ISLAM Y PODER

 

     Los distintos y muy variados  movimientos islámicos que en la actualidad cuestionan los regímenes que gobiernan el mundo musulmán presentan la cuestión identitaria de modo acuciante. Este ha sido un tema marginado tras las independencias formales, o bien fue resuelto únicamente a nivel oficial a base de consignas. La instauración de poderes que seguían en todos los modelos occidentales obvió su legitimación. Las élites gobernantes aprovecharon la coyuntura, y ahora padecen las consecuencias de su apresuramiento. Nunca hubo un debate sobre la forma que debía adoptar la reorganización de los países que surgían de la época colonial. Todo se consumó sobre los restos dejados por la colonización y siguiendo el modelo de las metrópolis.

 

    La historiografía moderna concede demasiado protagonismo a las élites, al igual que los teólogos del colonialismo se lo concedían a los notables de las tribus, siempre en busca de interlocutores dentro de un mundo radicalmente acéfalo como es el Islam. Los hechos demuestran el error. El comportamiento de los musulmanes sigue siendo el mismo de siempre: sociedades eminentemente igualitarias con una extraordinaria capacidad de respuesta a las agresiones que atentan contra su idiosincrasia. La atención puesta en las crónicas que relatan las vicisitudes de las dinastías y las continuas guerras y disputas entre ellas, su intento de legitimación, sus discursos políticos, enmascaran la realidad del Islam. Continuamente se olvidan sus enseñanzas básicas, que los musulmanes reivindican y que tienen un enorme poder de convocatoria porque estructuran una cosmovisión y una explicación. Al margen de las contradicciones y los intentos por acomodar el Islam al curso de los tiempos, los movimientos islámicos ponen el dedo en el nervio que moviliza a loe pueblos musulmanes.

 

    Esencialmente, el Islam es una llamada a una incondicionada rendición a la Verdad Creadora, A la Vida que rige en cada instante al ser humano. Ese poder interior configurador de la realidad que no admite participación por lo que todo intento de usurpación queda automáticamente condenado. El Islam es una cierta forma de anarquismo trascendente. Esto es lo que esta en la base de la profunda espiritualidad de los musulmanes y tiene la fuerza de lo telúrico en ellos: es lo que vertebra su relación con la existencia.

 

    Los intentos por convertir la Revelación coránica en justificación de situaciones concretas se desmoronan con el tiempo, pues lo firmemente asentado en las conciencias es la negación de todo poder creado, y esto no admite discusión. En todas las mezquitas del mundo se recuerda a los musulmanes un ideal, el del gobierno de los primeros cuatro, que sin embargo no configura un sistema político y que en el fondo sólo sirve para alimentar la constatación a cualquier régimen, necesariamente incapaz de repetir el modelo. La ausencia de instituciones indiscutibles acaba por configurar un mundo en el que el poder es relativizado en extremo y sólo la referencia al Corán es germen de la conciencia de pertenecer a una misma comunidad o nación (Umma), sin establecerse otros vínculos reales aparte de los afectivos.

 

    Por si fuera poco el Islam predica el Yihad. El esfuerzo por combatir las injusticias y las agresiones - y la mayor de ellas es la usurpación del poder que sólo pertenece a Allah (s.w.t)- sí es legitimado y revestido por uno de los máximos grados de la virtud. El musulmán siente como una obligación combatir sobre la Senda su Señor, negando todo lo que atente contra su valor como persona, como musulmán y como miembro de una comunidad, a la que no es lícito someterse a nadie ni a nada. Lo que violente al musulmán violenta a su Señor y lo que se enfrenta a El tiene respuesta del creyente, pues entre ambos extremos existe una alianza (Wilaya) que los solidariza en el seno de la Unidad y Unicidad que inspira todas las enseñanzas islámicas. El término Wilaya también significa ´ gobierno ´, y esa alianza Creador-Criatura es el principio que rige los criterios del musulmán a la hora de relacionarse con cualquier forme de autoridad. A diferencia del cristianismo que valore sobretodo la caridad, el Islam pone el acento en la acción decidida. Además, asienta firmemente como certeza el binomio Islam-Yihad de modo que el segundo término no puede ser excluido más que como un atentado contra el primero.

 

    Es extensísima la bibliografía árabe que trata sobre estos asuntos. Los movimientos islámicos han inundado las librerías con obras desiguales que no dejan de repetir la necesidad de recuperar los valores esenciales del Islam contestando a las imposiciones del mundo moderno. Tal vez sea el egipcio Sayyid Qutb, máximo ideólogo del movimiento de los Hermanos musulmanes, el autor que más ha influido en la elaboración del actual discurso islámico. Su estilo directo y popular lo ha convertido en autor de lectura obligada en todos los movimientos islámicos al margen de la radicalidad o moderación de cada uno de ellos. Dos de sus obras descollan por encima de las demás: “Ma´alim fi Tariq”, es un manifiesto escrito en las cárceles de Naser que subraya los temas principales señalados más arriba: el ser humano, cada ser humano, es califa, criatura soberana que no debe aceptar más autoridad que la de su Señor interior y en conjunción con el resto de los musulmanes debe procurar instaurar un “régimen” islámico, básicamente igualitario, resultado de compartir la misma sensibilidad trascendente; y “Fi Zilal al-Qur´an”, su libro más importante, que es un extenso comentario al Corán en ocho volúmenes según la primera edición y que inaugura una nueva forma de exégesis en las que pone el acento sobre el carácter dinámico y creativo del Islam, llamando a la formación de un movimiento musulmán que trascienda las fronteras dejadas por el colonialismo y reconstruya lo mejor de la civilización musulmana. Ambas obras reeditadas en innumerables ocasiones a precios asequibles, han contribuido en gran medida a la toma de conciencia de amplísimos sectores y colectivos. Hemos de advertir que la traducción de algunos de sus textos a lenguas occidentales distorsiona en gran medida su mensaje por la manía  que existe de volcar en conceptos cristianos los grandes temas del Islam, que en fondo tienen valores culturales y alcances muy distintos. La fuerza y radicalidad de su mensaje queda convertida en caricatura de lo que el autor quiere decir al atemperarla la traducción.

 

    Junto a Sayyid Qutb hay que destacar al sirio Said Hawa, líder durante muchos años de los Hermanos Musulmanes de su país, y que con títulos como “Al-Islam” y “Yundul-lah Zaqafatan wa Ajlaqan”, también muy extendidos, ofrece una visión global del ideal islámico así como intenta enraizar los actuales movimientos en las mejores tradiciones musulmanas, recuperando el valor de la mística del sufismo como generadora de combatientes que hacen de la contemplación el punto de arranque para una decidida acción transformadora de la sociedad.

 

    Hemos querido señalar sólo a estos des autores por su renombre e incidencia. No obstante como se ha señalado, el numero de escritores que de manera desigual y con diferente fortuna exponen los aspectos fundamentales de las reflexiones del Islam configuradores de un marco social de civilización son abundantísimos. Desde el panfleto a la obra de erudición, esos libros llenan los estantes de las librerías y son lecturas de éxito editorial garantizado, reflejando el enorme interés por redescubrir el Islam. Toda una industria del libro islámico ha surgido en las últimas décadas, divulgando con unos medios y un lenguaje modernos los inquietudes de unos intelectuales decididos a devolver a su amplio auditorio tanto las señas de su identidad musulmana como la esperanza en un futuro donde sean protagonistas sin el complejo de deuda ante un Occidente arrogante.