JUTBAS
Primera
Parte
El Islam es un viaje hacia Allah, y, por ello, viajar, en todos los sentidos, es
una idea que encuentra un sitio reconocido dentro de las enseñanzas del Islam.
Se nos dice que existen dos clases de viaje: uno se realiza con el cuerpo yendo
de un lugar a otro, y el segundo viaje es con el corazón elevándolo hasta las
regiones más nobles del mundo del espíritu.
Todo lo parado se
pudre en sí mismo. El movimiento es posibilidad de alcanzar plenitud. A quien
se detiene en la infancia se le llama bobo, o retrasado, porque no alcanza la
madurez. Quien se detiene en lo que le enseñan sus padres y sus maestros y no
progresa por sí mismo, no consigue lo que su propia inteligencia y experiencia
le permiten. Son ejemplos de detenciones que empobrecen al ser humano. El Islam
es para beduinos del espíritu, para personas inquietas siempre en busca de algo
mejor, de algo más profundo. Todos estos son viajes interiores, que se
complementan con los viajes físicos. Es necesario separarse de los padres para
alcanzar la madurez, es necesario viajar para aprender cosas nuevas que nos
abran la mente. Es necesario viajar para enriquecernos, incluso materialmente.
Hay que salir de la inmadurez, la estrechez, la ignorancia y la pobreza. Son
viajes lícitos y aconsejados en el Islam.
El viaje con el corazón
es indispensable. Se trata del que se realiza abandonando la ignorancia, la
ingratitud, la avaricia, la mentira, la codicia, el odio, la frustración,...
para instalarse en los espacios amplios del saber, la generosidad, la verdad, la
satisfacción, la confraternidad. Con ello nos elevamos por encima de la miseria
de espíritu y la cerrazón del ego. Entramos así en una ciencia que es la del
cambio interior. Este viaje tiene un carácter obligatorio para todo musulmán y
musulmana.
En cuanto a los
viajes físicos, hay recomendaciones que el viajero debe tener en cuenta. Como
todos los actos del ser humano, tiene sus ventajas y sus desventajas, y hay que
medirlas con sensatez propia de sabios. Se nos dice primero que todo viaje es, o
una huida, o una búsqueda. Se viaja huyendo de una amenaza, de un peligro, de
la opresión, de la escasez, las enfermedades, de las persecuciones,... Quien
abandone su país por alguna de estas razones debe meditar previamente con
atención y saber si tiene derecho o no a esa huída. La huída puede ser legítima
o ilegítima, como cuando no es más que por cobardía o pereza. Cada cual debe
saber cuáles son sus fuerzas, sus recursos, sus límites, sus aspiraciones, y
en función de ello planear lo más justo y mejor para él y para los suyos.
Los viajes que tienen
como razón una búsqueda son aquellos que se emprenden para estudiar, para
reflexionar, para mejorar como personas, para alcanzar un mayor prestigio,...
Todo el saber que tenemos los musulmanes en la actualidad fue el resultado de
los viajes de nuestros antepasados. Desde los comienzos del Islam, viajar para
aprender fue una constante.
Y también se viajaba
para mejorar como personas. En árabe, viaje se dice sáfar, que
significa literalmente descubrir, desvelar, y es porque en los
viajes uno se descubre a sí mismo. Y éste, para el atento, es el mayor
provecho que se puede sacar de un viaje. Más que lo que se ve y se aprende a lo
largo de un viaje, está lo que de ti te muestra tu movimiento. Pero la mayoría
de la gente no está atenta a esto. Sin embargo, en los principios del Islam se
emprendían viajes con este único propósito. La dureza de los viajes, la
ausencia de lo acostumbrado, la tensión con los compañeros, en todo ello hay
lecciones valiosísimas que se consideraban inestimables. Se decía que el ego
casi no se manifiesta en la patria, o lo hace de manera velada, y por ello se
provocaba sus reacciones con los viajes, y así el egoísmo queda avergonzado.
Es reconociendo nuestros defectos como podemos sustituirlos por virtudes, pero
la mayoría de nuestros defectos nos pasan desapercibidos a menos que los
forcemos a manifestarse.
El Corán insiste en
que se realicen viajes para admirar a Allah. Recorrer llanuras, ascender a
montes, atravesar desiertos, internarse en bosques, cruzar océanos, todo ello
es, a la vez, surcar los espacios de Allah. Ello nos hace contempladores de su
Poder, su Saber, su Belleza, su Fuerza,... Todo ello aumenta nuestro
conocimiento y saboreo de Allah. No hay nada que no sea signo de Allah, y
quienes saben leer descubren a su Señor en cada átomo. Y es necesario viajar
porque rompe con la rutina, y al romper con nuestras rutinas estamos más
abiertos para paladear a Allah. Así es como viajan los musulmanes, conociéndose
a sí mismos y disfrutando de Allah, en un constante aprendizaje que los alza,
siendo un poderoso apoyo para ese otro viaje interior que están obligados a
realizar.
También en el Islam
se fomentaron los viajes comerciales que ponen en relación culturas distintas y
proponen intercambios siempre fecundos. Viajar para enriquecerse es noble porque
cumple muchas funciones. Cuando lo que te es de utilidad sirve para más cosas y
beneficia a los demás se convierte en algo meritorio dentro del Islam, es una
virtud digna de elogio.
Viajar para aprender,
para disfrutar, para enriquecerse, todo ello es aconsejado en el Islam. Lo que
está mal visto es el vagabundeo, que no debe confundirse con nada de lo
anterior. Ir sin más de un sitio a otro, sin aprender nada, sin aprovechar
nada, sin servir en nada a los demás, viviendo de la caridad, molestando, esto
es lo que en Islam no es juicioso.
Cuando se cumplen
todas las condiciones anteriores y se tienen en cuenta las advertencias, se hace
del viaje un acto en el sendero de Allah, y es porque encerrarse en uno mismo,
en las rutinas, en la escasez, es contrario al espíritu del Islam. Y de ahí
que los viajes ocupen entre las enseñanzas del Islam un puesto importante, y
sean citados en el Corán como fuentes de conocimiento y de satisfacción.
al-hámdu
lillâh...
El
Islam es una inquietud. El musulmán se sabe vivo porque en él palpita un deseo
que lo pone en movimiento. Ese movimiento se puede manifestar de muchas y muy
variadas maneras. La necesidad de viajar es una de ellas. Cada cual debe
descubrir la suya y activarla para vivir en ese desafío sin miedos, ¿cómo
tener miedo a lo que nos hace sentirnos vivos?
Lo malo es el
aburrimiento, la desidia, la autocomplacencia, la autocompasión. Son sinónimos
de muerte. Por ello, el Islam no deja de describirnos movimientos, nos insta a
ponernos en acción, a emprender un viaje cuya meta es un Jardín infinito. A
esa invitación responden los que tienen corazones vivos, los que no temen dejar
atrás sus rutinas, sus apegos, sus certezas, y afrontan los horizontes
despejados de Allah.
Ser musulmán es
intuir la inmensidad. ¿Intuir la inmensidad y seguir encerrados entre cuatro
tonterías? El Islam dibuja ante nosotros la Grandeza de Allah para retarnos,
invitándonos a penetrar en esa eternidad absoluta. Por ello es necesario
viajar, y dejar atrás lo que nos ciega, lo que nos enferma, lo que nos hace
ignorantes, pobres, sufridores. Quejarse no es viajar. Y el más grande de los
viajes es el que se hace con el corazón. Ése es el viaje obligatorio para todo
musulmán y musulmana.
du‘â ...