CAPÍTULO 83:  LOS  DIFAMADORES

SÛRAT AL-MUTAFFIFÎN

revelada en Meca, 36 versículos

   

índice

 

  bísmil-lâhi r-rahmâni r-rahîm*

Con el Nombre de Allah, el Rahmân, el Rahîm.

1. wáilun lil-mutaffifîna

¡Ay de los defraudadores,

2. al-ladzîna idzâ ktâlû ‘alà n-nâsi yastaufûna

los que, cuando compran de la gente, quieren exactitud

3. wa idzâ kâlûhumû: au waçanûhum yújsirûn*

pero cuando son  ellos los que miden o pesan hacen perder al otro!

4. a lâ yazúnnu ûlâ:ika ánnahum mab‘ûzûna

¿Es que ésos no cuentan con que serán despertados

5. li-yáumin ‘azîmin

para un Día Inmenso,

6. yáuma yaqûmu n-nâsu li-rábbi l-‘âlamîn*

el Día que la gente se levante para el Señor de los Mundos?

  

          Esta sûra (de treinta y seis versículos, que dividiremos en cuatro párrafos) bosqueja ante nosotros una parte de la realidad con la que tuvo que enfrentarse el Islam en Meca (Makka) a la vez que aprovecha el tema para profundizar en el verdadero objetivo del Corán, que es hacer que despierten corazones y se remuevan sentimientos, preparándolos para albergar un Mensaje (Risâla) que contiene una nueva concepción (tasáwwur) de todo, una completa cosmovisión (‘aqîda) sobre la que erigir una civilización (Dîn), el Islam.

            El capítulo comienza con una dura amenaza dirigida a los mutaffîfîn, los defraudadores (plural de mutáffif), palabra que deriva de un verbo (táffafa-yutáffif) que significa defraudar, estafar, y también escatimar, tratar a alguien con cicatería y mezquindad. El Islam denuncia y condena abiertamente la vileza, la ruindad, el egoísmo, las relaciones fraudulentas, y elogia sus contrarios, la confianza, la generosidad, la amplitud, la falta de reservas... El primer grupo de cualidades delata el aislamiento en el que vive quien se conduce por la vida con miedos, estrecheces y recelos, y ello implica una ‘negación de Allah’, es decir, de la Inmensidad, mientras que el que posee las cualidades mencionadas en el segundo grupo necesariamente afirma a Allah, vive en un universo espacioso y da fe de él. A lo primero se le llama Kufr, cerrazón, introversión que impide cualquier expansión espiritual, y los segundo es Îmân, apertura, sensibilidad, esponjosidad y, por tanto, comunicación, expansión. El Kufr y el Îmân no son actos intelectuales (no son incredulidad y fe, como habitualmente se traducen) sino que son formas de ser y actitudes, son ‘posicionamientos vitales’ que derivan de ‘lo que hay en el corazón’.

El Corán maldice y condena el Kufr -personificado en los estafadores- y todas sus cualidades negadoras de la vida y de la nobleza, y declara que su destrucción absoluta tendrá lugar ante Allah un Día -el de la Resurrección- que será Inmenso, es decir, Terrible, el Día en que la humanidad tenga que responder ante Allah, el Señor de los Mundos... Y vuelve a mencionar el tema de la vileza y la mediocridad al final del capítulo, cuando el Corán habla de los kuffâr (aquellos en cuyos corazones anida el Kufr) describiéndolos como pobres hombres que pasan junto a los musulmanes y se hacen señales entre sí para burlarse de los que se han abierto a Allah y a la vez maquinan para acabar con ellos. Esa mezquindad va encendiendo para ellos el Infierno, Yahánnam o Yahîm, que les aguarda en lo infinito de la Verdad.

Entremedias, el Corán insiste en el Destino distinto que aguarda a los fuÿÿâr, los perversos, y a los abrâr, los justos, el Día de la Resurrección cuando la humanidad entera se alce para ser juzgada por Allah. La existencia está registrada en un Libro extraordinario que está en las profundidades de cada ser, en regiones bajas o elevadas... Se habla de los fuÿÿâr con un lenguaje violento que anuncia la gravedad de lo que les espera ante Allah. Se les llama fuÿÿâr por la perversidad de sus intenciones y sus acciones, por la miseria de sus propósitos, por la bajeza de sus sentimientos,... Esa forma de vivir y actuar es lo que el Corán denuncia y maldice, y enseña que la raíz de esa maldad está en los abismos de la ignorancia y el egoísmo, el Siÿÿîn, y el fâÿir, el perverso, será arrojado a ese agujero del que surge su torbellino demencial. Al denunciarlo, el Corán señala, ya en el tercer pasaje, cuál es su opuesto, del que habla con amabilidad y lo propone como modelo: los abrâr, los justos, que son los mûminîn -aquellos en cuyos corazones tiene lugar el Îmân, la apertura- y son quienes actúan conforme al bien, los que poseen las cualidades de la generosidad y la nobleza, los que se hacen eco de los profetas. Su bondad y riqueza de espíritu mana de un fuente que está en ‘Illiyîn, en zonas elevadas a las que serán devueltos y alzados tras la muerte.

Quienes declaran que lo anterior es falso, los mukadzdzibîn, los desmentidores,... son transgresores (mu‘tadîn), son violentos, violadores de derechos, los que van más allá de lo justo. Esto es importante, como ya veremos. El Corán no rebate sus argumentos ni se pierde en disquisiciones para probar la ‘existencia’ de Allah o la posibilidad de una Resurrección tras la muerte, sino que va a la raíz del asunto. La Revelación del Corán fue negada por los kuffâr, los fuÿÿâr, los mutaffifîn, los timadores,... Los mejores aceptaron al Profeta (s.a.s.): los abiertos, los de corazón grande, los de espíritu vivo, todos ellos vieron en el Islam una camino sobre el que realizar sus inquietudes, y sobre esa senda se entregaron a lo que se les enseñaba y crecieron en esa sabiduría. Es normal que el Corán identifique el takdzîb, el desmentido, con la ignorancia, la desidia, la cerrazón, la perversidad y la vileza. Es lo que decíamos al principio: en esta sûra se retrata parte de la realidad con la que tuvo que enfrentarse el Islam, y puesto que se dirigió a la ‘realidad’ el Corán está lleno de ‘verdades’, no de razonamientos... El Corán es radical, está en la raíz de las cosas, y no en las apariencias ni en las justificaciones.

Veámoslo ahora todo sobre el texto, empezando por el primer párrafo de los cuatro en los que hemos dividido la sûra. El capítulo comienza con una seria advertencia, con una amenaza, con una invocación: wáilun lil-mutaffifîn, ¡ay de los defraudadores,... en esta expresión hay todo lo anterior porque la palabra wáil, que hemos traducido por la exclamación ¡ay!, es rico en matices. El wáil es también una maldición y el anuncio de un terrible destino, la destrucción, que aguarda al que no escucha lo que se le va a decir y toma las medidas que lo rescaten. La frase, por ello, podría traducirse así: “La destrucción es (o será) para los defraudadores”.

El Corán amenaza de este modo a los mutaffifîn, los defraudadores, los estafadores, los escatimadores, si bien el verdadero sentido de la palabra es matizado en los siguientes versículos: al-ladzîna idzâ ktâlû ‘alà n-nâsi yastaufûn, los que, cuando compran de la gente, quieren exactitud... son los que, cuando en el mercado van a comprar y piden que la gente (nâs) les pese una mercancia (iktâla-yaktâl, pedir que se mida o se pese una mercancía para comprarla), exigen que el peso se haga con precisión (istaufà-yastaufî, esperar o exigir exactitud) porque son conscientes de sus derechos e intereses, pero wa idzâ kâlûhumû: au waçanûhum yújsirûn, pero cuando son ellos los que miden o pesan hacen perder al otro!... cuando son ellos los que venden y tienen que medir una mercancía (kâla-yakîl, medir el grano) o la pesan (wáçana-yáçin, pesar) no lo hacen con justicia sino en provecho propio, engañando a la gente y no temiendo arruinar a alguien (ájsara-yújsir, arruinar, hacer perder a alguien algo).

El Corán se sorprende ante ese doble rasero, y es como si supusiera una bondad universal que los defraudadores traicionan, y dice: a lâ yazúnnu ûlâ:ika ánnahum mab‘ûzûn, ¿es que ésos no cuentan con que serán despertados... ¿es que ésos (ûlâ:ika), los defraudadores,  no creen (zánna-yazunn, creer, pensar, sospechar, contar con algo) que serán despertados (mab‘ûzûn, resucitados, plural de mab‘ûz, que también significa enviado, profeta, porque es hecho surgir de entre la masa mortecina de los hombres, y así se dice de Sidnâ Muhammad que es mab‘ûz ráhmatan lil-‘âlamîn, un enviado como misericordia para los mundos ).

Si los timadores actúan de ese modo fraudulento es porque no presienten que son vigilados ni que deberán rendir cuentas -y el presentimiento de Allah es, en el fondo, algo universal, está enraizado en la Fitra, en la naturaleza íntima de cada ser, en su inocencia original, en su permeabilidad inicial-, y si no lo saben es a causa de una degeneración posterior, una desnaturalización a la que llamamos Kufr y que consiste en la negación de la Inmensidad, en la reducción de todo a sí mismos, de su ceguera, que es lo que hace ruin y pequeño al hombre. El kâfir ‘se ha separado’, alimentando su ego, su nafs, y ya no advierte que todo está conjugado en el seno de una Verdad que abarca a la existencia entera, una Verdad Absoluta y siempre Presente, Testigo de todas las verdades.

El kâfir es como si no supiera que será despertado li-yáumin ‘azîm, para un Día Inmenso,... que será resucitado para un Día (Yáum) que será inmenso (‘azîm), que será grave porque tendrá lugar en la muerte del hombre, en su nada, en su verdad, cuando no pueda defenderse ni reaccionar, sino que será pasivo en Manos de su Creador, yáuma yaqûmu n-nâsu li-rábbi l-‘âlamîn, el Día que la gente se levante para el Señor de los Mundos... será el Día que la gente (nâs), la humanidad, se alce (qâma-yaqûm, levantarse, resucitar) para Allah y se apreste a oir la sentencia del Señor (Rabb) de los Mundos (‘âlamîn, plural de ‘âlam, mundo), de todos los mundos, de todas las criaturas, de todos los modos de ser, el Señor de la vida y de la muerte. Los timadores son los que niegan la Resurrección, son los que engañan a los demás los que declaran falso que el hombre habrá de rendir cuentas ante el Secreto que les hace ser. Pero, ¿cómo se les va a tomar en consideración si son embusteros? A quienes hay que escuchar es a los sinceros, a los que, porque hablan con la verdad y con el corazón, saben más. Esto es lo que dicta la sensatez. Todas estas reflexiones son esenciales en la ‘Aqîda, son el eje de la cosmovisión y de la manera de situarse los musulmanes en la existencia.

Antes de pasar al estudio del segundo apartado de esta sûra, queremos llamar la atención sobre un detalle. La elección del tema de los estafadores como personificación del Kufr, la maldad a la que el Islam se opone, no es ingenua. La época en que fue revelado este capítulo pertenece a uno de los momentos más difíciles del Islam, que nació en medio de una sociedad que soportaba muchos abusos y atropellos. El Corán no duda en realizar ‘denuncias’ en esos momentos en que la prudencia aconsejaba cautela. Hay una referencia clara a los déspotas, a los grandes comerciantes de la tribu de Quráish, que ‘cuando compraban lo hacían a pesar de (‘alà) los vendedores modestos -la gente-’. Esta es la idea que subyace en la preposición ‘alà, sobre, contra, en el versículo en el que se describe a los estafadores. El Islam se enfrentaría a esa clase social que detentaba todos los poderes en Meca y que representa la maldad absoluta, el Kufr en estado puro.

En el Islam, desde sus comienzos, reinó la idea de que todo está vinculado y no es auténtica una espiritualidad descomprometida... El Islam tenía como objetivo forjar una comunidad distinta del Kufr y que materializara sus enseñanzas, una nación que diera cuerpo a las intuiciones que subyacen en el Corán, y así surgiría el Islam como civilización abierta, expansiva, acogedora, confiada...

 

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