Pasajes de la historia de al-Andalus

Salobreña, prisión real de la dinastía nazarí

 

 

    Salobreña, la antigua Selambina de los fenicios y uno de sus principales enclaves comerciales en territorio granadino, junto con Abdera y Exi, tuvo, siglos más tarde, en la época islámica de al-Andalus, y más concretamente bajo la dinastía nasri, un destacado papel histórico.

 

Entre todos los geógrafos e historiadores musulmanes que citan a Salobreña en sus obras, destaca por su extensión y belleza poética la descripción que a ella dedica Ibn al-Jatib, en su Mi'yâr al-ijtiyâr. En prosa rimada va enumerando con su pluma fácil las bellezas naturales de esta parte del reino granadino, regada por arroyos y torrentes, con fértiles campos y abundante pesca en sus costas, aunque no por ello se recata en poner de manifiesto sus inconvenientes entre los que figuraba, por ejemplo, el de ser propiedad particular del monarca y la escasa belleza de sus jóvenes de ambos sexos.

 

Los restantes autores musulmanes que se ocupan de Salobreña, lo hacen con bastante más parquedad que Ibn al-Jatib y con menos brillantez poética en sus descripciones. La mayoría de ellos señalan su situación geográfica «a orillas del mar», y precisan las distancias que la separan de otras localidades importantes: doce millas de Paterna; ocho, o diez, de Almuñécar; y dos maÿra, por mar, de Melilla. Igualmente indican los cultivos principales que en ella se dan: plátanos, caña de azúcar y castaños. Y junto a estos pormenores, un autor de la primera mitad del siglo XIV, al-'Umarî, anota un dato de importancia: su carácter de prisión real, adonde eran confinados aquellos miembros de la familia del monarca que habían caído en desgracia. El mismo carácter que señalan también dos cronistas cristianos, Alvar García de Santa María y Hernando de Baeza, al hacer referencia a Salobreña en sus respectivas obras.

 

Otra descripción más tardía que las anteriormente citadas, y de fuente cristiana, es la facilitada por Henríquez de Jorquera, quien nos proporciona el conocimiento de la villa en el siglo XVII y su régimen administrativo en aquella época.

 

        Como ya hemos apuntado, fue Salobreña en la época nasri un lugar de reclusión para aquellos miembros de la familia real poco gratos al monarca y a los que convenía tener aislados y privados de libertad. Casos concretos se hallan registrados en las fuentes cristianas que tratan del reino granadino, referentes todos ellos a los últimos monarcas de la dinastía, cuyas vidas transcurrieron m pleno siglo XV, época en la cual la escasez de datos históricos de procedencia andalusí es bien notoria. Sin embargo, a pesar de no haber encontrado por el momento citas concretas con anterioridad a este siglo, el carácter de prisión real que tenía Salobreña es indudable que había de provenir ya de antiguo, como lo confirma el testimonio de al­'Umarî y los de Alvar García de Santamaría y Hernando de Baeza, anteriormente mencionados, acreditativos todos de ese carácter como cosa tradicional.

 

El primero que encabeza nuestra lista de personas reales nasries que sufrieron prisión en Salobreña, es Yusuf b. Yusuf b. Muhammad, el futuro Yusuf III. Consta en las crónicas que Muhammad VII había hecho encerrar en la fortaleza de Salobreña a su hermano Yusuf, no contento con haberle usurpado sus derechos al trono que legítimamente debiera haberle correspondido por ser mayor en edad. Cerca de once años pasó Yusuf en aquel encierro, según Bermúdez de Pedraza, «aunque tratado como hijo y hermano de dos Reyes». Al sentirse enfermo Muhammad después de vestirse una «camisa atosigada»  o «infectada de veneno» y viendo próxima su muerte, ordenó matar al prisionero para que no fuera un obstáculo en la proclamación al trono de su hijo y, a tal fin, envió un mensajero a Salobreña con encargo de cortar la cabeza a su hermano. Cuando llegó el mensajero halló al infante jugando al ajedrez y le notificó la orden del monarca. Yusuf aceptó su suerte con serenidad, pero pidió le fuera concedido el tiempo necesario para concluir la partida que tenía empezada, a lo que accedió el emisario del rey. Y mientras proseguía el juego, llegaron nuevas a la fortaleza anunciando la muerte de Muhammad VII y la elección para sucederle de su hermano Yúsuf. Este fue sacado de la prisión y trasladado a Granada donde tuvo lugar su proclamación, pero todo ello dentro del mayor sigilo a fin de que los cristianos de la frontera no pudieran enterarse del cambio de monarca, propósito que se logró, ya que la muerte de Muhammad VII había sucedido el día 11 de mayo de 1408, y hasta pasados nueve días, el 20 del mismo mes, no tuvieron conocimiento los cristianos de los sucesos que en Granada habían ocurrido.

Pocos años después de la fecha citada, tenemos constancia de que sufría prisión en Salobreña otro personaje de sangre real: un primo hermano de Yúsuf III, llamado Muhammad y conocido por el Zurdo o el Izquierdo, como le denominan las fuentes cristianas. El cronista Alvar García de Santa María relata cómo a la muerte de Yusuf III le sucedió su hijo Muhammad, el Pequeño, menor de edad, bajo la tutela del alcaide Alamin. Mas al poco tiempo de hacerse cargo del poder, hubo una conspiración encaminada a destituirle y sentar en el trono a su tío Muhammad, que estaba preso «en un castillo que dizen Salobreña». Los conjurados sacaron de su encierro al infante y se encaminaron a Granada, cuyas puertas se le abrieron, siendo aclamado por rey. E1 alcaide Alamin fue muerto, y el Pequeño quedó prisionero de su tío, el nuevo señor de Granada, Muhammad, el Zurdo. Tales sucesos acaecían el año 1419.

 

Muhammad, el pequeño, vuelve a aparecer ocho años más tarde en la escena política granadina al arrebatar el trono al usurpador. Sin embargo su reposición no durará mucho, ya que dos años después, el 1429, será desposeído de nuevo, y esta vez definitivamente, por su eterno rival Muhammad, el Zurdo, quien le enviará preso a Salobreña, donde él mismo estuviera recluido tiempo atrás. Y no satisfecho con esto, le hizo matar en la propia fortaleza a los dos años de cautiverio.

 

Después de este suceso, transcurre algún tiempo en las crónicas sin que el nombre de Salobreña figure unido al de algún célebre personaje allí encerrado. Hay que llegar al reinado de Abû Nasr Sa'd para encontrarlo citado por Hernando de Baeza. según este cronista, Abu l-Hasan 'Alî, el conocido en las fuentes cristianas por Muley Hacen, hijo y sucesor de Sa'd, arrebató el trono a su padre y le envió prisionero a Salobreña, donde al poco tiempo falleció. Su cuerpo fue trasladado luego a Granada y enterrado en el panteón real, pero oscuramente, sin tributarle ningunas honras póstumas.

 

Al-Sajâwî, que relata también estos hechos, discrepa sin embargo de Baeza en cuanto al lugar de confinamiento del depuesto Sa'd situándolo en Moclín.

 

El destino quiso que también el propio Muley Hacen sufriera la misma suerte que él había deparado a su padre y que después de verse desposeído del trono, ya viejo y achacoso, fuera encerrado en una prisión donde murió el año 1485. Difieren los historiadores sobre cuál fue el lugar de esta prisión, pero hay dos muy autorizados, Baeza y Bernáldez, que dan el nombre de Salobreña. Otros indican Almuñécar , Mondújar o Illora, y no faltan, por último, quienes se limitan a consignar el hecho del confinamiento de Muley Hacen sin precisar el lugar del mismo. Pero sí concuerdan muchos cronistas en afirmar que en los tristes días del cautiverio, acompañaron al monarca su esposa Zoraya - la cristiana Isabel de Solís - y dos hijos habidos con ella, los que años más tarde serían bautizados y casaron con mujeres cristianas de noble alcurnia. Su compañía debió alegrar los últimos momentos del infortunado Muley Hacen.

 

Llegados a esta altura, pocos años restan ya para que Granada pase a poder de los cristianos y los Reyes Católicos ultimen la gran empresa de la Conquista. No obstante, en el transcurso de estos pocos años, el nombre de Salobreña aún ha de sonar varias veces más en la historia, si bien no con el carácter de prisión real que hasta aquí hemos venido resaltando.

 

Al morir Muley Hacen y desencadenarse la lucha entre Boabdil y el Zagal, Salobreña fue una de las plazas adictas a este último y su gente hostigó por igual a seguidores de Boabdil y a cristianos. En el año 1488, su alcaide Iça, o 'Ali Alatar, valido de las ventajas que le proporcionaba la casi inexpugnable situación geográfica de Salobreña, hace frecuentes incursiones en territorio cristiano y provoca con ello el envío de una expedición tendente a poner fin a sus correrías y pillajes. Aunque las bajas musulmanas fueron numerosas en diferentes encuentros, parece ser que la belicosidad de las gentes de Salobreña, al igual que las de Alhendin, no cesó, y como «estauan en castillos roqueros, do no avia saluo gente de guerra, nunca çesauan de façer guerra por todas las partes que podian a los cristianos».

 

Sin embargo, poco tiempo quedaba a Salobreña de permanecer bajo dominio musulmán. Baza había caído ante el empuje cristiano y ello trajo por consecuencia la rendición de Almería y Guadix. Perdidas para el Islam estas plazas, Salobreña, Almuñecar y otras villas que permanecían en la obediencia del Zagal, acabaron por rendirse también el año 1489, y sus alcaides «vinieron de su voluntad e las entregaron al Rey e a la Reina; los quales pusyeron en ellos sus alcaydes e gentes que las guardasen». El designado para Salobreña fue Francisco Ramírez de Madrid, en premio a los servicios prestados en esta campaña.

 

Mas con la caída en poder de los cristianos no terminaron las intervenciones históricas de Salobreña en la vida de la dinastía nasri. Corría el año 1490 y tocaba a su fin esta dinastía, cuando Boabdil, deseando poseer una salida al mar por donde pudiera venirle una posible ayuda africana, salió de Granada con un gran ejército y puso sitio a Salobreña, aunque al parecer su intención era la de dirigirse contra Almuñécar. Consiguió apoderarse de la villa gracias a la ayuda prestada por la población mudéjar que le franqueó las puertas, facilitándole además armas y víveres para poder mantener el asedio de la alcazaba donde se habían refugiado los cristianos. El cerco de Salobreña dio ocasión a que Pérez del Pulgar, «el de las Hazañas», diera una prueba más de su valor temerario al conseguir entrar en la fortaleza sitiada con setenta hombres, previo el permiso del conde de Tendilla, capitán general de la frontera en aquel entonces. En ayuda de la plaza cercada habían acudido también don Francisco Enríquez, gobernador de Vélez-Málaga, y don Iñigo Manrique, que lo era de Málaga, pero no pudiendo forzar el cerco, se adueñaron de una peña cercana al castillo desde donde animaban a los sitiados a proseguir en su resistencia. La situación de la fortaleza era ya, sin embargo, insostenible por la escasez de agua y alimentos, cuando llegaron nuevas al campamento musulmán de que el Rey Católico venía a toda prisa con grandes huestes en auxilio de Salobreña, y ante este peligro, Boahdil, temiendo verse cortada la retirada, levantó el cerco y marchó a su ciudad de Granada.

 

Con motivo de la ayuda prestada al monarca granadino por los mudéjares de Salobreña y observando también el estado de agitación de los que habitaban en Guadix, Almería y otras localidades, ordenó don Fernando que «todos los moros e moras que avia en aquellas cibdades e en todas las villas que avia ganado se saliesen a vivir a los arrabales o se fuesen a Granada, o a donde quisiesen, e si quisiesen venirse a vivir a Castilla o a Aragón, e que pudiesen vivir seguramente en su ley, con que no viviesen dentro de çibdad ni villa cercada».

 

No queremos terminar este breve bosquejo de Salobreña sin dedicar un recuerdo al célebre gramático Abú `Ali `Umar b. Muhammad, que al ser conocido comúnmente por su nisba de al-Shalawbînî, difundió con su fama el nombre de esta localidad. Tan unidos están ambos, que varios geógrafos de los que mencionan a Salobreña, no pueden por menos de citar junto a la descripción más o menos prolija de la villa, el nombre de este sabio eminente, como si quisieran dar a entender que una de las principales cualidades o rasgos salientes de Salobreña lo constituye precisamente el hecho de que de ella tomara su nisba el eximio gramático.