Andalusíes ilustres

El matemático Maslama de Madrid

 

    Abû-l-Qâsim Maslama bn Ahmad al-Faradi al-Maÿritî es sin duda el personaje más importante del mundo científico cordobés durante el Califato. Ibn Hazm nos dice en su Epístola Apologética de Al-Andalus lo siguiente: «Carezco de autori­dad y conocimientos en lo que se refiere a la aritmética y a la geometría y por tanto no puedo fiarme de mis conocimientos para distinguir qué autores son buenos o mediocres entre los que habitan en nuestra patria. A pesar de ello he oído decir a un sabio de cuya inteligencia y buena fe me fío y al que se le considera muy competente en esta materia que, en cuanto a ta­blas astronómicas no hay iguales a las de Maslama e Ibn al-Samh y ambos autores son nuestros compatriotas».

 

El cadí Ibn Sâ'id habla con mayor conocimiento de causa en su Kitâb tabaqât al-umam, y se entretiene en subrayar la importancia de la obra matemático-astronómica de Maslama olvi­dando las aportaciones que se le atribuyen, con poco fundamen­to, al campo de la alquimia y de las ciencias naturales. En el mis­mo sentido se manifiesta Ibn al-Qiftî. Estos dos últimos auto­res nos dan escasos datos sobre la biografía del madrileño, pera ligando unos datos con otros puede afirmarse que nació en Ma­drid a mediados del siglo X y que joven aún se trasladó a Córdoba, en donde fue discípulo del geómetra ‘Abd al-Gâfir bn Muhammad. En la capital del califato debió vivir hasta su muerte, acaecida alrededor de 398/1007.

 

Azarquiel, en su Tratado sobre el movimiento de las estrellas fijas, que sólo conocemos en la versión hebrea, nos transmite una de las observaciones personales de Maslama cuando nos dice que en el año 3O9/979 determinó la longitud celeste de la es­trella Qalb al-Asad que hoy denominamos Régulo (del León) y que la fijó en 135° 40'. Esa misma observación se conserva en el manuscrito de París, del que hablaremos más abajo, atribu­yéndolo al año 367/977. Por tanto caben muy pocas dudas so­bre el valor de dicha observación que, en cualquier caso, tanto para el año 367 como para el 369, coincide, con un error menor de 2' con el que ocupaba dicha estrella. Este dato es, por otro lado, muy interesante puesto que confirma lo que dice Ibn Sâ'id: que Maslama no era sólo un astrónomo teórico sino tam­bién práctico y ello nos permite creer que en sus trabajos de adaptación de las tablas de al-Juwarizmi y de al-Battâni no trabajó a ciegas, sino que, como buen técnico, tuvo en cuenta la realidad observada. En pocas palabras: que hay que incluir a Maslama en el grupo de los magister probationum de Abraham ibn `Ezra, o lo que es lo mismo, los ashâb a1-mumtaham de los autores musulmanes.

 

Otro punto de sumo interés para conocer el valor cien­tífico de Maslama reside en averiguar hasta qué punto tenía acceso a los textos griegos. lbn Sà'id nos dice que «se esforzó en comprender el Almagesto de Tolomeo, pero esta obra esta­ba ya traducida en árabe y una versión corregida por Zábit bn Qurra debía ser conocida en al-Andalus en la época de an-­Nâsir, puesto que Maslama trabajó en la versión del teorema de Menelao hecha por aquel sabio oriental. Es posible que sólo utilizara el original griego para la recta comprensión de los pa­sajes difíciles del mismo modo como habían hecho los médicos cordobeses de su época para entender el Dioscórides. En cam­bio, parece haber tenido mayor intervención en la traducción -con ayuda o sin ella de cristianos y judíos- de una obra com­pleta y hoy perdida en su redacción clásica: el Planisferio de Tolomeo o Tastîh bast al-kura. La versión árabe de Masla­ma, también perdida, dio origen a una traducción latina y otra hebraica que han llegado hasta nuestros días. Pero, a pesar de ello, se puede juzgar la traducción maslamiana gracias al descu­brimiento por Vajda de un manuscrito misceláneo que contie­ne algunas obritas de tipo astronómico debidas a la pluma del astrónomo madrileño y entre las cuales se encuentra sus comen­tarios a la obra de Tolomeo.

 

La producción bibliográfica de Maslama está bien repre­sentada en el Brockelmann, aunque haya que excluir de la lista de títulos dados por este autor aquellos que son propios de obras filosófico-naturalísticas puesto que, en su mayoría, pare­cen espúreas. Tal ocurre con la Rutbat al-hakîm, el Gayât al-Hakîm (Picatrix) -ambas pueden ser debidas a la pluma de uno de sus discípulos-, la Risala al-ÿamî'a, la Maqâla fî-l-Kîmîyâ y algunas otras de importancia más limitada y que co­nocemos a través de citas literarias.

 

En el campo de las ciencias se le atribuye tradicionalmente la composición de un tratado sobre el astrolabio. Pero es curio­so anotar que esa atribución no la dan ni el cadí Ibn Sâ'id ni Ibn al-Qiftî y que sólo se encuentra en algunos tratados latinos de astrolabio. Pero éste, no estuvo al margen de los problemas teóricos planteados por dicho instru­mento y que eran bien conocidos en la Córdoba contemporánea puesto que sabemos que el visir judío Hasday bn Shaprût recibió de oriente un libro que explicaba la construcción de la esfera celeste (astrolabio esférico), cálculo empleado para esta construc­ción y modo de determinar el curso de los astros. Estos datos pueden corresponder a cualquier tratado de astrolabio pero suponemos que en este caso se trata del libro del judío oriental Mâshâllâh (muerto cerca del 815)  -autor además de un Tra­tado sobre los eclipses- ya que su obra fue introducida en Europa en el siglo X a través de Ripoll y mucho más tarde fue objeto de una adaptación inglesa debida a pluma de Chaucer.

 

Pues bien: Maslama, basándose en Tolomeo y probablemen­te con conocimiento de la bibliografía oriental sobre el tema, es­cribió un tratadito sobre la construcción del astrolabio que nos ha conservado el manuscrito misceláneo de Vajda. En ese tratado encontramos la división típica de las obras del género: una pri­rnera parte dedicada a establecer las reglas necesarias para el tra­zado del cañamazo de las láminas y una segunda consagrada a dar las reglas para su manejo que el autor deduce a partir del teorema de Menelao (ash-shakl al-qattâ'). Esta última parte, abor­da una serie de problemas destinados a solucionar el paso entre coordenadas celestes, ecuatoriales y horizontales, utilizando para la latitud el valor de 38° 30' que corresponde a Córdoba. Para la solución de esos problemas emplea la trigonometría esférica, conocida en la época, manejando exclusivamente una tabla de senos y resolviendo sólo triángulos esféricos rectángulos.

 

En el mismo manuscrito, sigue una tabla que tiene por títu­lo «Lugares de las estrellas fijas según las observaciones de Mas­lama bn Ahmad, realizadas hacia el fin del año 367/978 de la héjira siguiendo el método de al-Battâni y teniendo en cuenta sólo las estrellas empleadas en la red del astrolabio». Esta tabla ha sido publicada por M. Destombes.

Maslama es además autor de una adaptación de las Tablas pequeñas de al-Juwarizmî al meridiano de Córdoba y a la héjira.

 

La traducción árabe del planisferio fue traducida al latín por Herman Dálmata en 1143 y no por Rodolfo de Brujas como se creía. Esta versión fue editada en 1536 en Basilea y, algo más tarde (1558), en Venecia con notas de F. Commadinus, quien conservó las notas de Maslama al texto griego. Afortunadamente el texto árabe de las notas -introducido fre­cuentemente por una cita de Tolomeo- se nos conserva en el misceláneo de Vajda bajo el título de Ta’âliq ‘alà kitâb Batlamiyûs fî sath bast al-kura y un cotejo superficial con la tra­ducción latina nos ha permitido ver que, en principio, ésta es fiel al original árabe.

 

Al mismo tipo de trabajo pertenecen las notas al teorema de Menelao, cuyo texto árabe parece perdido, que fueron publi­cadas y estudiadas a partir de su versión latina, por Axel Bjórn­bo y H. Suter.

 

El magisterio científico de Maslama fue muy notable y el cadí Ibn Sâ'id nos ha conservado noticia de sus principales dis­cípulos. Tales, por ejemplo, Abû-l-Qâsim Asbag más conocido como Ibn al-Samh, el cual escribió un tratado sobre el astrolabio: dividido en dos partes, la primera trataba de su construcción y la segunda de su uso y contenía ciento treinta capítulos; escribió además unas Tablas según las teorías indias, y el Libro de las lá­minas de los siete planetas que fue traducido al castellano en Los libros del saber de astronomía; otros discípulos fueron Abû-l ­Qâsim Ahmad, conocido como lbn as-Saffâr; Ibn al-Jayyât, astrólogo citado con elogio en las Memorias del rey zirí ‘Abd Allàh; al-Kirmânî, quien se instaló en Zaragoza; al-Zahrawî e Ibn Jaldûn de Sevilla. La difusión geográfica de sus discí­pulos permite creer que las obras de Maslama fueron conocidas muy pronto en todo al-Andalus, ejerciendo una fuerte influencia en el ulterior desarrollo y cultivo de las ciencias exactas en la Península.