IMPORTANCIA DE LOS CINCO MOMENTOS

DEL SALAT Y SU RELACIÓN CON EL DESTINO

 

El Adzân, la Llamada a la reunión con Allah, se hace para los cinco Salât que son obligatorios, y a los que se  llama Salât Maktûba, el Salât Prescrito, el Salât fijado por el Destino. El musulmán puede presentarse ante Allah cuando quiera, pero hay cinco momentos al día en que es Allah el que exige la presencia del hombre. Puesto que son exigencias de Allah mismo tienen una importancia radical. Allah siempre está preparado para el ser humano, y el ser humano, igualmente, no puede fallar en los momentos en que Allah mismo lo convoca.

 

Esos cinco Salât que son exigencia de Allah, reciben el nombre de Maktûba o Farîda. Son: uno al amanecer, el segundo al mediodía, el tercero a la media tarde, un cuarto al ponerse el sol y el quinto al salir las primeras estrellas. Son momentos que coinciden con instantes preciosos de la rotación del mundo sobre su eje, y requieren al ser humano, lo solicitan, y, en el fondo, es Allah el que se ofrece y exige al hombre para que tenga lugar un encuentro en Su Presencia.

 

SALAT MAKTÛBA:

 

El término Maktûb tiene especial importancia para designar esos cinco Salât. Quiere decir “escrito ya en el destino”. No se eligen ni su forma ni su momento. No son del hombre, sino que son de Allah, y tiene el rango de lo que está fuera de las medidas humanas. Tiene señales poderosas: cuando está a punto de despuntar el sol, el mediodía, cuando atardece, cuando se pone el sol, cuando surgen las primeras estrellas. Son signos de algo que trasciende al ser humano, demandándole el recogimiento. El Corán dice. “El Salât es una obligación prescrita (en el Destino) fijada para determinados momentos,  y es  para los sinceros”. Esos cinco Salât son para los sinceros, para los mûminîn, es decir, para los poseedores de corazones trasparentes, capaces de sintonizar con el poder de esos momentos.

 

Lo más importante, en esos cinco momentos, es responder a la Llamada. Nada justifica que no se haga. No se trata de algo ofrecido a la elección de la criatura. Por ello mismo, tienen un valor y mérito superior a cualquier otro momento de recogimiento. El musulmán lo deja todo para responder a la Llamada que se le hace. De otro modo, sería un hipócrita, alguien que pone por delante su capricho, sus ocupaciones, su mundo, antes que tener en cuenta aquello a lo que responde su ser ahí donde el no tiene elección. Respondiendo a la Llamada, el musulmán hace coincidir su conciencia con su realidad.

 

Esos cinco momentos son un encuentro en el que se establece una alianza entre Allah y el hombre. Son un vínculo que compromete a ambas partes, tal como dijo Sidnâ Muhammad (s.a.s.): “Cinco Salât que Allah ha prescrito para las criaturas. Quien los cumpla sin desatender intencionadamente ninguno de sus requisitos tiene la promesa de Allah de que le hará entrar en el Jardín. Quien no los cumpla, no tiene en su favor ninguna promesa: si Allah quiere lo torturará en el Fuego, y si quiere le hará entrar en el Jardín”.

 

Y todo ello, junto a los beneficios propios del Salât. Sidnâ Muhammad (s.a.s.) dijo: “Los cinco Salât son como un río dulce que pasara junto a vuestra puerta y en el que os sumergís cinco veces al día. ¿Creéis que después de esos baños quedaría en vosotros alguna impureza? Igual que el agua hace desaparecer la suciedad, así el Salât os libra de vuestros males”. Con el Salât en esos momentos precisos en los que es Allah mismo quien busca al hombre, el musulmán que responde a la llamada queda purificado de toda contaminación. La contaminación es el resultado del inevitable contacto con el mundo: sus exigencias, tensiones, contradicciones, sus mitos y sus mezquindades, todo ello hipnotiza al hombre y lo aleja de la Verdad. El Salât es un momento en que todo ello se desvanece, y el hombre recupera su cordura. Se sosiega, abandono el vértigo para recogerse, y ello le devuelve la serenidad, lo hace cuerdo y sabio. El Salât, ejecutado cumpliendo “con todos sus requisitos”, cumple esa función restauradora.

 

Y la eficacia de esa reparación del corazón dura al menos hasta el siguiente Salât, tal como dijo el Profeta (s.a.s.): “Los cinco Salât reparan lo que hay entre ellos mientras se eviten las grandes injusticias”. Es decir, eliminan el efecto sobre el corazón de las maldades cotidianas que son prácticamente inevitables para el ser humano corriente, eso sí, mientras la maldad cometida no sea de una gravedad extrema cuya marca permanecerá en el corazón, y Allah le pedirá cuenta por ellas. Las maldades extremas son el asesinato, la injusticia, la calumnia, la envidia, el rencor, el falso testimonio, y todo lo que sea destructivo. Para eliminar los efectos de esas maldades hace falta la resolución de abandonarlas y reparar sus daños directamente.

 

Esa eficacia restauradora del Salât no está solo en su poder secreto, sino en el esfuerzo que implica por parte del ser humano. Quien es capaz de abandonar la comodidad o sus menesteres para dedicar unos momentos al espíritu, ya de sí cuenta en sí con un principio regenerador. El Salât pone a prueba la voluntad, la constancia, la intención,... del ser humano, y quien activa en sí esos mecanismos, con ello mejora su ser. Sidnâ Muhammad (s.a.s.) dijo: “Lo que nos diferencia de los hipócritas es el Salât de la oscuridad y del amanecer, que ellos no pueden hacer”. El Salât de la oscuridad es el último del día y el del amanecer el primero, y son los más duros para los que no son sinceros en su relación con Allah. Es cuando se muestran perezosos y son vencidos por aquello que se les exige vencer para mejorar. El Profeta (s.a.s.) le llama hipócritas, un término terrible en el Islam. Su falta de sinceridad, que queda traducida por la victoria de su pereza, implica incapacidad para vencer sus inclinaciones y por tanto su falta de fuerza para vencer sus maldades, que exigen determinación.

 

Siguiendo con lo mismo, el Profeta (s.a.s.) dijo: “Quien se encuentre ante Allah (después de la muerte) habiendo echado a perder su Salât,... Allah no dará importancia a sus buenas acciones”. En al-Âjira, cuando Allah mida el valor de las acciones de los hombres, no tendrá en cuenta el mérito de las acciones buenas de los hipócritas porque sus buenas acciones, sin duda, han sido resultado, no de la voluntad, sino de otras intenciones: el deseo de notoriedad, la búsqueda de agradecimiento, la pena,... pero no el resultado de un afán de superación, no por agradar a Allah. Allah mide al hombre por lo que hay en su corazón: por ello, quien por la razón que sea no haya realizado acciones nobles deseadas por él, es como si las hubiera hecho, mientras que quien las ha realizado sin intención noble, no merecerán ninguna consideración.

 

Pero es más, el Salât, al que Allah convoca a los hombres, lo hace con la orden: “Erigid el Salât”. El Salât es algo que se construye elevándolo, y a la vez es el sostén de la espiritualidad del individuo. El Profeta (s.a.s.) dijo: “El Salât es la columna vertebral del Islam. Quien lo abandona destruye el Islam”. Es el eje de la espiritualidad, sin el cual todo se desploma. ¿Cómo no habría de ser así cuando el Salât es relación y vinculación personal con Allah?

 

 

Otros hadices del Profeta son los siguientes:

 

Le preguntaron al Profeta (s.a.s.): “¿Cuál de los actos es el mejor?”, y respondió: “El Salât en su hora”.

 

“Quien practica con observancia los cinco Salât completando la purificación que la precede y teniendo en cuenta sus momentos, tendrá una luz y un argumento el Día de la Resurrección. Quien los eche a perder, resucitará junto a Faraón y Hâmân”.

 

“EL Salât es la lave del Jardín”.

 

“Nada es más amable para Allah, después de la proclamación del Tawhid, que el Salât. Si lo hubiese, se lo hubiese impuesto a los ángeles, y sin embargo no encontrarás más que ángeles en postura de rukû‘, suŷûd, qiyâm o qu‘ûd”.

 

“Quien abandone el Salât a propósito es kâfir”, es decir, está cerca de perder toda sinceridad en el Islam al desanudarse su compromiso y caer su columna vertebral. “Quien abandone el Salât a propósito desparece de la conciencia de Muhammad (s.a.s.)”.

 

Abû Hurayra dijo: “Quien realice sus abluciones y lo haga de la mejor de las maneras y luego salga con la intención de dirigirse a la mezquita para hacer el Salât, está en acto de Salât durante el camino mientras no olvide su intención. Por cada paso que de, es inscrito en su favor un buen acto, y con el siguiente paso se borra de su registro un mal acto. Quien de vosotros escuche la Llamada, tiene que apresurarse hacia el Salât. Mayor recompensa recibirá aquél cuya casa esté más lejos de la mezquita”.

 

Se ha dicho: “Lo primero que Allah tendrá en cuenta el Día de la Resurrección será el Salât. Si ve que alguien lo presente completo, es aceptado junto al resto de sus acciones. Si alguien lo presenta incompleto, le es rechazado junto al resto de sus acciones”.

 

Sidnâ Muhammad (s.a.s.) dijo a Abû Hurayra: “Abû Hurayra, ordena a tu familia el cumplimiento del Salât. Allah te proveerá por donde menos lo esperas”.

 

Abû Bakr dijo: “Cuando llegue el momento de hacer el Salât, levantáos a apagar el fuego que habéis encendido”.