Tanto entre sunníes como entre shi‘íes, está extendida la idea de
que existe un misterioso Nombre Supremo (al-Ism al-Á‘zam) que tiene
como particularidad el que, si Allah es invocado en su mediación, se cumple el
deseo de quien lo pronuncia. El Profeta (s.a.s.) habría dicho de ese Nombre
Supremo que “es el que, si Allah es invocado por él, responde, y si se le
pide algo en su mediación, da lo que se le pide”.
Esta idea se basa, por una parte, en una serie de
discretos hadices que veremos más adelante, pero también en una posible
interpretación de un versículo coránico que dice sábbih bísmi rábbika
l-‘azîm, que puede traducirse de dos manera: “Proclama la gloria del
Nombre de tu Señor, el Supremo” o “Proclama la gloria del Nombre Supremo de
tu Señor”. Un comentarista riguroso del Corán, como Tabari, excluye que el
versículo tenga la segunda interpretación; pero otros exegetas no menos
rigurosos, como Zamajshari o Baidawi, reconocen que el adjetivo Supremo, según
la estructura de la frase, puede calificar tanto a Señor como a Nombre. Además,
el mismo Tabari, en otro contexto, habla del Nombre Supremo de Allah como el
sugerido por algunos versículos del Corán que hablan de un Gran Nombre de
Allah, nunca especificado.
Por tanto, el tema del Nombre Supremo (al-Ism al-Á‘zam)
tiene al menos alguna justificación dentro del Corán. La cuestión de un
Nombre que, al ser mencionado, concede su deseo a quien lo pronuncia, ha sido
interpretada por los arabistas como la continuación en el Islam de una larga
tradición semita. En los estudios bíblicos, por ejemplo, se dice: “Entre los
semitas, el conocimiento del nombre de algo da poder sobre la cosa nombrada; en
particular, conocer el nombre de Dios es poder invocarle eficazmente con la
certeza de encontrar respuesta” (Biblia de Jerusalén, nota a Éxodo, 3,4).
Los arabistas piensan igualmente en el Nombre Inefable o Impronunciable de los
judíos (las cuatro letras Y, H, W, H) al que algunas leyendas de la Aggadah
prestan una eficacia taumatúrgica. Efectivamente, algunas leyendas islámicas
que conciernen a personajes que tuvieron conocimiento de ese misterioso Nombre
los relacionan con tradiciones judías (isrâiliyât).
Sin embargo, dentro del Islam no existe unanimidad
sobre lo que debe entenderse como Nombre Supremo. Al parecer, Tabari sostenía
que no existe un Nombre Supremo como tal. En opinión de Tabari (y también, según
cuentan algunos, de Imâm Mâlik, ibn Habbân, al-Ash‘ari y Baqillâni, todos
ellos autoridades de gran reconocimiento dentro del Islam, y también maestros
sufíes de la talla de Ŷunayd y Abû Yazid al-Bistami) el Nombre Supremo no
tiene una forma determinada. Ŷunayd dijo: “Cada vez que una persona
invoca a Allah con un corazón absolutamente desapegado del mundo, el Nombre que
pronuncia es Supremo”. El Imâm al-Murtadà sostenía que todos los Nombres de
Allah son iguales en rango y dignidad, y todos y cada uno de ellos son el Nombre
Supremo, y para ello enunciaba el versículo del Corán que dice: “Cualquiera
que sea el Nombre con el que le invoquéis, suyos son los Nombres Bellos”.
Tabarsi, igualmente, dijo: “Todos los Nombres de Allah son Supremos”.
Hechas estas observaciones, y junto a esas
opiniones clarividentes, hubo también un intento por encontrar cuál sería el
Nombre Supremo en sí sugerido por algunos hadices -cuya autenticidad no es
avalada por Bujari ni Muslim, pero sí se sostienen sobre la autoridad de otros
rigurosos compiladores como Abû Dâwûd y Tirmidi). Esos hadices que hablan del
Nombre Supremo, no lo citan claramente. Para empezar, no están de acuerdo entre
sí. En cada uno de ellos, el Profeta (s.a.s.) habría dado parcialmente la
clave del enigma: se contentó con indicar que el Nombre Supremo se encuentra
entre una serie de términos o expresiones, dejando a sus interlocutores
descubrir de qué se trata.
Esta cuestión entra dentro del tema de la
importancia que tiene en el Islam el Du‘â, la invocación de Allah, práctica
llamada por el Profeta (s.a.s.) mujj al-‘ibâda, el cerebro de la práctica
espiritual. Con el Du‘â, el musulmán se dirige directamente a Allah invocándolo
y enunciando ruegos. Y en ello hay un gran secreto, porque, por una parte, el
hombre reconoce así su dependencia respecto a Allah, reconoce que necesita de
Él. Pero por otro lado, pronuncia imperativos y espera que su Señor responda a
ellos. En un hadiz, el Profeta (s.a.s.) dijo que cuando el musulmán sincero
menciona sus ruegos ante Allah, Él le responde: “A tus órdenes, oh siervo mío
(labbáika)”. Ese es el momento de la complicidad entre Allah y el musulmán.
El Du‘â, por tanto, simboliza el cierre del círculo.
Efectivamente,
se aconseja especialmente pronunciarlo al cabo del Salât, el recogimiento en el
que el musulmán se entrega y busca a Allah, y corona su peregrinación con un
diálogo directo, sin intermediario, con su Señor, en el que se ha sumergido y
al que se ha aliado y del que espera respuesta. La importancia del Du‘â es,
por tanto, central en el Islam, y es el cerebro de sus prácticas, su
inteligencia, y cuando el musulmán pronuncia en su invocación el Nombre
Supremo es signo de que ha intimado realmente con la Verdad de Allah. Así,
pues, la práctica del Du‘â debe ser muy tenida en cuenta. No se trata de un
rezo con el que se pide cosas a Dios, sino que es la cumbre de una relación, el
signo de un encuentro, la comprensión de algo profundo, y sobre ello, sobre la
relación de dependencia e intimidad con Allah, el musulmán construye su
existencia de forma efectiva. Por eso, la búsqueda del Nombre Supremo es la búsqueda
del secreto de la relación posible y estrecha entre el musulmán y su Señor.
Los musulmanes han buscado el Nombre Supremo no
como si se tratara de una fórmula mágica sino para descifrar cuál es la
Verdad más profunda de Allah, y sobre ello se han diversificado las opiniones
en función de los diferentes paladeos. Todo ello significa una investigación
sobre el poder alquímico del Du‘â, cuya práctica, como hemos dicho, es
fundamental. Seguramente, el Nombre Supremo es, en realidad, la actitud del que
invoca, como es fácil adivinar en lo que sigue. Pero también está en la
fuerza del saber humano, es decir, está en la posesión del Nombre Verdadero,
la Clave de Allah. Y también está en la sonoridad de las palabras, su
trasparencia, su capacidad para sugerir lo que puede cambiar la realidad.
Según el primero de los hadices a los que hemos
hecho mención más arriba, habría que buscar el Nombre Supremo (al-Ism al-Á‘zam),
esencialmente, entre las palabras que aparecen en el capítulo 112 del Corán.
Alguien, en presencia del Profeta, habría rogado a Allah diciendo: “Oh,
Allah, te ruego en la mediación de que doy fe de que Tú eres Allah, y no hay más
verdad que Tú, el Uno-Único, el Inexpugnable, no has engendrado ni has sido
engendrado, y nada hay semejante a Ti”, y el Profeta (s.a.s.) dijo: “Juro
por Aquél en cuyas Manos está mi vida, que este hombre ha invocado a Allah con
el Nombre Supremo, el cual, aquél que ruega en su mediación encuentra
satisfecho su deseo”.
El segundo hadiz relata una circunstancia parecida,
pero el hombre en cuestión habría invocado a Allah diciendo: “Oh, Allah,
formulo mi ruego en la mediación de que a Ti alude toda alabanza, no hay más
verdad que Tú, Tú eres el que impide, el Creador a partir de nada de los
cielos y de la tierra, oh Señor de la Majestad y la Magnificencia, oh Viviente,
oh Subsistente”. Igualmente en este relato, el Profeta (s.a.s.) habría hecho
la observación que aparece en el hadiz anterior (en algunas versiones de este
mismo relato no aparecen los dos últimos Nombres).
En un tercer hadiz, en el que el Profeta (s.a.s.)
responde a una pregunta directa sobre el Nombre Supremo, responde que se
encuentra en dos versículos del Corán, el 163 del segundo capítulo y el
primero del capítulo tercero: “Vuestro señor es Una Verdad Única, no hay más
verdad que Él, el Misericordioso, el Compasivo” y “Allah, no hay más
verdad que Él, el Viviente, el Subsistente”.
Los anteriores son los hadices más autorizados (no
corroborados, recordémoslo, ni por Bujari ni por Muslim).
Por su parte, Ibn Mâŷa, otro de los grandes recopiladores de
hadices digno de confianza, aporta otros dos textos. En uno, el Profeta (s.a.s.)
habría dicho simplemente que el Nombre Supremo
de Allah aparece en tres suras del Corán (Báqara, Âli ‘Imrân y Tâhâ). El
segundo hadiz consiste en un breve relato protagonizado por ‘Aisha, la esposa
del Profeta (s.a.s.). Ésta, en una ocasión, escuchó a Sidnâ Muhammad
(s.a.s.) invocar a Allah diciendo: “Oh, Mi Señor, yo te ruego en la mediación
de tu Nombre puro, bendito, el preferido por ti, según el cual quien te invoque
mencionándolo obtiene lo que solicita,...”. Entonces, ‘Aisha pidió al
Profeta (s.a.s.) que le revelara cuál era ese Nombre, y él se negó diciéndole:
“No te es necesario conocerlo”. Ella insistió, pero él volvió a negárselo.
Entonces, ella se levantó, realizó abluciones, hizo una Salat de dos rak‘as,
y después invocó a Allah diciendo: “Oh, Allah, yo te llamo Allah, y te llamo
Rahmân, y te llamo Barr Rahîm, y te llamo con todos tus Bellos Nombres, los
que conozco y los que desconozco, para que me perdones y te apiades de mí”.
Al oír su Du‘â, el Profeta (s.a.s.) rió y le dijo: “El Nombre Supremo está
entre lo que has pronunciado”.
Observemos que todos estos hadices, si bien no señalan
un Nombre concreto, están fundados sobre la idea de que el Nombre Supremo es
uno de los que nos son conocidos. Sólo queda por saber cuál de ellos es. Pero
este punto de vista no fue admitido siempre. Algunos, cuenta Bagdadi, pensaron
que ese Nombre sólo es conocido por Allah mismo, como se sugiere en un hadiz en
el cual el Profeta (s.a.s.) habla de un Nombre que Allah se reserva (istá’zara
bihi).
La idea del Nombre Reservado tuvo especial difusión
en medios shi‘íes. Y, así, se ha trasmitido un dicho del Imam Ŷa‘far,
muy enigmático, que expone una especie de mito de la creación de los Nombres
de Allah (cuyo número sería de 360) a partir de un Nombre Primordial, el cual
por siempre está oculto: “Allah creó al principio un Nombre, no hecho de
letras, no pronunciado, no materializado,... sin color, sin lados, sin límites,
que nadie puede imaginar... Hizo de ese Nombre una Palabra Perfecta, constituida
de cuatro partes en la que ninguna es anterior a otra. De esos Nombres ha
manifestado tres, en la medida en que las criaturas tuvieron necesidad de ellos,
y uno lo ha mantenido velado; es el Nombre Secreto, oculto entre los Nombres
Manifiestos. El Nombre Manifiesto fue Allah, el bendito y el Elevado, Cada uno
de estos Nombres tiene cuatro pilares, lo que da la suma de doce pilares. Para
cada pilar, Allah creó trteinta Nombres, que son Rahmân, Rahîm, Málik, Quddûs,
... (sigue la enumeración de unos treinta y cinco Nombres) y así hasta que
tuvo trescientos sesenta Nombres, todos ellos tomados de los tres Nombres
primitivos, los cuales son a su vez los pilares y los velos del Nombre Secreto,
oculto bajo esos tres Nombres...”.
Según otro dicho del Imam Ŷa‘far, el Nombre
Supremo de Allah está formado de setenta y tres letras, de las cuales sólo una
es lo que Allah se reserva, mientras que los seis grandes profetas habrían
conocido, cada uno de ellos, algunas de esas letras: “A Jesús el hijo de María
le fueron dadas dos letras, gracias a las cuales operaba milagros; a Moisés le
fueron dadas cuatro; a Abraham ocho; a Noé quince; a Adán veinticinco. Todas
esas letras las dio Allah a Muhammad. El Nombre Supremo tiene setenta y tres
letras, y Muhammad conoció setenta y dos de ellas, y una sigue estando
oculta”.
Según el Imam Muhammad al-Bâqir, los imames
descendientes de Muhammad (s.a.s.) también tuvieron conocimiento de esas
setenta y dos letras del Nombre Supremo: “El Nombre Supremo tiene setenta y
tres letras. Ásaf ibn Barahiya sólo conocía una de ellas, la pronunció y
Allah hizo desaparecer la tierra que lo separaba del trono de Bilqis,
la reina de Saba, y pudo tomarlo con su mano, y después la tierra volvió
a su sitio, y todo ello tuvo lugar, como enseña el Corán, en un tiempo menor
al que dura un parpadeo. Nosotros (los imames), conocemos setenta y dos de esas
letras. Queda una que Allah se reserva en la ciencia que tiene de las cosas
ocultas”.
A decir verdad, entre los sunníes también la
ciencia del Nombre Supremo está reservada a algunos privilegiados, tal como
enseña al-Gazali. Sólo lo conocen los profetas y los awliyâ. Pero esto no ha
impedido que en medios sunníes, conforme a los hadices referidos, se estime
generalmente que el Nombre Supremo (al-Ism al-Á‘zam) forma parte de
los Nombres de Allah conocidos, y sólo
queda buscar cuál de ellos es. Y no se ha dejado de hacer.
Las especulaciones a este respecto son antiguas.
Entre los que habrían pretendido dar respuesta se cita a Ibn ‘Abbâs, Ŷâbir
ibn Zaid, Ša‘bi, Muŷâhid, Zuhri. Tanto Bagdadi como Razi hicieron
estado de la cuestión en sus libros consagrándole capítulos enteros.
Algunos (la mayoría, según Bagdadi) han pensado
que el Nombre Supremo era, simplemente, la palabra Allah. Este fue el punto de
vista de Ŷâbir y de Ša‘bi, y también el de Bagdadi quien juzgó esta
hipótesis como la más verosímil. Las razones invocadas son, entre otras, las
siguientes:
1- En la enumeración de los Nombres, Allah siempre
es citado a su cabeza.
2- Allah es la primera palabra que se pronuncia en
el salât (en la fórmula Allâhu Ákbar, Allah es Más grande).
3- Allah es el único nombre propio de la Verdad
Creadora, mientras que los demás Nombres (Qâdir, ‘Âlim, Rahmân,
etc.) pueden aplicarse, por su significación, como adjetivos que califiquen a
otras cosas. Además, la palabra Allah, en tanto que nobre propio, reúne en sí
las significaciones de todos los demás Nombres, los cuales simplemente lo
califican. Los demás Nombres son aspectos de Allah. Este doble argumento, ya
presente en Bagdadi, constituye lo esencial de la argumentación de de al-Gazali.
Retomado a continuación por Razi, aparece a la cabeza de las razones invocadas
por éste a favor de esta hipótesis.
4- Un argumento singular, muy repetido, es que el
Nombre Allah tiene una particularidad única, y es que si se van suprimiendo las
letras de las que está compuesto no deja de tener sentido. Si se le quita la a inicial
queda escrito lillâh, para Allah, de Allah. Si se le quita después la primera
l, queda láhu, que significa, para Él, suyo, hacia Él. Si por último, se le
retira la segunda l, queda hu(wa), es decir, Él. Cada una de estas evoluciones
tiene un testimonio en el Corán: lillâhi múlku s-samâwâti wa l-ard,
de Allah (lillâh) son los cielos y la tierra; lahu maqâlidu s-samâwâti wa l-ard,
suyas (lahu) son las claves de los cielos y de la tierra; huwa llâhu áhad,
Él (huwa) es Allah Único... Es decir, lillâh es los cielos y la tierra, lahu
es la clave de los cielos y de la tierra, y Hu(wa) es pura unicidad.
Razi enumera más argumentos (un total de doce), de
modo que para él, sin duda y en resumen, Allah es el Nombre Supremo, pues con
Él se inicia el Corán (bismillâh) y con Él acaba (ilâhi n-nâs).
Para otros, especialmente Muŷâhid, el Nombre
Supremo, sería la fórmula Dzû l-Ŷalâli wa l-Ikrâm, el Señor de la Majestad
y la Generosidad. A favor de esta hipótesis se cita un adiza en el que el
Profeta (s.a.s.) dijo: “Sed asiduos invocando Yâ Dzâ l-Ŷalâli wa l-Ikrâm”.
Tabari, sin decir explícitamente que se trata del Nombre Supremo, cita otro
hadiz en el que el Profeta (s.a.s.) oyó a alguien decir: “Yâ Dzâ l-Ŷalâli
wa l-Ikrâm” y le dijo: “Tu deseo se ha visto cumplido”. Además, esta fórmula
está en los hadices mencionados en los que se sugiere que el Nombre Supremo está
en frases en las que se cita dicha expresión entre otras.
Según una tercera hipótesis (que tuvo a su favor
a Ibn ‘Abbâs, según Razi), se trata de otra fórmula coránica la que
representa al Nombre Supremo: al-Hayyu l-Qayyûm, el Viviente, el
Subsistente, que aparece especialmente en el célebre Versículo del Trono (Áyat
al-Kursî). En apoyo de esta tesis se cita un hadiz admitido por Muslim y Abû Dâwûd
en el que el Profeta (s.a.s.) preguntaa Ubay ibn Ka‘b: “¿Sabes tú cuál es
el más grande de los versículos del Corán y que tú te sabes de memoria?”.
Ubay respondió que no. El Profeta (s.a.s) le repitió la pregunta, y Ubay acabó
por recitar el comienzo del Versículo del Trono: allâhu lâ ilâha illâ huwa
l-háyyu l-qayyum, Allah, no hay más verdad que Él, el Viviente, el
Subsistente. Entonces, el Profeta (s.a.s.) alabó su ciencia.
Como ya hemos señalado, en cierta ocasión el
Profeta (s.a.s.) dijo que el Nombre Supremo se encontraba en tres capítulos del
Corán (Báqara, Âli ‘Imrân y Taha). Después de analizarlos detenidamente,
Abû Hafs ‘Umar, uno de los Compañeros del Profeta, dijo: “He examinado
atentamente esas tres suras y nada en ellas se repite en las tres y falta en el
resto del Corán más que la expresión allâhu lâ ilâha illâ huwa l-háyyu
l-qayyûm”. Tirmidzi recogió un hadiz en el que se cuenta que el Profeta
(s.a.s.), cuando se encontraba en dificultades, decía: “Yâ Hayya Yâ
Qayyûm bi-ráhmatika astagîz, Oh Viviente, Oh Subsistente: en tu
misericordia busco fuerzas”.
Las anteriores son las tres hipótesis mayores.
Pero hay otras. Por ejemplo, Bagdadi optó por el Nombre al-Badî‘, pues es
una palabra que puede ser entendida en dos sentidos: por una parte tiene el
sentido de Instaurador, y por otra significa Sin Semejante. Ello equivale a
resumir en un solo Nombre los dos caracteres fundamentales de Allah, que es
Creador y absolutamente trascendente.
Bagdadi cita, entre otras hipótesis admitidas, los
Nombres ar-Rahmân y la fórmula Árhama ar-Râhimîn.
(esta última expresión, el Más Misericordioso entre todos los
misericordiosos, fue la empleada por Job en sus invocaciones, según el Corán,
y fue inmediatamente liberado de todas sus desgracias). También se ha propuesto
el doble Nombre al-Qarîb al-Muŷîb, el próximo, el que responde... Entre
los sufíes goza de predilección el pronombre Huwa, Él, en virtud de toda una
serie de largos argumentos que desarrolló Razi.
Otra hipótesis consiste en buscar el Nombre
Supremo (al-Ism al-Á‘zam) entre las misteriosas letras aisladas (fawâtih)
que aparecen a la cabeza de algunos capítulos del Corán.