Blas Infante, historia de un andaluz

3ª parte

Enrique Iniesta  

2ª parte

Del libro “El siglo de Blas Infante, 1883-1981. Alegato frente a una ocultación

 

Cambó en Sevilla: la tentación norteña

En 1913 Francesc Cambó, líder de la Lliga catalana, representante de uno de los nacionalismos del Norte, visita el Ateneo Sevillano. De él vendrá una propuesta de alianza que reportaría apoyo económico. Infante tuvo en sus manos la solución para las arcas vacías de los Centros Andaluces cuan­do Cambó volvió de nuevo en 1917. Porque «para costear cualquier labor pro-Andalucía, teníamos que acudir a imponer contribución sobre nues­tros bolsillos escuálidos» (AAY, 1). Pero rompe con el tipo de nacionalis­mo que Cambó importaba a Andalucía al verle comer con «gente burguesa de tripa ecuánime» (J. Andrés Vázquez, El Imparcial, 7-XII-17)... Infante está ya encarando el tema de la Revolución soviética al ver el interés que ha despertado en el campesinado andaluz. En 1921, sus estudios darán el fruto de un libro, La Dictadura Pedagógica, que analizaremos.

 

La opción se decanta: los Centros Andaluces y la Asamblea de Ronda, 1918

En Junio de 1916, los más inquietos colaboradores de Bética, con Blas Infante y Ga Nielfa a la cabeza, se desgajan de la revista y fundan otra, Andalucía, «sólo, para los aspectos políticos y económicos del regionalismo» (Soriano Díaz), «plataforma del movimiento obrero del anarquismo», «con escritos de Pablo Iglesias y F. de los Ríos» (Acosta), «combativa, con una más clara libertad» (O. Lanzagorta). Es el órgano de los Centros An­daluces, acabados de organizar y que se extenderán por Andalucía y la emi­gración (Madrid -Casa de Andalucía-, Buenos Aires, Santiago de Cuba y Nueva York). Con ellos, Infante pasa a la acción andalucista, el «nuevo nacionalismo» que dirá en su conferencia el 16 de Junio de 1917, publicada en El Liberal, de Sevilla, y repetirá en el Manifiesto de los Centros Andalu­ces (Andalucismo militante, Ruiz Lagos, p. 148), donde llama «Nación» a Andalucía. En Agosto, habla a los socialistas, anarquistas y comunistas del Centro Obrero Cruz Verde, de Sevilla, y les invita a dialectizar su interna­cionalismo con su andalucismo a través de la socialización de la Tierra (An­dalucía, n° 3, 1916), tema candente: «Pertenecéis -les dice- a este lugar de la Tierra y a este grupo de la Humanidad; comenzad por su redención. Así, impulsaréis las de los demás». Y también: «Vosotros que aspiráis al comunismo integral, a socializarlo todo, ¿por qué no empezáis por sociali­zar la tierra?».

«La mezcla Cambó-Rusia resulta trilita. El Ateneo es víctima de mu­cho tira y afloja político» (J.A. Vázquez, El Imparcial, 7-XII-17). Bética desaparece. Si, en el año 13, Infante estuvo a punto de caer en la oferta Cambó, ahora ya no duda. Se reafirma en el carácter popular del andalu­cismo. Los Centros Andaluces convocan la Asamblea de las provincias an­daluzas en Ronda con un Manifiesto «que plantea cuestiones poco intelec­tuales» (O. Lanzagorta): fueron municipales, centralismos, caciquismos, hambre y pan. Sucede todo ello durante la crisis estatal del 17 y la suspen­sión de las garantías constitucionales. A1 restablecerse, en Enero de 1918, se reúnen los asambleístas. En Ronda, estructuran un programa político, social y económico, síntesis de las experiencias habidas y de la herencia de la Constitución Cantonal Andaluza de 1883, a la que actualizan con dispo­siciones sobre la crisis del campo y hacienda municipal que absorba el valor social del suelo; llaman a Andalucía «país» y «nacionalidad»; asumen la reclamación de Infante y Vázquez a favor de la autonomía «de la Patria Andaluza» ante la Sociedad de Naciones, y determinan «la bandera nacio­nal de Andalucía, su Himno, y su escudo». La letra del Himno incorpora el binomio «Tierra y Libertad», nombre del más representativo lema y perió­dico anarquista leído en nuestras gañanías cortijeras.

«Andaluces: levantaos -pedid tierra y libertad-» es una tremenda e inusual frase en los himnos de este tipo. Sin otra intención que la del ejem­plo pedagógico del carácter diferencial del nacionalismo andaluz, veamos los versos que compuso Sabino Arana en 1902 (pese a sufrir entonces cár­cel) para el himno de Euskadi: «Viva, viva Euskadi, -gloria y gloria a su señor». Después de leído el himno de los hermanos vascos con solidario respeto, pensemos que sus comentaristas no llegan a acuerdo sobre quien sea el señor de su letra: ¿el Rey de España? ¿Dios mismo?. Nuestro himno, indudablemente es «natural», «verdadero», «vivo», «con realidad en sí», «para la junta concordada y unánime de la multitud», que Infante vimos escribía en su inédito manuscrito AAY.

En el escudo, herencia ajustable a heráldica pero sin castillo alguno ni más leones que los gaditanos, campea el lema: «Andalucía por sí, para Es­paña y la Humanidad». El mismo Infante comentará en 1921: «El fin de la existencia de un pueblo es engrandecerse por sí, por el propio esfuerzo y el propio dolor, pero no para sí, sino para la solidaridad entre los hombres, entre los demás pueblos. Estas ideas fueron conscientemente aplicadas en Andalucía al constituirse la organización nacionalista andaluza» (Dic. Ped., pp. 230-31, passim).

En Noviembre, el patriota andaluz «grita por primera vez la aspira­ción viril de nuestro pueblo: ¡Andalucía libre!» (Andalucía, n° 118), que, será « ¡Viva Andalucía Libre!» en Córdoba, a los tres meses, con escándalo de un gobernador llamado Conesa (Tablada, p. 67). Era «el grito de las gargantas jornaleras» (Id. 67).

Infante -con nuestros otros símbolos- es nuestra expresión. El sün griego significa unidad y el bailo, lanzar. Etimológicamente, símbolo es lo que junta en la acción, la expresión conjunta de una fuerza que se mueve. Por eso, el símbolo tiene una utilidad, una función social. No hay símbolo abstracto. E1 que lo es más (la bandera) encierra concreciones: las defendi­das por quien la enarbola. La mutua relación entre los símbolos (bandera, escudo, grito, lema, Infante) son progresivas concreciones de cada vez ma­yor materialismo, realismo. Si Blas Infante Pérez es llamado Padre de la Patria Andaluza no se trata de un trasnochado culto. Es un dato para la gratitud y el olfato operativo. Quiere decir que fue el primero que enunció Andalucía como Pueblo, Patria, formación socioeconómica específica, Historia y sujeto de ella. Quiere decir que en esta tarea se dejó jirones (di­nero, trabajos, amarguras y la propia vida al ser asesinado). Que lo hizo el primero y solidario con nuestra gente más representativa en cantidad y en clase, singularmente el jornalero. Y que suya fue la primera síntesis andalu­cista que provocó la primera acción en busca de soluciones andaluzas para los problemas andaluces. Eso quiere decir: Padre de la Patria Andaluza. Y nada más. Y nada menos. Ni un ídolo indiscutible ni un hombre y pensa­miento que puedan olvidarse sin que sufra seriamente nuestra eficacia revolucionaria.

Una pequeña aventura electoral por el distrito Gaucín-Casares en Ene­ro y una gran aventura vital cierran este año 18: Infante tiene novia, An­gustias García Parias, rica heredera de Peñaflor, mujer entre el desconcier­to de su clase familiar y un dolor más allá de la ejecución y el olvido de to­dos. La boda será muy pronto, el 19 de Febrero de 1919. La casa de nuestro andalucista se traslada de Cantillana a Sevilla.

El matrimonio se celebra entre dos fechas claves en la trayectoria de Infante: 1 de Enero de 1919 (Manifiesto Nacionalista) y 23-25 de Marzo (Asamblea de Córdoba). Parte de los Parias no encajan la postura política del nuevo pariente.

El 1 de Enero de 1919, Infante redacta y firma primero y destacado el Manifiesto Andalucista de Córdoba, es el «ideario de la Nacionalidad». Se enmarca en el final de la Guerra Europea y la enunciación por Wilson, presidente de los EE.UU., de sus «Catorce puntos» con «El Principio de las Nacionalidades» y su autodeterminación, (8-I-18). El alegato de Infante­Yazquez, recogido por la Asamblea rondeña de las provincias andaluzas, ya se apoyaba en los puntos de Wilson. No se quedan en él sino que avanza a objetivos socialistas-andalucistas con los que matizan a Lenin. En esta doble fuente está la médula del documento «que el mismo Infante redactó, de tonos extremadamente duros y posiciones muy radicales» (Lacomba). Básicamente, el contenido es la autodeterminación de la «patria» y «nacio­nalidad» andaluza hacia «la futura federación hispánica» o «Estados Uni­dos de España», la municipalidad del valor social del suelo y «un grito ver­daderamente impresionante» (Aumente): «;Andaluces!: ;No emigréis, combatid! La tierra de Andalucía es vuestra, recobradla» (*).

«El Manifiesto va dirigido a los andaluces en general "de todos los campos, y partidos", "de ideas más opuestas, unidos en una Andalucía li­bre y redimida", si bien, con mayor énfasis a los obreros y, sobre todo, a los campesinos». «Cuando la confrontación era total ...falta un claro y abierto planteamiento de clases» (Aumente). Este juicio nos plantea la gra­ve pregunta: ¿Era entonces interclasista Infante? En aquel momento, daba un paso más hacia un andalucismo de clase: reniega de un sector que él lla­ma «la seudo-intelectualidad andaluza y española de espíritu castrado y al­ma cobarde». Y advierte a las clases acomodadas: «El hambre del pueblo ruge..., si no os apresuráis a hacer justicia, llegará el día de rencores libera­dos en venganzas». En este texto a nuestro ideólogo también se le agota el aguante. La vieja tensión con los ateneístas sevillanos y la permanencia de «la visión sombría del jornalero» -omnipresente en todo el Manifiesto-, son ya un revulsivo para los proyectos de este hombre. El encontronazo Gastalver-Infante llega a la ruptura ateneísta con la Asamblea de Córdo­ba, cuyos documentos Gastalver se negará a firmar.

 

En la Asamblea de Córdoba

Pascual Carrión informa con su total prestigio y deduce una grave amonestación que recoge la crónica de la revista Andalucía (n° 134): «Inclinémonos siempre a la izquierda, junto con los trabajadores, nunca del lado de los explotadores». Tras las intervenciones de Infante y Ochoa -sigue la crónica-, «Gastalver precisó su disconformidad con la orienta­ción expresada y dio por terminada su intervención en la Asamblea». Natu­ralmente, ni firmó las conclusiones. Pero se añade un nuevo sujeto activo: la emigración andaluza, a través de la «Unión Regional de Barcelona».

 

Ante la Revolución Rusa

En 1920, cargado con su entusiasmo granadino por lo árabe, escribe un ampuloso drama: Motamid, último rey de Sevilla. Angustias, la esposa, se alegra, prefiere un Blas notario y literato que político. Por eso, apunta también en sus preferencias, otra obra menor y de intento pedagógico: Cuentos de animales, (1921), franciscanista. En Noviembre del 17, se había establecido en Rusia el primer gobierno obrero y campesino de la Historia. El hecho conmueve durante cuatro años al movimiento obrero español. Es­cindirá al PSOE; hará nacer el PCE; radicalizará el anarcosindicalis­mo. «1919 y 1920 conocerán el mayor número de conflictos sociales hasta entonces» (Tuñón). Ya en el Manifiesto de Córdoba, se motiva a partir de «la democracia trabajadora de Oriente que organiza la República Federal rusa, constituida sobre la libre federación de las regiones o nacionalidades, organizadas en soviets regionales o locales» (p. 65).

En La Dictadura Pedagógica, 1921, matiza sobre el tema de forma clarividente. Fernando de los Ríos escribe a Infante subrayándole la dificultad de enjuiciar la Revolución Rusa, (Dict. Ped., pp. 26-27). Infante, ya que en los pueblos andaluces no se habla de otra cosa, asume el riesgo. Manifes­tándose «amigo de todas las Revoluciones, enemigo de la Dictadura Bur­guesa, pasa al análisis de «la Dictadura del Proletariado en !os comienzos de su actuación», (Dict. Ped., p. 37). Su compañero de candida­tura en el 31, Balbontín, dirá «nosotros somos comunistas pero, a diferen­cia de los comunistas oficiales, no aceptamos la dictadura del proletariado porque iría contra las masas libertarias de la CNT.» cita Tuñón y comen­ta que «este era el punto de Balbontín y sus amigos». Efectivamente, In­fante se declara comunista (Dic. Ped., p.6), en un sentido que luego preci­sa, pero rechaza esa dictadura porque «reprime el comunismo libertario y fraternal» (Id., p. 45), «desacreditando el comunismo, (Id., p. 64). Centra su crítica en el papel excluyente y déspota de la burocracia y del ejército: «La revolución rusa está degenerando en un comunismo de cuartel que to­ma las peores formas del burocratismo» (citado por Ruiz Lagos, País An­daluz, p. 135). Dice también: «¿Quiénes son los que gobiernan y comen en Rusia? Los burócratas y el ejército. Y ¿desde cuándo los proletarios, que antes tenían al burócrata y al militar como zánganos de la colmena social, les han elevado sobre los verdaderos trabajadores, al rango director?» (Dict. Ped., p. 44). Adelantándose en soledad veintiséis años a Milovan Djilas (La nueva clase, pp. 51-4; 58-9; 61, 83, 101, 117, ed. 57), Infante se alarga en este asunto (ver también Dict. Ped., pp. 36-37 y 44-45). Como medio para superar la contradicción de un gobierno popular antipopular por la presión de "la nueva clase", propone la educación, La Dictadura Pedagógica, "prolekultur", que él dice. En ninguna de sus obras o manus­critos se ha encontrado un sola cita de Antonio Gramsci, pero Infante sue­na a él (ver pp. 60-66; 88-90; 145-146; 167-186 y 191-203 de Dict. Ped.).

Aquí, en Orígenes (pp. 91-97) y en sus manuscritos (Manusc. B-212, pp. 7-9, Manusc. C-212, pp. 48-53) avanza veintinueve años antes, ideas de Lo­renzo Milani. Incluso, hace sus apuntes anticonsumistas (Dict. Ped., pp. 82-83) y ecologistas (Id., p. 235).

Verdaderamente «entre El Ideal Andaluz (1915) y La Dictadura Peda­gógica, se abría un foso profundo que afectaba a dialéctica y praxis» (Ruiz Lagos).

 

En busca de la cultura «Fundamento de Andalucía»

Frente al «Principio de las Nacionalidades» (germánico, cartesiano, racionalista), Infante indaga cuál puede ser el «Principio de las Culturas», «fundamento de la autarquía andaluza». Cultura, en un sentido dinamiza­dor, revolucionario, incitante, «enriquecimiento de motivos para la volun­tad de ser» (Manusc. AE, 37). La va a encontrar en Al-Andalus, una Anda­lucía islámica vista con ojos absolutamente nuevos y núcleo de una síntesis histórico-socio-económica de singular operatividad política.

En 1920, escribió una obra teatral ampulosa sobre Motamid, último rey de Sevilla (Biblioteca Avante, Sev., 1920, agotada). En fecha aún no fi­jada produce un segundo drama de calidad y agilidad, hoy inédito (Ma­nusc. AAZ, 234 págs.) y también de tema andalusí: Almanzor en el que manifiesta un conocimiento exhaustivo de la Historia del Califato, su ar­quitectura, arte del mueble y vestido. Entre sus escritos es continua la pre­sencia de la lengua y la etimología árabes. Sus intereses de escritor y estu­dioso de Al-Andalus le movilizan hacia las dos únicas salidas al extranjero de su vida: en 1924 viaja como peregrino a Agmat, tumba de Motamid; en 1928 llega a Silves, Portugal, para un homenaje al mismo rey poeta, hijo del Al-Garbe.

La peregrinación a Agmat, en plena guerra de Abd-el-Krim, va a signi­ficar un importante hito. En varios manuscritos (AAK, AAL, AAM, AAN, AAS) recoge la influencia inmediata de este curioso viaje. Y en la to­talidad de su interpretación de la cultura andaluza va recibir un fuerte im­pacto iluminador. «Motamid fue -dice Dozy- el último rey indígena que representó digna y brillantemente una nacionalidad y una cultura intelectual que sucumbieron bajo la dominación de los bárbaros invasores. Se le echó de menos como a la última rosa de la Primavera» (AAK, 1). «Caminando hacia el Sur, en la desierta llanura magrebina, se aparece la enorme ciudad de Marrakesch, como el centro de un oasis rodeado de palmeras, al pie del Alto Atlas (...) La Kutubia se adelanta en la visión brindándome una emoci6n de hogar (subrayado nuestro); anulando ante mi sensibilidad motivos o impresiones de extranjería ... una asociación de ideas: la pregunta de la grácil torre acerca de sus dos únicas gemelas: la sevillana Giralda cubierta con el gorro del cautiverio, la pesada cúpula cristiana que sustituye al airón del minarete y la inconclusa, que parece mutilada, rabatí de Muley Hassan. (...) Yo no soy forastero en Marrakesch. Los moros andaluces predominan en la constitución étnica de la medina musulmana. Presidiendo la soterrada construcción psíquica, que mi recuerdo excava ahora, los espíritus de los andaluces ilustres inspiradores de los califas más cultos del Magreb que aquí tuvieron su centro imperial, la sombra acogedora de Tufail, el insupe­rado viviente hijo del vigilante, discierne aún a los peregrinos que vienen de su tierra andaluza (...) El pensamiento de Averroes... la silueta dulce de Abenarabí musita esta inquietante plegaria en la Puerta de la Ciudad... » (AAK, 4-5-6).

¡Todo un mundo ha despertado en la sensibilidad de Infante! Después de su peregrinación a Agmat, en la que recibió el regalo de un alfanje de manos de un descendiente de Boabdil, llega a Rabat. «Mi guía es Abdel Jamid ar-Rundi. Es mi paisano», escribe en el manuscrito AAN. Infante ha iniciado una Historia de Casares, su pueblo malagueño, historia desparra­mada en varios manuscritos por ahora. Aquí los describe «mirando a África». Durante un té, los marroquíes reaccionan curiosamente interesados por este andaluz que ha cumplido la antigua tradición de peregrinar a el Kabbar o sepulcro del Rey Poeta, según le informa el guía ar-Rundi. Infan­te reflexiona: «Los moros andaluces viven en el destierro desde hace cuatro siglos» (AAN-5). Conviene retener en la memoria esta observación de des­tierro que, pasado el tiempo, madurará en su síntesis cultural. Y sigue: «Vi­ven en un país que les acogió con frialdad.. recelándoles como herejes... su esperanza cada vez más tenue de volver a la Patria» (Id.). Tras unas pági­nas, surge de pronto, el tema de la tierra, del campesino sin tierra y, con él, la primera relación en los escritos de Infante entre los moros andaluces y los jornaleros (AAN, 7-8). ¡Se vislumbra su interpretación futura de la His­toria Andaluza... !.

Los moros andaluces son descritos escuchándole embobados; tres de ellos preguntan si en Andalucía quedan aún familiares suyos porque ellos se apellidan Crespo, Vargas y Torres. Después, consideraciones sobre el te­ma religioso: «Los andaluces éramos mojazines lo que valió a nuestros príncipes el ser combatidos y desposeídos» (atención, de nuevo aflora el concepto de persecución) «por las excomuniones de los imanes ortodoxos regentados por el fanático Yusuf ben Tashfin» (AAN-23-24)». «Y aquella heterodoxia andaluza fue entonces, es y será en cuanto haya libertad en Andalucía, la virtud o el rango vital de la tolerancia» (Id.). Y la afirmación tajante: «Ya va siendo para nosotros un honor el insulto de que el África empezaba en los Pirineos!» (Id.). «Seremos también en este empeño -el nacionalista-, mojazines, ni africanos ni europeos; españoles» (Id.). Es en este sentido en el que se entiende la citadísima frase de Infante: «Andalucía es la esencia de España». Sí, al revés de como se entiende superficialmente esta página 61 del Tablada.

Pero la revelación le llega al peregrino cuando empieza a sonar una Nuba. Ha llegado el cenit de la experiencia magrebí de Infante. Transcurri­dos cinco años, en 1929, nacerá de su pluma Orígenes de lo flamenco y se­creto del cante jondo. Tal secreto, empieza a azuzarle en este Septiembre del 24. Dice: «La Nuba sigue melodiando la saudade lírica de la Andalucía en el destierro» (Id., 26). Esta frase es la clave de futuros hallazgos que ahora ni sospecha. Y sigue reflexionando por el camino que tan lejos le lle­vará: «Este canto es coral» (Id., 26). «En su patria de origen, en la Andalu­cía peninsular, el mismo módulo musical viene a realizarse en canciones in­dividuales» (Id., 27). Queda perplejo por muchos años ante la diferencia. Adelanta una pista: «La música andaluza, proscrita en la sociedad viene a refugiarse en el individuo: deja de ser coral, se torna secreta, inaccesible, pero al mismo tiempo se intensifica». «Es toda una intimidad trágica» (Id., 30). Insistencia en los conceptos de expulsión, persecución etc. Se le ha des­pertado la gran pregunta «escuchando la Nuba». Y se propone estudiar el «Origen histórico del cante hondo» (Id., 30). Pero confiesa no hallarse preparado en la materia pues la juzga aún «capricho menospreciable, de decadencia, de juerga, de histriones, de juguete» (Id., 30).

De esta primera impresión, después de cinco años de paciencia investi­gadora que rompe con todos los precedentes de los flamencólogos, nace Orígenes de lo flamenco y secreto del cante jondo, redactado de 1929 a 1931 y editado en su casi integridad por la Junta de Andalucía, recopilado por M. Barrios en 1980. En este libro, Infante deduce científicamente su conclusión: el excepcional ay flamenco es el cante del fellahmengu, «Los últimos descendientes de la cultura más bella del mundo, ahora labradores huidos, expulsados» (Orígenes de los flamenco y secreto del cante jondo, ed. 1980, p. 166), «por las calles solitarias de los pueblos y por las ensom­brecidas unidades» (p. 145) «atacados, menospreciados u oprimidos desde todas las cosas del mundo» (p. 149) que gritan el «retorcimiento de su pro­pia entraña» (p. 150) al vivir «temerosos de un poder extraño, en prisión o próximos a ella, desesperados como lo demuestran las protestas líricas que arrebatan las coplas» (p. 157) «que se arrimaban a las vallas de los cotos ce­rrados» (p.48) y que «no cantan para agradarse a sí mismos, sino para libe­rar su pena prisionera» (p. 150). Por eso, nuestro cante es «música demo­crática» (p. 150). Y, en un trance particularmente emotivo, Infante nos escribe desde entonces (1929 a 1933) un dato final que hoy sigue vigente: «Véanse los actuales jornaleros» (p. 164). Ya está dicho todo. Aquellos atisbos escuchando la Nuba marroquí son ya claridad y tesis.

Flamenco no es pájaro frágil y equilibrista imitado en el talle de los bailaores, no es absurda importación de gentes de Carlos V desde los Países Bajos (!). Flamenco es fellah-mengu, ¡fellah-ga! argelino, luchador argeli­no contra el colonialismo de los pieds-noirs y su Salan. Desde este momen­to, Infante halla el núcleo de su síntesis cultural, de su «Principio de las culturas». El nacionalismo andaluz es específicamente diverso del norteño. La clase fellah-mengu, expulsada de su tierra, sin tierra, es su clase emer­gente. Estamos, dice, en «la edad flamenca de Andalucía» (La verdad so­bre el complot de Tablada..., edic. 79, pp. 76-80).

 

4ª  parte