LAS BEBIDAS ALCOHÓLICAS

Y LOS ESTUPEFACIENTES

 

           En el Islam se emplea el término jamr, vino, para designar toda sustancia alcohólica cuya ingestión provoca ebriedad. Aunque signifique vino, el concepto es mucho más amplio. No hay discrepancia entre los musulmanes sobre el juicio que les merece esta sustancia: es harâm, está prohibida, y su consumo se considera una grave falta contra las enseñanzas del Islam.

 

         El jamr (vino, o cualquier bebida alcohólica) es nocivo para el cerebro, el cuerpo, la espiritualidad y todos los asuntos de este mundo, representa un peligro para las familias, las sociedades y los pueblos, y sus efectos degradantes son conocidos por todos.

 

         En el periodo pre-islámico, los árabes eran amantes apasionados del vino y la bebida, que estaban muy extendidos, sobre todo entre los más pudientes. Esa pasión se trasparenta en su lengua, que contiene unos cien sinónimos para jamr. En la poesía árabe, el género báquico ocupa un lugar destacado.

 

         Con la aparición del Islam, el vino fue prohibido de modo progresivo. El Corán condenó su consumo en etapas sucesivas. Comenzó prohibiendo realizar el Salât en estado de ebriedad. Más adelante, el Corán argumentó contra el vino declarando que los perjuicios que se derivan de su consumo son mayores que los beneficios que reportaba (supuesta distensión del ánimo y ganancias económicas para los comerciantes): “Oh, vosotros que os habéis abierto de corazón a Allah, el vino, el juego de azar, la adivinación por las entrañas de las víctimas así como la tirada a suerte son actos impuros que vienen del demonio. ¡Evitadlos! Tal vez triunféis”. En otro texto, el Corán nos dice: “El demonio busca introducir entre vosotros los gérmenes de la discordia creando enemistad y rencor a través del vino y el juego de azar, para que abandonéis la evocación de Allah y el Salât. ¿Pondréis fin a esa situación?”.

 

En esos dos versículos, Allah insiste en la prohibición del vino y de los juegos de azar de un modo general y formal. Los asimila a la adivinación y al tiro de suerte y los declara actos impuros, pero este término en el Corán designa lo que está en los límites de la inmoralidad y la fealdad. Los asocia a la obra del demonio, que sólo hace las cosas inmorales y reprobables. Aconseja que se eviten, y declara que en ello radica el triunfo. El Corán cita algunos de sus perjuicios para la sociedad tales como la ruptura de vínculos, la instalación de la enemistad y el rencor, etc. Entre sus efectos perversos está que incita a descuidar los deberes espirituales como la evocación de Allah, el Salât, etc. Por último, el Corán invita a evitar el consumo de vino de la forma más elocuente: “¿Pondréis fin a esa situación?”. La respuesta de los musulmanes fue inmediata, y radicalmente se puso fin al consumo de alcohol. Se cuenta que había quienes sostenían vasos de vino y los estaban alzando a sus labios cuando fueron comunicados esos versículos: no acabaron el gesto y vertieron en el suelo el contenido de los vasos.

 

         Algunos gobiernos han estado convencidos de la nocividad del vino para los individuos, para las familias y las naciones. Algunos estados han intentado prohibir su consumo por la fuerza de la ley y del poder, pero no lo han conseguido. Sólo el Islam, sobre su extensísima geografía, hizo desaparecer ese mal, y pudo erradicarlo porque para los musulmanes el imperativo de Allah es la única autoridad aceptable y es vivido con intensidad. El colonialismo reintrodujo el alcohol en el mundo musulmán para desestructurar la sociedad, porque el vino es un instrumento al servicio de la degradación y la corrupción. A pesar de esos esfuerzos, el consumo de alcohol en el mundo musulmán es una excepción y tiene en su contra un rechazo social firme avalado por las enseñanzas del Islam.

 

         Todo lo que embriaga es vino:

         Hemos enunciado que el término jamr, que en principio sólo significa vino, tiene un alcance más extenso. Ello se basa en que el Profeta (s.a.s.) no tenía en cuenta la materia de la que se extrajera el vino sino sus efectos. Todo lo que pueda provocar embriaguez es jamr, vino, sea cual sea el nombre particular que la gente le de. Y, así, por ejemplo, la cerveza y otras bebidas parecidas, están prohibidas y entran en el capítulo del vino. Se le preguntó al Profeta (s.a.s.) por las bebidas hechas a partir de miel, de maíz u otras sustancias, que se dejaban fermentar, y él, de forma lapidaria, sentenció: “Todo lo que embriaga es vino, y todo vino es harâm, y está prohibido”. El califa ‘Omar, más tarde, lo subrayó desde su almimbar para que no quedaran dudas cuando dijo: “Vino es todo lo que obnubila el cerebro”.

 

         La pequeña cantidad de lo que embriaga en gran cantidad:

         En el Islam no se tiene en cuenta la cantidad que se consuma de bebidas alcohólicas. Un sólo sorbo de vino (o cualquier otra bebida alcohólica) es ya de por sí totalmente reprensible. Es verdad que el primer paso conduce al siguiente, y ya es difícil echar marcha atrás, y se evita el perjuicio que produce el alcohol absteniéndose por completo de él. El musulmán erradica cualquier relación con el vino. El Profeta (s.a.s.) dijo claramente: “Todo lo que embriaga consumido en gran cantidad está prohibido incluso en pequeña cantidad”. Todo esto señala la extremada importancia que el Islam concede a la conciencia y el entendimiento. El musulmán debe estar siempre ‘despierto’ y no anular jamás voluntariamente sus facultades. Los mayores dones que Allah ha dispensado al ser humano son la inteligencia, la sensatez, la rectitud, y el consumo de alcohol va en contra de todo eso, es la negación de esas bondades, es ingratitud hacia Allah.

 

         El comercio del vino:

         El Profeta (s.a.s.) no se contentó con prohibir el consumo del vino sea cual sea su cantidad, sino que condenó también su comercio, e incluso su venta a no musulmanes. No está permitido a un musulmán ser importador o exportador de vino o mantener un local para la venta de vino ni ser empleado éste en su local de ninguna manera. El Profeta (s.a.s.) maldijo, a propósito del vino, a diez personas: a quien lo fabrica, a quien lo bebe, a quien lo trasporta, a aquél para el que es trasportado, al que lo sirve, al que lo vende, al que come de sus ganancias, al que lo compra y aquél para el que es comprado.

 

         Cuando fueron revelados los versículos noventa y noventa y uno del capítulo quinto del Corán, anteriormente citados, el Profeta (s.a.s.) declaró formalmente prohibido el vino. Quienes conocieron la noticia y guardaban en sus casas alguna cantidad de vino, ni la bebieron ni la vendieron, y el informante de esos hadices cuenta que: “La gente salió a la calle, y derramaron el vino que tenían”.

 

         Conforme a su costumbre de cerrar todas las puertas a lo harâm, el Islam incluso prohíbe vender uvas a alguien conocido como fabricante de vino. En un hadiz se nos dice: “Quien almacene racimos de uvas durante su recolección para venderlos a un judío, a un cristiano, o a cualquier otro que fabrique vino, será arrojado por Allah al Fuego con conocimiento de la causa”.

 

         El musulmán no ofrece vino:

         Si la venta de vino está prohibida al musulmán y mantenerse con el dinero que reporte ese comercio, también le está ofrecerlo, ni como signo de hospitalidad, a un judío, a un cristiano, o a cualquier otro consumidor de vino. El musulmán no considera el vino como un posible regalo. El musulmán sólo puede ofrecer y aceptar lo que sea bueno y puro. Se cuenta que un hombre quiso obsequiar al Profeta (s.a.s.) con una jarra de vino, pero el Profeta le informó que Allah lo había declarado harâm. Entonces, ese hombre le dijo: “¿Puedo venderlo?”, y Sidnâ Muhammad (s.a.s.) le respondió: “Allah ha prohibido su consumo y su venta”. El hombre dijo: “¿Puedo ofrecérselo a los judíos?”, y el Profeta (s.a.s) le respondió: “El que lo ha prohibido ha prohibido también ofrecérselo a los judíos”. El hombre dijo: “¿Qué puedo hacer con él?”, y el Profeta (s.a.s.) le dijo: “Derrámalo”.

 

         Las reuniones en las que se bebe vino:

         Sobre la base de todo lo anterior, se ha ordenado a los musulmanes romper con los círculos de bebedores y no sentarse con ellos. ‘Omar trasmitió que el Mensajero de Allah (s.a.s.) había dejado dicho: “Que el que crea en Allah y en el Último Día no se siente a una mesa en la que se sirva vino”.

 

         Se considera que un musulmán rectifica el mal cuando lo ve. Si no puede hacerlo cesar, él deja de asistir a él y se aleja de su terreno y de sus protagonistas. Se cuenta que el califa ‘Omar ibn ‘Abd al-‘Aziz hacía azotar a los bebedores de vino y a sus comensales, incluso a los que no bebían. En cierta ocasión, se le presentaron para que juzgara a ciertos bebedores de vino y él mandó azotarlos. Se le dijo que entre ellos había uno que estaba ayunando y por tanto no pudo compartir con ellos lo que consumían, pero él dijo: “Empezad por él. Allah ha dicho en el Corán: Cuando oigáis que los signos de Allah no son aceptados y son objeto de burla, no os sentéis con ellos mientras no cambien de tema de conversación; si no, es que sois semejantes a ellos”.

 

         El vino es un mal, y no un medicamento:

         Todo lo anterior demuestra que el Islam se propuso claramente erradicar el vino y su consumo y alejar definitivamente a los musulmanes de él, estableciendo firmes barreras. No dejó ninguna ventana abierta, por pequeña que fuera, que permitiera su consumo o su manipulación. No permite a los musulmanes consumir vino ni en pequeñas cantidades, ni comprarlo ni venderlo, ni ofrecerlo ni fabricarlo, ni introducirlo en su tienda, en su casa o en sus fiestas, ni ofrecerlo como obsequio ni tan siquiera a un no musulmán ni mezclarlo con ningún tipo de comida o bebida. Queda un terreno sobre el que se han preguntado los musulmanes y es el del uso del vino como medicamento.

 

         A quien le preguntaba si podía beber vino, el Profeta (s.a.s.) se lo prohibía. Pero alguien una vez le dijo quelo usaba como medicamento, y Muhammad (s.a.s.) le dijo: “El vino no es un medicamento, sino un mal”. El Profeta (s.a.s.) añadió: “Existen el mal y su remedio, y para cada mal hay un remedio. Cuidáos, pero no os cuidéis con algo prohibido”.

 

         No hay nada extraño en que el Islam prohíba el empleo del vino como medicamento. La prohibición de algo implica que debe ser evitado en todos los dominios. Dándole el nombre de medicamento o remedio se incita a la gente a consumirlo y  manipularlo, lo que está en abierta oposición con la intención por la que fue condenado el vino. Los males del vino son mayores a cualquier beneficio que se pueda sacar de él.Ibn al-Qáyyim dijo: “Cuando se autoriza su empleo como medicamento, sobre todo a alguien que siente inclinación hacia su consumo, se le está ofreciendo una excusa, y más si la gente piensa que les hace algún bien, que hace cesar sus males y los cura”. También escribió: “Una de las condiciones para la eficacia de un medicamento es que el enfermo lo acepte de buen corazón, estando convencido de su utilidad y la bendición curativa que Allah ha puesto en él. Es evidente que cuando un musulmán convencido de la prohibición que pesa sobre una materia, esto le impide creer en su utilidad o en la presencia en ella de alguna bendición. Ello le impide juzgar positivamente ese remedio y aceptarlo de buen corazón. Al contrario, cuanto mayor sea su espiritualidad, mayor será su prejuicio. Su naturaleza detesta ese medicamento más que otra cosa. Consumiendo vino en ese estado de espíritu se convierte para él en una fuete de mayores males, y no en una curación”.

 

         A pesar de todo lo anterior, si se piensa que el vino u otro remedio que lo tenga en su composición es un remedio eficaz para una enfermedad que pnga en peligro la vida de alguien y ningún otro medicamento lo pueda sustituir (personalmente no creo que esto pueda ocurrir) y si ese medicamento a base de vino es prescrito por un médico musulmán, competente por un lado y celoso en la práctica del Islam, entonces tenemos que remitirnos a la verdadera base del Islam, que antepone la salud y el bien del musulmán a cualquier otra consideración, conforme a lo que dice el Corán: “Quien se vea obligado por la necesidad, sin que sea empujado por el deseo y sin pasar de lo que exige la necesidad, encuentra a su Señor Tolerante y Misericordioso”.

 

 

         LOS ESTUPEFACIENTES

 

         “Vino es todo lo que obnubila el cerebro”. Tal es la brillante definición proclamada por el califa ‘Omar desde el almimbar del Profeta y dando la significación exacta de lo que es jamr, vino. Esa definición  no deja lugar a equívocos, y todo loque se mezcla en el cerebro sacándolo de su naturaleza específica que le permite comprender y juzgar es un vino prohibido (harâm) hasta el fin de los tiempos. A esta categoría pertenecen las drogas conocidas bajo el nombre de estupefacientes, tales como el hachich, la cocaína, el opio, y muchas otras sustancias cuyos efectos son conocidos. Actúan sobre el cerebro y el entendimiento: se ve cerca lo que está lejos, y a la inversa, hacen torpes los movimientos, estimulan la imaginación de cosas inexistentes y sumergen a quien las toma en la ilusión y los sueños. Son los efectos que buscan los toxicómanos para olvidarse de sí mismos y olvidar las cosas de este mundo y del otro errando por los valles de la fantasía. Además, las drogas debilitan el cuerpo, destruyen los nervios, deterioran la salud y destruyen la personalidad, hacen degenerar el carácter, disuelven la voluntad y hacen perder el sentido del deber, todo ello sin hablar de la dilapidación de los bienes y la ruina de las familias. El drogodependiente no duda en arrastrar a su abismo a todos los suyos, anteponiendo su apego a las drogas.

 

         Cuando decimos que la prohibición de algo en el Islam se debe a su carácter impuro o nocivo, es evidente que no hay dudas sobre la prohibición de estas sustancias cuyo efecto desastroso sobre las personas, los bienes y las familias es notorio. Todos los ‘ulamâ (expertos en ciencias islámicas) han sido unánimes en prohibir a los musulmanes el consumo de drogas y todo lo relacionado con ellas en la misma medida de la radicalidad con la que han juzgado el vino. Sháij al-Islâm Ibn Taimía escribió: “Los estupefacientes están prohibidos, ya se empleen para embriagarse con ellos o no. Sólo los desviados los consumen a causa de la euforia que procuran. Las drogas nos merecen el mismo juicio que el vino. Son lo  mismo las drogas estimulantes como las que provocan inacción y somnolencia. Deterioran al espíritu y destruyen la voluntad. Abren las puertas a todos los delitos a la vez que hacen disminuir el celo en el cumplimiento con las responsabilidades. En todo esto son peores que el vino. Su parición en el Islam coincidió con la llegada de los tártaros. La Ley revelada condena su consumo, sea poco o mucho, y lo castiga con la misma pena que recae contra el vino, a saber, ochenta latigazos”.

 

         El consumo de vino o de estupefacientes forma parte de los delitos que la Sharî‘a castiga con severidad. El Islam erradicó esos males y mantiene la pureza que se alcanzó a través de amenazas fuertes para impedir que vuelva a asentarse entre los musulmanes lo que les destruya o debilite.

 

         Está prohibido el consumo de todo lo nocivo:

         Esta es una base general de la legislación islámica. No está permitido a los musulmanes tomar alimentos o bebidas que los maten rápida o lentamente, como venenos o lo que se le parezca. No se debe abusar de un alimento o de una bebida que tomadas en grandes cantidades produzcan enfermedades. La vida de un musulmán, su salud, sus bienes, son un depósito que guarda y no debe malgastarlos. El musulmán no traiciona lo que se le confía: no se pertenece sólo a sí mismo, sino a Allah, a su familia, a su gente,... Allah dice en el Corán: “No os matéis. Allah es Misericordioso con vosotros”, y también dice: “No os arrojéis por vosotros mismos a la destrucción”. De acuerdo con esto, el consumo de tabaco es harâm, y más ahora cuando su nocividad para la salud es más que manifiesta, y sobre todo si un médico lo prohíbe a un paciente en particular. Pero aunque el daño que produce a la salud no fuera grave, la dilapidación de bienes en lo que no sirve para nada ni en este mundo ni junto a Allah bastaría para considerarlo harâm. Y esta prohibición afecta mucho más a quien tuviera que desatender sus derechos y los de su familia gastando lo que necesitan en una actividad dañina como el consumo de tabaco.