LA
MAGNIFICACIÓN
‘Azîm
significa Inmenso. Ese adjetivo
sirve para calificar a Allah, y es también uno de sus Nombres. Descubrir y
penetrar en la Inmensidad (‘Ázama)
de Allah recibe la denominación de Ta‘zîm,
que se suele traducir como Glorificación.
Declarar la Grandeza de Allah, magnificarlo, venerar su Nombre, admirar su
creación, todo ello es Ta‘zîm
que sumerge al musulmán en un estado de sensibilidad extraordinaria en la que
presiente a Allah envolviéndolo todo. Por ello, el Ta‘zîm es un Maqâm,
un Rango Espiritual que conquistar.
El Ta‘zîm
es el resultado de conocer a Allah, es fruto de la Má‘rifa, y, a la vez, es el resultado de una disciplina.
Pronunciar el Nombre ‘Azîm,
aplicado a Allah, lo pone ante el musulmán en toda su Majestad...Conforme el
musulmán va progresando en el conocimiento que debe tener de Allah, Él se le
va haciendo cada vez más Grande. Su Inmensidad lo absorbe todo... Eso es lo
que significa Ta‘zîm, el crecimiento de Allah ante quien se consagra al acto de glorificar a
Allah, profundizando en Él.
Quienes mejor conocen
a Allah son los de Ta‘zîm
más intenso. Conforme Allah va adquiriendo ante ellos proporciones más
grandes hasta ser Absoluto, ellos redoblan la glorificación de la que es
merecedor el Señor de los Mundos. El musulmán reacciona ante la Inmensidad
expresando su admiración, y también provoca esa Inmensidad ante Él al
consagrarse a admirar a Allah.
No comprende la
Inmensidad de Allah y la saborea quien no sabe nada de Allah. Por ello es
necesaria la Má‘rifa, el conocimiento que se desprende de reflexionar sobre la
‘Aqîda, la Cosmovisión de los musulmanes. La ‘Aqîda tiene la ventaja de presentarle al musulmán a su Señor
en su vastedad infinita, en su Unidad radical, en su Poder sin competencia,...
Se avanza en esa Inmensidad hasta que el Ta‘zîm
se convierte en una manera de vivir.
Lo que nos interesa
aquí en este artículo de Musulmanes Andaluces es el cultivo de las virtudes
que permiten al aspirante (murîd)
adentrarse por los espacios infinitos de la Inmensidad de Allah. Para ello,
los maestros de espiritualidad dan provechosos consejos prácticos que educan
en la Glorificación cuyo fruto es la contemplación última del Absoluto.
Se ha dicho:
El
Ta‘zîm es conocer la ‘Ázama
humillándose ante Ella, y tiene tres grados. El primero de ellos es reconocer
la inmensidad de la Orden y la Prohibición, sin oponerse a ellas con
licencias secas ni exponerlas a fanatismos exagerados, ni explicarlas con
razones que hagan dudar de la sinceridad de la sumisión.
Allah, el Inmenso, a
través de la Revelación (el Corán y la Sunna) ha dado órdenes a la
humanidad y ha prohibido cosas. Quien no cumple la Orden
(Amr) ni se aparta de la Prohibición
(Nahy) no se acerca a la Inmensidad
de Allah, no la intuye. Del mismo modo, el que conoce a Allah ejecuta sus órdenes
y se abstiene de sus prohibiciones espontáneamente, porque sabe de Quién le
vienen. Quien conoce a Allah comienza ‘glorificando’ su Orden y su
Prohibición, y hay tres cosas que dan hechura a esta glorificación:
La primera es no
abolir la orden o la prohibición acogiéndose ligeramente a la licencia
(rujsa), que es cuando Allah
mismo autoriza un relajamiento condicionándolo a circunstancias. Abusar de
las licencias es indicio de poco respeto hacia la Orden y la Prohibición y
signo de no percibir adecuadamente las proporciones infinitas de la Inmensidad
de Allah.
La segunda es el fanatismo
o la obsesión (gulú) en el cumplimiento de la Orden y la Prohibición. El exceso
en el Islam es tan perjudicial como la desatención. El gulú, la exageración, el
extremismo, es signo de insatisfacción
ante Allah, y sólo se siente insatisfecho el que desconoce la Grandeza de la
Fuente de la que emanan la Orden y la Prohibición.
Por último, en
tercer lugar, buscar razón (‘illa) a cada
Orden y Prohibición, para justificarlas, lo cual impide que la obediencia sea
pura sumisión. Quien intuye la Majestad de Allah es movido por esa misma
Grandeza, excusa más que suficiente para el musulmán.
Quien conoce a Allah
y sabe de su Inmensidad, cumple estrictamente con lo que ha ordenado y se
aparta de lo que ha prohibido, sin escabullirse como lo haría quien no sabe
que nada escapa a Allah ni exagerando como quien piensa que lo que Allah exige
es escaso, y ese cumplimiento es pura obediencia quien no necesita
justificaciones porque saborea la Absoluta Libertad de su Señor.
El segundo grado del Ta‘zîm
consiste en magnificar el Destino, de modo que no se encuentre en él
torcedura alguna, ni se rechace por la Ciencia, ni se encuentre satisfacción
en una alternativa.
Tras presentir la
grandeza inherente a las reglas impuestas por Allah, el aspirante debe
volverse hacia el Hukm, el Gobierno
que rige el cosmos, que es el Destino
(Qádar). Al igual que Allah
reconduce hacia Sí a las criaturas mediante la Ley Revelada (la Sharî‘a),
a un nivel más profundo, más allá de la conciencia individual, todo es el
resultado de la Voluntad del Señor de los Mundos. La palabra ‘Destino’
alude al Poder que hace ser todo lo que es (las criaturas, los
acontecimientos). Quien sabe lo que significa ‘Destino’, sabe que se
encuentra ante algo Inmenso.
Para que la percepción
de la magnitud del Destino sea acorde con su naturaleza inmensa, el aspirante
a esa contemplación tiene que dejar de ver en él torcedura
alguna (‘íwaÿ). Nosotros
calificamos a las criaturas según juicios de valor, y los acontecimientos los
valoramos en función del beneficio que nos aportan o los males que nos
causan. Nuestros juicios podrían ser llevados a Allah, dirigiéndole
acusaciones por dar realidad a lo que consideramos malo o destructivo, y ello
nos impide ver la magnitud del Destino, que está por encima de nuestros
valores. Contemplar el Destino en su raíz es ver Poder Absoluto, que
trasciende nuestras consideraciones. Ahora bien, esto no debe llevarnos a
considerar que no existe lo bueno y lo malo, no podemos negar las evidencias.
Nuestros criterios también son resultado de ese Poder y tienen su razón de
ser y nos exigen reacciones, y debemos dar respuesta a todo sin por ello ver
fisuras en la Inmensidad. Conseguir el equilibrio es difícil, pero nadie dice
que el acceso a la Presencia del Inmenso sea cómodo.
En segundo lugar, la Ciencia
(‘Ilm) de Allah no debe aminorar
nuestra consideración de la magnitud absoluta del Destino. Con la palabra Ciencia
nos referimos al conocimiento que Allah tiene de las cosas. El que las
criaturas y los acontecimientos tengan ‘justificación’ en el Saber
Infinito de Allah no disminuye su Libertad Absoluta...
Por último, el que
realmente es testigo del Destino, que es el Poder Presente de Allah, cuando
realmente aprecia las dimensiones colosales de esa Verdad, no aceptaría
ninguna alternativa (‘íwad)
a lo que es. El que de verdad está inmerso en la Inmensidad está satisfecho:
las calamidades no lo tambalean, el que las criaturas o los acontecimientos no
sean como el quisiera o como él juzgaría más conveniente, no asalta su
firmeza en la contemplación de la Inmensidad, y él está más allá de las
apariencias viendo en el devenir la expresión de la Voluntad Absoluta que lo
rige todo desde su desproporción inasequible al entendimiento, incontrolable
por toda otra voluntad, inalterable en su sabiduría extraordinaria...
El tercer grado del Ta‘zîm es la magnificación de Allah en Sí, y consiste en no considerar como medio otra cosa que no sea Él, ni considerar que se tiene algún derecho sobre Él, ni competir con Él eligiendo.
Por último, en
tercer lugar, la Magnificación del aspirante a la contemplación de la
Inmensidad alcanza a Allah mismo. Antes se ha glorificado su Ley y su Creación,
y ahora se penetra en el misterio del que gobierna a los seres humanos y al
universo entero.
El autor de estas
sentencias afirma que ese Ta‘zîm
último tiene tres condiciones. La primera es no tener más medio
(sábab) para llegar a Él que Él
mismo. Nada hace llegar al ser humano hasta la Inmensidad de Allah más que
Allah mismo, por tanto no hay más Vía que la de entregarse por completo a Él,
sumergirse en su Verdad. Allah es el Guía hacia Allah, y el único camino es
Allah. Sólo la rendición más absoluta, la claudicación incondicionada a Él,
es la forma de penetrar en su Secreto. Dice el Corán: “Quien siga otra senda que no sea la de la Rendición (Islam), no le es
aceptada”.
En segundo lugar, señal
de verdadera glorificación de Allah es considerar que nadie tiene ningún derecho
(haqq) sobre Él. A Él no
se le obliga de ningún modo. Si recompensa a un justo por su justicia, si se
abre a quien se orienta hacia Él con prácticas espirituales, es por
obligaciones que Él se impone a Sí mismo. El bien de los hombres no lo
condiciona, porque Él es Absolutamente Libre, y en su Libertad ha elegido
derramar su Misericordia sobre quien se le acerque sobre la vía del bien y la
rectitud. Que Allah premie la espiritualidad, el amor, la bondad, es indicio
de su generosidad, de su Excelencia, y más aún si tenemos en cuenta que
hasta la espiritualidad del ser humano, su amor y su bondad son porque Él
quiere, son un regalo suyo, un favor que dispensa, ¿cómo podrían ser
derechos de las criaturas capaces de obligar a Allah a algo?
En último lugar, se magnifica realmente a Allah dejando cualquier elección (ijtiyâr) ante Su Elección. Se trata de perder toda referencia ante Él, de modo que el aspirante sea capaz de acoger en su corazón a Allah tal como se le presente, sin contaminarlo con sus expectativas, sin limitarlo con sus juicios, sin modelarlo según su voluntad. Es entonces cuando queda habilitado para contemplarlo en toda su grandeza y se asienta definitivamente en el Rango (Maqâm) del Ta‘zîm.