HISTORIA DE CHECHENIA

  

         Con el capítulo de hoy iniciamos una serie de artículos que nos llevarán, Insha Allah, a aproximarnos a un pueblo en gran medida desconocido para muchos de nosotros, un pueblo que ha demostrado su valentía y su heroicidad desde principios del siglo XIX hasta la actualidad, un pueblo que ha sufrido en su gente, en sus ciudades, en sus pueblos las mayores atrocidades, los mayores genocidios de los que la Historia ha sido testigo en los últimos siglos, un pueblo que ha sabido, y sigue demostrándolo, plasmar el Islam en la vida de sus ciudadanos, en el amor a la libertad y a la tierra que les ha visto nacer, un Islam tan arraigado en su sangre, como arraigado está el odio en la sangre de los Kuffar rusos hacia el Islam y hacia el noble pueblo de Chechenia, cuyo único delito a lo largo de la Historia ha sido el de querer vivir y morir como Musulmanes, con la dignidad del musulmán, que es la dignidad del hombre que no se doblega más a que a su Señor, Allah, y que ante las mayores calamidades que les pueda deparar la vida, como la que vive en la actualidad este pueblo, sabe que todo está en manos de Allah, Señor de los mundos, que en la bonanza se muestra agradecido a su Señor y en la dificultad encuentra también en Él la fuerza necesaria para seguir en el camino del Yihad, pilar y eje del Islam.

 

         Como sabéis los lectores de nuestra página web., queremos desde la modestia de los medios a nuestro alcance, manteneros al corriente de la lucha de este pueblo por su libertad, una lucha olvidada por todos en Occidente; un Occidente que hace oídos sordos ante la barbarie del mafioso ejército ruso, presidido por el exagente de la KGB y terrorista consumado, “Zar Putin”. Una guerra en la que han muerto, y siguen muriendo, miles y miles de civiles inocentes, mujeres, niños, ancianos, ante la indiferencia no ya de los gobiernos Occidentales, sino también de los regímenes títeres llamados Islámicos, más preocupados por su servilismo a Occidente que por defender a sus hermanos Musulmanes allá donde estén sufriendo.

 

         Para nosotros, Musulmanes occidentales, desencantados del Islam “oficial” que se nos vende desde los regímenes títeres, es una ráfaga de aire fresco saber que aun hay pueblos Musulmanes no solo de nombre.

 

 

        El Yihad del Imam Shamyl

         Por Karim Fenari

 

         La desesperada lucha del pueblo Checheno por su libertad ha cogido a muchos por sorpresa. Tal como sucediera hace tres años con Bosnia, la existencia de estos países Musulmanes era desconocida para muchos de nuestra comunidad. Pero ahora, hay que mencionar que cuando las salvajes hordas del Zar Boris Primero se desplazaban desde las bárbaras tierras del norte para llevar el fuego y la cruz a los Chechenos, es de notar que el Cáucaso ha sido siempre el cementerio de los invasores y el lugar de nacimiento de héroes Musulmanes cuyos nombres aun resuenan en los bosques y en los valles de aquellas románticas tierras.

 

         El Cáucaso constituye una cadena montañosa única en la tierra que divide a Europa de Asia. Los más altos picos de Europa se encuentran aquí, frente a los cuales los Alpes no son más que un montículo. En una extensión de 650 millas desde el mar Caspio al Mar Negro la altura media es de 10.000 pies. Este impresionante paisaje se ve magnificado por las enormes pendientes de las laderas de sus montañas. El Cáucaso es un hombre cuyo cuerpo no tiene curvas, dice un proverbio de Georgia, que con sus acantilados y torrentes de más de 5.000 pies de altura, parecen disecar un paisaje rocoso espectacular.

 

         La impenetrabilidad y la dificultad en las comunicaciones han permitido a innumerables pueblos y tribus asentarse allí. El historiador Plinio nos cuenta que los Romanos tuvieron que emplear a ciento treinta y cuatro intérpretes para entenderse con los clanes guerreros de la zona; mientras que el historiador Árabe Al-Azizi apodó a la región con el nombre de Montaña de las Lenguas, registrando trescientas lenguas habladas diferentes entre sí, solo en la región de Daguestán.

 

         Algunos de los pueblos Caucásicos, como los Chechenos que son de piel blanca, proceden de antiguas migraciones europeas. Otros, incluidos los Daguestaníes, se cree que poseen un origen asiático. Pero la dureza del clima y las dificultades del terreno han marcado en todos ellos un notable estilo de vida ascético. Tan solo es posible desarrollar algo de agricultura en las laderas montañosas, y la actividad del pastoreo de ovejas en las plataformas montañosas. Tradicionalmente la gente ha vivido en aldeas escarpadas, fortificadas con bloques de piedras y muros protectores para salvaguardarlas de pumas, lobos, y tribus enemigas. Construidas en los lugares más inaccesibles, en lo alto de escarpadas montañas, la ruta que lleva hasta estas aldeas discurría por difíciles caminos de acantilados sin lugares para el reposo, rodeados de vertiginosas panorámicas y picos impresionantes surcados por el vuelo de las águilas.

 

         En semejante orografía tan solo sobrevivían los niños más fuertes, que pasaban sus días en trabajos duros en la montaña sin lugar para el descanso; por ello cuando alcanzaban la madurez los Daguestani y Chechenos eran hombres fuertes y rudos. Se dice que a mediados del siglo XIX ninguna chica Chechena consentía casarse con un hombre a menos que este hubiese matado al menos un Ruso, pudiera saltar sobre una corriente de veinte tres pies de anchura o bien saltar por encima de una cuerda sostenida a la altura de los hombros de dos personas.

 

         Las impresionantes simas que dividían las villas entre sí conducían fácilmente a la rivalidad y la contienda entre ellas. La vida del Cáucaso estaba dominada por las vendettas de sangre, los kanli, las cuales aseguraban que ningún agravio por pequeño que este fuera, podía pasar sin la venganza de los parientes de la víctima. La literatura épica Chechena abunda en historias de conflictos de siglos de duración que empezaron con el simple robo de una gallina y acabaron con la muerte de un clan entero. Las guerrillas eran constantes, así como el entrenamiento para las mismas; era todo un orgullo para la juventud ser un hombre diestro en la montura del caballo, en la lucha libre o en el tiro con arco.

 

         Los Musulmanes nunca han conquistado el Cáucaso: incluso los Sahaba, que llegaron a derrotar a Persas y Bizantinos, se detuvieron ante estas prohibidas montañas. Durante siglos estos pueblos siguieron viviendo bajo el paganismo mientras que sus vecinos Musulmanes iraníes se referían a ellos con terror creyendo que el Jefe de los Yinns (los genios) tenía su capital en medio de los nevados picos.

 

         Pero donde no osaron entrar los ejércitos Islámicos, Musulmanes pacíficos se aventuraron a ir entrando poco a poco; algunos de aquellos acabaron en el martirio a manos de los salvajes e iracundos hombres tribales; pero lentamente los valles y las aldeas más remotas fueron aceptando el Islam. Los Chechenos, los Avars, los Circasianos, y Daguestaníes se islamizaron completamente; en el siglo XVIII tan solo los Georgianos y Armenios no habían aceptado el Islam.

 

 

La Invasión Rusa

 

         Pero a pesar de su victoria, un nievo peligro acechaba en el horizonte. En 1552, Iván el Terrible había capturado y destruido Kazan, la gran ciudad Musulmana en el alto Volga. Cuatro años más tardes las hordas Rusas alcanzaban el mar Caspio. Al frente se encontraban la caballería de los salvajes Cosacos, jinetes brutales que se dedicaban al secuestro y violación de las mujeres Musulmanas. Tan salvajes como píos, nunca establecieron un asentamiento sin construir una espectacular iglesia cuyo repiqueteo de campanas se extendía a la vez que los Zares extendían su dominio por toda la estepa. A finales del siglo XVIII la amenaza de la iglesia Ortodoxa no había pasado desapercibida para las tribus montañesas. Su falta de unidad hizo sin embargo inútil toda acción frente al enemigo, y pronto las fértiles llanuras del norte de Chechenia, y más hacia el oeste el país de los Tártaros fueron arrebatas al Islam. Los Musulmanes que permanecieron en sus tierras fueron forzados a trabajar como esclavos agrícolas para los señores Rusos. Aquellos que se negaron o trataron de huir, fueron cazados por la aristocracia Rusa en un versión de la “caza del zorro” inglés. Algunos fueron despellejados y su piel empleada para fabricar tambores militares. Las mujeres esclavas a menudo tenían que soportar la confiscación de sus bebes para que los galgos Rusos con pedigrí y otros perros de caza pudieran ser alimentados con leche humana. Intensificar esta política fue la empresa de Caterina la Grande, quien envió al más joven de sus amantes, Count Platón Zubov (él tenía 25 años, mientras que ella contaba con 70) para llevar a cabo la primera etapa de su sueño Pan-Ortodoxo por el cual todas las tierras Musulmanas quedarían conquistadas por la iglesia Ortodoxa. El ejército de Zubov se detuvo a las orillas del Caspio, pero la alarma ya ha había saltado. Los habitantes del Cáucaso dejaron atrás sus rivalidades y comprendieron que tenían un nuevo enemigo.

 

Continuación