Musulmanes en Taqiya:

vivir el Islam en la penumbra

 

Escapamos de las estadísticas. Nuestro ser occidental nos mantiene a salvo de sospechas en el actual temporal difamatorio contra el Islam. Hemos adoptado un término de la shía, (taqiya: disimulo) para definir esta situación que mantenemos unos de grado, otros forzosamente. Por motivos laborales, familiares o de la más variada índole. Hemos accedido al Islam a través de una gran revolución interior y agradamos a esta sociedad laicista en la que las creencias deben ser mantenidas en la más estricta privacidad, casi como una vergüenza. Asistimos perplejos al terror que nuestros conciudadanos sienten ante el Dîn de Allah (s.w.t.) a la vez que comprendemos esta cultura en la que hemos nacido.

 

Pero llega el momento en los que se hace urgente hacernos oír aunque sea desde el anonimato que nos brinda la palabra escrita. El estado de taqiya es un puesto de ÿihâd de una sutileza y creatividad en ocasiones aterradoras. Pero no es en absoluto un cómodo paraguas con el que resguardarnos del temporal. En tiempos del imperio romano los cristianos se defendieron de las falsas acusaciones de sus contemporáneos desarrollando una eficaz literatura apologética. También a los musulmanes nos corresponde alejar del imaginario colectivo esos monstruos y fantasmas que se nos atribuyen mediante todos los medios a nuestro alcance. Para sorpresa de muchos se constatará que tales acusaciones son exclusivas del sistema neoliberal que nos gobierna y destruye a la vez.

 

Sucede que cualquier apertura a lo trascendente que empuje al creyente a la transformación de la sociedad, es amenazante para la tiranía. El cuento es ya viejo y se desarrolla en múltiples escenarios; Está claro que el estado Vaticano y su legión innumerable de burócratas apagados, no constituyen ningún nubarrón en el cielo de la dictadura capitalista global, pero sí la teología de la liberación a la que se ha combatido desde múltiples fuentes. Son ya numerosas las sectas protestantes estadounidenses que operan en América latina prometiendo a las pobres la salvación a través de sus sufrimientos presentes; la explotación del pueblo le llevará a la redención y éste entre oleadas de fervor comprenderá que las estructuras shaitánicas deben mantenerse intactas porque esta es la voluntad de una especie de dios sádico.

 

Por el contrario el Islam escapa de cualquier intento de manipulación, aún de los mismos gobiernos que se auto proclaman islámicos. Para empezar, el Dîn no puede ser entendido como religión porque no arranca al ser humano ni de si mismo, ni de su entorno. No proporciona al creyente consuelo alguno sino que le invita a  aceptar el desafío de permanecer bien despierto ante los retos de la vida. El musulmán acepta la realidad como digna de ser vivida y transformarla cuando es adversa. El mundo no es un valle de lágrimas sino el ámbito donde Allah (s.w.t.), se revela al hombre y se deja encontrar por él en su mismo entorno, rompiendo las barreras entre los sacro y lo profano, desechando toda mediación sacerdotal en un mundo lleno de mediadores idolátricos.

 

Los poderes fácticos del Kufar intentan por todos los medios limitar el radio de acción del Islam y los musulmanes, al convulso oriente medio, asociándolos así, a la violencia. A la gran mayoría de nuestros paisanos les cuesta no identificar Islam con orientalismo, y presumen que el occidental que pronuncia la shahada, pasa a ser un arabizado que desprecia todo legado cultural ajeno al mundo islámico. Pocos llegan ha comprender que el Islam es aún más universal que el cristianismo, el budismo o cualquier manifestación de la llamada “new age”.

 

Últimamente en el Estado Español, a raíz de la masacre del 11-M se ha desencadenado el terror a las mezquitas como “caldo de cultivo del terrorismo islámico”. Expresión esta acuñada por los medios de comunicación con una total falta de escrúpulos. Inducida por los medios, nuestra gente está comenzando a integrar la imagen de ciudades musulmanas masacradas, en la naturaleza de las cosas. En el caso de las mezquitas, dudo que nadie se atreva a decir que las iglesias sean el caldo de cultivo del fascismo, porque Franco y los dictadores del cono sur latinoamericano, se confesaran católicos y acudieran diariamente a comulgar. Occidente es capaz de convivir apaciblemente con las mayores atrocidades de su historia sin ruborizarse siquiera; las cruzadas, el terror de la revolución francesa, el fascismo, el colonialismo, el capitalismo neoliberal... Todos, nos guste o no, producto de una cosmovisión que se da en llamar Occidente. Pero tiembla al ver en los telediarios a las muchedumbres de musulmanes reclamando justicia e igualdad. Los mayores crímenes pueden ser tolerados cuando se conciben en los despachos presidenciales y se defienden desde los organismos internacionales. Pero jamás será tolerada la legitimidad de las resistencias palestinas e irakí, sin olvidar la prolongada lucha del pueblo afgano.

 

Ignoro cual será la reacción de mis vecinos cuando me declare abiertamente musulmán. Confieso que la perspectiva me provoca algún temor. Pero cada vez más, me siento llamado a salir de la penumbra y vivir mi Islam en sociedad, sin aspavientos, sin estandartes. Pero trabajando activamente por mi derecho (el de todos los musulmanes) a pasear por el foro con dignidad y, ¿por qué no? A salir a la palestra cuando el honor, la paz y la respetabilidad de la Umma Islámica, estén en juego. Esforcémonos por salir de la taqiya y defendamos la verdad del Islam. Este es nuestro ÿihâd..... pero Allah (s.w.t.) sabe más.

 

Ahmad Khalil Moreno