EL
TAWÁKKUL
wa
tawákkal ‘alà l-háyyi l-ladzî lâ yamût
Confíate
al Vivo que no muere
(Corán, XXV-58)
El ser humano es frágil,
quebradizo, insustancial. Sobrelleva su debilidad ‘confiando’. Confía en
fetiches, en dioses, en ídolos, en fantasmas, o en reyes, en médicos, en
maestros, en jefes, en compañeros, en circunstancias, en coincidencias, en
causalidades, en estrategias, en artimañas, o en riquezas, en leyes, en
saberes, o bien confía en sí mismo, en sus capacidades, en sus esfuerzos, en
sus autoengaños, y en un sin fin de otras quimeras. En este sentido, el Tawákkul
es universal, y lo practican los musulmanes y los no-musulmanes. Es
consustancial al ser humano, sabedor de su levedad. La diferencia estriba en
la conciencia, la sabiduría y la intención. Ahí es donde radica el valor y
el mérito del Tawákkul.
El musulmán sabe que
todo es banal: lâ ilâha illâ llâh, no hay
más verdad que Allah... Todo cuanto puede imaginar o comprender está en
el plano de la creación y comparte con el ser humano su condición precaria y
su mortalidad. Solo con un acto de radicalidad inaudita como es el Islam se
sale de ese círculo cerrado para abrirse al plano impensable de Allah, el Señor
de los mundos, el Vivo que no muere. Con el Islam se recoge la esencia,
aceptando su carácter abismal, afrontando el vértigo de nuestra fragilidad y
dependencia.
El Islam es pura
rendición, es decir, es anti-idolátrico, pues toda idolatría es arrogancia
y frivolidad del espíritu, es desvarío de la inseguridad del ser humano que
busca sucedáneos en lugar de enfrentarse sin reparos a su propia inconsistencia,
haciendo de ella precisamente el trampolín que lo sobredimensione. El Islam
es dejar definitivamente atrás el mundo de los dioses para abordar el
insondable misterio de la realidad, y es hacerlo con la fuerza del corazón
que adivina la trascendencia del asunto, y con la claudicación que lo acerca
a la Verdad y le da fuerzas en la fuente del Poder que ha creado los cielos y
la tierra. El musulmán pasa a confiar en lo que lo hace ser, sin más,
asumiendo el reto de la impenetrabilidad de esa ‘razón’ que no admite
controversia. Toda desviación de
ese único Tawákkul auténtico,
con todas sus implicaciones, que son sin duda colosales y desafiantes, es
alejarse del corazón del Islam. El Islam está vinculado a raíces donde el
ser humano es esponjosidad que lo hace rebosar de ser, de miedos y esperanzas,
de fuerza y de debilidad, de sensaciones primigenias y telúricas. Cuando
sustituye las sensaciones que provoca Allah por las engendradas por fantasmas,
dioses, circunstancias o cualquier otra quimera, comete Shirk,
se aparta del Tawhîd, del Unitarismo.
Es impensable que un
musulmán no confíe en Allah. Esa confianza está ligada a una cosmovisión
(‘Aqîda) en la que el Destino
(Qádar) ocupa un lugar central. La ‘Aqîda no se aprende de los libros sino que deriva, bien de una
comunicación personal con la naturaleza (una intuición profunda y esencial),
bien de una conmoción que trastoca el universo de quien la siente haciéndole
descubrir que el devenir escapa por completo a su control y que frente a él sólo
hay Majestad. Sólo en esos dos casos se comprende lo que es realmente el
Destino, que no es algo ‘futurible’, sino la urdimbre de nuestro momento
actual.
Quien se sostiene
sobre la tremenda certeza del Destino confía plenamente en Allah y rompe con
los ídolos, y lo hace con las ‘vísceras’ (no simplemente con la reflexión).
De ahí que el Imâm Ahmad ibn Hánbal definiera el Tawákkul
como ‘ámal al-qalb, acción del corazón. Con ello, el Imâm subrayaba el carácter
interior y primigenio de una forma de ser (en el Islam más auténtico, ser y
hacer se identifican). El Tawákkul
no es confesable con la lengua ni descifrable por el entendimiento: es una
forma de vivir que acompaña todos los gestos de quien está en contacto
inmediato con Allah, de una forma espontánea, sin los subterfugios ni
artificios que configuran al hombre común que busca cobijo en los ídolos
para evitar su vacío.
Pero si ser y hacer
se identifican, también es posible una acción que nos reconduzca al Tawákkul.
El Imâm Ahmad hablaba del Tawákkul
espontáneo, pero hay una ciencia que hace progresar en ese oriente a quien
desea participar de esa naturaleza perdida en las vicisitudes de un mundo engañoso.
A la victoria que supone el nacimiento de esa intención se añade el mérito
del esfuerzo, por lo que la progresión en este Tawákkul fruto de la aspiración lo hacen digno de elogio y
consideración. Ahora se trata de un Maqâm,
de un Rango Espiritual que
conquistar y en el que afirmarse. En este sentido, se ha dicho: “El Tawákkul
es el conocimiento que tiene el corazón de que Allah basta al ser humano”.
Se trata de un saber en el que ir madurando. Se parte de la intuición de que
Allah te basta, es suficiente para ti, y queda por profundizar en las drásticas
implicaciones de ese primer presentimiento.
A partir de este
punto, para ir iluminando los significados del Tawákkul,
los ‘ulamâ y maestros de espíritu, han dado definiciones y directrices,
muchas de ellas impactantes, porque el Tawákkul
radical tiene que ver con la vivencia de la Verdad que configura desde las
honduras de su secreto cada instante de la existencia. Se ha dicho que la
confianza en Allah es Sukûn, Calma. Sólo confía en Allah plenamente aquél cuyo corazón no es
inquietado por la urgencia de los acontecimientos; su corazón está en paz
porque sabe que todo depende de Allah. Se ha dicho aún más; se ha dicho que
el Tawákkul es ‘la paralización
del movimiento del corazón’, imagen de absoluta pasividad, de ausencia
hasta de pálpitos debido a la constatación de que todo en cada instante está
en Allah, y Allah es Paz, Salâm. También se ha dicho que la confianza en Allah es arrojar el
corazón al suelo ante Allah, y ser en sus manos como un muerto al que
manipula el que lo lava y envuelve en el sudario preparándolo para ser
enterrado. El Tawákkul consiste en
abandonar toda elección y fluir con el Destino.
Las expresiones
anteriores quieren reflejar el estado interior y espiritual de ‘quien ve a
Allah’. Rasûlullâh (s.a.s.) dijo que la excelencia
(el Ihsân) es actuar como si se viera a Allah. La frase del
Profeta es definitiva: el Tawákkul
no es fatalismo, porque no niega la acción sino que la sumerge en la sabiduría.
Por eso, también se ha definido la confianza como Ridà, Satisfacción.
Abû Sa‘îd al-Jarrâç dijo: “La confianza es inquietud sin calma y calma
sin inquietud”, es acción imparable y sosiego en Allah, dinamismo exterior
e imperturbabilidad interior. Dzû n-Nûn el Egipcio dijo: “El Tawákkul es
desprenderse del poder y la fuerza”, es decir, es actuar en la Fuerza y el
Poder de Allah, que son enérgicos y estimulantes y, a la vez, fuente de paz
para el corazón.
Abû Turâb an-Nájshabi
dijo: “La confianza en Allah consiste en acciones conformes a lo que Allah
quiere de modo que el cuerpo se realice en la sujeción a su Creador, y es
adherir el corazón al Señorío, elevándolo, y es encontrar paz en que Allah
basta, de modo que si te obsequia seas agradecido y si te priva de lo que
deseas sepas tener paciencia”. Esta definición declara cinco elementos
configuradores del Islam, todos ellos basados en el Tawákkul:
actuación, adhesión, calma, satisfacción, gratitud y paciencia.
El Tawákkul,
la confianza en Allah, es acción, y lo es, entre otros motivos, porque Allah
nos ha ordenado actuar. Sahl ibn ‘Abd Allâh dijo: “”Quien niegue la
acción niega la Sunna, y quien niegue la confianza niega el Îmân”. Ser
musulmán es actuar, ser mûmin (alguien dotado de Îmân, de conocimiento
interior) es confiar en Allah. Se ha dicho: “El Tawákkul era el estado
espiritual del Profeta, y la acción era su Sunna (es decir, su Senda)”, y
quien vive su espiritualidad no puede negar su lucha lo mismo que el que siga
su ejemplo debe vivenciar su estado interior de absoluta rendición a Allah.
La forma de ser y de actuar del Profeta son la plasmación de lo que se ha
dicho: “La confianza es inquietud sin calma y calma sin inquietud”.
El Tawákkul
es adherirse a Allah en toda circunstancia, y quien hace esto no reniega
de nada y encuentra a Allah en todo, es decir, tropieza con la Inmensidad que
rige cada instante, descubre la Majestad que gobierna cada acontecimiento, y
que está más allá de lo que podemos juzgar y valorar, y sólo despierta la
admiración de quien tiene un ojo penetrante. El Corán nos convence con una
sucesión de constataciones: no éramos pero somos, y Allah es la razón
desconcertante de ese prodigio, y todo lo nuestro, nuestro universo, sigue sin
más sustancia que el Querer de Allah, por lo que es absurdo desviarse de la
Verdad hacia las apariencias y confiar en lo pasajero mientras lo Esencial
permanece. Nuestra confianza es un ‘retorno’ constante a Allah, a una
Fuente en la que alimentar nuestra vulnerabilidad de fuerza, la Fuerza que
sostiene los cielos y la tierra. Sólo el insensato se aparta para depositar
sus ilusiones en lo que no puede de ningún modo satisfacerle.
El Tawákkul,
que es confianza en Allah, delegación en Él, paz y satisfacción, es una
forma de vivir que deriva de unas premisas, que según Ibn Qáyyim al-Yáuçia,
son las siguientes:
1- El
conocimiento de Allah (má‘rifat
Allâh). Quien barrunta lo que significa la palabra Allah, quien sabe lo
que implica, quien tras ella presiente el Poder Creador, su Unicidad, su
Suficiencia Absoluta, su Conocimiento abarcador de todo lo que existe, la
libertad de su Acción, está en el primer escalón del ascenso hacia el Rango
(Maqâm) del Tawákkul. Por ello, Ibn Taimía dijo: “No es pensable que un filósofo
(peripatético) alcance ese Rango, ni tampoco los negadores del Destino, que
son los que dicen que puede ocurrir algo sin que Allah lo quiera, ni tampoco
es accesible para aquellos para los que Allah es una abstracción vaporosa
desprovista de cualidades positivas. Sólo pueden realizarse en el Tawákkul aquellos
que saben de la Grandeza Absoluta de Allah, afirmando cada una de sus
Cualidades con las que gobierna la existencia entera, sin excepción (el
Poder, la Ciencia, la Voluntad, la Percepción,...). ¿Cómo confiaría en
Allah el filósofo que afirma que el Creador no conoce los particulares, sino
que sólo cuenta con un conocimiento global? ¿o quien niega que todo es
elección de Allah, que Él carece de Voluntad y de Cualidades realizadoras?
Quien conoce plenamente a Allah es quien se confía a Él”.
2- La
afirmación de la causalidad (izbât
al-asbâb). Aparentemente, el Poder Absoluto de Allah, que es el pilar en
el que se cobijan los que se confían a Él, niega la eficacia de la
causalidad en el mundo. Pero éste es un error grave que convierte a la gente
en fatalista. Que las causas y los efectos estén relacionados se debe a Allah
(no está en una naturaleza propia de las cosas): ésta es la gran enseñanza
de las Gentes de la Sunna y la Comunidad. Nada es independiente de Allah, y
tampoco las leyes que relacionan entre sí las cosas creando la causalidad de
la que da fe la sensatez. Negar esa eficacia es absurdo: el Tawákkul
es penetrar en su esencia que es el Querer de Allah. Ésta es la diferencia
que separa a los musulmanes de los materialistas y de los fatalistas, que son
extremos indeseables, dos caras de una misma moneda, que es la comodidad, el
rechazo al gran desafío. Pero, además, el Tawákkul
en sí mismo es un sábab, un medio
por el que el musulmán procura acercarse a Allah, y sería absurdo negar la
eficacia de las causas apoyándose en una. Por ello, el Tawákkul
no es una negación del mundo y sus leyes sino aprovechamiento de la sabiduría
que se deduce precisamente del mundo y de su devenir. El Tawákkul es, por tanto, pura acción, y no una negación de la acción.
Es una lucha, un esfuerzo, sobre la Senda de Allah, y es para guerreros, no
para pusilánimes. El Tawákkul
encierra una valoración positiva de las posibilidades de la acción del ser
humano.
3- La
afianzación del corazón en la Unidad (rusûj
al-qalb fî t-tawhîd). El término Tawhîd
sirve para designar la Unidad de Allah, tal como se ha visto en el primer
punto, y es, por tanto, un saber, pero también indica la acción del ser
humano que progresa en ese conocimiento con su exigencia concomitante que es
la de orientarse en exclusiva hacia Allah. Conforme aumenta el saber acerca de
Allah, Él se va convirtiendo en un polo de atracción cada vez mayor. El
corazón va siendo arrebatado por el fuerza, el poder, la sabiduría, la
libertad, que hay en Allah, y se va confiando a Él y desapegándose del
mundo, que se le va antojando cada vez más insuficiente e insustancial. Dice
ibn Qáyyim: “La confianza en Allah sólo es plena en el Tawhîd. Es
más, el Tawákkul es, en sí, la ‘Unidad del Corazón’. Mientras en el
corazón haya dependencias idolátricas, su confianza en Allah es deficiente y
sufre una contaminación. Conforme avanza en el Tawhîd va sanando su
confianza. Cuando una persona atiende a algo que no sea Allah, ese algo se
apodera de un rincón de su corazón, aminorando su Tawákkul, que sólo crece
al desaparecer esa mirada que lo ha entretenido apartándolo por un instante
de la contemplación de Allah. Ésta es la causa por la que algunos han
afirmado que hay que rechazar la eficacia de las reglas que gobiernan el
devenir del mundo. Tienen razón, pero esa eficacia debe ser negada por el
corazón, no por el cuerpo. El Tawákkul pleno está en la visualización de
la eficacia exclusiva de Allah con el corazón mientras el cuerpo hace lo que
tiene que hacer, que es esforzarse y actuar en esa orientación revelada al
corazón. Es así como el mutawákkil, el que va sobre la senda del Tawákkul,
está separado y unido”, es decir, separado del mundo engañoso y, a la vez,
unido al mundo en tanto que es Acción de Allah.
4- El
apoyo del corazón en Allah (i‘timâd
al-qalb ‘alà llâh). Se debe educar al corazón de modo que se apoye
para todo en Allah, teniéndolo como única orientación, como única
explicación para todo, como único remedio para todo, desvaneciéndose así
sus fantasmas, sus tribulaciones, sus frustraciones, sus reparos y sus
maldades. Es la forma en que el corazón se vacía hacia Allah, y pasa a poder
contenerlo. La medida de cada persona es su preocupación. Tu dios es aquello
que te preocupa. Si alguien te da una moneda que necesitas y un ladrón te la
roba, pero esa misma persona que te la dio te dice que tiene muchísimas otras
y que cada vez que la necesites te dará una, si estás seguro de que es así
y confías en tu benefactor, deja de entristecerte el haber perdido la primera
moneda. Un recién nacido no tiene más cobijo que el seno de su madre, y por
eso se ha dicho: “El mutawákkil es como un bebé que sólo conoce el pecho
de su madre. El mutawákkil no tiene más referencia que su Señor”.
5- La buena opinión respecto a Allah (husn az-zann billâh). La confianza sólo es posible si se tiene una buena opinión de aquél en quien se va a confiar. El husn az-zann, la buena opinión, la ausencia de sospecha, es algo que el musulmán siempre debe alimentar en sí, y más respecto a Allah. Nbo ahy ninguna razón para albergar dudas o desconfianza ante Allah, que te ha creado y mantiene tu existencia, y a cada paso te demuestra su inmenso Poder y su riqueza exuberante, alentando en ti una esperanza que te orienta hacia Él.
6- La
rendición del corazón (istislâm
al-qalb). Éste es el sentido de la definición de Tawákkul
en la que se nos decía que el mutawákkil verdadero era quien se ponía en
manos de Allah como un cadáver. Otra expresión parecida es: “La confianza
es renunciar a toda gestión”. Ibn Qáyyim al-Yûçia avisa que esto se
refiere a lo que Él haga contigo, no a lo que te ha ordenado que tú hagas. Y
esto es muy importante: se trata de fluir con el Destino sin abandonar el
protagonismo. En realidad, la aclaración de Ibn Qáyyim es casi superflua si
no fuera por quienes se amparan en la radicalidad de la espiritualidad del
Islam para malinterpretarla y convertirla en justificación de la desidia.
Islam es istislâm, rendición a Allah, que consiste conocer a Allah y acatar su orden,
es sabiduría en el corazón y acción física y positiva.
7- Delegación
(tafwîd). La Inâba o el Tafwîd, la Delegación
en Allah, son el núcleo de la confianza, su centro y espíritu. Se trata de
una paz interior absoluta que confía plenamente en Allah, sin que los
contratiempos ni los avatares perturben la quietud del corazón, y cuyo fruto
es el Ridà, la Satisfacción,
el Placer en Allah. Quien delega
todo en Allah -sin abandonar la acción-, deja en manos de la Verdad todo lo
que tenga que suceder, sin venderse a nada. Es un grado culminante de la
confianza que consiste en confiar tu ser a Allah, no sólo tu esperanza. Es el
Rango del Ser Humano Pleno, el Califa. Al principio de esta Senda de la
Confianza, había esperanza en la Promesa de Allah según la cual Él basta a
la persona, en su medio había una rendición a Allah fruto de depositar la
certeza en que Allah lo sabe todo, y por último, al final, hay una delegación
que supone satisfacción en lo que Allah haga, sea lo que sea. Se empieza por
la confianza, viene después la rendición y todo culmina en la delegación
del ser en Allah. Se ha dicho que la confianza califica a los mûminîn, la
rendición califica a los auliyâ y la delegación adorna a los muwahhidîn,
los unitarios. También se ha dicho que la confianza es propia de los
profetas, la rendición corresponde en particular a Abraham, y la delegación
fue la corona de Nuestro Profeta Nabinâ Sidnâ Muhammad (s.a.s.), que dijo,
resumiendo todo lo que hemos dicho hasta aquí:
allâhumma
innî astajîruka bi-‘ílmik
¡Allah!,
confío mi elección a tu Ciencia,
wa
astáqdiruka bi-qúdratik
retiro
mi fuerza en tu Poder
wa as-áluka min fádlika l-‘azîm
y
espero tu Favor Inmenso
fa-ínnaka
tá‘lamu wa lâ á‘lam
Tú
sabes y yo no sé,
wa
táqdiru wa lâ áqdir
Tú
puedes y yo no puedo
wa
ánta ‘allâmu l-guyûb
y
eres el Conocedor de lo ausente.
wa
qdur lî l-jáira háizu kân
Hazme
encontrar el bien donde esté
zúmma
raddini bih
y
satisfáceme en él.