RELACIONES CON EL IMPERIO BIZANTINO

Estudios sobre Sira

Traducción de 'Abdullah Tous  y  Nayat Labrador

 

              La península arábiga está situada en una encrucijada sobre tres continentes, de ahí su gran importancia sobre la economía del mundo antiguo. Antes del descubrimiento de la ruta marítima entre extremo oriente y Europa por el camino del cabo de buena Esperanza, Arabia aseguraba el tránsito de mercancías internacionales. Según Ibn Habib, el puerto de Daba (golfo Pérsico) era uno de los grandes almacenes de Arabia, hasta tal punto que : “los comerciantes de Sindh, de Hind, de China, y tanto las gentes del Este como del Oeste, se dirigían a su feria anual. Los árabes viajaban también a países lejanos: su comercio les llevó hasta la India, China, Abisinia, Egipto, incluso Ancyre (Ankara, Turquía) y por otra parte sus desérticas tierras les obligaban, en la antigüedad, a emigrar y a colonizar los fértiles países vecinos. La tribu Tey (originaria probablemente del sur de Arabia) puede servirnos de ejemplo: Los iraníes la conocía por Tazi (pertenecientes a los Teyíes) por eso para ellos se convierte en sinónimo de árabe; pero esto llega más lejos aún, porque Ta-chi es el equivalente chino de habitante de Arabia. El Ta-chi Lama de Tibet que toma su título de una colina, quizás tiene algo que ver con el nombre de nuestra tribu. En cuanto al Oeste, en el primer siglo de la era cristiana, leemos en una carta de S. Pablo: “En Damasco, el gobernador del rey  Aretas vigilaba la ciudad para prenderme...”; este Aretas del que habla S. Pablo, no era sino Harith, un árabe. Hubo  tantos reyes con este nombre entre los árabes de Siria que la palabra se convirtió en sinónimo de jefe indígena de las tribus árabes, protegidos y aliados del imperio romano. Estos árabes crearon reinos hasta el lejano Norte, hasta Alepo, sin hablar de los amalacíes, que los israelitas condenaron a la aniquilación a causa de su encarnizada resistencia a la invasión judía. Los bizantinos se apoderaban de estos estados árabes si ellos no aceptaban una subordinación total a su imperio. Los bizantinos y los iraníes se hacían la guerra, sin embargo los beduinos de Arabia se encontraban con estos pueblos que los hostigaban cuanto trataban de dirigirse a los pastizales y lagos del Norte desde su península. Para defenderse contra las invasiones de los nómadas, los dos imperios, bizantino y sassanita, se sirvieron del mismo instrumento: crearon estados tapones bajo la autoridad de jefes tributarios árabes a todo lo largo de sus fronteras meridionales. Los iraníes reconocían la autonomía de los lajamides. (Mundhiries), de Hira (en el país de Ur de Abraham, más tarde Kufa islámico), y los bizantinos por su parte, mantenían relaciones semejantes con las ghasanides de Damasco. Insistimos en que los ghasanides fueron siempre seminómadas, a pesar de su evangelización y de sus relaciones con los griegos, y esto contrariamente a lo ocurrido con las lajamides bajo la autoridad iraní. ¿Es esto debido a diferencias de política colonial entre los dos imperios?. Los dos protectorados se proveían siempre de leales mercenarios que se hacían matar en las guerras entre griegos e iraníes. Volveremos a tratar a los lajamides a propósito de los iraníes; hablemos ahora de los ghasanides.

 

 

Ghasan

 

              Mientras que la tribu de Duy’um habitaba en Siria ya en el comienzo de la era cristiana, la de Ghasan se encontraba aún en el Yemen, en Marib, en el reino de Saba. La destrucción de la famosa presa de Marib, obligó a algunos pueblos, entre otros a los ghasanides, a emigrar. Después de un largo peregrinaje, los ghasanides llegaron por fin a Siria. Les gustó tanto el verdor y el agua de este país que decidieron instalarse en él a cualquier precio. Ibn Habib nos ha dejado a este respecto preciosa información: dice que los jefes duy’umíes de entonces imponían, en nombre del emperador de Bizancio, uno, uno y medio, o dos dinares por año, según los medios de cada uno, sobre los emigrantes ghasanides. Estos pagaron este impuesto durante algún tiempo, luego se negaron a hacerlo. Comenzó una guerra que aniquiló por completo a los antiguos amos: los duy’um. Cuando el emperador Deqiyus (Decius, muerto 251 e.c.) supo la noticia, se resignó, y encontró incluso conveniente realizar nuevas alianzas. Envió pues un mensaje a los ghasanides alabando su proeza, pues  habían logrado tan fácilmente diezmar a la más valerosa y numerosa tribu de los árabes, les invitó a una alianza diciéndoles: “Os pondré en el lugar de los duy’um y os prometo que si cualquier tribu árabe os invade, ose ayudaré con 40.000 soldados romanos; y si una tribu árabe nos ataca, enviaréis 20.000 soldados para ayudarnos siempre que guardéis la neutralidad en nuestras relaciones con los iraníes”. Tha’laba, jefe de los Ghasan, aceptó, y Decius le otorgó la diadema real.

 

               Parémonos un poco para señalar que, según la Enciclopedia del Islam (1ª edición s.v. Ghasan, Ma’rib), la destrucción de la presa de Ma’rib se sitúa en el reinado de Anastasio (518); pero nuestra fuente está segura que fue en el de Daiqiyus: este acontecimiento tuvo lugar, no en el siglo VI sino más bien en el III de la era cristiana. Puede ser que las reparaciones llevadas a cabo en el dique en el siglo III se hubieran desplomado de nuevo bajo el reinado de Anastasio. Señalemos otra vez que los Ghasan no se acogieron nunca a su derecho a la neutralidad, sino que se pusieron siempre al lado de los bizantinos en sus guerras con Irán. Se tuvo muchas veces sospechas sobre traiciones con respecto a los judíos, pero la lealtad de los Ghasan salió intacta de las más duras pruebas. Muchos de ellos abrazaron incluso el cristianismo. La influencia bizantina se extendió bastante y no solo por Palestino sino también por el Norte de Arabia reconocieron su soberanía. Vemos esa influencia imperial en Ma’an en Adhruh, en Yarba, en Aila, en Maqna, en Dumat al Yandal etc., en las tribus de Kalb, Taghlib, Lajm, Yudham, Qen, Bali, Bahra’, Quda’ah y otras, porque todas esas tribus combatieron por Bizancio contra el Profeta en la batalla de Mu’ta, de la que hablaremos más tarde. Según Niceforo, el emperador pagaba 30 libras de oro cada año a estas tribus para comprar su amistad. Teodosio (primera mitad del siglo V e.c.) nos precisa además que en los confines extremos del imperio sometidas a Roma, en las que no se aplicaba el derecho romano. El autor especifica: las numerosas tribus ismaelitas, es decir árabes.

 

              Entre todos estos pueblos, los Ghasan eran evidentemente los más poderosos: Toda Arabia tenía su poder. No nos asombremos pues si Ibn Sa’d nos asegura que incluso el ruido de sus preparativos de guerra (herrar los caballos para invadir Medina) causaba gran inquietud a los musulmanes del tiempo del Profeta. Digamos de paso que los poetas de Arabia frecuentaban la corte ghasaní; por ejemplo Hassan ibn Thabit, y Ka’b ibn Malik, de Medina.

 

              Cuando los iraníes ocuparon Sira en el primer cuarto del siglo VII, el príncipe de los Ghasan debió perder todo su poder político, ya que su reino fue ocupado. Los Ghasan, siempre fieles, se pusieron al lado de Heraclios en la contraofensiva; y cuando los iraníes fueron vencidos en diciembre de 627 y tuvieron que evacuar Siria, los Ghasan recuperaron su país. Según Caetani, el emperador otorgó de nuevo el título real a un jefe ghasaní en el 629. Evidentemente esto no era más que una formalidad, para confirmar algo ya existente o bien para apoyar a uno de los jefes que disputaban por el poder entre ellos.

 

              Al día siguiente de la derrota iraní en Nínive, el Profeta envió varias cartas a los soberanos vecinos, para invitarlos a abrazar el Islam. Entre ellos figura también el ghasaní al-Harith ibn Abi Chamir. Veamos el texto de la carta:

“En el nombre de Allah, el Clemente, el Misericordioso.

 

De Muhammad, mensajero de Allah a al-Harith ibn Abi Chamir:

¡Paz sobre aquel que sigue el verdadero camino y cree en Allah y lo atestigua! Yo te invito a creer en Allah el único que no tiene ningún asociado, para que tu mulk (país, reino) no te sea arrebatado.

El sello: Muhammad Rasûl Allah”

 

              Ibn Sa’d data el envío de esta carta el año 6 H. comienzo del año 628 de la era cristiana. Como vemos el mensaje es personal, ya que al nombre del personaje no se añade título alguno. Quizás el emperador tuvo miedo de ser traicionado, y creyó su deber otorgarle condición real para conservar su acatamiento. Al Harith se sintió herido en su amor propio por una llamada de este género y amenazó incluso con atacar Medina. Probablemente el emperador no le ayudó suficientemente para que él pudiera emprender tal expedición. El mensajero del Profeta fue asesinado por otro jefe ghasaní, Churahbil ibn ‘Amr, cuando atravesaba su territorio llevando una cosa del Profeta a la dirección del Gobernador de Busra (Palestina). Esta violación flagrante del derecho internacional no podía ser tolerada. El Profeta envió inmediatamente un destacamento de 3000 hombres para vengar la ofensa. El incidente hubiera sido muy puntual, si el emperador no hubiera enviado potentes refuerzos a Churahbil. La guerra se desarrolló en Mu’tah (donde volveremos pronto). No se conserva el texto de la carta del Profeta a Yabalah, otro jefe ghasaní, siempre en el mismo sentido religioso; y ninguna de nuestras fuentes ni Ibn Sa´d, ni Ya’qubi precisan la fecha de esta correspondencia. Lo más probable es que fuera de la misma época que las otras cartas. En todo caso estas no tuvieron éxito, no más que las dirigidas a los otros jefes ghasaníes. No conocemos ni el nombre del gobernador de Busra, ni ningún otro detalle sobre el mensaje que el desgraciado Azdita al Harith ibn Úmar llevaba a su interlocutor cuando fue asesinado por Churahbil. ¿Era griego o ghasanida este gobernador?

 

              De todas estas cartas enviadas a los ghasanidas se desprende que la tribu estaba poco cohesionada y que había incluso divergencias políticas entre sus diferentes líderes. La expedición punitiva de Mu’ta, tuvo lugar en el año 8H., y la de Tabuk el año siguiente. El Profeta expulsó a algunos individuos que estaban inscritos entre los voluntarios de Tabuk pero que se habían retractado ante la proximidad de la estación de recogida de dátiles. Entre ellos se encontraba el poeta Ka’ab ibn Malik. Los ghasanidas eran más bizantinos que los propios bizantinos; el rey al-Harith supo la noticia y enseguida envió a Ka’b un mensaje secreto por medio de un caravanero de géneros alimenticios, invitándolo a trasladarse a Siria intentando acrecentar su odio contra el Profeta que lo había maltratado al expulsarlo. Ka’b echó la carta al fuego con desprecio.

 

              El último hecho a comentar sobre los Ghasan es que hacia el año 9 H. una delegación de tres personas de esta tribu se trasladó a Medina, y abrazaron el Islam. Nuestra única fuente, Ibn Sa’d no nos dice más.

 

              Sin hablar de la penetración directa de la influencia bizantina en el Norte de Arabia y la indirecta de Yemen por medio de Abisinia, Meca misma tuvo relaciones particulares con Bizancio. Lammeni precisa que desde Aelius Gallus hasta Nerón, los emperadores romanos buscaban extender su poder hasta Meca. Por parte árabe Ibn Qutebah añade que un emperador romano (probablemente Teodosio I, 379-395) ayudó a Qusay, antepasado del Profeta, a adueñarse de Meca. Qusay estaba emparentado con la tribu de Quda’a del Norte de Arabia, tribu que estaba bajo la influencia bizantina y quizás había dado esperanza de poder anexionarse Meca por este medio. Las relaciones bizantino-mequíes fueron, parece ser, amistosas durante algún tiempo, ya que Hachim, nieto de Qusay, pudo obtener de León el grande hacia el 467, una carta autorizándolo a llevar las caravanas mequíes a Palestina. Este emperador le dió otra carta de recomendación a la atención del Negus para que éste tratara de la misma forma a las caravanas que fueran a Abisinia.

 

              La legislación bizantina prohibía la exportación de armas, oro, vino, aceite y otros productos a Arabia; limitaba también el paso de caravanas a unos lugares fijos y se les sometía a una rigurosa inspección aduanera en la frontera. El Código Justiniano habla también de prohibiciones semejantes hechas por antiguos emperadores. Esta legislación se explica quizás por el hecho de que poco antes de Justiniano, los árabes conducidos por el rey del Sur de Arabia Kindah, habían obligado al emperador Anastasio a buscar la Paz con ellos, y les había incluso nombrado jefe de los “invasores” Aretas (es decir virrey), de Siria para gobernar Tenicia, Palestina, etc.

 

              Recordemos también el caso de al-briq (patricia) ‘Uthman ibn Al-Huwerith. Este aventurero mequí se presentó ante el rey ghasanid de Damasco, abrazó e cristianismo, y pidió ser nombrado rey de Meca. El ghasanid consintió al principio pero luego anuló su decisión ante una representación formada por otros mequíes. ‘Uthman se trasladó entonces a Constantinopla, y obtuvo su nombramiento directamente del emperador, pero murió en Damasco por efecto de un veneno administrado por envida, se dice, del rey ghasanid. ‘Uthman añade además que en Constantinopla había no solo intérpretes oficiales de lengua árabe, sino también árabes que trabajaban como profesores para los jóvenes griegos.

 

              En su juventud, el profeta Muhammad fue también dos veces a Siria, se le atribuye un discurso en el que relega a los aduaneros a las profundidades del infierno; se puede deducir de ello sus propias experiencias en la frontera bizantina. Sin embargo guardó un tierno sentimiento hacia Bizancio; vemos esto en la simpatía públicamente manifestada en el Corán por los bizantinos, cuando fueron derrotados por Irán, y en la predicción del que tuvo lugar después de la batalla de Nínive. Algunos meses más tarde, después de la tregua de Hundaibiya, el Profeta envió diversas cartas, de las cuales vemos aquí la dirigida a Heraclio:

“En el nombre de Allah el Clemente, el Misericordioso

De Muhammad, siervo y enviado de Allah, a Heraclio, gran jefe de los Rum:

¡Paz a quien sigue el camino recto! Doy fe que te he llamado a la llamada del Islam: sométete (al Islam) y serás salvo. Pero si te retraes, el crimen de los campesinos (tus súbitos) caerá sobre ti. Y (vosotros), OH gente del libre venid y ved qué hay en común entre nosotros y vosotros: que no adoramos sino a Allah, sin asociarlo a nada y que entre nosotros nadie toma por señor a nada fuera de Allah. Luego si vuelven la espalda, diles: Sed testigos, en verdad, somos nosotros los Sumisos (a Allah, muslimun).

El sello: Muhammad Rasul Allah”

 

              Dihyah al Kalbi, el portador, tenía la misión de remitir el mensaje al gobernador de Busra (Palestina) para que él lo transmitiera al emperador, que estaba de viaje por Jerusalén. El enviado del Profeta recibió todos los respetos debidos a un embajador, pero su misión tuvo poco éxito. Con la excepción de Zonaras, importante para citarlo. Digamos de pasada que según Ibn al-yauzi (Wafa’, p. 226-7) cuando Heraclio recibió en Aelia (Jerusalén) personalmente al embajador del Profeta, lo invitó una noche a solas y le presentó unas miniaturas. El embajador reconoció una que representaba a Muhammad que tenía a su lado a Abû Bakr y a ‘Umar. Heraclio quedó naturalmente impresionado y lo conjuró a decir la verdad si se trataba efectivamente de Muhammad y luego dijo: Mi pueblo es ferozmente hostil a que abandone el cristianismo, de otro modo abrazaría el Islam, inmediatamente –( aunque fuera cierto no le daría más importancia, porque el Islam se mantiene por sus principios y no por sus predicciones).

 

              Los espíritus estaban muy confundidos en esa época en el imperio bizantino, tanto en materia política como religiosa. Dado que no hay relatos griegos contemporáneos, contentémonos con los árabes: Ibn Sa´d cita una carta del Profeta a un dignatario religioso:

“En el nombre de Allah el Clemente, el Misericordioso.

A Dughatur, obispo, ¡Paz a quien cree!

Como continuación a eso (sabe) que Jesús, hijo de María, es el espíritu de Allah y su palabra, que él depósito sobre María, la pura.

Ahora bien yo creo en Allah y en lo que nos ha sido revelado a nosotros y a Abraham, a Ismael, a Isaac, a Jacob, a las tribus y a los que siguen a Moisés, y a Jesús, y a los Profetas sin perder de vista a su Señor, sin que hagamos distinción en favor de cualquiera de ellos; y le somos sumisos. ¡La paz sea pues sobre quien siga el camino recto!

 

              Tabari asegura que, cuando el obispo en cuestión expresó su opinión sobre esta carta delante del emperador, la muchedumbre se volvió tan furiosa que lo linchó y murió allí mismo. ¿Había que ver en este incidente la tensión entre las iglesias griegas y sirias, entre los monofisitas y los monoteístas o bien otra cosa?. Ya’qubi, siempre menos digno de fe, se atreve a citar una respuesta –quizás verbal- de Heraclio. Según él, el emperador había declarado con pena que la hostilidad de su pueblo era la única razón que le impedía seguir la invitación del Profeta. Bujari. Nuestra mejor fuente, dice que el emperador, asombrado de esta inesperada invitación, hizo venir delante de él a los comerciantes mequíes, que se encontraban entonces en territorio bizantino en número considerable gracias a la tregua de Hudaibiyah. Abû Sufyan tomó la palabra para informar al emperador sobre el Profeta, y quedó asombrado que los bizantinos hubieran sentido miedo al sentir frente a ellos al Islam.     Sin desfallecer por el rechazo diplomático del emperador, el Profeta se puso en contacto con los jefes bizantinos menos importantes, de raza árabe. Ya hemos hablado de los Ghasan. El asesinato de uno de los embajadores musulmanes, trajo consigo la expedición punitiva de Mu’tah. Tres mil musulmanes se encontraron con cien mil adversarios para librar batalla. Las fuerzas reunidas por los bizantinos para combatir a los iraníes no estaban aún licenciadas y el emperador tenía por otra parte cien mil hombres listos para correr en socorro de los ghasaníes. El pequeño destacamento musulmán no creyó su deber consultar a Medina antes de librar el combate. Su comandante en jefe, Zaid ibn Harithah se lanzó al ataque y fue muerto. Esta fue también la suerte de los dos jefes que le sucedieron: Ja’far (primo del Profeta), y el ansarita ‘Abdallah ibn Rawahah. Sin desfallecer, los musulmanes eligieron rápidamente a Jalid Espada de Allah como comandante en Jefe; éste organizó las fuerzas disponibles, mató a un fuerte mercenario enemigo, Malik, ibn Zafilah al Balawi, tomó botín, y decidió regresar a Medina. El enemigo no osó perseguirle. Ibn ‘Asakir señala que el Profeta había enviado algunos refuerzos a Mu’tah por vía marítima. Quizás recibida la noticia de la muerte de sus tres comandantes y enviaba la orden de volver. Esto se confirma indirectamente por este pequeño relato:

“... y cuando llegó (al Profeta) la noticia del martirio de Zaid ibn Harithah, por lengua de Gabriel o por un hombre del ejército...” (Qastallani, Charch al Bujari, 6/383). Y añade: Según Musa ibn ‘Uqbah, se trataba de Ya’la ibn Umeyah, al que el Profeta dijo:”Quieres tú relatarme o prefieres que yo te relate a ti...”

 

              Poco después, ‘Amr ibn al-‘As, a la cabeza de 300 hombres, se apresuró hacia el territorio de la tribu de Bali, a la cual pertenecía Malik ibn Zafila, y de la cual descendía igualmente la abuela del Comandante musulmán. Es probable que el Profeta buscara una reconciliación con esta tribu. Amenazado por las tribus hostiles, ‘Amr ibn al’As pidió y recibió refuerzos (200 hombres entre los cuales iban Abû Bakr, Umar y Abû ‘Ubaidah). Nuestra fuente no precisa lo sucedido.

 

              Algunos meses más tarde, inquietantes noticias de preparativos de guerra ghasaníes llegaron a Medina. Muchas cosas habían cambiado desde el año anterior: tan lejanas como el litoral del golfo Pérsico, se habían entretanto aliado al Islam. Dándose cuenta de la diferencia de la situación y observando que en lugar de los 3000 hombres enviados a Mu’tah, el Profeta, que dirigía personalmente la expedición iba acompañado de 30000 hombres. En pleno calor de un achicharrante verano, avanzó hacia el Norte. No buscaba la batalla pero estaba preparado para cualquier eventualidad. Por fin hizo alto en Tabuk en el corazón del país de Bali y de las otras tribus quda’ites. Veamos algunos detalles de sus preparativos.

 

              Contrariamente a su costumbre de guardar el secreto de su objetivo, el Profeta lo reveló esta vez, lo que debió tener un efecto psicológico en la imaginación de los beduinos: ¡Muhammad iba a combatir al emperador bizantino!. Algunos mediníes no quisieron participar en esta empresa de “locos”; se les declaró hipócritas. Algunos propietarios retrasaban su partida con pretexto de sus cosechas; a su vuelta Muhammad los castigó: nadie debía hablarles. Después de algunas semanas el Profeta les perdonó y levantó la prohibición (uno de ellos fue, Ka’l ibn Malik, al que el rey ghasaní invitó a desertar de Muhammad y dirigirse a Siria). Algunos voluntarios de Cohifar no tenían medios de transporte; y el Profeta no podía tampoco proporcionárselos; desesperados se pusieron a llorar; su sinceridad impresionó a los que estaban presentes, y terminaron por encontrarles los medios de transporte necesarios. Desde entonces esta tribu se llamó Banû al-Bakka (tribu de los llorones). ‘Uthman (más tarde el 3er califa) contribuyó al equipamiento de todo un tercio del ejército o sea, diez mil hombres; además donó mil dinares de oro al contado. Muhammad quedó evidentemente encantado. ‘Umar también aportó una importante contribución, e, interrogado por el Profeta, dijo; “Es la mitad de todo lo que poseo en el mundo”. Abû Bakr no aportó más que cuatro mis dirham, pero admiró a todos más que los otros, cuando dijo que ¡en su casa no había dejado más que el amor de Allah y a su enviado!. A parte de estas contribuciones voluntarias, el Profeta pidió a sus gobernadores y a sus agentes de los cuatro rincones de Arabia que le enviara todo lo que quedara en el tesoro público. La región del golfo Pérsico no ha dejado a este respecto documentos oficiales. A los ricos, les pidió que adelantaran sus pagos del impuesto Zakat antes del término (cf. También Abû Ya’la, citado por Ibn Hajas, Matalabib nº 827).

 

              En cuanto al viaje, nuestras fuentes señalan que muchos camellos sucumbieron, que un torbellino de viento despeñó a   un soldado musulmán en la montaña de la tribu de Taiy, que el agua faltó totalmente en momentos críticos, y que la lluvia sobrevino después de rezar el Profeta, etc. Hablan de un atentado contra Muhammad. Según Muslim (2/77), Abû Daud (1/60), Tirmidhi (22/29), etc., el Profeta llevaba en el viaje una capa bizantina, (yubba rumiya) de estrechas mangas (¿uniforme militar?). Recordemos aquí el relato hecho por Ibn al-Yanzi; (Wafa, p. 564); “Asma (bella hermana del Profeta) nos enseñó una capa con botones de seda, y dijo: “con esto el Profeta fue al encuentro del enemigo”. Entre Tabuk y Medina, el Profeta construyó 16 mezquitas, dice Samhudi (2ª ed., 1029), probablemente una en cada etapa del trayecto, sin duda simples recintos fortificados.

 

              Llegado a Tabuk, Muhammad envió de nuevo una carta a Heraclio en la que le pedía que abrazara el Islam, o, al menos no castigara a los que lo hicieran. Veamos el texto:

“De Muhammad, enviado de Allah al amo de los Rum: Yo te invito a abrazar el Islam. Si te sometes, tendrás lo que tienen los sumisos (musulmanes) en materia de derecho, y a ti te competerá lo que a ellos compete. Pero si no te adhieres al Islam, paga el tributo correspondiente, porque Allah el Altísimo ha dicho: “ Combatid a los que no creen en Allah ni en el día del juicio final, que no se opongan a lo que ha prohibido Allah y su enviado, y que, entre los que han recibido la Sagrada Escritura no acepten la verdadera religión; combatidlos hasta que tengan en una mano el precio de su tributo personal (capitación) y sean entonces humillados. No te interpongas entre los campesinos y el Islam, sea porque se han adherido o hayan pagado la capitación (yizya).

 

              Parece ser que el emperador buscó entonces apaciguar al gobierno musulmán ya que envió una cierta cantidad de piezas de oro de regalo a Muhammad, pero no era cuestión de pagar una multa por el asesinato del embajador musulmán sino de dar respuestas a las proposiciones concretas del Profeta. No nos asombremos si este último no trató los dinares como un presente diplomáticos sino como un botín de guerra: los distribuyó entre los soldados. Ibn Hanbal ha conservado el relato del embajador bizantino, acogido entre los árabes tanujíes, y llegado a Tabuk. La fuente precisa que él desatinaba cuando contaba su misión por lo que hay que darle un crédito limitado.

 

              Desde el campamento de Tabuk, el Profeta envió destacamentos a todos los lados de este modo veremos delegaciones de diversas localidades apresuradas para llegar a Tabuk y declarar sumisión: la de Dumat al Yandal al Este, de Maqna al oeste, del puerto de Ailah, y de Yarba y de Adhruh (al lado de Ma’an, en Palestina). De Dumat al-Yandal hablaremos posteriormente, así como de los judíos de Maqna.

 

              Ailah en el golfo de ‘Aqaba había sido siempre importante desde el punto de vista económico y estratégico. La presencia de Pedro, obispo de Ailah al concilio de Nicea demuestra también su importancia religiosa. Un destacamento musulmán se trasladó allí para llevar una carta del Profeta a un cierto religioso cristiano, Mar Yuhanna, quizás un obispo de origen árabe. Esta carta pedía una sumisión religiosa (Islam) o política (capitación); Amenazaba en los siguientes términos: “Si mis enviados vuelven sin darle satisfacción, no aceptaré otra cosa que la guerra. Entonces cogeré cautivos a los niños, haré perecer a los adultos, porque yo soy en derecho el enviado de Allah. Yo creo en Allah y en sus libros, y en sus enviados y en el Masih (Cristo) hijo de maría que es el Verbo de Allah y que yo creo que es enviado de Allah. Venid pues antes que ningún mal os ocurra”. Es interesante ver que Muhammad se refiere evidentemente al Deuteronomio (XX,13-14) por la conducta de los Profetas hacia los enemigos de la fe, que, en casos semejantes tomaban a los niños como esclavos y masacraban a los adultos. La carta de Muhammad les prometía, en caso de sumisión, protegerlos de todo enemigo exterior. Mar Yuhannah aceptó dirigirse a Tabuk donde firmó un tratado. Según este tratado el poder musulmán se comprometía a conceder inmunidad a las caravanas comerciales y a los barcos de las gentes de Ailah así como a aquellos que los acompañen; a no cortarles el paso por tierra o mar, cualquiera que fuese el lugar donde quisiera dirigirse. Se determinó igualmente la ley en caso de homicidio. El obispo se comprometió en nombre de los habitantes de Ailah, a pagar la capitación anual de 300 dinares de oro (lo que implica que en la ciudad había 300 habitantes adultos). El Profeta concedió un manto honorífico al delegado de Ailah (manto que fue conservado durante más de un siglo por haber sido comprado por los ‘Abbasides como un precioso recuerdo del Profeta.

 

              Yarba y Adhruh, eran dos ciudades dependientes probablemente del Obispo de Ailah, pues nuestras fuentes dicen que sus representantes acompañaron a Yuhannah para presentarse ante el Profeta. Adhruh está situada por los geógrafos al lado de Ma’an, en Palestina. Esto muestra la inmensa extensión de la influencia musulmana después de la expedición de Tabuk. Los tratados de Muhammad con estas dos ciudades fijaron la capitación en 100 dinares por año para cada una.

 

              Un punto a resaltar en el ultimatun del Profeta a Yuhannah: “Enviad a la gente de Maqna a sus territorios”, dice al final de la carta: ¿Esto significa que la gente de Ailah, todos cristianos, habían ocupado el país de Maqna (más al sur, en el golfo de Aqaba) y habían deportado a sus habitantes judíos, por orden de Heraclio y que la gente de Maqna en el exilio habían sabido procurarse la protección musulmana, provocando incluso el envío del ultimatun?. Se recuerda que los judíos, acusados de haber favorecido la invasión de los persas, habían sido objeto de crueles persecuciones por parte de los bizantinos en Siria y Palestina.

 

              Es igualmente en Tabuk donde la tribu Da’d-Hudhaim se alió con el Islam y, quizás con la ayuda militar musulmana, triunfó de sus enemigos antes incluso que el Profeta abandonara la región.

 

              Después de algunas semanas de estancia en Tabuk, el Profeta volvió a Medina. Se explica mal que el gobierno bizantino se haya dejado tomar las ciudades de Ailah y de Adhruh, así como Dumat al-Yandal, país de su protegido Ukaidir.             

 

              Maqrizi relata que en Tabuk se sirvió al Profeta queso presentado como un manjar persa desconocido en Medina y que él encontró bueno. Pero no se sabe cómo se preparaba entonces.

 

              La expedición a Tabuk fue en Rajab 9 H.. Los meses siguientes consolidaron la joven religión y el joven estado islámico: unas decenas de tribus, sobre todo de Yemen, se presentaron en Medina para testimoniar su islamización. Pero el asesino del embajador musulmán en el país de ghasan quedó impune; lo más grave fue que el emperador hizo crucificar al gobernador de Ma’an ( o ‘Amman), el yudhamita Farwah por la única razón de haber abrazado el Islam. Algunos meses más tarde, el Profeta decidió enviar de nuevo una expedición a la región de Mu’tah; confiando su mando a Usamah, cuyo padre Zaid había muerto en la primera expedición. Abû Bakr y ‘Umar formaron también parte de este destacamento. Hijo de un liberto, Usamah fue mantenido en el mando a pesar de algunos murmullos; y el Profeta precisó que el Islam no reconocía más que los méritos personales. El ejército no había aún dejado Medina, cuando el Profeta rindió su último suspiro. Su sucesor en el poder, Abû Bakr, hizo partir enseguida esta expedición, que saqueó e incendió la región de Ubna (o Abil) y volvió después de 70 días. Pero esto rebasa el marco de nuestra exposición, aunque bien puede ser un preludio a las conquistas árabes durante el califato.

 

            Vemos aquí que las relaciones del Islam con el imperio bizantino comenzaron llenas de paz, e incluso con una actitud simpática (cf. Corán, ch. Rum), y que el desgraciado incidente del asesinato de un embajador provocó graves consecuencias para las relaciones entre el Islam y la Cristiandad, cuyo efecto se ha prolongado durante estos últimos 14 siglos.