ayyuhâ
l-wálad
¡OH,
MUCHACHO!
del
Imâm Abû Hâmid al-Gaçâli
Abû Hâmid
al-Gaçâli (la trascripción más común de su nombre es al-Gazali, y, en la
forma latinizada, Algacel) fue un autor musulmán prolífico y de genialidad
excepcional que le mereció el título de Húÿÿat al-Islâm, Argumento
en favor del Islam. De formación enciclopédica, al-Gaçâli escribió
sobre los temas más diversos. Ofrecemos aquí a los visitantes de Musulmanes
Andaluces la traducción al castellano de un opúsculo que envió como carta (risâla)
a un discípulo suyo que buscaba su consejo (nasîha) y un
resumen de lo esencial para cualquier musulmán.
Este breve tratado,
al igual que la Risâlat al-Mustarshidîn publicada en el número anterior,
está en la línea de las Nasîhas o consejos de un maestro sufí
a quienes se inician en la espiritualidad musulmana. A falta de título
propio, los editores de este libro le han puesto el de Ayyuhâ
l-Wálad, ¡Oh, Muchacho!, frase
que al-Gaçâli repite con frecuencia a la cabeza de cada consejo.
El
autor
Al-Gazâli (o al-Gaççâli)
nació en la ciudad de Tûs (Jurâsân, en el actual Irán) en el año
1058 de la era cristiana (450 después de la Hégira). Su nombre completo fue
Abû Hâmid Muhammad ibn Muhammad. Fue un eminente mutakallim (experto
en especulación islámica) formando parte de la escuela ash‘ari, también
faqîh (experto en derecho y jurisprudencia islámica), gran sufí, pensador
original en todos los ámbitos, y es considerado un múslih, un
reformador o, mejor dicho, un revitalizador del Islam.
Él y su hermano Ahmad
(que también fue un extraordinario autor místico), huérfanos desde muy jóvenes,
comenzaron sus estudios en Tûs. Más tarde, al-Gaçâli comenzó una
serie de viajes en busca de los maestros de su tiempo, recorriendo Yuryân y Nîsâbûr.
Muchos fueron sus profesores, pero de entre ellos destaca al-Yuwáini Imâm
al-Haramáin, del que fue discípulo hasta la muerte (en 1085) de ese
gran mutakallim.
Habiendo alcanzado
al-Gaçâli a su vez un gran prestigio, fue recibido con honor y respeto por
el visir Nizâm al-Mulk, quien deseaba reunir en torno a sí a muchos
sabios. En esta época de su vida, al-Gazâli sufrió una grave crisis de
escepticismo pues consideró insuficientes sus inmensos saberes, saliendo de
ella con la intención enérgica de poner en cuestión su posición
intelectual en busca a la vez de una regla de vida práctica más
satisfactoria. El el 1091, Nizâm al-Mulk lo envió como profesor a la
madrasa (escuela de estudios tradicionales) que había fundado en en Bagdad
(la Nizâmía). Durante cuatro años, dio cursos a grupos de más de
trescientos alumnos. Al mismo tiempo, seguía con ardor el estudio de la
filosofía y compuso varias obras. Su escepticismo aumentó. Con el pretexto
de emprender la peregrinación, abandonó la enseñanza y toda su carrera de
jurista y filósofo.
Desde el abandono por
al-Gazâli de sus funciones como profesor en Bagdad hasta el momento en que
retomó la enseñanza en Nîsâbûr, en el 1006, pasaron diez años en que
deambuló por Siria entre maestros sufíes para, finalmente, cumplir la
peregrinación. Vivió como un pobre (faqîr), con frecuencia en soledad,
pasando su tiempo en meditación y otros ejercicios espirituales. En esa época
compuso la que habría de ser su obra capital, el Ihyâ ‘Ulûm ad-Dîn,
la Revivificación de las Ciencias del Islam, manual imprescindible
para iniciarse en la espiritualidad musulmana. Durante sus retiros, dio clases
sobre sufismo a grupos reducidos teniendo el Ihyâ como libro de
cabecera.
En el año 1105, Fajr
al-Mulk, hijo de Nizâm al-Mulk, rogó a al-Gazâli que dirigiera su
proyecto universitario en Nîsâbûr, a la que el Maestro regresó convencido
de estar ya verdaderamente capacitado para enseñar. No obstante, algo antes
de su muerte volvió a abandonar su trabajo para retirarse a Tûs, su
ciudad natal, donde creó una janqah (una çâwiya, un centro sufí) donde
formó a jóvenes discípulos hasta su muerte en el año 1111.
Entre la amplia lista
de libros escritos por al-Gaçâli queremos destacar su autobiografía (al-Múnqiz
min ad-Dalâl) en la que explica su evolución espiritual hasta
desembocar en el sufismo como viviencia auténtica del Islam.
En Ayyuhâ
l-Wálad, el Imâm al-Gaçâli dirige un extenso consejo (nasîha)
a un estudiante (tâlib) de ciencia islámica (‘ilm). A alguien
dedicado al estudio, el maestro le recuerda la importancia de práctica del
Islam (el ‘ámal, la acción). Los intereses intelectuales pueden degenerar
en una estéril erudición si no van acompañados de una profunda trasformación
interior. La combinación exacta de ambos, el ‘ilm y el ‘ámal, es lo que
hace al musulmán verdadero. Y lo que les da fuerza y hace fructificar es a lo
que se llama en árabe Taqwà, el sobrecogimiento, la tensión espiritual, el
temor a Allah.
ayyuhâ
l-wálad
¡OH,
MUCHACHO!
Alabanzas a Allah, Señor
de los mundos. El bien postrero es para los muttaqîn (los sobrecogidos ante
Allah). Bendiciones y saludos sean sobre su Profeta Muhammad, y todos los
suyos.
Has de saber que uno
de los estudiantes avanzados perseveró en el servicio del Sháij Imâm, el
Adorno del Dîn y Argumento en favor del Islam, Abû Hâmid Muhammad
ibn Muhammad al-Gaçâli, cuyo espíritu Allah glorifique, ocupándose en
recoger su ciencia y leer sus obras hasta penetrar en las sutilezas del saber
acompañando su aplicación al estudio de crecimiento espiritual, elevándose
por las virtudes y adquiriendo las más nobles cualidades, pero un día
reflexionó sobre su situación y le sobresaltó este pensamiento:
“He leído toda
suerte de ciencias y he dedicado mi juventud al aprendizaje y a la recopilación
de los datos, pero ahora he de saber qué conocimiento me servirá mañana y
me sea de compañía en la tumba, y qué conocimiento es inútil para que lo
abandone, pues Rasûlullâh (s.a.s.) dijo: ‘¡Oh, Allah! Me refugio en ti
contra el saber que no es provechoso’...”.
Esta reflexión se
afianzó en él, y acabó escribiendo una carta dirigida a la excelencia del
Sháij, el Argumento en favor del Islam, al-Gaçâli, buscando en él la
respuesta e interrogándole sobre diversos asuntos, esperando su consejo y una
invocación a Allah en su favor. Se dijo a sí mismo: “Si bien en las obras
del Maestro -tales como el Ihyâ y otras- hay respuesta a muchas
cuestiones, mi deseo es que el Sháij responda a mi necesidad en un resumen de
pocas hojas que me acompañen el resto de mi vida y me sirvan de orientación
para actuar en adelante, si Allah lo quiere”.
En respuesta a la
inquietud de su discípulo, el Sháij respondió lo que sigue, y Allah sabe más:
¡Oh, muchacho! De
entre el conjunto de consejos que Rasûlullâh (s.a.s.) brindó a su Nación
(Umma) están sus palabras: “Signo de que Allah ha abandonado al hombre es
que éste se dedique a lo que no le atañe. Una hora que desperdicie de su
vida en aquello para lo que no ha sido creado merece por su parte un largo
lamento. Quien haya superado la barrera de los cuarenta años y su bien no
predomine sobre su maldad, que se prepare para el Fuego (Eterno)”. Esta Nasîha
basta a las gentes de la ciencia (ahl al-‘ilm).
¡Oh, muchacho! Dar
un consejo es fácil, lo difícil es aceptarlo. Toda Nasîha es
amarga para el paladar de quien se rinde a su propia frivolidad, pues sus
corazones aman precisamente lo que se les prohíbe. En especial esto ocurre a
los estudiantes de los saberes teóricos, que especulan sobre el ego y no
tienen empacho en censurar los vicios mundanales, pero lo hacen sólo
formalmente. Piensa que la ciencia (‘ilm) sin más los salva y los libera de
apegos, y se desentienden de la acción (‘ámal), y esta es la creencia de
los filósofos (falâsifa). ¡Gloria a Allah, el Inmenso!, no saben que la
adquisición de conocimientos es un argumento contra ellos si no actúan en
consonancia con lo que han aprendido, tal como dijo Rasûlullâh (s.a.s.):
“Quien más sufrirá el Día de la Resurrección será el sabio al que Allah
no le haya hecho de provecho su conocimiento”.
Se cuenta que al-Yunáid
(gran maestro sufí) fue visto en sueños, tras su muerte, por uno de sus discípulos,
que le preguntó: “¡Oh, Abû l-Qâsim! ¿Qué puedes contarme (de tu nuevo
estado)?”, y él -cuyo espíritu Allah glorifique- respondió: “Han sido
abolidas las frases y han muerto las enseñanzas sutiles. Sólo me son de
utilidad unas pequeñas prosternaciones (rukai‘ât) que hacía en el seno de
la noche”.
¡Oh, muchacho! No
estés vacío de acciones positivas, ni carezcas de emociones espirituales
estimulantes. Ten la certeza de que el simple conocimiento no te asistirá
ante Allah. Te propongo este ejemplo: supón que en un desierto hay un hombre
con diez afiladas espadas indias y otras armas, y que ese hombre sea valeroso
y guerrero. Imagina que lo ataca un león asesino. ¿Crees que las armas por sí
solo lo defenderán si no las utiliza, si no las blande y hiere con ellas a la
bestia? Por supuesto que de nada sirven si no son movidas y se golpea con
ellas. Lo mismo sucede con quien lea mil temas sobre el Islam y los memorice
pero no actúa en conformidad con lo que sugieren. Sólo la acción es útil.
Es lo mismo que un enfermo que padece fiebre o de bilis; si toma Skunÿabin y
Kishkab (palabras persas) sanará, pero el remedio de nada sirve si no se
emplea:
Aunque
tengas dos mil litros de vino, no te emborracharás hasta que bebas.
Aunque
estudies la Ciencia mil años y leas mil libros, sólo la acción te acercará
a Allah.
Allah ha dicho en el
Corán: “Para el ser humano sólo hay (junto a Allah) en función de su
esfuerzo”, “Quien espere el encuentro con su Señor, que actúe
rectamente”, “Sólo conseguís lo que ganáis”, “El Paraíso (Firdáus)
es para quienes se han abierto de corazón a Allah y actúan rectamente, una
morada eterna que no desearán cambiar por nada”, “(La Misericordia de
Allah) es para quien se vuelva hacia Él, se le abra y actúe rectamente”.
¿Qué dices de este
hadiz?: “El Islam está construido sobre cinco pilares: certificar que no
hay más verdad que Allah y que Muhammad es su Mensajero, erigir el Salât,
entregar el Çakât, ayunar en Ramadân y peregrinar a la Casa quien
pueda”. Incluso el Îmân, la apertura del corazón hacia Allah, no es
efectivo más que con su pronunciación por la lengua y debe ser confirmado
por el corazón y por los movimientos del cuerpo (al-îmân qául bil-lisân
wa tasdîq bil-ÿanân wa ‘ámal bil-arkân): hasta lo más íntimo
del musulmán se despliega en acción.
El elogio de la acción
en el Islam es incensable, si bien es cierto que el musulmán sólo alcanza el
Favor de Allah por un acto de generosidad de su Señor, pues nada obliga a
Allah. Pero ese Favor es desencadenado por la predisposición del ser humano,
por su obediencia y su espiritualidad, pues la Misericordia de Allah (su Rahma)
está cerca de los excelentes (muhsinîn), tal como Él desea. Es
cierto que la intención tiene un gran valor, pero no basta si es un truco y
pretende sustituir al esfuerzo.
¡Oh, muchacho! Si no
trabajas, no esperes el sueldo. Se cuenta que un hombre de los Banû Isrâîl
estuvo consagrado a la adoración (‘Ibâda) de Allah durante setenta años,
y Allah quiso desnudar su secreto ante los ángeles (malâika). Le envió un
ángel para decirle que por esa acción de reconocimiento de su Señor no
merecía entrar en el Jardín (ÿanna). Cuando esa noticia llegó al hombre de
espíritu (‘âbid), dijo: “He sido creado para servir a Allah, y mi
obligación es cumplir con esa función”. El ángel volvió junto a Allah y
le dijo: “Señor, Tú ya sabes lo que tu siervo ha respondido”. Y Allah
dijo: “Si Él no ha vuelto la espalda a la acción hacia Mí debida, mi
Generosidad no puede volverle la espalda. Sed testigos ¡oh, ángeles! de que
lo acojo”.
Rasûlullâh (s.a.s.)
dijo: “Pedíos cuentas antes de que os sean pedidas. Pesad vuestras acciones
antes de que Allah os pese”. El Imâm ‘Ali -con quien Allah esté
satisfecho- dijo: “Quien crea que llegará (a la Misericordia de Allah) sin
esfuerzo, tiene una esperanza vana; y quien piense que con su esfuerzo llegará,
es alguien que prescinde de Allah”. Al-Hásan (el hijo del Imâm
‘Ali) -a quien Allah haya acogido en su Misericordia- dijo: “Desear el
Jardín sin hacer intermediar la acción es una falta grave (dzanb) entre las
peores faltas que puede cometer el ser humano”. También dijo: “Signo de
esencia es dejar de tener en cuenta la acción, sin abandonar la acción”.
Rasûlullâh (s.a.s.) dijo: “Inteligente es quien está en guardia contra sí
mismo y actúa sembrando lo que encontrará tras la muerte; y necio es quien
se somete a sus frivolidades y espera de Allah”.
¡Oh, muchacho! ¡Cuántas
noches has pasado repitiendo tus lecciones y leyendo libros, privándote del
sueño! No sé qué era lo que te movía a hacerlo. Si era la intención de
conseguir algún bien mundanal, si buscabas el prestigio que da el conocimiento
o el poder que se puede alcanzar de él, ¡ay de ti! ¡ay de ti! Si tu intención
era devolver la vida a la Ley (Sharî‘a) del Profeta (s.a.s.), y que te
sirviera para suavizar tu carácter y romper tu ego (nafs) que impera en ti
ordenándote el mal, entonces ¡enhorabuena! ¡enhorabuena! Dijo la verdad
quien pronunció estos versos:
Ojos
en vela que no busquen tu rostro están malgastados.
El
llanto que no sea por tu ausencia es pérdida inútil.
¡Oh, muchacho! Vive
lo que quieras, pero has de morir. Ama lo que quieras, que tendrás que
abandonarlo. Haz lo que quieras: encontrarás su fruto...
¡Oh, muchacho! ¿De
qué te ha servido aprender la ciencia de la especulación y la polémica, la
medicina, la poesía, la métrica, la astronomía, la retórica y la gramática,
si te han hecho perder tu tiempo manteniéndote ajeno a tu Señor? En el
verdadero Evangelio de Jesús he leído lo siguiente: “Desde el momento en
que un cadáver es depositado sobre las parihuelas y es conducido al
cementerio hasta que se le asoma a la tumba, Allah por medio de su Majestad le
hace cuarenta preguntas. La primera de ellas es: ‘¡Oh, siervo mío! Has
procurado mejorar tu imagen ante la gente durante años y ni un momento te has
adornado para Mí. Cada día he mirado en tu corazón y te he dicho: ‘Cuánto
haces por otros y nada por Mí mientras te colmo con mis favores’. Pero eras
un sordo que nada oía...”.
¡Oh, muchacho! La
ciencia (‘ilm) sin acción (‘ámal) es una locura, al igual que la acción
sin conocimiento no puede ser. Has de saber que en estos tiempos, la ciencia
no te aparta de la rebelión (ma‘sía) ni te lleva a la obediencia (tâ‘a),
y mañana, en al-Âjira ante Allah, no te alejará del Fuego de Yahánnam. Si
no actúas hoy y recuperas el tiempo pasado, el Día de la Resurrección (Yáum
al-Qiyâma) dirás a Allah: “Devuélveme al mundo y actuaré rectamente”,
pero se te responderá: “¡Insensato! De ahí vienes”.
¡Oh, muchacho! Pon
aspiración en tu espíritu, tu derrota en el ego y la muerte en tu cuerpo
porque tu morada es la tumba. Las gentes de las tumbas te aguardan en todo
momento y esperan cuándo llegarás a ellos. ¡Cuídate mucho de no entrar en
tu tumba sin provisiones! Abû Bakr as-Siddîq, con quien Allah
esté complacido, dijo: “Estos cuerpos son jáulas para pájaros o establos
para bestias. Piensa en ti, de qué clase eres. Si eres del número de los pájaros
celestes, cuando escuches el redoblar del tambor, vuelve junto a tu Señor alzándote
para ocupar tu lugar en lo más alto de los palacios de los Jardines, como
cuando Rasûlullâh (s.a.s.) dijo: ‘El Trono del Misericordioso ha temblado
con la muerte de Sa‘d ibn Muâdz’. Pero Allah te guarde si eres de las
bestias, tal como Él dijo en el Corán: ‘Son como bestias, o aún están más
perdidos...’, porque entonces nada evitará que caigas por los ángulos de
la Morada en el abismo del Fuego”. Se ha contado que a al-Hásan al-Básri
(el gran maestro de Iraq) -a quien Allah haya abarcada en su Misericordia- le
fue ofrecido un recipiente de agua fresca, y cuando fue a cogerlo se desmayó
y el jarro cayó al suelo. Cuando se recuperó le preguntaron qué le había
pasado y él respondió: “He recordado el deseo de la Gente del Fuego cuando
(como relata el Corán) digan a la Gente del Jardín: ‘Derramad agua sobre
nosotros, o de aquello con lo que Allah os provee’...”.
¡Oh, muchacho! Si la
ciencia sóla te bastara y no necesitaras hacer nada, las preguntas de Allah
“¿Quién me busca?”, “¿Quién quiere mi perdón?”, serían vanas e
inútiles. Se dice que un grupo de Compañeros (Sahâba) del
Profeta (s.a.s.) se reunieron con él y le mencionaron a ‘Abd Allâh ibn
‘Omar, y Rasûlullâh (s.a.s.) les dijo: “Magnífica persona, si por la
noche se levanta a hacer el Salât”. En cierta ocasión, dijo a uno
de sus Compañeros: “No duermas mucho por la noche. El mucho dormir te hará
pobre el Día de la Resurrección”.
¡Oh, muchacho! Pasar
parte de la noche haciendo el Salât es cumplir con una orden que se te
ha dado. Pedir perdón a Allah al amanecer es gratitud. Los que imploran el
perdón de Allah con la aurora realizan un acto de Recuerdo. Rasûlullâh
(s.a.s.) dijo: “Hya tres sonidos que Allah ama: la voz del gallo, la voz del
que recita el Corán y la voz de los que le piden perdón al amanecer”.Sufyân
az-Záuri -que Allah haya abarcado en su Misericordia- dijo: “Allah ha
creado un viento que sopla al amanecer y arrastra las invocaciones y los
ruegos hasta el Rey Inmenso”. También dijo: “Al comienzo de la noche, un
vocero dice desde debajo del Trono: ‘Que se pongan de pie los adoradores
(los ‘âbidûn)’, y ésos se ponen de pie y hacen el Salât que
Allah quiere que hagan. Después, en la mitad de la noche, un vocero grita:
‘Que se pongan en pie los devotos (qânitûn)?’, y ésos se ponen de pie y
hacen el Salât hasta el amanecer. Al amanecer, un vocero dice: “Y
ahora, que se pongan de pie de los necios’, y la gente se levanta de sus
camas como muertos que salieran de tumbas”.
¡Oh, muchacho! Entre
las sentencias sapienciales que Luqmân el Sabio dejó en herencia está esta
que dice: “Hijito, que el gallo no sea más inteligente que tú, que canta
al amanecer mientras tú te quedas dormido”. Qué bellas y justas las
palabras del poeta que dijo:
En
la oscuridad de la nuche una paloma canta su angustia
mientras
que yo, aquí, estoy dormido
Mineto
-y lo juro por Báitullâh-, si fuera sincero en mi pasión,
las palomas no se me adelantarían con
lamentos.
Digo
que soy un enamorado, borracho de anhelo,
de
mi Señor, pero no lloro cuando lloran las bestias.
¡Oh, muchacho! Has
de saber que la obediencia (tâ‘a) y la disciplina espiritual (‘ibâda)
consisten en en el seguimiento del Legislador (Shâri‘) cumpliendo sus órdenes
y prohibiciones, en palabra y acto. Es decir, que todo lo que digas o hagas o
dejes de hacer sea en conformidad con la Ley. Si ayunas el día de la fiesta
(‘îd) o los días que siguen a la gran fiesta (ayyâm at-tashrîq), aunque
el ayuno sea una práctica aconsejable en cualquier otro momento, con ello
eres rebelde a Allah, o si realizas el Salât estando vestido con algo robado,
aunque formalmente estés cumpliendo con una ‘ibâda, tu acto es un delito (izm).
¡Oh, muchacho! Te es necesario que tus palabras y tus actos sean conformes con la Ley, pues el conocimiento (‘ilm) y la acción (‘ámal) sin el seguimiento de la Ley es error. Que las extravagancias e impertinencias de los sufíes no te engañen ni seduzcan, porque su senda se basa en el combate interior, la renuncia al prestigio y la decapitación de la frivolidad con la espada de la disciplina, y no en las frases extravagantes ni en los delirios.