Nada podía haberme preparado 

para las escenas de devastación de Yenin

 

         Por el Dr. Riad Abdelkarim

 

         (El Dr. Abdelkarim, médico en Los Ángeles, se encuentra ahora en la Palestina ocupada al frente de una delegación estudiando las necesidades médicas de los Palestinos a la luz de la enorme devastación de las infraestructuras civiles Palestinas por las fuerzas Israelíes.)

 

         Salam, queridos amigos:

 

         Después de visitar ayer (Domingo) el campo de refugiados de Yenin, me sentí avergonzado de formar parte de un mundo que ha permitido que semejante crimen monstruoso haya ocurrido.

 

         Todas las imágenes de Internet, las imágenes de televisión por satélite, las miles y miles de palabras escritas ya sobre este crimen, mi previo testimonio de la destrucción de Yan Yunus, Rafah y Belén, no me habían preparado adecuadamente para las escenas de devastación y desesperación que pude contemplar.

 

         Sabía también, que mis palabras no podrían describir completamente lo que sentía cuando caminaba ayer a lo largo del campo, pero me gustaría compartir unos "pensamientos al azar" y unas simples observaciones sobre las cuales podéis reflexionar individualmente. Por favor, perdonadme la falta de hilo conductor de la naturaleza de estas reflexiones (no es este mi estilo habitual de escribir). Con toda sinceridad, estoy tan conmocionado por lo que he visto que el tropel de emociones desdibuja la claridad de mis pensamientos. Pero siento que es una deuda ante la gente de Yenin, decirle a alguien algo.

 

         Al entrar en el campo y pasar por encima de gran cantidad de escombros, un olor horrible, repugnante y cosquilleante me impactó. Era el olor de la muerte. Todos hemos oído hablar de él, ver a supervivientes de la masacre hablar del mismo, pero de alguna manera no esperaba que fuera algo tan presente después de una semana y media de que terminara la ocupación Israelí. Y sin embargo allí estaba, saludando a las docenas de delegaciones extranjeras de diversas ONG que andaban por el campo. Nadie sabe cuantos hay enterrados bajo los escombros, pero no hay duda de que no queda vida alguna debajo de este montón de ruinas.

 

         Los residentes del campo deambulaban por el mismo como si en un trance estuvieran, sin comprender todavía, o aceptar, la completa destrucción de sus hogares. Era como si todo el campamento estuviese narcotizado.

 

         Allá a donde fuera encontraba historias de terror. Historias de ejecuciones. Historias de enormes bulldozers Caterpillar D-11 que con una  simple embestida echaban abajo una casa entera...con familias enteras en su interior. La historia de un anciano de 85 años medio ciego al que visité en el hospital de Yenin. Había sufrido el impacto de metralla de un helicóptero Apache que había disparado contra su casa. La historia de un joven que había perdido su pierna derecha y parte de su mano derecha cuando su casa fue también alcanzada por proyectiles. La historia de un chico de 18 años asesinado delante de su casa. Nos sentamos para ofrecer las condolencias a su tío y a su primo. Entonces supe que su madre había sido disparada, también delante de su casa, tan solo 24 horas después. Ella también había fallecido. Se trataba de una tragedia doble. Historias de ambulancias a las que se les impedía la evacuación de heridos y fallecidos. Historias de mujeres desnudadas por los soldados antes de que se les permitiera abandonar el campo. Historias como la de aquel joven que fue utilizado como "escudo humano" por un equipo de un APC cuando inspeccionaba un colegio. Abrían cada una de las puertas y le empujaban para comprobar si había alguna bomba en el interior de las aulas. Historias como la del anciano que decía que había vivido durante 50 años en su casa del campo de refugiados. "¿Qué haré ahora?, ¿dónde iré?", mientras caminaba, encorvado, con una lágrima que le brotaba de los ojos. La historia de una mujer que decía haber recibido donaciones de comida, pero que no tenía ni gas ni electricidad con lo que poder cocinar. Historias múltiples de cuerpos calcinados rescatados de debajo de los escombros después de varios días de haber sido asesinados. Historias de toques de queda y de francotiradores. La historia de la mezquita cuyos megáfonos fueron utilizados como servicios por los soldados israelíes.

 

         Imagen: Graffiti garabateado en una pared en inglés: "La ocupación es el verdadero terrorismo"

 

         Imagen: cuatro o cinco niños jugando en la tierra junto a una pila de escombros. "¿Qué hacéis?", les pregunto. "Estamos construyendo una tienda, nuestra casa fue destruida"....

 

         Imagen: Casa tras casa con daños estructurales graves, aunque no totalmente destruidas. Una o dos de las tres paredes han desaparecido. En los USA tales casas hubieran sido declaradas en ruinas y precintadas. Aquí no. Unas cuantas barras metálicas sirven para apuntalar la estructura, y los chicos juegan en lo que un día fue un balcón. Esto no es nada seguro en absoluto.

 

         Imagen: Un anciano sentado en las ruinas próximas a su casa, su mirada perdida en el vacío, sin percatarse aparentemente de la presencia de los visitantes del campo, y de hecho de todo cuanto le rodea. ¿En que estás pensando....?

         Imagen: Allá hasta donde la vista puede alcanzar (varios campos de fútbol) ni una sóla casa que no haya sido dañada. Parece como si hubiera habido un terremoto. La diferencia: no hay equipos de rescates de víctimas, ni perros olfateando en busca de posibles supervivientes, ni ningún esfuerzo de equipos internacionales para remover los escombros.

 

         Sonido: En la distancia, una explosión. ¿Fue una mina colocada por los soldados Israelíes?, ¿fue una bomba trampa colocada por los combatientes Palestinos que defienden el campo? No lo se.

 

         Imagen: Todas las clínicas médicas del campo de Naciones Unidas con signos de destrucción intencionada y de saqueo. Agujeros de proyectiles del tamaño de un peso para bebes. Una granada arrojada en la sala de recepción, con agujeros en todo el techo y las paredes. El dispositivo eléctrico de una silla de dentista robado. Un esterilizador autoclave (aparato utilizado para desinfectar) destruido. Agujeros de proyectiles en una puerta con el rótulo: Sala de cuidados de mujeres gestantes.

 

         Pregunta: ¿Dónde esta la Comisión de Investigación de Naciones Unidas? ¿qué quedará si es que viene a Yenin?

         Cuando caminaba por el campo de refugiados, una frase en particular asaltó mi mente (no estoy seguro por qué): "Creo que Ariel Sharon es un hombre de paz."

 

         Imagen: Me dirijo a una mujer Americana de unos cincuenta años, rubia, trabajadora voluntaria para una ONG médica local. Nos habla en Árabe. Cuando le digo, soy de los USA, ella responde en Árabe: "¡Así que eres de 'la cabeza de la serpiente'!" Me dice que vivió en Berkeley hace algún tiempo.

 

         Cuando abandono la "Zona cero" del campo, siento una mezcla inquietante de tristeza, pena, cólera y vergüenza. También me siento culpable.

 

         Los impuestos en dólares que he pagado han ayudado para financiar aquellos proyectiles, aquellos helicópteros Apache, aquellos barcos de la muerte, aquellos monstruosos bulldozers Caterpillar. Cuando les digo a los supervivientes que soy de los USA, me siento avergonzado. Yo, también, soy responsable de todo esto. Caminando con mi vídeo cámara y con mi cámara digital, me siento como si participara en un macabro y grotesco ritual.

 

         Pensamiento final: Paso mi última noche en el área de Yenin. He dormido dos horas, después ya no he podido volver a conciliar el sueño. Me duele la cabeza. Mi nariz aún recuerda aquel horrible olor. Mi mente permanece repasando estas imágenes e historias. Y mi corazón continúa dolorido, principalmente por la gente de Yenin, pero también por lo que nosotros solemos llamar humanidad.

 

         Fuente: al-balagh.com

         Traducción: www.musulmanesandaluces.org