CAPÍTULO
85: LAS
CONSTELACIONES
SÛRAT
AL-BURÛY
revelada en Meca, 22 versículos
12.
ínna bátsha rábbika la-shadîd*
Ciertamente,
la violencia de tu Señor es intensa.
13.
innahû yúbdiu wa yu‘îd*
Ciertamente,
Él comienza y repite,
14.
wa huwa l-gafûru l-wadûdu
y
Él es el Indulgente, el Amante,
15.
dzû l-‘arsh*
el
Poseedor del Trono,
al-maÿîdu
el
Glorioso,
16.
fa‘‘âlun limâ yurîd*
Hacedor
de lo que quiere...
17.
hal atâka hadîzu l-ÿunûdi
¿Te
ha llegado la historia de los ejércitos
18.
fir‘áuna wa zamûd*
de
Faraón y de Zamûd?
19.
bal il-ladzîna kafarû fî takdzîbin
Pero
los que se han cerrado a Allah persisten en desmentir:
20.
wa llâhu min warâ:ihim muhît*
¡desde
detrás, Allah los cerca!
21.
bal huwa qur-ânun maÿîdun
Pero
éste es un Corán Glorioso,
22.
fî láuhin
mahfûz*
en
una Tabla Guardada...
En
esta última parte de la sûra se suceden de manera precipitada una serie de
observaciones que acentúan la gravedad de lo dicho hasta aquí: ínna
bátsha rábbika la-shadîd, ciertamente,
la violencia de tu Señor es intensa... Se menciona la violencia (batsh)
de Allah y se dice de ella que es intensa (shadîd,
intenso, fuerte, violento). El Poder
de Allah (Qudra) es uno y el mismo, pero es violencia (batsh)
contra los kuffâr, y fuente
de bien (rahma) para los mûminîn,
pues cada cual siente el Poder de un modo distinto de acuerdo a su
predisposición. Quiebra a unos y forja la dicha de otros, y en ambos extremos
es infinito, intenso. Unos fluyen con esa Fuerza Creadora y Recreadora, otros
se resisten a ella pero son abatidos; por ello es misericordia para los
primeros y dolor para los segundos. Allah siempre se impone, contrariando a
los kuffâr, satisfaciendo a los mûminîn.
Usando nuestra perspectiva, el Corán llama venganza
(niqma) y violencia (batsh)
al Dominio de Allah sobre los kuffâr
y lo llama Bondad (Ni‘ma)
y Misericordia (Rahma)
para los mûminîn. Unos existen en
la ira y el conflicto, otros en la exuberancia de la vida que fluye...
Después,
el Corán nos dice: innahû yúbdiu wa yu‘îd, ciertamente,
Él comienza y repite,... Es Allah el que da inicio a las cosas (abdaa-yúbdi, comenzar, hacer que
algo empiece) y el que, a cada instante las recrea (a‘âda-yu‘îd, repetir)
y renueva. La afirmación del Poder
(Qudra) exige la afirmación de estas dos connotaciones de su
magnitud absoluta: Allah crea cada cosa (nada se crea por sí mismo) y la
vuelve a crear en cada uno de sus instantes (nada permanece por sí ni se
independiza sino que se sostiene constantemente sobre el Poder de Allah, que
lo rehace milésima de segundo tras milésima de segundo, por expresarlo de
algún modo). Todo depende, en sus orígenes, en su subsistencia y en su
destino, de Allah. La sucesión de las generaciones se sostiene sobre este
principio. Y sobre este principio se sostiene el anuncio de la
Resurrección... Todo es un comienzo
(bad’) y una constante recreación
(i‘âda), una primera formación (an-násh-a
al-ûlà) y una siguiente formación
(an-nash-a al-âjira), en este
mundo (duniâ) y junto a Allah en al-Âjira,
según la Voluntad y la Medida de Allah, y nadie queda al margen ni nada se
pierde. Por tanto, el mûmin no
debe desesperar ni apresurar las cosas: las injusticias que haya sufrido
serán vengadas; sus esfuerzos serán coronados por el fáuç, el éxito,...
Ésta es la Promesa hecha por Aquél en cuyas Manos está todo.
Y
para los que se retractan, los que han cometido algún mal y se dan cuenta y
quieren reconciliarse con su Señor (los tâibîn),
para ellos el Corán nos dice de Allah: wa
huwa l-gafûru l-wadûd, y Él es el
Indulgente, el Amante,... Allah es Gafûr,
Indulgente: suyo es el Poder Absoluto, en los cielos y en la tierra,
en este mundo (duniâ) y ante Sí (al-Âjira),
y es capaz de evitar que las consecuencias sigan a las causas, y puede hacer
que los daños causados no se vuelvan contra quienes los cometan, rompiendo
las leyes que Él mismo ha establecido. Él es Wadûd,
Amante, y se enternece hacia quien
se vuelve hacia Él y busca su cobijo. Allah no rechaza a nadie, y sólo deja
lejos de Sí -en la destrucción- a quien se mantiene en la distancia...
A
renglón seguido, dando más fuerza a las descripciones realizadas, el Corán
nos dice de Allah que Él es dzû l-‘arsh, el Poseedor
del Trono,... suya es la hegemonía sobre todas las cosas. Allah es Dueño
y Señor del Trono (‘Arsh), su criatura más extraordinaria, imagen de su Poder
Absoluto. Hay autores que sostienen que el ‘Arsh
es la órbita que rodea y contiene al universo entero, redundando en la
capacidad sugerente de esta palabra. A continuación el Corán dice: al-maÿîd,
el Glorioso,... Para algunos, maÿîd
califica al Trono, y para otros autores es Nombre de Allah. Maÿîd
significa Glorioso, Elevado, Noble, Dominante, Hegemónico...
Por
último, una apostilla pertinente para los muchos interrogantes que surgen
cuando se reflexiona sobre el Poder Absoluto de Allah: ¿Por qué Allah
permite las injusticias? ¿Por qué existe el mal? ¿Por qué las cosas no son
de otro modo? ¿La victoria y prepotencia del Kufr no son signo de debilidad en Allah? Y La respuesta es rotunda:
Allah es fa‘‘âlun limâ yurîd,
Hacedor de lo que quiere... Allah es
Hacedor (Fa‘‘âl, Hacedor,
forma intensiva de fâ‘il, agente,
actuante) de lo que quiere (arâda-yurîd). El Corán
no se pierde en conjeturas ni justificaciones, y va a la raíz de la
cuestión. El empleo del intensivo Fa‘‘âl
no deja lugar a dudas: cuanto acontece tiene como único protagonista real a
Allah, y no existe excepción para esto. El bien y el mal cumplen con la Voluntad
(Irâda) que rige el devenir en los cielos y en la tierra, y nada es
independiente de ese Querer Único. Ningún mal alcanza a alguien, ninguna
desgracia se abate contra alguien, si ello no es querido por Allah. Todo
sucede según Él determina, cuando lo determina y del modo en que Él decide.
Entre todas las posibilidades, Él elige la que quiere, y su elección no
está supeditada a nada, nada le obliga a actuar de un modo determinado, Él
no está sujeto a ninguna condición y nuestras consideraciones y valores no
hacen mella en Él...
Buscar
razones para las decisiones de Allah es querer abarcar lo inabarcable: al
igual que su Poder es Infinito, y por tanto incomprensible e indelimitable, su
Voluntad no responde a ningún por qué. Es cierto que el Poder
(Qudra) y la Voluntad (Irâda)
se conjugan con la Ciencia (‘Ilm) y en esa conjunción hay sabiduría
(hikma) que conforma a cada
ser y cada hecho, y los comentaristas del Corán hablan de razones sutiles
impenetrables al entendimiento y que gobiernan el universo, sin mayores
disquisiciones que no serían sino intentos de hacer digerible lo que está
más allá de todos los juicios. El sufrimiento, la muerte, la pobreza, la
ignorancia, la derrota del bien, el Kufr,...
todo tendría sentido dentro de esa sabiduría que se nos escapa, y su
exposición no sería jamás convincente, pues las desgracias nos afectan en
lo personal y nuestra reacción será siempre la de rechazo y rebelión.
Con
su respuesta contundente, el Corán nos invita a una absoluta entrega basada
en la confianza en la Promesa de Allah. Allah es tal como ha sido descrito en
los versículos anteriores, y el mûmin puede fluir con su Querer sin temor... Se ha puesto realmente
en Manos del Verdaderamente Poderoso. Todo es Voluntad de Allah, incluso el
dolor que el mûmin siente, y debe
entregarse a lo que Allah quiere de él en ese instante. Por otro lado, la
confianza en Allah no invita al conformismo: todo es vida, incluso la lucha
del musulmán contra las enfermedades, las calamidades, las desgracias, su
acción entera está dentro de ese Querer de su Señor, cuya Voluntad no
identifica en nada en concreto sino en la conjunción de todas las cosas. Por
ello, el Corán invita al mûmin al
combate, al Yihâd, cimiento del Islam, que es además la forma más intensa de
exponerse a ‘lo que Allah quiera’...
Los
primeros musulmanes vivieron una situación precaria en los comienzos del
Islam. Fueron despreciados y perseguidos y muchos encontraron la muerte a
manos de los idólatras, que se pavoneaban ante la debilidad y abandono en que
se hallaban los mûminîn. El Corán les ordena perseverar. Ante las contrariedades
no se debe claudicar. En esto descubrimos el verdadero valor que el Islam
concede a la cuestión del Destino. El Corán no busca resolver la cuestión
del Destino sino enunciar aspectos útiles de ese gran tema: lo afirma como
manifestación del Poder Único, y lo relativiza después para instigar al
musulmán a la acción. Que todo sea resultado de la Voluntad de Allah quería
decir para los primeros musulmanes que no son los kuffâr
los que triunfaban cuando les inflingían dolor: se cumplía, sin más, lo que
Allah quería, y los musulmanes debían aceptarlo sin dar pasos hacia atrás,
sin sentirse vencidos por sus enemigos, y continuar sus luchas hasta que Allah
quisiera darles la victoria. Ante estas certezas, la prepotencia de los kuffâr
caía como deben caer todos los ídolos...
¿Es
que no cayeron en el pasado los grandes dioses de la humanidad?: hal
atâka hadîzu l-ÿunûdi fir‘áuna
wa zamûd, ¿te ha llegado la
historia de los ejércitos de Faraón y de Zamûd?... El Corán se refiere
a dos historias largas mencionadas muchas veces en el Corán, y que no
desarrolla aquí: se limita a preguntar al lector si no le ha
llegado (atà-yâtî) la noticia (hadîz)
de lo que sucedió a los ejércitos
(ÿunûd, plural de ÿund,
ejército) de Faraón (Fir‘áun), el
rey de Egipto, y a los ejércitos de los tamudeos
(los Zamûd), una tribu árabe
arrogante que, al igual que hizo el Faraón, despreciaron y combatieron al
profeta que les fue enviado y fueron destruidos sin que su poder les sirviera
de nada. Cuando Allah quiso, fueron barridos de sobre la faz de la tierra. Es
Allah el que predomina...
A
pesar de las evidencias, a pesar de las innumerables experiencias, los hombres
se obstinan en declarar falsarios a los profetas: bal
il-ladzîna kafarû fî takdzîb, pero
los que se han cerrado permanecen en el desmentido... Entre los hombres
prevalece el Kufr, la cerrazón, la ingratitud,
el rechazo (del verbo káfara-yákfur,
cerrarse, rechazar, mostrarse ingrato, opuesto al verbo âmana-yûmin, abrirse
de corazón a Allah). Y la mejor manera de aislarse en sí y halagar al
propio ego está en el desmentido (takdzîb), en declarar falso todo lo que nos incomoda... Eso es lo
que hacen los hombres ante lo auténtico: lo esconden, lo camuflan, lo
encierran... Y aceptan como verdadero lo que les satisface, lo que les agrada,
lo que les convence... No buscan la Verdad, y se condenan a la falsedad y a su
nada... Los kuffâr continuamente desmienten lo auténtico, declaran falso lo
verdadero, pero la Verdad los rodea: wa
llâhu min warâ:ihim muhît, ¡desde detrás, Allah los cerca!... No se dan cuenta de que están
insertos en una Realidad que los gobierna, y no son ellos los que la rigen, y
se ven amenazados. La expresión coránica lo subraya: Allah (la
Verdad, al-Haqq) acecha (está
detrás de ellos, min warâihim),
y los abarca (Allah es Muhît,
Oceánico, Abarcador). Desde donde
no se dan cuenta, Allah los encierra y engloba, y no escapan a Él. Esta frase
encierra una gran sabiduría: en primer lugar nos habla del carácter absoluto
de Allah; en segundo lugar, ese carácter absoluto
es para unos algo amenazante... Allah es la misma Verdad, pero es
sentido de forma distinta, dependiendo de la predisposición de cada ser: para
unos Él es Wadûd, Amante,
para otros es una acechanza... En ambos casos, Él es Muhît,
lo rodea todo, penetra en todo, lo sostiene todo, lo mueve todo, y para unos
es destructor, porque cuando la Verdad se les manifiesta lo hace matando sus
dioses, y para otros Allah es Rahmân
porque cuando se les manifiesta lo hace como Aliado, como el Esperado...
Por último, cerrando la sûra, el Corán da fe de sí y se describe: bal huwa qur-ânun maÿîd, pero es un Corán Glorioso,... La partícula inicial (bal, sino que, pero) tiene aquí un sentido intensivo: ciertamente, el Corán (al-Qur-ân) es Maÿîd, glorioso, que hemos visto como calificativo de Allah o el Trono. Nada hay más elevado, profundo y noble que la Palabra de Allah, cuya fuente está en fî láuhin mahfûz, en una Tabla Guardada... cuya naturaleza desconocemos. La Tabla (Láuh) Guardada o Protegida (Mahfûz) pertenece al ámbito de las realidades o esencias ocultas a los sentidos (el Gáib) cuyo conocimiento Allah se reserva. A nosotros nos basta el eco que la expresión deja en nuestro ánimo y que sugiere al corazón que el Corán es algo firme y salvaguardado, que contiene grandes verdades que están más allá de lo que podemos imaginarnos, incluso en los relatos más sencillos...