JUTBAS

     INDICE

 

Primera Parte

           al-hámdu lillâh...

                Ya lo hemos visto en las jutbas de las semanas anteriores, el Islam valora extraordinariamente el saber. El Corán no solo elogia el conocimiento, también lo menciona como condición para la validez de los actos de una persona. No es la fe lo que es meritorio en el Islam, sino el saber. El saber debe ir acompañado de Îmân, que es sensibilidad espiritual, y no fe, que es aceptación ciega de doctrinas imposibles y de rompecabezas inútiles.

        Sigamos: en el Islam lo valioso es el 'Ilm, la ciencia, el conocimiento, el saber. Al 'Ilm hay que sumarle el Îmân, que es esponjosidad del corazón, y con el Îmân el ser humano es capaz de penetrar en el universo de lo trascendente. Pues bien, al 'Ilm y al Îmân hay que añadirles el 'Ámal, la acción. El musálman debe ser sabio, poseer la capacidad para sentir y además, debe actuar. Esto es lo que lo completa y hace de él un musulmán perfecto.

        Volvamos al principio. El saber es la puerta de entrada en el Islam. El musulmán debe dar cada uno de sus pasos con conocimiento de causa, con perfecta conciencia de lo que hace. Para actuar como musulmán, una persona debe conocer el Fiqh, la forma de hacer las cosas según la Revelación, es decir, según el Corán y la Sunna. Y así con todo, y la ciencia, el saber, el conocimiento, son la sensatez con lo que el musulmán camina como musulmán.

        ¿Qué es lo primero que debe saber una persona? A esta pregunta fundamental responde el Corán mismo, que nos dice: fa'lam ánnahu lâ ilâha illâ llâh, es decir, has de saber que lâ ilâha illâ llâh, es decir, has de saber que no hay más Verdad que Allah. Lo primero que debe saber el mukàllaf -toda persona mayor de edad y con uso de razón- es que Allah, su Creador, es lo único verdadero, que sólo Él es eficaz, que sólo de Él dependen las cosas, que todo está sujeto a Él ... Esta sencilla frase: lâ ilâha illâ llâh, no hay más verdad que Allah, es la clave de todo. Por ello, el Corán es rotundo, y dice: fa'lam ánnahu là ilâha illâ llâh, has de saber, tienes que saber, entérate bien de que lâ ilâha illâ llâh, de que no hay más Verdad que Allah. El Corán nos ordena saberlo, es decir, entenderlo bien, tener absoluta certeza, hasta que lâ ilâha illâ llâh se convierta en la base de nuestra existencia y en el fundamento de nuestras acciones, y entonces todas las mentiras se disipan, como todos los dioses, y estamos ante lo único relevante, ante Allah Uno-Único, nuestro creador, nuestro verdadero Señor en cada instante, nuestro Destino. Quien "sabe" que es lâ ilâha illâ llâh, no adora ídolos, no se somete a las circunstancias, no se deja condicionar por la "realidad". Quien sabe que lâ ilâha illâ llâh, quien lo "sabe" de verdad, es auténticamente libre, es radicalmente libre.

        Un ejemplo: lâ ilâha illâ llâ es lo que gritan nuestros hermanos palestinos cuando lanzar piedras contra los ejércitos sionistas. Este ejemplo es definitivo. Si meditamos en él sabremos lo que significa lâ ilâha illâ llâh, y cuando sepamos lo que significa, tendremos que empezar a comprobar si es cierto. Tendríamos que pensar qué importancia, qué eficacia, qué relevancia, tiene nuestro mundo, nuestros dioses, nuestros fantasmas, nuestros miedos, nuestras preocupaciones, nuestras desgracias. Cuando nos demos cuenta de que todo ello, en el fondo, es circunstancial y transitorio, que carece de esencia en sí, que no tiene en realidad más importancia que la que le damos, entonces comenzaremos a conocer a Allah, a lo Verdadero, a lo que hace ser a las cosas, al Creador de los cielos y de la tierra, la Realidad que nos mueve, y veremos en Él lo único importante, lo único efcaz, lo único verdadero, lo único relevante. Habremos comprobado que lâ ilâha illâ llâh, que no hay más verdad que la Verdad, que Allah, Señor de los mundos. Y cuando esta comprobación se convierta en evidencia, entonces es cuando en realidad comenzamos a ser musulmanes, empezamos entonces a ser gente de lâ ilâha illâ llâh. A partir de entonces empezaremos a vivir con intensidad, sin miedo a los dioses falsos y sus ejércitos, empezaremos, in shâ Allah, a vivir con el valor y la profundidad de nuestros hermanos de Palestina, de Chechenía, de Cachemira, de un gran número de lugares donde hay gentes que no son esclavos de ídolos, que no se rinden ante las apariencias, que no se dejan convencer ni guiar por fantasmas, que no le tienen miedo a lo que tiene miedo el común de los hombres. Son gentes que saben que lâ ilâha illâ llâh ...

           

  Segunda Parte

         al-hámdu lillâh...

                  Lâ ilâha illâ llâh es la base del Islam, su fundamento. Es la base de una espiritualidad configuradora de un mundo: el Islam. Lâ ilâha illâ llâh es para gentes que prescinden de parafernalias y de sucedáneos, y afrontan la vida y el destino con el poder que hay en las palabras lâ ilâha illâ llâh, palabras anti-idolátricas, liberadoras, reveladoras, que destruyen dioses y construyen una nueva civilización para gentes que no necesitan jerarquías, ni instituciones, ni redentores, ni sacerdotes, ni sacramentos, ni nada que se interponga entre ellos y lo infinito.

        Y junto a lâ ilâha illâ llâh está la segunda clave del Islam: Muhammadun Rasulullâh, Muhammad (s.a.s.) es el Mensajero de Allah. Hablamos de nuestro maestro, de Muhammad (s.a.s.), del que hizo de las gentes de lâ ilâha illâ llâh una Nación, una Umma. De él aprendemos el camino en el que realizar plenamente lo que significa lâ ilâha illâ llâh. Gracias a él, gracias a su ejemplo, a su Sunna, la frase lâ ilâha illâ llâh deja de ser pura teoría para convertirse en herramienta, en 'Ámal, en acción. Sin Muhammad (s.a.s.) las gentes de lâ ilâha illâ llâh estarían nadando en el vacío de las elucubraciones pseudo-metafísicas, siempre absurdas e inútiles. Gracias a Muhammad (s.a.s.), el Tawhid, es decir, la Unidad y Unicidad de Allah, se convierten en vida, en transformación, en mejoría ... Él (s.a.s.) es el que ha convertido a los muwahhidîn, los unitarios, en mu^yahidîn, en guerreros, en hacedores...

        Por ello, los musulmanes debemos conocer a Muhammad (s.a.s.). Lo conocemos y somos de los suyos, y formamos parte de su nación y él (s.a.s.) es nuestra bandera y nuestra consigna. Él (s.a.s.) es el maestro al que debemos lo que sabemos, y la ciencia de nuestra acción, nuestro Fiqh, es el estudio y la aplicación de su Sîra, de su ejemplo.

        Las dos frases: lâ ilâha illâ llâh, Muhammad Rasulullâh, son la Shahâda, lo que los musulmanes proclamamos, y son la base de nuestra 'Aqîda, de nuestra percepción de la realidad...   

 

du‘â ...  

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