El Salât, el
Recogimiento ante Allah, al menos cinco veces al día, haciendo participar al
cuerpo, la inteligencia y el corazón, en estado de pureza, es el segundo de los
pilares del Islam tras el de la pronunciación de la Shahâda (la fórmula: lâ
ilâha illâ llâh Muhammadun rasûlullâh, no hay más verdad que Allah, Muhammad es el Mensajero de Allah,
con la que se accede al Islam y el ser humano se libera de la idolatría). La
Shahâda es el núcleo del Islam y el Salât es su columna vertebral: le
da forma a la vez que estructura la cotidianidad del musulmán en torno a
momentos de profunda espiritualidad. El Salât es completo y perfecto,
sencillo y, a la vez, profundo.
El Salât pone
al musulmán en Allah y lo sumerge en Él. Le obliga a interrumpir su ubicación
en el mundo para consagrarlo a un encuentro con lo eterno. Su práctica es
imprescindible, y es una disciplina exigente que se propone mantener y afianzar
la estrecha vinculación del musulmán con su Señor, la Verdad que lo hace ser
en cada instante.
El Salât es
un acto de claudicación absoluta, de rendición incondicionada a Allah. No es
rezar, sino dar forma a la dependencia y sintonía de nuestro ser con la Verdad
que rige todas las cosas, Allah Señor de los Mundos.
Durante el Salât, el musulmán realiza con su cuerpo gestos
determinados de una manera precisa sin que pueda salirse de ellos, no dice nada
propio sino que recita partes del Corán, y entrega por completo su corazón a
Allah con el olvido de sí mismo. Nada le pertenece, el Salât es
abandono y renuncia ante Allah.
El Corán enseña que
lo más grande del Salât es el Dzikr de Allah, el Recuerdo de Allah. El Salât
es un momento de Recuerdo, pero el Recuerdo no es una simple operación mental.
Quiere decir que ‘Allah aflora’. Efectivamente, puesto que el Salât
es un acto en el que el ser humano queda atrás, lo que emerge es la Verdad de
Allah, y eso es lo que el musulmán paladea dentro del Salât. Lo inmenso
del Salât, su poder, es que su alcance está más allá del que lo
realiza.
Pero en este artículo
no pretendemos hablar del Salât ni de sus secretos, sino de otros temas
estrechamente relacionados con él. Otra práctica fundamental es el Du‘â, la
Invocación, recomendada especialmente para aprovechar los momentos que siguen
al Salât, pero también cualquier otra ocasión es propicia, y de modo
especial el seno de la noche. El Du‘â consiste en rogar a Allah. Es
importante porque su beneficio más inmediato es que el ser humano reconoce sus
carencias y significa que reconoce en su Verdadero Señor al Único capaz de
satisfacer su insuficiencia. Con el Du‘â, el musulmán afirma una de las enseñanzas
básicas del Islam, la de que sólo Allah es Eficaz. El Océano de Unidad en el
que se sumerge con el Salât es la razón de ser de todo, y acude al Uno-Único
para curar sus males, sus carencias, sus temores, y cimentar sobre la Verdad
Creadora toda su existencia.
La cortesía (el ádab)
preside el Du‘â. Esto quiere decir que debe contener expresiones de elogio a
Allah (zanâ, hamd). Esa alabanza es expresión de reconocimiento; pero,
más bien, es expresión de ‘conocimiento’ de Aquél al que dirigimos
nuestros ruegos. El musulmán, durante el Du‘â, no está ‘ante cualquier
cosa’, y retrata a su Señor, lo identifica, exalta su Poder y su Unidad, su
Capacidad y su Dominio, que es a lo que ‘acude’ el musulmán, y la mejor de
las maneras es la cortesía del elogio. El Du‘â debe contener también fórmulas
de Istigfâr, de petición de perdón, pues con esto el corazón declara su
insuficiencia y su intención de purificarse y hacerse merecedor de los dones de
Allah. Al fin y al cabo, el Gufrân, el Perdón de Allah, es lo más noble que
puede ser pedido por el ser humano, porque es alcanzar la Paz, de la que a su
vez derivan todas las bondades. El Istigfâr es muy importante para que la
conciencia del que hace el Du‘â se abra realmente hacia Allah. Por último,
en el Du‘â no puede faltar la solicitud de bendiciones y paz para el Profeta
(s.a.s.). Esa ausencia sería signo de avaricia e ingratitud. Sidnâ Muhammad
(s.a.s.) -y con él todos los demás profetas-
fue quien ha abierto ante nosotros estas puertas, y su recuerdo en el Du‘â
es el puente tendido hacia Allah.
El Du‘â puede
adquirir la forma de un Coloquio Íntimo con Allah, y recibe entonces el nombre
de Munâÿâ. El Diálogo con Allah es posible porque Él habla, y su Palabra es
Eterna. Su Palabra es el Corán. El musulmán dialoga con Allah en la mediación
del Libro Revelado. Queremos presentar en Musulmanes Andaluces un ejemplo de Munâÿa,
la que el Sháij Sidi Ahmad al-‘Alawi aconsejaba a sus discípulos que
recitaran todas las noches, o al menos la noche del viernes (que para nosotros
es la noche del jueves, ya que en el Islam la noche es anterior al día).
Entretejida sobre citas coránicas, es una verdadera conversación
en la que el Allah y el ser humano hablan. Pronunciar el Corán es, para
cualquier musulmán, un verdadero misterio, porque, en realidad, el Corán ‘es
de Allah’, es Él el que lo emite. Aunque sea el hombre el que aparentemente
pronuncie esas palabras, ‘son de Allah’. Por ello, en la Munâÿâ, se
produce efectivamente un Diálogo, un encuentro íntimo con el Señor de los
Mundos.
bísmi l-lâhi r-rahmâni r-rahîm
¡Allah!
Te pido -por el más preciado de cuantos han intimado contigo, el mejor de
cuantos te han invocado (Sayyidunâ Muhámmad, sallà llâhu ‘aláihi
wa sállam)- que derrames sobre mi corazón la llovizna de tu afecto desde las
nubes de tu satisfacción y deposites en él la dulzura de tu Recuerdo, haciéndolo
despertar de sus sueños hasta que deje de ver lo que no seas Tú, afianzándolo
en tu obediencia, dándole fuerzas en tu temor.
Tú eres por quien han sido hermoseadas las cosas brillando en ellas el esplendor de tu belleza indescriptible, y las cosas presumen pavoneándose con la aparición de tu gloria en ellas. Concédenos una parte de tu bondad y provéenos con una luz por la que caminemos, ante la que se disipe la densidad de las tinieblas y clareen por ella las vías de la felicidad y los caminos de la abundancia. Discúlpanos por todo lo pasado así como a nuestros hermanos, los sinceros, y haznos afortunados en lo por venir, en razón de tus palabras:
bísmi
l-lâhi r-rahmâni r-rahîm. ¡Oh, vosotros, los que os habéis
abierto hacia Allah! Prestad atención a Allah y aceptad a su Mensajero, y Él
os proporcionará el doble de su bondad y hará para vosotros una luz con la que
caminéis y os disculpará. Ciertamente, Allah es Disculpador y Engradecedor...
De Allah son los más bellos Nombres, invocadlo con ellos, y dejad de lado a los
que desdeñan sus Nombres... Serán retribuidos por lo que hacen... No seáis
como los que han olvidado a Allah y Él ha hecho que se olvidaran de sí mismos.
Ésos son los perversos... No son iguales la gente del Fuego y la gente del Jardín.
La gente del Jardín son los victoriosos... Si reveláramos esta Recitación a
una montaña la verías aterrorizada, y hendirse por temor a Allah. Con estos
ejemplos golpeamos la conciencia de la gente, tal vez reflexionen... Él es
Allah, el cual no hay más verdad que Él, el Conocedor de lo oculto y lo
manifiesto. Él es el Abundante, el Engrandecedor... Él es Allah, el cual no
hay más verdad que Él, el Rey, el Indescriptible, la Paz, el que proporciona
calma, el que se impone a todas las cosas, el Único Poderoso, el Vencedor
Irreductible, el Arrogante en su Unidad, ¡Allah esta por encima de lo que se le
quiera asociar!... Él es Allah, el Creador, el Iniciador, el Formador, suyos
son los Nombres más hermosos. Cuanto hay en los cielos y en la tierra declara
su grandeza. Y Él es el Poderoso, el Sabio... Hacia nuestro Señor somos
devueltos... y deseamos recordarLe... Sinceros son los que, cuando Allah es
mencionado, sus corazones palpitan, y cuando les son recitados sus signos ello
hace aumentar su receptividad, y en su Señor se apoyan... Y yo me apoyo sobre
el Vivo que no muere nunca... Al-hámdu lillah que no ha tomado hijo
alguno ni tiene asociado alguno en su reino ni intima con nadie por necesidad.
¡Proclama su Grandeza con intensidad!... ¡Allah es el Más Grande en toda
Grandeza!... ¡Suyos son los elogios más abundantes!... ¡Suya es la inmensidad
proclamada al amanecer y al atardecer!... ¡Impensable es Aquél en cuyas manos
está el dominio de todas las cosas! Y a Él sois devueltos...
¡Gloria
a Ti! Yo no puedo censar tus elogios, y Tú eres tal como Tú te has elogiado a
ti mismo. ¡Gloria a Ti! Nadie puede censar tus elogios salvo Tú. ¡Gloria a
Ti! Sólo Tú puedes declarar tu verdadera Unidad. ¡Gloria a Ti! Sólo Tú
percibes cómo eres Tú. ¡Gloria a Ti! Sólo Tú sabes dónde estás Tú. ¡Gloria
a Ti! No te conoce donde estás Tú más que Tú. ¡Por encima de todas las
cosas imaginables está nuestro Señor, Señor del Poder Único, por encima está
de todo lo que los seres humanos puedan describir. Y la paz sea con sus
mensajeros... ¡Al-hámdu lillah, Señor de los Mundos!...
¡Alabanzas
a Allah, que ha creado los cielos y la tierra y ha hecho las tinieblas y la
luz!; a pesar de ello, los que niegan, se apartan de su Señor. ¿Acaso hay
alguna otra verdad con Allah? No hay más verdad que Allah, sólo Él, sin
asociado alguno, suyo es el dominio y suya es la alabanza, y suyo es el Poder en
todas las cosas. Nada está dotado de poder salvo Allah. Nada está dotado de
voluntad salvo Allah. Nada está dotado de oído salvo Allah. Nada está dotado
de visión salvo Allah. Nada está dotado de bondad salvo Allah. Nada exige
cuentas salvo Allah. Nada es vigilante salvo Allah. Nada hay dentro salvo Allah.
Nada se manifiesta fuera salvo Allah. No hay más que Allah. No existe más que
Allah. No hay más verdad que Allah, en la tierra y en los cielos. No hay más
verdad que Allah, en el sueño y en la vigilia. No hay más verdad que Allah, en
la vida y en la muerte. No hay más verdad que Allah, en la sobriedad y en la
ebriedad. No hay más verdad que Allah, a propósito y en el descuido. No hay más
verdad que Allah, en todos los momentos. No hay más verdad que Allah, en el
resto de las circunstancias.
¡Allah!
Tú, que nos has inspirado la pronunciación de “No hay más verdad que
Allah”, acepta nuestra apertura hacia “No hay más verdad que Allah”. ¡Allah!
Tú que has hecho inviolables nuestra sangre y bienes con “No hay más verdad
que Allah”, haz inviolable nuestra apertura hacia “No hay más verdad que
Allah”. ¡Allah! Tú que nos has dado a conocer el valor de “No hay más
verdad que Allah”, haznos ser de las gentes de “No hay verdad que Allah”.
Tú
has dicho: “Y Jonás, cuando se fue encolerizado, creyendo que nada podríamos
contra él. Clamó desde las tinieblas a las que fue arrojado: “¡No hay más
verdad que Tú! Nada se te asemeja, y yo he sido de los injustos” . Respondimos a su invocación, y lo rescatamos de la tribulación.
Y del mismo modo rescatamos a los musulmanes...”.
Pues
heme aquí invocándote desde las tinieblas de mi alma y desde la oscuridad de
las densidades materiales que se han apoderado de mí: No hay más verdad que Tú,
nada se te asemeja, y yo he sido de los injustos. No hay más verdad que Tú,
nada se te asemeja, y yo he sido de los ignorantes. No hay más verdad que Tú,
nada se te asemeja, y yo he sido de los equivocados. No hay más verdad que Tú,
nada se te asemeja, y yo he sido de los que están al borde de su propia
destrucción. ¡Respóndeme como respondiste a Jonás! ¡Oh, Tú, cuya orden,
cuando quieres algo, es decirle :" Sé ", y es.
¿O
es que Jonás necesitaba de la Misericordia más que otros? No, lo juro por
Allah; la desgracia de los que se hacen daño a sí mismos es mayor que su
desgracia, por lo que somos los más pobres de la humanidad, y Tú has dicho:
“Las muestras de generosidad son para con los pobres...”. Si tu disculpa está
reservada a los que se causan mal, nosotros nos hemos hecho acreedores de ella,
pero si es para los excelentes no tiene significado manifiesto.
¡Allah! Tú eres el
Tolerante y la disculpa sólo puede mostrarse ante la insolencia, y Tú eres el
Excelente y la excelencia sólo puede mostrarse ante la maldad. Henos aquí que
se muestra lo que somos, y no falta sino que se muestre lo que Tú eres: “¡Por
el Señor de los cielos y de la tierra! Es la verdad, tal como la pronunciáis...”.
¡Allah!
Si en tu Misericordia hay reservado algo para los confundidos, nosotros te
confiamos nuestra parte. Tú eres Aquél que no traiciona lo que se le confía.
Tú sabes que amo el retomo hacia ti y a los que se han vuelto hacia ti, porque
sé que Tú amas a los que se han vuelto hacia ti y que amas a los puros. Pero
temo que si digo: “Me vuelvo hacia ti”, acabe rompiendo mi compromiso
contigo, tal como suele hacer mi naturaleza y mi costumbre. Pero si eso no me
impide detenerme junto a tu puerta y apoyarme en tu magnificencia y tu
generosidad, heme aquí: me vuelvo hacia ti, si Tú me lo propicias, y regreso a
ti, si me aceptas. Y ¿cómo no habrías de aceptarme cuando Tú has dicho, y
eres el más sincero de los que han hablado...?: “Ciertamente, el Retorno,
Allah lo propicia a quienes han hecho el mal por ignorancia y después se
vuelven hacia Allah pronto. Hacia éstos, Allah se vuelve...”. Haznos ser, ¡Allah!,
de su número, pues es sincero nuestro reconocimiento ante ti de rebelión y no
queda sino que nos favorezcas con el perdón.
¿No
has revelado en tu Libro refiriéndote al que ha alcanzado toda la nobleza?:
“Di a los que me han negado que si abandonan su actitud, se les disculpará
todo lo pasado...”. Los has aceptado por la simple pronunciación de la
Palabra de la Liberación: si es ese tu carácter, sin duda se cumplirá nuestra
liberación, porque nosotros nos hemos abierto por completo a ella y la hemos
repetido muchas veces. Y ella es tal como es: corta el camino a la idolatría de
raíz. Y nosotros, aunque te hayamos desobedecido, sin embargo, no te hemos
rechazado; y si te hemos contrariado, sin embargo, no te hemos negado: “Nos
hemos abierto a lo que has revelado y hemos seguido al Mensajero. Inscríbenos
entre los que han dado testimonio...”.
“A quien haces entrar en el Fuego, lo has maldecido. Los injustos no tienen quienes los auxilien...”. Nosotros hemos oído a un pregonero invitando a las gentes a abrirse a Allah, diciendo “Abrios a vuestro Señor”, y nos hemos abierto. Disculpa nuestras torpezas y enmienda nuestras maldades y permítenos morir entre los justos...
Nos
has ordenado que te pidamos, y te has hecho cargo de proporcionárnoslo. Henos
aquí que te pedimos, tal como nos has ordenado. Respóndenos, tal como nos
prometiste. ¿O no has dicho en la sabiduría del Corán...?: “Yo respondo a
la invocación del que invoca cuando me invoca...”. Si tu respuesta es para
los que te obedecen, ¿quién responderá a los que se hacen daño? ¿Quién es
el que responde al necesitado cuando éste invoca si el noble no responde a su
esclavo? Inmensa sería la desgracia de los confundidos. Se habría perdido su
parte de Allah, si no fuera porque has dicho: “No desesperéis del alivio de
Allah...”.
Mis
faltas han hecho muda mi lengua, y los descuidos han oscurecido mis entrañas,
si no me perdonas y te apiadas de mí, seré de los arruinados... Yo sé que las
torpezas no me dejan ningún mérito ante ti ni rango contigo, porque me he
mostrado grosero a tu lado y he echado a perder tus derechos sobre mí. ¡Cuántas
veces he proclamado mi intención de volver a ti para después echarme atrás! Y
cuántas veces he procurado mantenerme alejado de lo que te desagrada para después
caer en todo ello. Pero tu disculpa para conmigo ha sido siempre en la medida de
mi atrevimiento. Heme aquí pidiéndote disculpas por las torpezas que han sido
y las que serán, confiando en tus palabras: “Allah no los castigará mientras
pidan disculpas...”.
¡Allah!
yo te pido disculpas por toda falta y toda desobediencia, y me desapego del
resto de mis acciones y de las acciones de los desafortunados: si hubieras
querido, los hubieras aniquilado antes, así como a mí... ¡Eres indescifrable
en tu voluntad! Has sido extremadamente amable hacia mí y muy poco ha sido mi
pudor ante ti. Pero el haber hecho conmigo lo que es propio a tu naturaleza es
lo que hecho que mi respuesta sea como la que ves. Tu abundante generosidad es
lo que me ha acostumbrado a la desatención. ¡Cuantas veces te he desobedecido,
y Tú me has honrado! ¡Y cuántas me he enfrentado a ti, y Tú me has
consentido! Y a pesar de todo, cada vez que he pedido tu favor, me lo has dado.
Tu liberalidad extrema es la que me ha hecho olvidar tu intensa violencia. No
tengas en cuenta lo que olvido ni agobies mi existencia con dificultades: “No
nos reproches nuestros olvidos ni nuestros errores, no nos hagas cargar con un
fardo como el que has hecho cargar a los que nos han precedido. No nos fuerces a
lo que no podemos soportar... Discúlpanos, perdónanos, y apiádate de
nosotros. Tú eres nuestro Dueño, danos la victoria sobre los injustos...”.
“No tuerzas nuestros corazones después de habernos guiado y obséquialos,
desde ti, con tu misericordia. Ciertamente, Tú eres el Magnánimo...”.
¡Allah!
has propiciado en nosotros la apertura hacia ti antes de que la pidiéramos, y
es lo más preciado de todo aquello con lo que nos has honrado, y el generoso no
se echa atrás en su obsequio ni abandona su cualidad aquél al que por
naturaleza ésta le corresponde. ¡Allah! Tú eres testigo de mi Camino y de mi
Imán, y eres testigo de mi Islam y de mi Ihsân, y eres testigo de mi
corazón y de mi lengua. Completa nuestra luz y perdónanos. Tú tienes poder en
todas las cosas...
¿Hay
en el mundo alguien más necesitado de tu bondad que yo? ¡Por la Verdad de tu
Esencia y la Luz de tu Rostro, mi necesidad de ti es en la misma medida de tu
independencia respecto a mí! Yo estoy a falta de tu bondad por mi misma
esencia: “Vuestro Señor se obliga a sí mismo a la bondad”. Si tu bondad es
para los que se han hecho daño a sí mismos nosotros la necesitamos a causa de
nuestros males. Pero si es para los excelentes, no tendríamos parte en ella a
causa de nuestro infortunio, si no fuera por que continua nuestra esperanza en
ti y la belleza de nuestra confianza en lo que eres: “Quien se apoye en Allah
Él le será suficiente...”. “En
Allah, que se apoyen los musulmanes...”.
Yo
consideraba inmensa mi falta antes de compararla a tu disculpa pero cuando me di
cuenta descubrí que tu bondad se adelanta a tu ira. Si hubieras querido
aterrarme ante tu rango no me hubieras asomado nunca a tu generosidad. Y ¿qué
mayor generosidad hay que la que expresas en algunas de tus palabras al decir:
"No me encoleriza tanto nadie como el que comete una falta y la considera más
grande que mi generosidad...". Por ello sé que no corresponde al que se ha
abierto a Allah considerar insuperable algo insignificante ante ti cuando se
tiene en cuenta tu generosidad y magnificencia, acompañada esa confianza del temor a ti y el deseo de retomo
hacia ti. De lo contrario, el que se daña a sí mismo no podría mantenerse en
pie ante ti.
Es sorprendente, pero ¿cómo es que encuentro oportunidad para desobedecerte estando en tu presencia? ¿cómo es que puedo rivalizar contigo usando los dones que has vertido sobre mí? ¿cómo es que puedo pedirte favores que, tal vez, después, en su mayor parte, gasto en contravenirte? ¿es correcto que el esclavo que huye pida a su dueño ayuda para el camino? ¿es posible que el que desobedece solicite de su dueño lo que le de fuerzas para desobedecerle? ¡Por tu verdad! no nos hemos atrevido a desobedecerte por creerte incapaz. Es tu generosidad sin límite lo que nos ha hecho olvidar tu fuerza violenta. La dulzura del soberano es la que determina la extralimitación de sus servidores.
Si
la dulzura es la más propia de ti de entre todas tus cualidades desde la
eternidad por siempre, ¿es correcto que la dejes atrás en nuestra cita futura?
Desde que me inspiraste que todo sucede por tu decisión y tu poder, me enseñaste
también a quejarme de ti ante ti, pues no se puede huir de ti más que hacia
ti. Yo te hago testigo de lo que hay en mi corazón, y Tú eres el mejor de los
testigos. De ti, pienso lo mejor: “Tú nos bastas y eres el mejor en quien
delegar”, a pesar de mi desidia a tu lado y mi dejadez en lo que se refiere a
tus derechos.
Si
no fuera por mi maldad, no habría lugar para que se manifestara tu excelencia,
y si no fuera por mi rebelión no habría lugar para que se manifestara tu perdón.
Mi contravención es la que manifiesta lo que oculta la adecuación a tu
voluntad de los demás.
Tú
me has encargado sanar mi corazón y devolvértelo, ¿cómo es que me encargas
sanar algo que está en tus Manos? ¡Por tu Verdad! si me perteneciera durante
una hora te lo devolvería y si me dieras facultades para transformarlo, aunque
fuera un instante, te lo presentaría sano. He aquí que se ha comprobado mi
incapacidad mientras que Tú, si quieres, puedes recuperarlo. Yo se que mi
atrevimiento no ha llegado al límite de asociarte nada ni al extremo de mentir
sobre ti, y, aunque se me haya escapado la oportunidad de obedecerte, no me han
pasado desapercibidas mi seguridad en ti ni mi necesidad de ti.
Señor,
yo, del bien que has hecho descender sobre mí, estoy necesitado... De darme
repuesta eres capaz, del mismo modo que tienes poder en todas las cosas. A
temerte tengo derecho, porque Tú eres el que determina el Destino, el Inmenso,
y si deposito en ti mi confianza es por mi sinceridad para conmigo mismo, pues Tú
eres Condescendiente y Generoso. ¿Qué bien puede escapárseme si te conozco?
Y, ¿qué beneficio se me hará imposible si te temo? ¡Admirable! ¿puede ser
el temor acompañado de la rebelión? ¿a la rebelión puede seguirla el perdón?
No existe un favor mayor ni un beneficio más abundante. ¡Por la verdad de tu
poder! apiádate de mi humildad. ¡Por la verdad de tu saber! disculpa mi
ignorancia. ¿No has mencionado entre las cualidades de los sabios... ?:
“Cuando se les dirigen los ignorantes responden: Paz...”. Has oído cómo me
he dirigido a ti, déjame oír tu respuesta.
Si
observas mi acción, me despreciarás; pero si miras la pobreza de mi ser, me
disculparás. Mi acción se desvincula de mí mientras que lo que soy me sigue.
¿Me tendrás en cuenta lo accidental pasajero o el ser que contengo? Te es bastante saber del rebelde el padecimiento que le producen
sus torpezas. Interpongo ante ti los medios que te sean más apreciados ¡Por tu
verdad respecto a ti mismo! transige con mi ignorancia y no añadas humillación
a mi humildad.
Me
quejo de mi dispersión y de mi tristeza ante Allah... Me quejo de mi debilidad
y de mi fardo ante Allah. Delego mis asuntos en Allah; ciertamente, Allah ve
dentro de los hombres... ¿Acaso es digno de ti maldecir un rostro que se ha
prosternado ante ti? ¿o bien torturar un cuerpo que se ha rendido ante ti? ¿o
bien quemar una lengua que te haya mencionado? ¿o bien cegar unos ojos que han
mirado hacia ti? ¿o bien dañar un corazón que te ha conocido? ¿o bien
expulsar a un esclavo que te temía? Si todo eso es lo que exige tu justicia, ésta
encuentra su rival en tu generosidad. Pero lo real en ti y lo más apropiado es
que tu bondad se adelanta a la ira. Esa Misericordia ¿no habría de derramarse
sobre mí? cuando, en su realidad, abarca todas las cosas. Incluso si dijéramos
que la has prescrito para los que te temen, ¿no habría de haber una parte de
ella para los musulmanes de los que yo soy uno?
Tú
me has obsequiado con la Apertura de mi corazón hacia Ti y me has puesto a
prueba con la rebeldía, ¿me tratarás según lo que me has dado o tan sólo
tendrás en cuenta aquello con lo que me has tentado? Todo ello sería tolerable
y razonable mientras no nos expulse de delante de tu puerta ni nos impida
conversar contigo. Tú nos has ordenado socorrer al angustiado, pero Tú tienes
en tus manos el hacerlo mejor que nosotros. “Ciertamente, Allah, para con las
gentes, es benevolente y compasivo...”. Así, pues, alcánzanos con tu
auxilio, ciertamente, nuestras torpezas a punto están de apartamos de tu puerta
y de impedirnos que nos expongamos a tus brisas. ¡Ojalá yo muriera antes de
que eso ocurra, y fuera olvidado completamente!
Yo
sé que mi rango no ha alcanzado
junto a ti consideración alguna y pueda confiarme, ni he puesto por delante
actos suficientes y pueda quedar yo satisfecho de ellos, excepto la simple
declaración de tu Unidad. Yo soy testigo de tu Unicidad pero Tú eres el mejor
en dar testimonio. Permíteme morir como musulmán y hazme alcanzar a los
rectos. ¿Cómo podría hacer interceder ante ti mi Testimonio de tu Unidad en
mi favor cuando has sido Tú el que me hace testimoniar? ¿o cómo podría
acercarme a ti con mi esclavitud siendo Tú el que me hace realizar mis actos?
¿o cómo podría hacer mediar ante ti mi Recuerdo cuando Tú me has hecho
recordar? Me basta como recompensa el que me hayas hecho capaz de acciones, las
aceptes de mi o no las aceptes, pues yo soy tu esclavo me mantengo fiel a tu
pacto y a tu promesa, todo lo que puedo. No poseo la cualidad de hacerme el bien
o el mal salvo lo que Allah quiera que se cumpla.
Tú
sabes de la inclinación de nuestros corazones hacia ti así como de sus
sentimientos hacia ti, y si no pueden reunirse contigo Tú sí puedes, si
quieres, juntarlos a ti. ¡Júntalos, Allah, en ti! Tú eres el que reunirá a
las gentes un Día sobre el que no caben dudas. Aunque nuestras torpezas sean
detestables nuestra intención no era romper contigo. Hazlas ser, ¡Allah!,
simples descuidos, pues nos ha llegado que tu Mensajero ha dicho:
“Las acciones valen lo que las intenciones”. Tú nos has ordenado
disculpar a quien nos ofenda y nosotros nos hemos ofendido a nosotros mismos: Tú
eres el más capacitado para disculparnos. “Si no nos perdonas y no te apiadas
de nosotros seremos de los que se han arruinado así mismos...”.
Si
mis acciones más hermosas no te obligan a comunicarte conmigo, ¿cómo las
malas habrían de ser causa de separación entre nosotros? No te han servido los
servidores por mucho que te hayan servido, ni te han conocido los conocedores
por mucho que hayan sabido, ni te han unificado los unitarios por mucho que
hayan unificado, ni te han descrito los que describen por mucho que hayan
descrito. ¿Cómo podría un ser existente alcanzar el secreto íntimo del que
le ha dado existencia? ¿cómo podría el servidor satisfacer en razón al que
lo hace actuar? ¡Por encima de todo lo pensable está el que ha hecho que lo
ausente gobierne lo presente! Lo presente está ausente y lo ausente es lo
testimoniado por lo que existe. Tú me has ordenado declarar tu Unidad y que la
contemple y sea su testigo. ¿Cómo podría declarar tu Unidad quien dejaría de
existir al hacerlo? ¿Cómo podría declarar tu Unidad siendo Tú el que da
testimonio de toda cosa? ¿Cómo podría declarar tu Unidad cuando la Unidad me
excluye? ¿Cómo podría no declarar tu Unidad cuando es la Unidad la que me
afirma? ¿Cómo podría conocerte siendo Tú el Oculto que no adopta modos? ¿Cómo
no habría de conocerte cuando Tú eres el Evidente que se da a conocer en todas
las cosas? ¿Cómo habría de sentirte cuando la emoción está lejos de ti? ¿Cómo
no habría de sentirte cuando estás más cerca de mí que mi vena yugular?
¿Cómo puedes estar oculto siendo Tú el Evidente? ¿Cómo puedes
ausentarte siendo Tú el Presente? ¿Cómo puedes ser desobedecido siendo Tú el
Reductor de las voluntades? ¡Estás fuera de lo imaginable! Y yo no puedo
censar tus elogios Sea como Tú te has elogiado a ti mismo. Mi elogio de ti es
mi perplejidad en ti. ¡Allah! Aumenta mi perplejidad ante ti, haz que nuestra
parte en ti sea una parte abundante, y bástanos frente a los mundos.
¡Allah! Si entre los que has amado los hay a quienes has eximido de tener que rogarte, yo no te pido tener suficiente contigo frente a ti, sino sólo te pido tener suficiente contigo frente a los demás. ¡Allah! Tú sabes que no me gusta pedir nada a las criaturas ni me gusta quien les pide, pero las necesidades nos hacen volvernos hacia ellas; haz, ¡Allah! que todas nuestras necesidades sean de ti y haz que nuestra preocupación seas Tú, para que no busquemos refugio más que en ti y nuestra mirada no recaiga más que sobre ti. ¡Allah! A ti me rindo, y a ti me abro, hacia ti me vuelvo y en ti me apoyo. ¡Allah! Tú eres mi Dueño y yo soy tu esclavo en todo caso, y me mantengo fiel a tu pacto y tu promesa en la medida de mis posibilidades. Busco en ti refugio contra el mal que he hecho.
¡Allah!
Haz con nosotros según lo que eres, y no hagas con nosotros según lo que
somos. ¡Allah! Preserva nuestra visión externa y nuestra visión interna,
purifica nuestro corazón y nuestro espíritu. Guárdanos, ¡Allah! de nuestro
mal, y no nos reproches nuestras torpezas. “Si Allah tuviera en cuenta la
injusticia de la gente no dejaría sobre la tierra ni una bestia... Ciertamente,
tu Señor tiene disculpas para la gente en sus injusticias...”. ¡Señor!
Hemos cometido injusticia contra nosotros mismos; si no nos disculpas y te
apiadas de nosotros, seremos de los arruinados... ¡Allah! Si determinas
ponernos a prueba, no lo hagas en nuestro Islam. Y si determinas para nosotros
una desgracia, no la pongas en nuestros corazones. Si determinas que haya entre
nosotros discordia, que no sea en nuestra Ájira junto a ti. Y si determinas que
nos rebelemos contra ti, no coloques nuestra rebelión al final de nuestras
vidas.
¡Allah!
yo no te pido que me evites lo que quieres sino que te pido tu asistencia para
lo que quieres. ¡Allah! Te pido que me pongas a disposición del Destino y
pongas el Destino a mi disposición para que no apresuremos lo que postergas ni
retrasemos lo que precipitas. “Ciertamente, Allah hace lo que quiere...”. ¡Allah!
No nos inspires lo que no ha de servimos de utilidad ni nos impongas a quien no
se apiade de nosotros, ni nos hagas depender de nosotros mismos. No me confío a
mí mismo; el “Yo Mismo” impera con el mal, salvo en el caso de aquél del
que se apiada mi Señor... ¡Allah! Sé para mi Socorredor y Anfitrión, y haz
que la razón sea mi consejera: “para que podamos exaltarte en abundancia y
recordarte mucho, Tú eres el que nos ve...”. ¡Allah! “Son pocos mis
recursos, es débil mi fuerza, y se desvanece mi resolución, mis huesos se han
entumecido, y la cabeza se me ha cubierto de canas, pero, al invocarte, Señor,
no soy desafortunado...”. Heme aquí buscando que me comuniques tu asistencia
para que continúe sin interrupción mi certeza pues temo que le sobrevenga algo
que la debilite en los años que me queden. Señor, me ha alcanzado algo dañino
y Tú eres el mejor de cuantos se compadecen... Señor, no nos confundas ni nos
hagas causa de discordia para los injustos.
¡Allah!
Te confío mi Islam y mi Apertura hacia Ti ¡introdúceme con ellos en el Jardín
de los justos! “Señor, completa para nosotros nuestra luz, y discúlpanos, Tú
lo puedes todo...”. “Señor, me has dado dominio y me has en enseñado a
interpretar los acontecimientos. Separador de los cielos y de la tierra, Tú
eres mi intimo en el mundo y en al-Ájira. Hazme morir rendido a ti y permíteme
alcanzar a los justos...”. Mi íntimo es Allah que ha revelado el Libro, y Él
sostiene a los justos... ¡Allah! Haz que nuestras maldades sean como las
maldades de los que has amado y no hagas que nuestras bondades sean como las
bondades de quienes te han encolerizado. ¡Allah! Hónranos y no nos humilles,
danos y no nos prives, añade y no disminuyas, prefiérenos y no nos relegues,
guíanos y haznos guías, complácenos y complácete en nosotros. “La
complacencia de Allah es lo más grande: ésa es la victoria inmensa...”. ¡Allah!
No nos confundas en nuestro Islam ni en nuestro mundo, ni en nuestra muerte ni
en nuestra vida, ni nos hagas ser discordia para los injustos. ¡Allah! Haznos
disfrutar de tus dones y apártanos de tu venganza. “Aquél al que Allah guía
es el bien guiado, y aquél al que confunde no le encontrarás compañero que le
aconseje...”.
¡Allah!
Enriquécenos con ciencia suficiente, y con entendimiento suficiente, y con
juicio suficiente, y con paciencia suficiente, y con resolución suficiente, y
con memoria suficiente, y con amor suficiente, y con saboreo suficiente, y con
fortuna suficiente. “Toda mi fortuna es gracias a Allah, en Él me apoyo, y a
Él me vuelvo...”. ¡Allah! Bástanos en todo lo que nos apesadumbra respecto
a la vida y la muerte. ¡Allah! Bástanos en todo lo que nos apesadumbra en
cualquier circunstancia ¡Allah! Bástanos en todo lo que nos apesadumbra en
cuanto al mal de las criaturas. “Allah te bastará frente a ellos, y Él es el
que oye y el que ve...”. “Allah es el mejor protector y es el más bondadoso
de los que apiadan...”.
¡Allah!
Mantennos vivos mientras la vida sea buena para nosotros y haznos morir cuando
la muerte sea buena para nosotros, y apártanos del mal de nuestros egos.
Ciertamente, el “yo” ordena el mal, salvo en el caso de aquél del que se
apiade mi Señor... Busco protección en Allah contra las trampas del ego y de
Shaitán. Busco protección en Allah contra los embaucadores, sean hombres o
genios. Busco refugio en Allah contra el castigo de Allah. Busco refugio en
Allah contra el desprecio airado de Allah. Busco refugio en Allah contra la
argucia de Allah ¡Allah! yo busco refugio en tu disculpa contra tu castigo. Y
busco refugio en tu complacencia contra tu ira, y busco refugio en ti contra ti.
Busco refugio en las Palabras Perfectas de Allah contra su ira, su castigo y el
mal que hacen sus criaturas, y contra el mal de los guiños de los shayatin, y
su presencia.
¡Allah!
Me albergo a tu puerta, me confío a tu generosidad, y me amurallo con tus
Nombres. Con el Nombre de Allah, antes de toda cosa. Con el Nombre de Allah,
después de toda cosa. Con el Nombre de Allah, con toda cosa. Con el Nombre de
Allah, en toda cosa. Con el Nombre de Allah, con el que no daña nada ni en la
tierra ni en el cielo. Él es el que oye, el que sabe...
Allah!
yo te pido por tu Nombre Inmenso y Supremo, que es "Con el Nombre de Allah,
el Rahmán, el Rahim”, ante el que se postran los rostros y hace
temblar las voces, y laten de temor ante él los corazones, que bendigas y
saludes a Sidna Muhammad, así como a los suyos y a sus compañeros, y
que resuelvas nuestras necesidades, y alivies nuestras tribulaciones, y remedies
nuestros tropiezos, y disculpes nuestros deslices, y des firmeza a nuestros
pasos, y des consistencia a nuestro argumento, y asistas a nuestros seguidores,
y deposítanos, y a ellos, en una Morada Bendita, pues Tú eres el mejor de
cuantos ofrecen reposo.
¡Allah! Guárdanos con tu Ojo que no duerme, ponnos a salvo en el regazo que no es forzado, introdúcenos en la fortaleza que no es saqueada, y haz que nuestro fin sea la Mansión de la Paz ¡Allah! Lo mismo te pido para la generalidad de los musulmanes: se han estrechado sus medios y se han cerrado ante ellos las puertas, sólo a ti cabe volver y en ti buscar refugio, tú eres de quien se espera que descorra el velo de las aflicciones, y Tú eres ante quien se acude en las calamidades: “¿Acaso no es Allah el que responde al necesitado cuando lo invoca y elimina el mal? Él os hace herederos de la tierra. ¿Hay alguna otra verdad junto a Allah? Poco es lo que recordáis...”. “Ha surgido de entre vosotros un Mensajero para el que son dolorosos vuestros sufrimientos, que os procura el bien y que para con los musulmanes es amable y los engrandece... Si vuelven la espalda, di: Me basta Allah, no hay más verdad que Él, en Él me apoyo, y Él es el Señor del Trono Inmenso...”.
¡Allah! yo te pido con todo el corazón y lengua que bendigas y saludes al Mensajero de la Misericordia y de la descendencia de Adnán, Sidna Muhammad así como a los suyos y a sus compañeros, en todo asunto, pues Tú en cada momento estás en un asunto distinto, tus asuntos son incontables y tu auxilio con el que te haces presente en cada criatura no se agota: “Di: Si el mar fuera tinta para las Palabras de mi Señor se agotaría el mar antes de que agotaran las Palabras de mi Señor, aunque añadiéramos otro mar de tinta...”. ¡Allah! haz de esas Palabras, para las bendiciones, un número, y haz de tu amplia Misericordia, para el saludo, auxilio. ¡Allah! Yo bendigo al Profeta y en su bendición he agotado todos los tipos de mis números, y he cumplido con todas las clases de mis recursos, y cuando he despertado, me he dado cuenta de que tu número es incontable, y que tu recurso es inagotable.
¡Allah!
yo te pido que completes el número en sus bendiciones en lo que ya es
incontable así como el recurso en lo que ya es inagotable. ¡Allah! Bendice a
Sidna Muhammad, y concédele el medio, la virtud y el grado elevado, y
hazlo resurgir en el noble rango que le prometiste, Tú no traicionas tu
palabra. ¡Allah! Engrandece lo referente a Muhammad, muestra la
Evidencia de Muhammad, haz clarear el Argumento de Muhámmad, evidencia
la Virtud de Muhámmad, acepta la Mediación de Muhámmad,
fortalece la Vía de Muhámmad, encauza a la Nación de Muhámmad,
auxilia a los seguidores de Muhámmad, fortalece a los partidarios de Muhámmad
y provéenos de amor a Muhámmad. Bendice, ¡Allah! a Sidna Muhammad, así
como a los suyos y a sus compañeros, a sus partidarios y a sus auxiliares, a
sus esposas y a sus allegados, a sus descendientes, a los que lo amen y a su
nación, hasta el Día de la Justicia, y a todos nosotros con ellos; Tú eres el
más grande de cuantos engrandecen, Tú eres el Señor de los Mundos. Y él
final de nuestra invocación es: la alabanza es para Allah, Señor de los
Mundos.
¡Allah!
Tú que has hecho que bendecir al Profeta nos acerque a ti, yo me acerco a ti
con todos las bendiciones que hayan sido pronunciadas para él, desde el
principio de la creación hasta el infinito de las perfecciones.
¡Por encima de todo lo imaginable está tu Señor, el Señor del Poder Único; por encima está de todo lo que puedan describir los seres humanos! La paz sea sobre sus mensajeros. Alabanzas a Allah, el Señor de los Mundos.