PALESTINA

La apuesta de Arafat

 

 

    Arafat apuesta por una ecuación muy simple: que las iras norteamericanas contra él se verán eventualmente superadas por la turbación que sentirán los norteamericanos por Sharon; y que la "guerra contra el terrorismo" en Afganistán se verá perjudicada por la "guerra contra el terrorismo" que Sharon libra en Palestina. Arafat sabe que, al final, y a pesar de lo que diga el lobby judío, la vida de un norteamericano vale más que la de un israelí; el único fallo en el argumento de Arafat es suponer que, aún cuando EEUU pueda controlar a su aliado en la región, Israel podrá controlar a Sharon

 

    Al declarar su propia "guerra contra el terrorismo", Ariel Sharon le ha dado un resquicio de luz entre tanta oscuridad a Osama Ben Laden. George Bush padre se las arregló para mantener a Israel fuera de la Guerra del Golfo en 1991 y preservar así su alianza islámica. Pero George Bush hijo debe estar ahora mismo maldiciendo la entrada de Israel en la cruzada norteamericana contra el "terrorismo". Si ya estaba bastante enfadado cuando a Sharon le dio por comparar las pérdidas israelíes a manos de suicidas palestinos con los miles de norteamericanos asesinados el 11 de septiembre, el Presidente norteamericano no tiene ninguna razón para dar las gracias al Primer Ministro israelí por su último golpe de retórica.

 

    Yasser Arafat no es Osama Ben Laden, por mucho que los israelíes pretendan convencer al mundo de lo contrario; [Arafat] es mucho menos eficaz, infinitamente más corrupto, y definitivamente no constituye ninguna amenaza para la civilización. ¿Podrá Arafat "acabar con el terrorismo" ­ hay que ver con qué facilidad utilizamos las palabras de Israel ­ o están los palestinos abocados a perder incluso la esperanza de construir un Estado propio con este último ejercicio de venganza por parte israelí? En la actual situación de sufrimiento palestino, no tiene ninguna relevancia que los atentados suicidas hayan sido un acto de venganza de Hamas por el reciente asesinato de uno de sus líderes a manos israelíes ­ a su vez en venganza por otros atentados de Hamas que eran en sí venganza por otros ataques israelíes. Israel ha colocado ahora a Arafat y la Autoridad Palestina (con su variada mafia laicista) en el centro de todos los males, del terrorismo, de la "violencia irracional", etc. Arafat tiene órdenes de detener a su propia gente, órdenes dictadas no solo por el gobierno de Sharon sino también por la Unión Europea y EEUU.

 

    Y, como ocurre siempre, nos olvidamos de la historia reciente. Hamas, principal objetivo de la "guerra contra el terrorismo" de Sharon, recibió en principio el apoyo de Israel. Allá por la década de los ochenta, cuando Arafat era un "super-terrorista" y Hamas no era más que una agradable organización de caridad islámica, a pesar de su virulenta oposición a Israel, el gobierno israelí animó a sus miembros a construir mezquitas en Gaza. Algún genio dentro del Ejército israelí decidió que nada mejor para debilitar las ambiciones nacionalistas de la OLP en los Territorios Ocupados que promover el Islam. Incluso después de la firma de los acuerdos de Oslo, varios oficiales del Ejército israelí reconocieron que mantenían conversaciones con líderes de Hamas. Cuando Israel deportó de manera ilegal a cientos de militantes de Hamas al Líbano en 1992, fue uno de sus líderes (después de oír que yo iba a viajar a Israel) quien me ofreció el número de teléfono de la casa de Simón Peres extraído de su propia agenda telefónica.

 

    Los israelíes están ahora volviendo a predicar la misma lección que en su día Yitzhak Rabin intentó enseñarle a Arafat: que alcanzar la categoría de verdadero estadista podía traer consigo el riesgo de una guerra civil; que, al igual que el gobierno israelí tuvo que terminar en su momento con los alocados del Irgún, lo mismo tendrá Arafat que liquidar a los hombres que quieren acabar con Israel. Pero estamos en el 2001, no en 1948. Una guerra civil palestina favorecería a Israel ­ que incluso podría elegir un nuevo líder palestino ­ pero no supondría ninguna ganancia para Arafat, y muchísimo menos para los palestinos. En cualquier caso, si Israel realmente quisiera hacer que Arafat eliminase cualquier oposición interna, no lo haría bombardeando y destrozando sus comisarías de policía y controles de seguridad, que son precisamente los instrumentos que Arafat necesita para "acabar" con los enemigos palestinos de Israel.

 

    Arafat sabe todo esto. Incluso cuando dirigía su pequeño y repulsivo mini-Estado en el Líbano, solamente asesinó a aquellos palestinos que constituían una amenaza contra su persona. Arafat es un hombre paciente, un líder de guerrillas que sabe que un pequeño retraso le hará ganar un tiempo precioso en el que sus enemigos pueden cometer errores. ¿Cuánto habrá que esperar hasta que la última "guerra contra el terrorismo" de Sharon manche las manos israelíes de sangre palestina? ¿Cuánto tiempo pasará antes de que EEUU se de cuenta de que su aventura en Afganistán podría irse al garete gracias al apoyo que, sin solicitud previa, Israel brinda a Washington en su "guerra contra el terrorismo"? Los titulares de hoy en Pakistán hablan de los misiles israelíes que caen sobre Gaza, más que del destino de Osama Ben Laden.

 

    Además, Arafat sabe, aún cuando muchos periodistas sigan creyendo los argumentos israelíes, que la "guerra contra el terrorismo" de Israel termina fracasando siempre. Sharon ya libró una "guerra contra el terrorismo" en 1982 en el Líbano; una guerra que terminó con la ejecución de un crimen de guerra tras la masacre de palestinos en los campamentos de refugiados de Sabra y Chatila. Desde 1970, Israel ha utilizado F-16, tanques y misiles en miles de ocasiones para atacar a los palestinos del Líbano, todo en nombre de la "guerra contra el terrorismo". Durante meses, ha hecho lo mismo en Gaza y Cisjordania. Y no ha funcionado. Los árabes le han perdido el miedo a los israelíes, y una vez que se pierde el miedo, ya no puede volver a inyectarse. Sharon ha perdido la "guerra contra el terrorismo" en el mismo momento en que comenzó. Y si no, los próximos atentados suicidas lo probarán.

 

    De modo que Arafat se sentará a esperar. Arafat apuesta por una ecuación muy simple: que las iras norteamericanas contra él se verán eventualmente superadas por la turbación que sentirán los norteamericanos por Sharon; y que la "guerra contra el terrorismo" en Afganistán se verá perjudicada por la "guerra contra el terrorismo" que Sharon libra en Palestina. Arafat sabe que, al final, y a pesar de lo que diga el lobby judío, la vida de un norteamericano vale más que la de un israelí; el único fallo en el argumento de Arafat es suponer que, aún cuando EEUU pueda controlar a su aliado en la región, Israel podrá controlar a Sharon.

 

Robert Fisk

Texto publicado en The Independent
5 de diciembre de 2001

Traducción: CSCAweb (www.nodo50.org/csca)