EL NACIMIENTO DEL PENSAMIENTO MUSULMÁN

 

 

          La primera gran crisis que debió afrontar el Islam en sus comienzos fue la  motivada por los problemas que planteaba el carácter que debía tener el califato. A ello hay que sumar la rápida difusión del Islam entre pueblos no árabes que aportaban sus experiencias e ideas. Y el Islam tuvo necesidad de una elaboración intelectual que le diera fuerza.

 

 

         A- El problema del califato

 

         Este problema fue muy espinoso y dio nacimiento a tres posicionamientos que no se limitaron al terreno político sino que se extendieron a consideraciones de orden espiritual y moral, constituyéndose los primeros ‘grupos’ (fíraq, plural de firqa, grupo con una opinión propia y distinta)

 

         El primer posicionamiento fue el de los jâriÿíes (jawâriÿ) que propusieron el principio de la libre elección del califa, independientemente de su tribu y de sus lazos de parentesco con el Profeta. Una vez elegido un califa, éste sólo podía ser destituido cuando no observara fielmente la Ley Revelada. Rechazaron enérgicamente el arbitraje entre ‘Ali -elegido legalmente califa por la asamblea- y Mu‘âwiya, considerando que con ello se cuestionaba una elección de los musulmanes y se faltaba a la Ley.

 

         Se trata de una concepción puramente democrática, pues la autoridad es concedida por el pueblo al jefe (imâm). Según los jâriÿíes, Abû Bakr y ‘Umar fueron califas legítimos. El califato de ‘Uzmân también lo fue en sus inicios, ya que fue elegido democráticamente, pero cuando empezó a deponer a los gobernadores de las provincias para sustituirlos por parientes incapaces salió fuera de lo legal y había que destituirlo. ‘Ali también era el imâm legítimo de los musulmanes pero cuando se desencadenó el conflicto con Mu‘âwiya (pariente de ‘Uzmân puesto a la cabeza de Damasco, que acusó a ‘Ali de la muerte de ‘Uzmân) y el califa aceptó un arbitraje para evitar la guerra, con ello traicionaba la decisión de la asamblea. Tras condenar a ‘Ali, los jâriÿíes eligieron un nuevo jefe, ‘Abd Allah ibn Wahb ar-Râsibi. Los jâriÿíes no tardaron en trasladar sus opiniones políticas a consideraciones de orden espiritual y moral, y el grupo se subdividió en una veintena de fracciones diferentes.

 

         El segundo posicionamiento fue el de los shi‘íes (shî‘a), o partidarios de ‘Ali. Muhammad (s.a.s.) había sido elegido por Allah y no por los musulmanes, y pertenece a sus herederos legítimos estar a la cabeza de la comunidad. Había dos herederos legítimos: al-‘Abbâs, tío del Profeta, y ‘Ali, sobrino y yerno de Muhammad (s.a.s.), y cada uno de ellos tenía sus partidarios, siendo los de ‘Ali los más numerosos y representativos. Los shi‘íes condenaron las pretensiones de Mu‘âwiya y lo consideraron un usurpador, tachándolo de traidor al Islam.

 

         Los jariÿíes y los shi‘íes eran enemigos de Mu‘âwiya y su partido (los omeyas), y entre ellos se excluían del Islam (takfîr: considerar que alguien es un kâfir, un no-musulmán). Surgió entonces un tercer posicionamiento, los murÿíes (murÿía), que consideraban que tanto los jâriÿíes, los shi‘íes como los omeyas eran musulmanes. Determinar quién de ellos está en el error corresponde únicamente a Allah. Según los murÿíes, todos esos grupos aceptan el Islam, se abren de corazón a Allah y al Profeta, y no pueden ser considerados idólatras ni traidores. El juicio sobre la sinceridad y acierto de cada cual hay que ‘remitirlo (iryâ) a Allah’ y suspender el juicio.

 

         Los primeros murÿíes eran musulmanes que no querían tomar parte en las luchas que dividían a la Nación desde el fin del califato de ‘Uzmân, pero no tardaron en organizarse como grupo para responder a los jâriÿíes y los shi‘íes. Fueron considerados como un grupo aislado o separado que prefería mantenerse al margen de las disputas sin pronunciarse sobre tal o cual califa o sobre tal o cual musulmán.

 

         Los murÿíes se basaban en que cualquiera que aceptara a Allah y a su profeta debía ser considerado musulmán. El Îmân, la apertura del corazón, entendido por ellos como mera convicción interior, es suficiente. Con esto respondían a los jâriÿíes, para los que la observancia estricta de la Ley era parte inseparable del Îmân. También respondían con ello a los shi‘íes, para los que la obediencia al jefe legítimo (imâm) forma parte integrante del Îmân.

 

 

         B- El principio de la situación intermedia

 

         Pero al principio, las tendencias que iban elaborando un pensamiento islámico son las que señalamos al principio: jâriÿíes, shi‘íes y murÿíes. Cada uno de estos grupos (y sus subdivisiones) formaron auténticas escuelas en las que el maestro y sus discípulos buscaban argumentos para dar solidez a sus tesis. Con frecuencia, las discusiones tenían lugar dentro de alguna mezquita, al pie de una columna. El maestro comentaba a sus discípulos ya sea versículos del Corán ya sea alguna cuestión de derecho, y todos intercambiaban libremente sus opiniones.

 

         Un eminente maestro, al-Hásan al-Basrî, presidía una de esas reuniones al pie de una columna en la mezquita de Basra (Basora, Iraq). Un día se le hizo la siguiente pregunta: “Tú eres un hombre versado en las ciencias del Islam y sabes que en nuestros días algunos tratan de no-musulmanes a los que han cometido una falta grave sosteniendo que contravenir la Ley excluye del Islam. Los jâriÿíes son los que sostienen esa opinión. Por otro lado, los murÿíes dicen que la falta, por grave que sea, no excluye de la comunidad de los musulmanes, pues los actos exteriores no forman parte de la convicción interior. ¿Qué piensas de todo ello”.

 

         Al-Hásan al-Basrî se detuvo a reflexionar, y su silencio fue aprovechado por uno de los discípulos habituales del maestro,  un tal Wâsil ibn ‘Atâ , para decir: “Yo afirmo que el que comete una falta grave no es absolutamente mûmin (musulmán) ni absolutamente kâfir (no-musulmán). Sostengo que se encuentra en una situación intermedia (mánçila báina mançilatáin)”. Dicho esto, Wâsil se retiró al pie de otra columna de la mezquita seguido por algunos otros. Al-Hásan habría dicho entonces: “Wâsil se ha separado de nosotros (i‘taçala-nâ)”, y de esta expresión derivaría el nombre de un nuevo grupo (los mu‘taçilíes, los separados), origen de una verdadera escuela con un desarrollo extraordinario. Los mu‘taçilíes se esforzaron desde el principio en edificar un sistema en el que el uso de la razón ocupará un puesto destacado.

 

 

         C- El problema del Destino y el Libre Albedrío

 

         Otro tema, no menos importante que el del califato y la naturaleza del Îmân, fue ampliamente debatido entre los musulmanes cuando empezó a remitir la urgencia de las luchas políticas, y fue el gran problema del destino (determinismo) y del libre albedrío. La cuestión era muy viva ya antes en las regiones que ahora iban islamizándose, teniendo un puesto destacado en las discusiones propias de la filosofía griega, la cristina o la maniquea, y el Islam también debía aportar su opinión.

         En efecto, si cristianos, judíos y persas iban haciéndose musulmanes, tenían que guardar recuerdo de los temas que antes les preocupaban, y entre ellos estaban los relacionados con el Destino y la Libertad. Se sabe que los cristianos islamizados estarían entre los primeros en defender las tesis de la libertad del hombre frente al Destino en el Islam. También en torno a al-Hásan al-Basrî, figura de extraordinaria importancia, iría fraguándose el intento por asumir en el Islam la doctrina del libre albedrío, tan contraria al espíritu del Corán. Ma‘bad al-Yuhni y Gailân ad-Dimashqî, discípulos de un cristiano convertido al Islam en Iraq, fueron los primeros en enunciar la doctrina del libre albedrío en el Islam. Ma‘bad al-Yuhani frecuentaba la mezquita de al-Hásan al-Basri y pronto consiguió algunos adeptos.

         Los defensores del libre albedrío fueron llamados qadaríes. Los qadaríes ganaron partidarios en Iraq (sobretodo en Basora), y también en Siria (en Damasco). Wâsil ibn ‘Atâ, el primer mu‘taçilí, si bien no pertenecía a los grupos qadaríes, que fueron diluyéndose, será continuador de la labor de Ma‘bad, y dentro de su propia escuela introdujo el principio del qadarismo, lo que garantizó a esta tendencia un lugar destacado en las discusiones que tuvieron lugar entre los primeros pensadores musulmanes.

         Los mu‘taçilíes defendieron las tesis qadaríes frente a un grupo opuesto, el de los ÿabríes (deterministas, fatalistas), cuyo principal representante fue un tal al-Yahm ibn Safwân (por ello, a los ÿabríes se les llamaba también ÿahmía). Sostenían que el hombre no es en absoluto libre, que todos sus actos están regidos por Allah, y el ser humano no es más que un autómata. Tanto los qadaríes (y sus continuadores mu‘taçilíes) como los ÿabríes, justificaban sus tesis contrarias apoyándose en versículos del Corán.

 

 

         D- Los Atributos de Allah

 

         Los ÿahmíes (o ÿabríes) no sólo negaban el libre albedrío, también negaban que Allah tuviera Cualidades distintas de su propia Esencia. Wâsil, el fundador del mu‘taçilismo, si bien era qádari negando el destino y afirmando el libre albedrío, sobre la cuestión de los Atributos de Allah se manifestó partidario de la tesis de los ÿahmíes: él (y su escuela) también negó que Allah tuviera Cualidades positivas independientes de su propia Esencia.

 

         Con la negación de las Cualidades se pretendía que nada enturbiara la perfecta Unidad de Allah. Para los ÿahmíes y los mu‘taçilíes, hablar de Atributos en Allah es posibilitar la idolatría y el politeísmo. Allah es Uno y Homogéneo, y en Él no hay más que Él, por lo que preferían despersonalizarlo al máximo, entendiendo esto como algo esencial en el Islam. Los Nombres de Allah, las Cualidades con las que el Corán lo describe (Misericordioso, Poderoso, etc.) son, según los ÿahmíes y los mu‘taçilíes, meras concesiones al entendimiento humano pero carentes de realidad en sí.

 

         (Cuando más tarde se fueron superando los conflictos y se iban calmando los ánimos, los musulmanes tendieron hacia posiciones intermedias y más equilibradas, constituyéndose un cuarto grupo destinado a ser mayoritario, los Ahl as-Sunna wa l-Yamâ‘a, las Gentes de la Tradición Profética y la Comunidad, o simplemente sunníes, que, ateniéndose a las enseñanzas originales del Islam, buscan profundizar en el conocimiento que se deriva de las fuentes más auténticas, evitando los extremismos disgregadores y las opiniones personales en aras de un consenso comunitario. La inmensa mayoría de los musulmanes son sunníes).