El Corán (al-Qur-ân al-Karîm) es la Revelación (Wahy)
descendida desde Allah hasta su Mensajero Muhammad ibn ‘Abd Allah, el último
de los profetas (Jâtim al-Anbiyâ), y que nos ha llegado bajo la
forma de Tawâtur, es decir, generaciones enteras que lo han comunicado
fielmente a las siguientes, trasmitiéndolo literalmente, tanto de memoria, como
por escrito.
1-
Significado de Wahy:
El
Corán es Wahy, Revelación. No es fruto de la inspiración
(ilhâm) de Muhammad (s.a.s.). Es decir, sonido a sonido, letra a letra,
palabra a palabra, el Corán es lo que Allah dictó a Muhammad (s.a.s.), sin que
él añadiera, quitara o interpretara nada.
Wahy, en árabe, significa indicación (ishâra),
es decir, es como una orden, y, así, por ejemplo, el Corán dice que
Allah revela a las abejas lo que deben hacer, las guía con un imperativo que no
pueden desobedecer, pues funciona a un nivel instintivo, y gracias a esa revelación,
fabrican panales de miel, etc. El Wahy es, por tanto, algo que una
criatura no puede contravenir porque en ella tiene la fuerza del instinto.
El Corán enseña también que Wahy significa comunicación
(ilqâ). Nos dice, por ejemplo, que Allah comunicó a la madre de
Moisés que depositara a su hijo en un cesto en el Nilo. Se trata, en este caso,
de una intuición poderosa que es capaz de vencer incluso al instinto, pues,
como a toda madre, a ella le resultaba imposible abandonar a su hijo pero lo
hizo guiada por un impulso fuera de su voluntad. El Wahy, por
tanto, es más poderoso que el instinto, es algo que Allah deja caer en el
corazón de alguien y se apodera de esa persona (este es el sentido literal
de ilqâ).
En resumen, es muy distinto el Wahy (la Revelación)
del Ilhâm, la simple inspiración. El Corán, por tanto, no fue
inspirado a Muhammad, no era una voz misteriosa que oía en sus adentros y luego
él la traducía con sus palabras intentando reproducir más o menos lo que
entendía, sino que era la demoledora presencia en él de la Palabra de su Señor.
Una definición más formal de lo que significa Wahy es la
siguiente. El Wahy es lo que Allah comunica a sus profetas,
mensajeros y enviados en cuanto a saberes trascendentes (ma‘ârif dînía).
Esa comunicación (ilqâ) puede adoptar diversas maneras, tal como
asegura el Corán.
Una
de esas formas es la comunicación directa depositándose las Palabras reveladas
en el corazón (qalb), bien durante la vigilia, bien durante el
sueño. O desde detrás de un Velo (Hiŷâb),
escuchando el oído pero sin que el ojo vea nada, como sucedió a Moisés, al
que Allah habló directamente (y por ello se le llama Kalîmullâh, el
Confidente de Allah). O por mediación de un ángel (málak),
que se hace visible y sus palabras son audibles, como hizo Ŷibrîl
(Gabriel) con Muhammad (s.a.s.).
2-
La gradación del Wahy en el caso de Muhammad (s.a.s.):
Los
libros de Hadîz cuentan que la Revelación se produjo siguiendo un
proceso. Primero, tuvo lugar la Visión Verdadera (ar-Ru-yâ as-Sâdiqa).
‘Âisha, su esposa, contó que lo primero que le vino a Muhammad (s.a.s.)
fueron sueños con una claridad absoluta que luego tenían cumplimiento. Fue así
como su ánimo iba siendo templado para algo más poderoso que vendría poco
después.
Más
adelante, el Espíritu (Ŷibrîl, el Ángel de la Revelación), soplaba en
su corazón las Palabras, sin que él lo viera.
En
otras ocasiones, la Palabra retumbaba en su interior, produciéndole un gran
desasosiego.
En
cuarto lugar, el Ángel adquiría la forma de un hombre, con el que podía
conversar.
También
vio al Ángel en su forma propia, recubriendo con su presencia todo el
horizonte, y también entonces le trasmitía fragmentos del Corán u otro tipo
de comunicaciones.
Por
último, hubo una ocasión en la que Allah le habló directamente ‘desde detrás
de un Velo’ tras haberse alzado Muhammad (s.a.s.) por encima de los siete
cielos durante su Mi‘râŷ, el Viaje Nocturno, y le fueron
prescritos los cinco Salât-s.
3- Comienzo y orden del Descenso (Nuçûl) del Corán:
El Corán comenzó a ser revelado (a descender) en Meca. Lo
primero de ello fueron las Palabras: “Lee con el Nombre de tu Señor, que
ha creado. Ha creado al ser humano a partir de un coágulo. Lee, pues tu Señor
es el Más Generoso. Ha enseñado al hombre con el Cálamo. Le ha enseñado lo
que no sabía”. Esto sucedió en la Cueva de Hirâ, en cuya soledad
Sidnâ Muhammad (s.a.s.) realizaba retiros. A partir de ese momento, las
revelaciones se iban sucediendo descendiendo el Corán en fragmentos hasta ser
completado en veintitrés años.
El Corán se divide en sûras o capítulos independientes, y cada una de
esas sûras se compone de versículos (âyât). El capítulo más corto tiene
tres âyât y el más extenso tiene doscientas ochenta y seis. En total, el Corán
tiene ciento catorce sûras. Cada capítulo tiene un título, si bien algunas sûras
son conocidas bajo denominaciones diferentes, y así, la primera sûra, la Fâtiha,
también es llamada Umm al-Qur-ân y as-Sab‘ al-Mazânî.
A veces, los títulos de las sûras son las primeras palabras con las que
va encabezada, como en el caso de las sûras Sâd o Yâsîn;
en otras ocasiones le sirven de nombre relatos que tratan en exclusiva, como la
sûra al-Kahf (la Caverna); otras veces, le sirve de título el tema que
más se repite en ella, como sucede con sûra at-Talâq (el
Divorcio).
Las sûras son clasificadas también por el lugar en el que fueron
reveladas. Así, las que descendieron antes de la Hégira (al-Hiŷra)
se las llama sûras de Meca, y las que descendieron después reciben el nombre
de sûras de Medina.
El Profeta (s.a.s.) tenía secretarios (kuttâb) que
pasaban a escrito inmediatamente la Revelación. Los más célebres secretarios
de Sidnâ Muhammad (s.a.s.) fueron los que después serían los primeros cuatro
califas del Islam (Abû Bakr, ‘Umar, ‘Uzmân y ‘Alî) y también Çáid
ibn Zâbit, Ubay ibn Abî Ka‘b, Mu‘âwiya, Zâbit ibn Qáis, Jâlid ibn al-Walîd.
Estos hombres anotaban los fragmentos que iban siendo revelados en el material
del que disponían en esa época: hojas de palma trenzada, lascas de piedra, omóplatos
de camello, trozos de cuero o madera, etc.
Como el Corán iba siendo revelado en fragmentos, el Profeta (s.a.s.)
indicaba a los musulmanes después el lugar exacto que cada texto debía ocupar
en el conjunto del Corán. Siguiendo todas esas indicaciones, había muchos que,
en vida del Profeta (s.a.s.), iban aprendiéndose de memoria el Corán, hasta
completarlo en su totalidad, como hiziceorn ‘Abdullah ibn Mas‘ûd, Sâlim
ibn Ma‘qil, Mu‘âdz ibn Ŷábal, Ubay ibn Abî Ka‘b, Çáid ibn Zâbit,
etc.
4- La recopilación (Ŷam‘) del Corán:
El
Corán no fue reunido en un único volumen (mus-haf)
en vida del Profeta (s.a.s.). Como hemos visto, iba siendo aprendido de memoria
y anotado fragmento a fragmento en los más diversos materiales.
Tras la muerte del Profeta (s.a.s.), lo sucedió a la cabeza de los
musulmanes el primer califa, Abû Bakr. Durante su califato tuvieron lugar las
guerras de la Ridda, contra las tribus que no quisieron reconocer la
necesidad de mantener unida la Nación. En esas peleas murieron algunos de los
que se sabían el Corán de memoria (los Háfazat al-Qur-ân,
los Guardianes del Libro). ‘Umar sugirió a Abû Bakr la conveniencia
de recoger el Corán en un volumen (mus-haf) para
evitar que fuera olvidado o tergiversado por el paso del tiempo y la muerte de
quienes se lo sabían de memoria. Al comienzo, Abû Bakr dudó de tal
conveniencia, porque el Profeta (s.a.s.) no había ordenado tal empresa, pero al
final se convenció de su necesidad y ordenó a Çáid ibn Zâbit que se hiciera
cargo de la recopilación del Corán (Ŷam‘ al-Qur-ân)
en un único volumen. Çáid ibn Zâbit había sido el secretario más
constante del Profeta y el más célebre por su precisión. Çáid ibn Zâbit
recogió todos los manuscritos y los ordenó tal como había ido señalando Sidnâ
Muhammad (s.a.s.). El libro así confeccionado fue guardado por Abû Bakr, y, a
su muerte, por ‘Umar, su sucesor. Finalmente, ‘Umar lo legó a su hija Hafsa,
que había sido esposa del Profeta (s.a.s.).
Mientras tanto, el Islam se había ido difundiendo de una forma
extraordinaria, y pueblos no-árabes pasaron a formar parte de la Nación
(Umma). Tal diversidad de etnias y lenguas era una amenaza para la pureza
del Corán, y el tercer califa, ‘Uzmân, decidió que debía revisarse el
trabajo realizado por Çáid ibn Zâbit y elaborar reproducciones para que
fueran distribuidas por toda la geografía del Islam. Pidió a Hafsa el Mus-haf
que le había legado su padre y encargó de nuevo a Çáid ibn Zâbit junto a
otros que se sabían el Corán de memoria que hicieran una nueva edición. El
trabajo fue en esta ocasión mucho más puntilloso, pues Çáid ibn Zâbit se
impuso dar fe de cada versículo con la certificación de testigos que
aseguraran haberlo oído de esa manera directamente de la boca del Profeta
(s.a.s.). Fuero hechas cuatro ejemplares (en otros relatos se dice que fueron
siete copias) y el califa ordenó enviarlas a Kûfa, Basra y Shâm,
reservándose una. Los que dicen que fueron siete ejemplares aseguran que también
se enviaron a Yémen, Bahréin y Meca. Seguidamente, ordenó quemar los
fragmentos dispersos e hizo de la recopilación de Çáid el modelo para todas
las ediciones posteriores del Corán. Por eso, su trabajo es llamado al-Mús-haf
al-Imâm.
5-
La integridad (salâma) del Corán:
Ninguna nación del mundo ha prestado a su Libro la atención con la que
los musulmanes han preservado la integridad del texto que les fue revelado.
Cuando un versículo (aya) era revelado al corazón de Muhammad
(s.a.s.) quedaba impreso en él, y el Profeta inmediatamente lo comunicaba a su
comunidad, ordenando a quienes supieran escribir que tomaran nota de él y, a
los demás, que lo memorizaran. Así fue cómo el Corán fue guardado por todos
los musulmanes, ya sea en sus memorias o en sus escritos, pudiendo ser
contrastado cada versículo, tal como hizo después con facilidad Çáid ibn Zâbit.
Y algo aún más importante y que es una de las mayores garantías de la
integridad del Corán: jamás perteneció a una élite, a una institución
sagrada, o del tipo que fuese, que monopolizara el texto y su interpretación.
Desde el comienzo y para siempre el Corán fue patrimonio de todos los
musulmanes. Fue y es un Libro del dominio público, siendo esta cualidad una
circunstancia que hacía imposible su corrupción. Ninguna alteración (tahrîf)
del Libro hubiera pasado desapercibida.
Pocos años después de la muerte de Sidnâ Muhammad (s.a.s.) el Corán
fue definitivamente recopilado por el tercer califa, ‘Uzmân, tal como hemos
visto en el apartado anterior. Este califa recibió innumerables críticas y
tuvo muchos enemigos, pero ninguno de ellos lo acusó de haber falseado el Corán.
‘Uzmân nunca utilizó el Corán para justificar sus decisiones o su política,
ni pudo tergiversarlo para acallar a sus enemigos. Todo esto habla en favor de
la labor que llevó a cabo, y de la independencia del Corán.
Por encima de todo lo anterior, el Corán mismo declara su propia integridad, que tiene en Allah a su garante, quien dijo: “Yo he revelado el Corán, y Yo lo protejo”. La historia de la recopilación del Corán corrobora esas palabras de Allah, ya que desde el principio concurrieron circunstancias que nos garantizan su fidelidad a lo que enseñó el Profeta (s.a.s.): su memorización por todos los musulmanes, su puesta por escrito en vida de Sidnâ Muhammad (s.a.s.), su condición de propiedad de la comunidad, la ausencia de acusaciones contra ‘Uzmân cuando todo otro tipo de críticas le fueron lanzadas, todo ello permite a los musulmanes tener la seguridad de que en sus manos tienen el Libro de Allah tal como Él lo dictó al corazón de Sidnâ Muhammad (s.a.s.)