CAPÍTULO
89: EL
AMANECER
SÛRAT
AL-FAYR
revelada
en Meca, 30 versículos
bísmil-lâhi r-rahmâni
r-rahîmi
Con
el Nombre de Allah, el Rahmân, el Rahîm
1. wa l-fáÿri
¡Por
el amanecer!
2.
wa layâlin ‘áshrin
¡Por
diez noches!
3.
wa sh-sháf‘i
wa l-wátri
¡Por
el par y el impar!
4.
wa l-láili idzâ yasri
¡Por
la noche cuando fluye!
5.
hal fî dzâlika qásamun li-dzî hiÿr*
¿Hay
en eso un juramento para el dotado de inteligencia?
Esta sûra de treinta versículos es una cuenta más del collar de
capítulos revelados en Meca que lanzan una
llamada (Da‘wa)
dirigida al corazón invitándolo al Îmân
(a abrirse a Allah), a la Taqwà
(a sobrecogerse ante Él), a la Yáqaza
(al despertar espiritual) y al Tadábbur
(a la reflexión).
Dividiremos este Capítulo del
Amanecer (Sûrat al-Faÿr) en
varias partes a lo largo de las cuales seguiremos su recorrido por diferentes
temas, cada uno con un ritmo específico, una rima particular y resonancias
propias. Pasaremos de la contemplación de un universo calmado y denso en su
espiritualidad a alusiones rápidas al destino de pueblos destruidos por su
arrogancia. Se nos hablará de la cortedad del hombre, incapaz de empaparse de
la grandeza que sugiere la existencia y se encierra en valoraciones que lo
condenan a la frustración, y el Corán señala el origen de esa pobreza
espiritual. Después, la sûra nos sumerge en lo tremendo del anuncio de una
destrucción final que acaba poniendo al hombre delante de la Verdad. Por
último, acabando el capítulo, se vuelve a la dulzura de sus inicios
invitando a todo corazón abierto a su Señor a introducirse en el Jardín, en
la Paz y en la Satisfacción
más absolutas (Ridà).
La serenidad que se respira a la cabeza la sûra, las alusiones
rápidas a pueblos antiguos erradicados, las limitaciones del ser humano, las
raíces de esa escasez, la violencia de la destrucción y el sosiego final,...
todo ello es inspirado no sólo por el significado de las palabras sino
también por los cambios en las cadencias rítmicas, la variación de las
rimas y la diferencia en la intensidad de los sonidos que se emplean para
expresar cada tema. En definitiva, la significación es reforzada por el poder
sugerente del lenguaje que añade al texto otros recursos connotativos.
El pasaje que vamos a analizar aquí consiste en tan solo los primeros
cinco versículos de la sûra. Empieza con un juramento (qásam) que
nos propone que reflexionemos sobre la magnitud de ciertos acontecimientos
cósmicos: wa l-faÿr, ¡por el amanecer!... El amanecer
(faÿr) -momento en que la
Tradición musulmana (la Sunna) aconseja tener un profundo instante de
recogimiento- es cuando la vida toma aliento y la existencia, hasta entonces
dormida, despierta poco a poco. Es como si cada inspiración que se realiza en
ese despertar contuviera una Confidencia
(Munâÿa) que nos llega de Allah Uno-Único, el Creador de la vida,
y es como si la reapertura de la existencia, repetida cada vez que el sol sale
por la mañana, fuera un himno que elogia el Poder sin límites de la Inmensa
Verdad que está en todos los orígenes.
A continuación, la sûra dice: wa layâlin ‘áshr, ¡por
diez noches!... El Corán menciona aquí diez
(‘ashr) noches (layâli, plural
de láil, noche) indeterminadas. Con ello se nos sugiere que hay diez noches
especiales, de una intensa fuerza espiritual.
En la existencia no hay repetición (ésta no es más que una mera
apariencia): cada hecho es original y singular, cada momento tiene su propia
personalidad y su perfección. Las noches no son iguales, lo mismo que no lo
son los días, ni los árboles, ni las rocas, ni los animales, ni nada; nada
hay que sea como otra cosa. En su Tafsîr
(Comentario al Corán) Sayyid Qutb
dice: “Son diez noches que Allah
conoce y que tienen una especial vinculación con Él, pues cada una está
dotada de carácter propio, como si fuera un ser vivo, y esas diez noches
particulares nos abrazan y ansían comunicarnos sus intimidades”. Según
algunos exégetas, son diez noches del mes de Dzû l-Hiÿÿa, para
otros de Muharram, para otros son las diez últimas noches de Ramadân,...
El Corán elude concretar esas diez noches para que cada musulmán las busque y encuentre
alimentando en sí la sensibilidad que lo comunique con la profundidad que hay
en cada momento. Y, así, inmediatamente Allah jura por el valor del
recogimiento espiritual en el seno de la oscuridad: wa sh-sháf‘i wa l-wátr, ¡por
el par y el impar!... El Par (Shaf‘)
y el Impar (Watr, o Witr),
son los nombres de dos Salats que se aconseja llevar a cabo durante la
noche una vez finalizadas las prescripciones. Rasûlullâh (s.a.s.) dijo: “El
Shaf‘ y el Witr forman parte del Salât que debe realizar cada
musulmán”.
El Salât es un acto
de absoluta sumisión y abandono en Allah, y para que esa rendición
(‘Ibâda) sea sincera está totalmente reglada en el Islam, no
dejando nada a la arbitrariedad, al gusto de cada cual o a su estado de
ánimo, siendo una disciplina rigurosa que atañe a cada miembro de la
comunidad. El Salât
consiste en la repetición de los gestos específicos del Profeta con los que
se sumergía en el Recuerdo de su Señor Inmenso.
Cada Salât tiene un número señalado y estricto de Rak‘as.
Se llama Rak‘a (flexión
del cuerpo) a cada grupo de gestos, que van de la postura
erguida (qiyâm) a la prosternación (suÿûd)
con la que se lleva la frente al suelo -pasando antes por una fase
intermedia (rukû‘)- para finalmente acabar sentado
(ÿulûs). Estas cuatro posturas (qiyâm,
rukû‘, suÿûd y ÿulûs)
componen una serie o Rak‘a.
El Profeta (s.a.s.) enseñó la conveniencia de realizar dos Rak‘as
(el Shaf‘, el Par)
y después una más (el Witr, el Impar) por la noche, una vez finalizados los cinco Salats
obligatorios. Este añadido de un Par de Rak‘as y un Impar -opcionales pero
muy recomendados- sobredimensiona el valor de la noche como momento para un
recogimiento que va más allá del estricto cumplimiento de las obligaciones
espirituales que incumben a cada musulmán. Es una intensificación del deseo,
un ir más allá de lo establecido para dar un paso adelante. De ahí la
importancia simbólica del Shaf‘
y el Witr en el contexto de la grandeza de la noche, momento ideal para
la intimidad en solitario con Allah Uno-Único.
Estas prácticas en el seno de la oscuridad son un viaje que el
musulmán efectúa hacia Allah, fluyendo con el secreto que hay en cada noche
hacia el Origen de todas las cosas. El hombre peregrina hacia su Señor
dejando atrás sus limitaciones para realizar una inmersión en lo Absoluto e
Indeterminado. Existe una estrecha correspondencia entre la noche que
desemboca en el amanecer y el espíritu del ser humano orientado durante ella
hacia la luz de su Señor: wa l-láili
idzâ yasri, ¡por la noche cuando
fluye!...
Aquí, Allah jura por la noche (láil) que fluye (sarà-yasrî, fluir, transcurrir,
viajar de noche). El flujo del Profeta con el de la noche lo llevó hasta
la Presencia de Allah en el célebre Viaje
Nocturno (Isrâ), cuando fue
completamente iluminado, tal como sabemos del estudio de la Sîra,
la Biografía de Muhammad (s.a.s.). Esa experiencia fue radical: el
desapego que desidolatrizó su mundo, su abandono en Allah, su fluir con el
Poder que rige la existencia, su integración en los ritmos antiguos de la
vida, todo ello lo condujo a universalizar su ser en la contemplación del
Uno-Único. Estas consonancias complementan el significado del versículo: la
noche recorre (sarà-yasrî) el universo
hacia su destino, e igualmente hizo Muhammad durante su Isrâ hasta desembocar en el Verdaderamente Impar, y en esa Fuente
recogió el sentido profundo del Islam. La criatura es dualidad en conflicto (Shaf‘)
que busca armonizarse en el Uno-Único (Witr).
El Profeta (s.a.s.) dijo: “Allah es
Impar y ama lo impar”.
En todo lo anterior, ¿no hay una reflexión capaz de hacer alzarse al
ser humano en la oscuridad de su noche para buscar la Grandeza de su Señor?
hal fî dzâlika qásamun li-dzî hiÿr, ¿hay en eso un juramento para el dotado de inteligencia?... El
Corán hace uso de una pregunta con la intención de expresar algo que debiera
resultar evidente. El encabezamiento de la sûra es un juramento (qásam) -una
expresión contundente- que sirve de estímulo al que posee inteligencia (hiÿr).
En árabe es más común utilizar el término ‘aql
para referirse a la inteligencia. Hiÿr
añade a ese concepto los de fuerza y
resolución: es la inteligencia capaz de comprometer al que la posee y lo
sacude con violencia hasta obtener una respuesta de todo el cuerpo, porque es
una inteligencia sólida como una piedra
(háÿar). El dotado de hiÿr,
al escuchar ese juramento poderoso, se pondrá en pie y fluirá con el secreto
de la noche hasta alcanzar en el amanecer la luz del sol del Espíritu.
Hace falta una inteligencia con hechura y audaz para afrontar la gran
exigencia implícita en el juramento. Ese entendimiento es el que desencadena
al hombre y lo enfrenta a la grandeza sin límites de la Verdad del Ser. A
emprender esa aventura se oponen la ignorancia, el miedo, la desidia y la
autocomplacencia del hombre común. Mientras en el corazón de cada criatura
anida una inquietud que aspira a realizar esa inmensidad, el Nafs,
el ego -con todas sus arrogancias y todos sus fantasmas- la ata al
mundo de sus esperanzas, sus pretensiones y terrores. El Nafs se rebela contra el corazón.