JUTBAS
Primera
Parte
al-hámdu
lillâh...
El viernes es un ‘día
inmenso’. Éste es el adjetivo con el que los sabios de todas las épocas del
islam han calificado la importancia del día que ha sido señalado por Allah
como tiempo para la celebración de una asamblea que reúna a los musulmanes
semanalmente. Es importante el día y es importante la reunión. Por razones que
se nos escapan, el mediodía del viernes es una hora especial en la que la
existencia entera es más sensible, más expresiva y más receptiva, y el musulmán
aprovecha la ocasión para coincidir con los secretos que se desatan en ese
momento especial. Y, además, ese instante poderoso reúne a los musulmanes...
En un hadiz, Rasûlullâh
(s.a.s.) dijo que Allah ha señalado el viernes como día de fiesta y reunión a
los judíos y a los cristianos, pero que a causa de sus discusiones y polémicas
los desvió a otros días (el sábado y el domingo), que no tienen la intensidad
espiritual del viernes, y retrasó la manifestación del viernes como día de
reunión y bendición para el momento del advenimiento del Islam...
Nosotros, hoy y aquí,
en Sevilla, restablecemos la tradición de nuestros antepasados, los musulmanes
andaluces que durante siglos se reunieron los viernes para cumplir en comunidad
lo que principalmente les identificaba como musulmanes: el Salât.
El Corán prohibe
dedicarse a toda otra cosa el mediodía del viernes, y nos dice: “Cuando se
convoque al Salât del día del viernes, acudid al Recuerdo de Allah y
abandonad vuestros negocios”. Muhammad (s.a.s.) dijo de quien dejaba de
asistir al ÿúmu‘a tres viernes consecutivos: “Ése ha despreciado al Islam
y le ha vuelto la espalda”. Y es porque el viernes es el día de reunión de
los musulmanes, el momento que aprovechan para reafirmarse como musulmanes, para
reafirmarse como comunidad,... La asistencia de cada musulmán al ÿúmu‘a es
imprescindible. A pesar de que en la actualidad los viernes lamentablemente
hayan perdido su fuerza y gran parte de su sentido, no debemos renunciar a
insistir en su simbolismo y esperar de Allah que devuelva al Islam el orgullo
que lo emancipe de las circunstancias que lo atan ahora. Es más, debe
aprovecharse especialmente el mediodía de los viernes para expresar ese deseo.
El ÿúmu‘a, la
reunión del viernes, es, por tanto, el establecimiento de un pilar sobre el que
descansa el Islam en su totalidad, y sólo lo desatiende el que desconoce el
verdadero alcance y las
implicaciones del Islam. En el ÿúmu‘a, es decir, en la reunión del viernes,
hay báraka, hay bendición, fecundidad, aumento, bondad, fiesta... por ello, el
ÿúmu‘a nos congrega, porque es vida y encuentro, es espiritualidad y
cotidianidad, y es bullicio en el que queda patente el dinamismo y la vitalidad
del Islam, y quedan patentes su igualitarismo, su gusto por que los musulmanes
se mezclen entre sí, su deseo de fomentar intercambios, su objetivo de aunar
voluntades. Todo esto lo pretende el Islam, es su objetivo, y forma parte
indisoluble de él. Por todo ello, la institución del viernes es fundamental, y
en el ÿúmu‘a se adivina fácilmente la intención de convertir el Islam en
un hecho vital, compartido, civilizador, y no en una experiencia vaga, solitaria
y egoísta.
Repasemos en un
momento las condiciones para la realización del ÿúmu‘a, que es obligatorio
para los varones no impedidos y es un derecho para las mujeres. La primera de
las condiciones es el momento: el ÿúmu‘a debe celebrarse el mediodía del
viernes. La segunda condición es el lugar: el ÿúmu‘a debe celebrarse en una
mezquita, en un lugar construido para el Recuerdo de Allah, pues ésta es la
intención esencial en la reunión, y todo debe subrayarlo. La tercera condición
es la cantidad de asistentes: cuantos más mejor; se han señalado diferentes números,
pero no hay un consenso sobre el tema. La cuarta condición es, en cada
localidad, que todos los musulmanes se reúnan en un mismo lugar a ser posible.
La quinta condición es la lectura de las dos jutbas o charlas, separadas
por un breve instante en el que el imâm se sienta; en cada jutba el imâm
debe glorificar a Allah, bendecir a Muhammad (s.a.s.), dar un consejo a los
musulmanes y recordarles algo importante sobre el Islam. La segunda jutba
debe acabar con un du‘â, es decir, con invocaciones en las que se pida a
Allah por el bien de los asistentes y de todos los musulmanes en general, pues
el momento previo al establecimiento del Salât del viernes es
especialmente propicio.
La manera más
correcta, según algunos autores, de celebrar el ÿúmu‘a es la siguiente: es
importante acudir a la mezquita temprano, aseado y perfumado, con vestimenta
limpia, y dedicarse al Salât y a la recitación silenciosa del Corán mientras
se espera que llegue el momento. Cuando el sol comienza a decaer, el imâm debe
sentarse en el almimbar y el muádzdzin debe comenzar el adzân: a partir de
entonces no se puede realizar más Salât (a excepción de quien entre entonces
en la mezquita y desee hacer un saludo al lugar), y ya tampoco la gente puede
hablar entre sí. Al finalizar el adzân, el imâm debe incorporarse y saludar a
los asistentes y ellos le devolverán el saludo. El imâm pronunciará entonces
las dos jutbas, sentándose brevemente entre ellas, y sostendrá con una
mano el bastón y apoyará la otra en el almimbar, evitando así mover las manos
o colocar una sobre la otra mientras pronuncia las jutbas. Las dos jutbas
tienen que ser breves (la segunda aún más breve que la primera) y claras,
citando el Corán y hadices a lo largo de ellas. Al finalizar, el imâm
pronunciará el du‘â y finalmente el muádzdzin recitará la iqâma. El imâm
dirigirá entonces las dos rak‘as del ÿúmu‘a, con recitación en voz alta.
Durante la lectura de las jutbas debe reinar el silencio y la atención.
Si alguien entra entonces no debe saludar, y si lo hace los asistentes no están
obligados a responderle (si lo hacen, tanto el que saluda como el que responde,
mejor es que lo hagan con señas). Estas son las condiciones mínimas para la
realización del ÿúmu‘a, que va precedido y seguido del encuentro de los
musulmanes, que deben aprovechar para saludarse e intercambiar impresiones,
recordando siempre que lo fundamental en el ÿúmu‘a es la ÿamâ‘a, la
Comunidad. Estar juntos es lo más importante.
Segunda Parte
al-hámdu
lillâh...
En esta segunda jutba
quiero enumerar, aunque sólo sea por encima, algunas de las cortesías que
deben tenerse en cuenta para el aprovechamiento del ÿúmu‘a. En primer lugar,
tenemos que saber que la mayoría de los musulmanes se preparan para el viernes
el jueves. Muchos ayunan el jueves y pasan la noche dedicados al Dzikr y a la
recitación del Corán, para amanecer preparados para recibir todas las
bendiciones que se derraman el viernes. En segundo lugar, efectúan las
abluciones y el lavado completo -el gusl- antes del amanecer, pues Muhammad (s.a.s.)
dijo: “Los hombres y mujeres que vayan a acudir al ÿúmu‘a, que se bañen
íntegramente antes de hacerlo”. A modo de anécdota se cuenta que en los
comienzos del Islam, en Medina, una forma de insultar a alguien era decirle que
era peor que quien no se lavaba los viernes. En tercer lugar, después de bañarse
totalmente, es aconsejado el adorno, que consiste en tres cosas a las que hay
que atender: la ropa; la limpieza de dientes, cabellos y uñas; y el perfume. En
cuarto lugar, se insiste mucho en que se acuda temprano a la mezquita, y para
subrayarlo se habla incluso de la nobleza especial de las primeras filas del Salât,
para que la gente se anime a adelantarse a los demás para ocupar esos primeros
lugares, y además, de este modo se evitan aglomeraciones y desórdenes... En
quinto lugar, todas las cortesías con la gente dentro de la mezquita son pocas;
debe procurarse no molestar a nadie. En cierta ocasión, Rasûlullâh (s.a.s.)
reprochó a alguien no haber asistido a la mezquita para la celebración del
viernes y esa persona respondió diciendo que sí había asistido. Muhammad (s.a.s.)
le dijo entonces: “Te he visto apartando a la gente para pasar por en
medio”, es decir, que con esa falta de educación había perdido todo el mérito
y es como si no hubiera asistido al ÿúmu‘a. En sexto lugar, cada cual debe
sentarse donde prevea que no va a molestar a nadie, cerca de un pilar o una
pared, para no entorpecer el paso. En séptimo lugar, adoptar siempre una
postura respetuosa, no extendiendo las piernas ni tumbándose en el suelo, al
contrario, estar siempre de manera que facilite la atención en la importancia
del ÿúmu‘a. En octavo lugar, guardar silencio y mantener el respeto. Por último,
una vez acabado el Salât no salir precipitadamente de la mezquita, sino más
bien aguardar a que los demás lo hagan, o mejor aún, seguir en la mezquita
hasta después del ‘asr.
du‘â
...