Blas Infante, historia de un andaluz

4ª parte

Enrique Iniesta  

3ª parte

Los árabes no invadieron España

Recientemente, 1974, la Fundación March publicó en castellano una obra del historiador Ignacio Olagüe, (Flammarión, París, 1969). La versión del título es sumamente libre: La Revolución Islámica en Occidente, que pretende traducir» Les arabes n’ont jamais envahi l’Espagne. Los estudios de Olagüe se iniciaron en 1938. En 1974, Castalia publica por primera vez La velada de Benicarló que Manuel Azaña escribiera en 1937. En 1931 -cuarenta y tres años antes-, Infante había publicado su Tablada y en 1929 -cuarenta y cinco años antes-, estaba redactando su Orígenes. Olagüe y Azaña repiten las mismas tesis de Infante: la pretendida invasión árabe no fue sino una conversión cultural de los «hispano romanos» andaluces de los siglos VII y VIII, civilizados y sabios, que se negaron a la influencia bárbara del Norte europeo y pidieron ayuda a. los vecinos musulmanes. El Sr. Cuenca Toribio afirma: «Una consideración más detenida de la opera omnia nos lleva a señalar que el nivel de conocimientos históricos de Infante era el habitual en un joven letrado culto e intelectualmente inquieto ...visionario generoso e intachable, no pensador». Y subraya «el visceral, (!) sentimiento pro árabe de Infante», (Combates por Andalucía, 1969, pp. 134, 136, 145). Pero en la obra de un investigador de la talla de Olagüe y del criterio de Azaña, suenan todas y cada una de las afirmaciones de medio siglo antes de nuestro notario investigador: la llamada andaluza a los árabes, su exiguo número invasor, el esplendor de su cultura y su sistema agrario, los taifas como organigrama autonómico al modo de las polis griegas, la conquista de los norteños, la depredación por los repartimientos, la reforma agraria hoy como reparación de una guerra de conquista, la herencia árabe recogida por los flamencos, actuales jornaleros. Pero «los vencedores escriben la Historia y así, se tergiversa hasta encontrarnos ante una de sus más escandalosas manipulaciones» (L. Racionero Grau). Hoy día se manifiesta en la misma dirección M. Tuñón de Lara cuando habla de «un ejemplo de manipulación que ofrece jugosos motivos de reflexión» y añade que el término Reconquista es producto de una Historia pre-científica e ideologizada (El País, 16-VII-1980, p.22).

 

La aversión de Infante a la conquista -que no Reconquista castellana- nace de tres hallazgos principales:

1.° Los andaluces «hispano romanos» llamaron a sus vecinos bereberes. «Legiones generosas corren el litoral africano predicando la unidad de Dios... Andalucía les llama. Ellos recelan. Vienen: reconocen la tierra y encuentran un pueblo culto atropellado, ansioso de liberación. Acude entonces Tarik (¡14.000 hombres solamente!). Pero Andalucía se levanta a su favor. Antes de un año, con el solo esfuerzo de Musa (20.000 hombres), puede llegar a operarse por esta causa la conquista de España. Concluye el régimen feudalista germano» (La verdad sobre el complot de Tablada..., edic. 79, pp. 74-75, passim), de «los bárbaros germanos y su jerarca, Rodrigo» (Manusc. AA2-8, Almanzor).

2.° La etapa de Al-Andalus fue de libertad y brillo cultural. «Por entonces, Andalucía era libre: hoy es esclava» (Tablada, p. 60). Pero Infante, en su coherencia más allá de toda visceralidad pro árabe se mantiene crítico, juzga «rigor inexorable» el «de los primitivos juristas musulmanes» (Ma­nuscrito 16). Si bien al decirles «primitivos», habría que dudar de su localización. Porque él, al tratar del período andalusí, no duda: «Hay libertad cultural... ¡Andalucía libre y hegemónica del resto peninsular! ¡Lámpara única encendida en la noche del Medievo, al decir de la lejana poetisa sajona Howsrita! No hay manifestación cultural que, en Andalucía libre o musulmana, no alcanzase su expresión suprema. No puede llegar a existir una economía social que asegure mayor fuente de bienandanza. ¡Y las artes! Andalucía, con nombre islámico es librepensadora» (Tablada, pp. 74-75, passim).

3.º La conquista cristiana fue intolerante y uno de los orígenes del latifundio. «¡Las cruzadas! El robo, el asesinato... presididos por la Cruz (...) Empiezan a quitarnos la tierra... distribuida en grandes porciones entre los capitanes de las huestes conquistadoras... Y los andaluces, que tenían la tierra convertida en vergel, son condenados a esclavitud de los señores... Fueron y son las enormes falanges de esclavos jornaleros, de campesinos sin campas, campesinos expulsados» (Tablada, pp. 75-76, passim). «Pueblo conquistado, el pueblo andaluz (...) bastante tenía con plañir (...) aquellos lamentos que expresó con palabras de Abu-l-Beka, de Ronda, «llorando al ver sus vergeles, / y al ver sus vegas lozanas / ya marchitas, / y que afean los infieles / con cruces y con campanas / sus mezquitas...» (Orígenes, p.47), «...el pueblo recién convertido por la presión de la intolerancia iniciada por Isabel, sometido a una persecución que culmina después del triunfo de Don Juan de Austria y de las terribles depredaciones que hicieron decir a Mármol que los soldados del Rey eran tropas de delincuentes» (Orígenes, p. 163).

 

«Se encienden las hogueras de la Inquisición; millares de andaluces, moriscos y musulmanes, son quemados en las salvajes piras (...) Los Austrias continúan la obra de Isabel» (Tablada, p. 76). Así, «la tiranía eclesiástica destruyó la cultura de Andalucía», declaraba Infante a Francisco Lucientes en El Sol (M-11-VI-31, p. 80). Pero el pro-arabismo infantiano no es visceral: también acusa la intransigencia de «las excomuniones de los ima­nes ortodoxos regentados por el fanático Yusuf ben Tashfin» contra la heterodoxia andaluza de los «mojazines que éramos los andaluces» (AAN, 23-24, passim). Incluso, al atacar el «espíritu europeo» de la UGT, la acusa de un «rigor inexorable parecido al de los primeros padres de la Iglesia o al de los primitivos teólogos o juristas musulmanes» (Manuscrito 16).

 

La importancia práctica de la Andalucía árabe, su trascendencia política, queda demostrada en la polémica continua que enfrenta hoy a los partidarios de la línea Infante y pro arabista y los de la clásica y tradicional. Hasta los partidos y todo el centralismo apagan una interpretación castellanizante. La izquierda nacionalista se enrola con Infante. El caso resulta altamente revelador. Es cierto, no se debate un tema erudito. La Historia es forzosamente un arma política. (Se reconozca o no).

 

Los historiadores que apoyan el centralismo ignoran del todo la Escuela Arabista francesa (Olagüe, Marcais, incluso Dozy y Schack), jamás acuden a la pléyade de especialistas árabes de todos los tiempos (Ibn Said, Al-Maqqari, Taha Husayn, Boulos Elias Nasif, etc). Pero ellos, con los franceses, son los que tienen en sus manos las fuentes conservadas en la Biblioteca Nacional de El Cairo, Al-Maktaba al Tymuria de El Cairo, Biblioteca Nacional de París y de Bagdad, de la Universidad de Oxford, Biblioteca Gotha de Alemania Oriental, Biblioteca Archivo de Rabat etc. Olagüe demuestra la discutible veracidad de las antiguas crónicas y fuentes españolas tan ideologizadas por las luchas religiosas. En este punto navegan en igual barco la izquierda tradicional española y el Santiago Matamoros de Clavijo. Sólo el PCE calla prudentemente. PSA, SOC y LA, son de la línea de Infante. El tenía razón: la identidad de Andalucía nace aquí: «El fundamento de nuestra característica voluntad de ser el fundamento más próximo de Andalucía está en la Andalucía medieval (...) que la conquista vino a interrumpir» (Manuscrito AAN-7).

 

Con todo esto, árabes, anarquistas, pacifistas, gitanos, jornaleros, emigrantes, clases populares, desposeídos acaban relacionados en una síntesis operativa.

 

Infante, ante la República toma partido

    Instaurada la II República, Infante, deja Isla Cristina y es notario en Coria del Río. Penetramos en los sesenta y cinco últimos meses de su vida que van a ser una carrera impresionante. Durante la interinidad forzosa de la Dictadura, se ha pertrechado de contactos con los anarquistas, de reflexiones históricas, políticas etc.

 

Los Centros Andaluces se constituyen en una nueva estructura «de carácter más político, fundamentalmente, de izquierda» (O. Lanzagorta): «de liberación», (La Voz, Córdoba, 29-I-1933), y no liberales. «Liberadoras de injusticias económico-sociales», las llama Díaz del Moral... Se auto ­titulan «Órgano expresivo de los anhelos revolucionarios de Andalucía» (Pueblo Andaluz n° 1, 13-VI-31). Buscan «excitar al Gobierno y a la opinión al aprovechamiento de unos instantes henchidos de fecundidades positivas» (Tablada, p. 13). Dirá Infante: «La Junta Liberalista de Andalucía tiene del obrerismo el concepto de que avanza para construir el espíritu renovador del mundo. Desengáñese la denominada clase media. Sólo dos términos existen en las modernas sociedades: trabajadores y explotadores» (Pueblo Andaluz, 13, V, 31). Eran «unos hombres modestos, profesionales, industriales, comerciantes, obreros y empleados... humildes. Ninguno rico. Los ricos nos huían» (Tablada, pp. 67-69, passim). La acción de las Juntas se centró desde su fundación en campañas por el Estatuto Andaluz. En 1978, se integraron en el PSA. (Andalucía Libre, Junio, 1978).

 

Una precipitada opinión muy extendida pretende que «Blas Infante se negó siempre a ser (sic) un partido (Cuatro textos políticos andaluces (1883-1933), p. 101). Cierto que en 1917 afirmaba que «los partidos políticos actuales no responden a las exigencias del pueblo» (Andalucía, n' 13) y en 1931, se manifestó contra «los partidos de uso» (Tablada, p. 31). Llega la República y a sus cuarenta y ocho horas, ingresa en el Partido Republi­cano Federal. El dato está avalado por su carta a Justo Feria, presidente del PRF. en Sevilla, fechada el 17 y publicada e121 de Abril de 1931 en la p. 9 de El Liberal. La noticia aparece también en La Voz, de Córdoba (21­V-31). J. Fernando Badía titula así un trabajo suyo: La masa federal: románticos, regionalistas y proletarios (Historia política-parlamentaria de la República de 1873, Edicusa, Madrid, 1973).

 

Según Jutglar, el Partido Republicano Federal es «la máxima manifestación del radicalismo democrático liberal». Según E. de Guzmán, «se mantuvo en la oposición propugnando un mayor radicalismo en el texto constitucional, los máximos avances sociales y defensa sistemática de la Confederación (CNT)». Hennesy confirma que «en Andalucía era una reacción de la clase media y media inferior contra el predominio político y económico de los terratenientes en el gobierno nacional y reflejo de las firmas regionales». Imágenes coincidentes con el juicio que el Partido merece para Infante. La carta a J. Feria es muy razonada: «Pido plaza en el partido republicano federal», por su «vieja tradición de austeridad coincidente con la nueva del Centro Andaluz» y por «su doctrina siempre idéntica a la nuestra para trabajar por la consolidación de la República, seguir laboran­do por la reconstrucción histórica de Andalucía y preparar en estas interesantísimas circunstancias interregionales, la intervención de nuestro pueblo como término federativo en la constitución del nuevo ser de España». Y sigue: «Debo declarar: mi adhesión es meramente personal aunque vería con gusto que los liberalistas (subr. nuestro) andaluces vinieran a congregarse en el partido republicano federal». «En este sentido rectifico el consejo de Marzo de 1930 en circular que rogaba a los andalucistas que se abstuvieran de complicar, con la formación de nuevos partidos, la preparación de la nueva vida española y que cada uno ingresara en los partidos de su predilección». Termina: «Ahora mi consejo es que, (si anhelan el cumplimiento del lema que hace veinticinco años nos congregó: «Andalucía, por sí, para España y la Humanidad»), deben sumarse al partido republicano federal». Con este documento, cae por la base la afirmación de «el repudio visceral de Infante a organizar su movimiento en partido» (Cuatro textos políticos andaluces, p. 124).

 

El proceso de Infante ante la organización política

Las opciones de nuestro mentor ante el tema de la organización política son sucesivamente las siguientes:

1ª. Unidad de independientes y miembros de partidos en una plataforma ínter partidista (1916 a 1931); (Centros Andaluces, Juntas Liberalistas). Es preciso destacar que tan largo período se reduce en realidad a siete años (de 1916 a 1923) puesto que la Dictadura congeló toda posibilidad de partidos. Sin duda, Primo de Rivera entorpeció el proceso del andalucismo hacia su articulación en partido.

2ª. Decisión: un partido andalucista (el PRF): (1931 a 1936). Pero los liberalistas de las Juntas no siguen a Infante. Unos prosiguen sin definirse en las Juntas, otros los cordobeses, principalmente, se integran en el partido Republicano Autónomo, en el Radical Demócrata, incluso (!) Díaz del Moral se presenta como independiente en las listas del PSOE.

 

Después, al tratar de la lucha por nuestros Estatutos, veremos los funestos resultados de esta dispersión. Infante acusa el golpe. En el inédito Libro Nuevo, puntos 115 y 116 escribe:

«Dan ganas, como decía nuestro Muhiddín Ben Arabí, el gran místico andaluz, maestro de San Juan, de Santa Teresa y de todos los místicos es­pañoles, de ausentarse del mundo, de situarse frente a Dios, coordinación de todas las verdades». «Nos entran ganas de ...hacer en el alma la noche oscura (subraya él) y llegar a negar su espejo a la reflexión de todas esas lucecitas animales, exteriores e interiores, rojas, amarillas, verdes o moradas, para llegar a la unidad (subraya él) con Dios». Palabras llenas de alusiones, atención a las lucecitas animales y a sus concretos colores, banderas, al ser de los colores, que él dice en Tablada.

 

Hasta ahí le llega el impacto, hasta su fondo religioso que luego veremos riquísimo y muy a su aire.

 

Juicio sobre la República

«Llegó la República y nos sentimos un poco defraudados. Hubiéramos deseado un sistema de hechos revolucionarios. Uno de estos hechos, la abolición del latifundismo. Si las Cortes no responden, Andalucía proclamaría su República, con el mismo vigor con que lo hace Cataluña». Así recibió Infante la República (La Voz, Córd., cit. por Lanzagorta, 19-VI-31). Su partido, el Republicano Federal, durante el bienio 31-33, se mantuvo en la oposición propugnando un mayor radicalismo constitucional, máximos avances sociales y defensa sistemática de los trabajadores de la CNT» (E. de Guzmán), «militando en los sectores más radicales del republicanismo con Balbontín, R. Franco...» (Gonzalo Santonja).

 

«La República no fue otra cosa que el nombre dado al triunfo de los políticos desplazados pero no substituidos por la acción de Primo de Rivera. Volvieron los políticos ex-monárquicos y advinieron los políticos republicanos a regir la cosa pública. ¡Los políticos republicanos, de igual animación, con idénticos métodos que los monárquicos...! (...) Quienes nos hubimos de alzar contra ellos, estuvimos a punto de ser fusilados.... ¡¡Por traidores a la República!! (v.g. Tablada: vean mi folleto El Complot de Tablada...). Claro. Yo era republicano no al estilo de los políticos republicanos, monárquicos sin monarca (Tablada, p. 32).

 

Con fecha 28-V-1934, Jesús Martín Jiménez escribe a Infante: «Parece que la República se nos va; por no decir se nos marchó, pues esto que queda, maldito lo que tenga de espíritu republicano. Quien lea ahora tu obra sobre el complot de Tablada, te considerará un profeta».

 

El calendario de Infante es veloz en este 1931. E1 4 de Junio se convocan elecciones para las Constituyentes. En Sevilla se presentan cinco candi­daturas: la gubernamental republicano-socialista (con Martín Barrios), la radical-socialista (Albornoz, V. Kent, Rojo), Acción Nacional, comunistas (Bullejos, Adame, J. Ma Osuna) y la Republicana Revolucionaria Federal Andalucista. Esta candidatura era el hecho nuevo que iba a complicar considerablemente la situación (Tuñón). La encabezaban Ramón Franco (aviador), Blas Infante, A. Rexach (aviador), P. Rada (mecánico). P. Ca­rrión (agrónomo), J. A. Balbontín (abogado), Ignacio Infante (juez) y E. Castells (médico). ¿En qué sentido era algo nuevo que complicaba? Por federal, por andalucista, y por el apoyo de los campesinos y anarcosindicalistas. Rompía el cuadro tradicional de una Andalucía, mercado colonial de votos y lo hacía desde la izquierda. «Fue organizada por Blas Infante, primera figura del andalucismo (Tuñón). El mismo escribió: «Mía fue la iniciativa, porque yo la elaboré y redacté el manifiesto electoral y las hojas andalucistas que, sobre los campesinos encorvados, lanzaba la avioneta de Rexach, yo busqué a Carrión y a J. A. Balbontín y hasta a mi propio hermano» (Tablada, p. 24 passim). «Vallina, anarcosindicalista que gozaba de una inmensa popularidad en los medios campesinos, era por principio abs­tencionista, cambió y se puso a defender por los pueblos la candidatura revolucionaria, diciendo: «Estos hombres no son políticos de oficio sino hombres de vergüenza» (Tuñón).

 

La candidatura era de oposición al gobierno desde la izquierda, «anti-centralista y anti-caciquil» (Tuñón). Un gobierno del que Infante sólo «sal­vaba» a Azaña: «Necesitábamos notificar al Gobierno Provisional que la revolución vivía» (Tablada, p. 23, ver pp. 25 y 41). «El programa electoral era, básicamente el de Ronda (1913) y Córdoba (1919): autonomía cantonal y municipal, cogestión de la empresa, abolición de los monopolios, Estado Federal Andaluz de la Confederación Ibérica» (Ruiz Lagos).

 

El ministro de la Gobernación, Miguel Maura, escribió en 1916: «No era prudente dejar solas a las izquierdas en el campo republicano y mi propósito era defender, dentro de él, los principios conservadores legítimos» (Así cayó Alfonso XIII, p. 50, ed. 66). Según Maura, para las vísperas del 28 de Junio, día de las elecciones, se tramaba un complot de Franco-­Infante-CNT-campesinos-comunistas y aviadores de la Base de Tablada para «la revolución social y el Estado Libre de Andalucía» (ver Maura, idem, pp. 282-283). El tema alarmó de manera extraordinaria. Crisol lo daba a toda página (20-V-31). Esa era «la tesis oficial defendida por Maura» (Tuñón). Infante llamó a esa tesis, «tejido de pamplinas», «romanceado por el señor Maura el joven» (Tablada, pp. 24 y 41; ver pp. 59, 61, 62, 92, 115), «fantasía» (Crisol, M., 1-VII-31, p. 12). ¡Un libro entero dedicó Infante al affaire! Escrito en caliente, en un poco más de un mes (21-VIII, 29 ­VIII-31: Tablada, p. 119), es una maravilla de crónica, con excursiones por la Historia, cultura y antropología andaluzas, datos curiosos sobre el primer gobierno republicano y en estilo veloz, el mejor momento literario de Infante. ¿Por qué este curioso invento del complot? Infante lo explica: «El Gobierno se ha sentido desenmascarado por primera vez mediante la candidatura (Tablada, p. 25). El Gobierno «calumniaba», porque es «la España tradicional, ahora representada por hombres republicanos» (Id., prólogo de la Junta Liberalista, p. 14), para ellos no ha cambiando el régimen (Tablada, p. 20), son «monárquicos sin monarca» (Id., p. 30).

 

Ramón Franco, es verdad, había dejado caer frases equívocas (El Sol, 17-VI-31 pp. 1 y 3), pero eso hubiera justificado, simplemente una investigación sobre su persona. El entusiasmo que la candidatura levantaba en los pueblos era una amenaza para la habitual decantación del electorado andaluz hacia Madrid. «El complot fue la maña para quitarnos un Acta, robo de votos» (Tablada, p. 118), «sirvió para que las fuerzas del Ejército y de la Guardia Civil patrullaran ostensiblemente por todas partes el día de las elecciones» (Tuñón).

 

«En vista del "complot", dos días antes del señalado para las elecciones... sin perder un minuto, ordené al General Sanjurjo que, en avión y cuanto antes, saliera para Sevilla y procediese a la detención de Franco y sus amigos ...Cuatro horas más tarde, me telefoneaba... misión cumplida perfectamente» (Maura). ¡Cuatro¡ horas bastaron para hundir tan poderosa conspiración...! Los comentarios de Infante ironizan: «Sin aviones, sin municiones, sin soldados... No pudimos conseguir que nos fusilaran» (Tablada, pp. 116-119).

 

¿Los resultados? Victoria de la candidatura gubernamental que tan bien apoyaron Maura, el ministro, y Sanjurjo, el general. Barridas las otras tres. Segundo lugar, pese al complot, para los andalucistas. «La masa de los barrios populares -Macarena, El Fontanal, Camas, Triana...- de indudable influencia anarcosindicalista, votaron la candidatura revolucionaria de "Andalucía Libre"» (Tuñón). Esto así, pese al Manifiesto de la Federación Andaluza de la CNT en la víspera electoral: «La CNT no apoya ni directa ni indirectamente a ningún partido por muy extremista y revolucionario que sea». Franco y Balbontín, ya diputados. Balbontín presenta querella contra Maura por «coacción al cuerpo electoral» (Crisol, 1-VIII­31, p.12). Franco impugna las actas en las nuevas Cortes (Diario de Sesiones, 8-VIII-31) cuya «atmósfera se caldea» (Crisol, 20-VII-31, p.12). La historia continuó en un sumarísimo. El 26 de Abril de 1932, aún coleaba y se conserva en los archivos de Coria una carta de uno de los encartados, firma ilegible, que llama «guía completa» al proceso y «maniobra del actual jefe de Aviación, Barrón para quitar el mando a Franco y a mí». Luego, el procedimiento anduvo de mesa en mesa y, logrado su objetivo, el affaire nos dejó la herencia del gran libro de Infante.

 

conclusión