib acaban los Awrâd del día, debiendo aprovecharse este último momento para el Tafákkur, la Reflexión, puesto que el aspirante al encuentro feliz con Allah ha superado una etapa más en su viaje hacia Allah. Has de saber que la vida son días que acaban. Al-Hásan dijo: “¡Oh, hijo de Adán, eres unos días y cada vez que pasa uno ha pasado una parte de ti!”. Aprovecha la puesta del sol para meditar sobre ti y tu bien, y si en tu balanza no hay ganancias, laméntalo pues habrás perdido y tu ruina se acerca. Pero entonces aprovecha la noche y sus densos secretos para desear la riqueza de Allah y ponerte en marcha hacia su abundancia infinita, y para ello -si te es posible- comienza la noche con un acto de generosidad dando de lo que tienes a quien lo necesite. Al ponerse el sol, también dale a Allah las gracias por tu salud y la continuación de tu vida en una renovada oportunidad...

        

  Segunda Parte

 

         al-hámdu lillâh...  

 

         La noche permite un recogimiento total ante Allah. Con el cese del ajetreo diurno comienza la calma nocturna en cuyo seno el aspirante a un encuentro feliz con Allah tiene la oportunidad de un acercamiento aún mayor a su Dueño Verdadero. En la noche hay seis Awrâd, seis momentos privilegiados...

         El primer Wird es el que va de la puesta del sol, el Magrib, hasta el ‘Ishâ. Al ocultarse el sol, se debe realizar el Salât al-Magrib y seguirlo de una intensa práctica espiritual que junte todas las ‘Ibâdas que hemos mencionado a lo largo de esta jutba, pues el espacio de tiempo que va de la puesta del sol al ‘Ishâ es especialmente bendito. El versículo del Corán en el que se elogia a los que “apartan sus costados de sus lechos e invocan a su Señor con temor y esperanza y de sus riquezas gastan generosamente en los necesitados” parece ser que se refiere a los Compañeros del Profeta (s.a.s.) que dedicaban el tiempo que va del Magrib al ‘Ishâ a realizar Salât-s voluntarios, así como Dzikr y Du‘â. Es muy importante, acabado el Magrib,  levantarse para realizar sus sunnas, que deben ser al menos cuatro, y seguirlas de Dzikr y Du‘â. Hay un hadiz de Abû Huraira en el que Rasûlullâh (s.a.s.) dice que quien haga después del Magrib seis rak‘as sin decir nada malo entre ellas es como si hubiera cumplido la ‘Ibâda de doce años...

         El segundo Wird va del momento en que empieza el ‘Ishâ hasta que te acuestes. Después del Adzân esmérate en el cumplimiento de las sunnas que preceden al ‘Ishâ. Es especialmente aconsejable alargar las rak‘as de las sunnas y del ‘Ishâ, que Rasûlullâh (s.a.s.) aprovechaba para recitar al-Wâqi‘a y al-Mulk. Según varios hadices, Rasûlullâh (s.a.s.) sólo dormía tras haber recitado esos dos capítulos del Corán.

         El tercer Wird corresponde a la realización del Witr, es decir, la sunna impar con la que se tiene que sellar la noche. Debe realizarse después del ‘Ishâ si no se ha adquirido la costumbre de levantarse más tarde de madrugada para realizarlo. Quien pueda hacer esto último, es preferible. Al acabar el Witr es aconsejable decir tres veces: subhâna l-máliki l-quddûs, ¡Gloria al Rey Inefable!...

         El cuarto Wird es el sueño, y lo consideramos un Wird y un acto meritorio porque si se realiza debidamente es inmensamente beneficioso para el espíritu. Uno de los Compañeros de Muhammad (s.a.s.) dijo en cierta ocasión: “Espero de mi sueño tanto como de mi vigilia” refiriéndose al valor del descanso para dar fuerza y vuelos al espíritu. Entre los Âdâb o Cortesías que hacen del sueño una ‘Ibâda están los siguientes:

Dormir en estado de Tahâra, es decir, haber hecho antes las abluciones -si son precisas- para recuperar dicho estado de pureza, tal como dijo ‘Âisha (r.) según la cual cuando Rasûlullâh (s.a.s.) iba a dormir hacía el Wudû, las abluciones, como si fuera a hacer el Salât. Un sabio entre los Compañeros de Sidnâ Muhammad (s.a.s.) dijo que el espíritu se alza durante el sueño hasta el cielo y se le ordena llevar la frente al suelo ante el Trono del Poder Absoluto; si ese espíritu está en estado de pureza se prosterna ante el Trono, y si no lo está se le aleja y se prosterna en la distancia.

Otra Cortesía del sueño es el estar precedido por un acto de Táuba, de retorno sincero hacia Allah, pues quien es capaz de limpiar su cuerpo debe poder limpiar su corazón. Pudiera ser que la persona muriera mientras duerme y le conviene encontrarse con Allah con el rostro vuelto hacia Él y dejando atrás el mundo, que es lo que significa en realidad Táuba. Forma parte de la Táuba el que el musulmán elimine de su corazón todo rencor hacia otro musulmán, y no desear cometer ninguna injusticia contra nadie al día siguiente, y lamentar las que se haya cometido el día anterior. Todo ello purifica el corazón y lo hace agradable a Allah.

Otra Cortesía es la de no dormir sin tener escrito el testamento, tal como dijo Rasûlullâh (s.a.s.): “Un musulmán no debiera dormir dos noches seguidas sin haber redactado el testamento y tenerlo junto a él”. Esto debe ser  entendido correctamente: se aconseja tener escrito el testamento en señal de reconocimiento de que estamos en Manos de Allah y expuestos a la muerte impredecible, y por otro lado es bueno tenerlo todo en regla para evitar enfrentamientos entre los herederos como gesto hacia ellos; estos objetivos son lo que debe ser cumplidos.

Otra Cortesía del sueño es procurar que el lecho no sea excesivamente cómodo, para que la pereza no le impida despertarse en la madrugada para cumplir con el siguiente Wird. En cierta ocasión arreglaron un lecho cómodo para Sidnâ Muhammad (s.a.s.) y se negó a acostarse en él diciendo: “Mi Salât de la noche me prohibe aprovechar este lecho”.

También es Cortesía dormir con el rostro vuelto hacia la Qibla, echarse sobre el costado derecho y recitar las invocaciones prescritas para conciliar el sueño. Según un hadiz auténtico, cuando Rasûlullâh (s.a.s.) se metía en su lecho, juntaba sus manos y soplaba en ellas y recitaba sobre ellas las tres últimas suras del Corán y después se las pasaba por el cuerpo, y repetía la operación tres veces. Una vez recostado, es conveniente decir: bísmika rabbî wada‘tu ÿanbi wa bika árfa‘uhu, in amsakta nafsî fágfir lahâ wa in arsaltahâ fáhfazhâ bimâ táhfazu bihi ‘ibâdaka s-sâlihîn, con tu Nombre, Señor, deposito (sobre el lecho) mi costado y contigo lo levantaré (al despertar). Si (durante el sueño) me retiras la vida, perdónala; y si me la devuelves, protégemela con lo que cuidas de tus siervos rectos... No obstante, hay otras muchas fórmulas con las que sustituir la anterior o que le pueden ser añadidas. También es muy aconsejable recitar el Áyat al-Kursi. Todo esto nos introduce debidamente en el mundo de los sueños.

El quinto Wird, es decir, el quinto momento privilegiado de la noche, comienza habiendo pasado la primera mitad de la noche y acaba cuando queda de ella tan sólo una sexta parte. Este Wird es muy noble, y de él Rasûlullâh (s.a.s.) dijo que el mejor momento de la noche para el Salat está en su mitad “...pero pocos son los que se levantan para hacer el Salât en el seno de la noche”, y son pocos porque se trata de hacerlo con regularidad, no de vez en cuando. Se ha contado que el profeta David (a.s.) preguntó a Allah cuál era el mejor momento para recogerse ante Él, y Allah le respondió: “¡Oh, David! No te levantes ante Mí al principio de la noche ni al final sino en su mitad, retirándote a solas conmigo y Yo contigo. Alza entonces hasta Mí tus ruegos”. El recogimiento que se realiza en el seno de la oscuridad, de extraordinario poder, recibe el nombre de Taháÿÿud. Cuando te despiertes para el taháÿÿud di: allâhumma rabbanâ láka l-hámdu ánta qáyimu s-samâwâti wa l-árdi wa man fîhinna wa láka l-hámdu ánta l-háqqu wa wá‘duka l-haqqu wa liqâuka háqqun wa l-ÿánnatu háqqun wa n-nâru háqqun wa n-nabiyûna háqqun wa muhámmadun háqqun wa s-sâ‘atu háqqun allâhumma láka aslamtu wa bika âmantu wa ‘aláika tawakkaltu wa iláika anabtu wa bika jâsamtu wa iláika hâkamtu fágfir lî mâ qaddamtu wa mâ ajjartu wa mâ ásrartu wa mâ á‘lant, ¡Allah, nuestro Dueño! Para ti es la alabanza. Tú eres el Sustentador de los cielos y de la tierra, y lo que hay en ellos. Para ti es la alabanza. Tú eres la Verdad, tu promesa es la verdad, y el Encuentro contigo es verdad, el Jardín es verdad, el Fuego es verdad, los Profetas son verdad, Muhammad es verdad y la Hora (de la destrucción del mundo) es verdad. ¡Allah! A ti me rindo, a ti me abro de corazón, en ti confío, a ti regreso, en ti me querello y a ti me remito. Perdóname lo anterior a este momento y lo posterior a él, discúlpame mi secreto y mi manifestación... Y después se deben recitar los diez últimos versículos del capítulo de Âli ‘Imrân, y las invocaciones adecuadas al momento. Después debe realizar dos rak‘as breves que lo animen, y empezar entonces el Taháÿÿud con rak‘as pares que debe alargar todo lo que pueda para acabar con el Witr, el Salât impar que tiene que haberse pospuesto para el momento noble del final del Taháÿÿud. Rasùlullâh (s.a.s.) solía hacer así hasta trece rak‘as. El mínimo de rak‘as en el Taháÿÿud es el de siete.

El último Wird es el Sáhar, que corresponde a la sexta parte final de la noche. Allah elogia en el Corán a “los que se disculpan ante Allah en el Sáhar”. Según algunos hadices, los Malâika asisten a los Salâts que el ser humano realiza en la última sexta parte de la noche. Tras realizar el Salât del Sáhar, el aspirante a un encuentro feliz con Allah debe dedicarse al Istigfâr (pedir disculpas a Allah diciendo astágfirullâh), tal como hacían los Compañeros de Rasûlullâh (s.a.s.).

La noche tiene una especial importancia, y dedicaremos, in shâ Allah, toda una jutba a hablar con más detenimiento de cómo dar vida a la oscuridad iluminándola con el Recuerdo de Allah.

Estos son los Awrâd del día y de la noche que cada cual debe amoldar a sus circunstancias. Es muy importante tener siempre en cuenta nuestra capacidad y no ir más allá de ella, porque nada de lo dicho se lo debe imponer nadie a sí mismo como si fuera un castigo, una penitencia o un sacrificio, todo lo contrario, es para disfrutar de Allah y disfrutar del placer de estar con Él. Pido a Allah que nos ayude a cumplir al menos con el mínimo que nos haga ser considerados por Él como Gente de su Recuerdo...

 

du‘â ...

 

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