CAPÍTULO
2: LA VACA
SÛRAT
AL-BÁQARA
Revelada en Medina, 286 versículos
INTRODUCCIÓN
Antes de dirigirse a
Yazrib (Medina) para que fuera la nueva base del Da‘wa hubo el intento de
instalación en Hábasha (Abisinia) a la que emigraron muchos de los
primeros musulmanes. La opinión según la cual fueron allí para salvarse de
las persecuciones no se apoya en argumentos fuertes. Si hubiese sido así habrían
emigrado los más desprotegidos entre los musulmanes frente a las agresiones
de los Quráish, pero ocurrió lo contrario: a Abisinia se trasladaron
musulmanes que todavía gozaban de la protección de sus clanes lo que en una
sociedad tribal los salvaguardaba de todo daño y les evitaba el conflicto.
Además, la mayoría de esos emigrantes pertenecían a la tribu de los
Quráish,
y entre ellos se contaba a Ya‘far ibn Abî Tâlib junto a su padre y
otros miembros jóvenes del clan de los Banû Hâshim que eran los que protegían
al Nabí (s.a.s.) en Meca, y también estaba aç-Çubáir ibn al-‘Awwâm,
‘Abd ar-Rahmân ibn ‘Áwf , Abû Sálama al-Majçûmi, ‘Uzmân
ibn ‘Affân al-Ámawi, y otros personajes de relevancia. También emigraron
mujeres que pertenecían a las más aristocráticas y grandes casas de Meca a
las que era muy improbable que pudiera hacérseles ningún daño. Tal vez tras
esta primera emigración hubiera además otras causas como la de sacudir los
cimientos de los grandes clanes de Quráish: sus hijos más nobles y reputados
emigraban con su nueva ‘Aqîda huyendo de la ignorancia, dejando atrás sus
raíces y lazos de parentesco, todo lo cual removía violentamente las
conciencias en una sociedad tribal, especialmente cuando entre los emigrantes
había mujeres como Umm Habîba,
la hija de Abû Sufiân, lider de la Yâhilía y uno de los mayores opositores
que habían declarado guerra a la nueva ‘Aqîda y a su jefe (s.a.s.). Todos
estas causas sin embargo no niegan la probabilidad de que el móvil principal
de la Emigración a Abisinia fuera uno más de los repetidos intentos por
conseguir una base libre, o al menos segura, para el Da‘wa. A esta deducción
hay que añadir que la corrobora la aceptación del Islam por el Naÿâshi (el
rey) de Abisinia, que sólo el temor a una rebelión de los sacerdotes impidió
proclamarlo, tal como se cuenta en un relato autentificado (sahîh).
La posterior
solicitud de asilo en las proximidades de Meca, en la ciudad de Tâif,
también parece un eslabón más en la cadena de intentos para crear una base
libre o al menos segura para el desarrollo del Da‘wa. Fue un intento no
coronado por el éxito porque los notables de Tâif, pertenecientes al
clan de los Zaqîf, cliente y aliado de los Quráish, recibieron a Rasûlullâh
(s.a.s.) de la peor de las maneras posibles y acabaron animando a los locos y
a los niños de la ciudad para que lo echaran a pedradas. Con las piernas
sangrando pudo librarse de la lapidación resguardándose tras el muro de un
huerto que pertenecía a ‘Utba y Sháiba, hijos de Rabî‘a. En ese lugar
pronunció una invocación sincera y profunda que ha pasado a la historia: “Allah,
me quejo a ti de la debilidad de mi fuerza, la escasez de mis recursos
y el
desprecio en el que me tiene la gente. Oh, el más misericordioso de los
misericordiosos, Tú eres el Señor de los oprimidos, y Tú eres mi Señor: ¿a
quién me entregarás? ¿a un enemigo en cuyas manos has puesto mi destino? ¿a
un extraño que tuerza el gesto ante mí? Mientras yo no sea objeto de tu ira,
no me importa; pero tu benevolencia me es más cómoda. Me refugio en la luz
de tu Rostro con la que has hecho brillar las tinieblas y en la que es pleno
el mundo y al-Âjira para que contra mí no se desate tu ira ni me destruya tu
cólera. Seas desagraviado hasta la satisfacción. No hay fuerza ni poder
salvo en ti”.
Tras los anteriores
intentos, Allah abrió ante su Rasûl (s.a.s.) y al Da‘wa puertas que no
esperaban. Tuvo lugar la primera Bái‘a de al-‘Áqaba, y después la
segunda. Ambos compromisos estuvieron estrechamente ligados al tema del que
estamos tratando en la introducción a esta sûra.
La narración de los
acontecimientos, resumida, es la siguiente. Dos años antes de que tuviera
lugar la Hiÿra, el Nabí (s.a.s.) se encontró con un grupo de miembros de la
tribu de los Jaçraÿ durante la temporada de la peregrinación (máusim al-haÿÿ)
en el que se presentaba a sí mismo y presentaba su mensaje a los asistentes a
la congregación que se celebraba en la cuesta (‘Áqaba) que hay en Minà
(en las proximidades a Meca) buscando un protector que
le garantizara la posibilidad de comunicar el Da‘wa de Allah. Los
habitantes de Yazrib (Medina), pertenecientes a las dos tribus árabes de los
Áws y los Jaçraÿ, llevaban tiempo escuchando a los judíos (yahûd) que vivían
entre ellos que había de aparecer un profeta (nabí) cuyo tiempo había
llegado. Los judíos esperaban que ese nabí les diera hegemonía sobre los árabes
y que estaría con ellos contra quienes quisieran causarles cualquier mal.
Cuando el grupo de peregrinos Jaçraÿ escucharon la convocatoria -el Da‘wa
del Nabí (s.a.s.)- unos se dijeron a los otros: “Sabed
que se trata del nabí con el que os amenazan los judíos. ¡Que no se os
adelanten!”, y respondieron a la llamada del Profeta (s.a.s.). Le
dijeron: “Hemos dejado en Medina a
nuestros dos pueblos, los Áws y los Jaçraÿ, y entre nadie hay tanta
enemistad como entre ellos. Tal vez Allah los reúna en ti”. Cuando
volvieron a Yazrib expusieron el Da‘wa a las dos tribus, y ambas lo
aceptaron y se pusieron de acuerdo por primera vez.
Al año siguiente
acudió a la peregrinación un nuevo grupo compuesto de Áws y de Jaçraÿ. Se
encontraron con el Nabí (s.a.s.) y pronunciaron un compromiso (Bái‘a) con
el Islam. Esta vez Rasûlullâh (s.a.s.) envió con ellos a Yazrib quien les
enseñara la ‘Aqîda.
Al siguiente máwsim
llegó a Meca una gran delegación de Áws y de Jaçraÿ, y solicitaron
renovar el compromiso. Hicieron la Bái‘a en presencia de al-‘Abbâs, tío
paterno del Nabí (s.a.s.), y juraron protegerlo de todo lo que se protegían
a sí mismos y a sus bienes. A este compromiso se le conoce con el nombre de
Segunda Bái‘a de al-‘Áqaba (la cuesta de Minà). Los relatos cuentan que
‘Abd Allah ibn Rawwâha, la noche que tuvo lugar el acuerdo en al-‘Áqaba,
dijo a Rasûlullâh (s.a.s.): “Expón las condiciones de tu Señor y las tuyas”. Y le respondió:
“Para mi Señor pongo como condición
de que le reconozcáis como tal y no aceptéis ningún otro, y para mí pongo
como condición que me protejáis como os protegéis a vosotros mismos y a
vuestros bienes”. ‘Abd Allah dijo entonces: “¿Y
qué hay para nosotros si hacemos eso?”. Rasûlullâh (s.a.s.) le
respondió entonces: “El Yanna”.
Ante esto, los asistentes dijeron: “Salimos
ganando en el cambio. No exigimos otra cosa ni pediremos la anulación del
acuerdo”.
De este modo tomaron
el asunto con fuerza, y comenzó a difundirse el Islam en Medina de modo que
no hubo casa en la que no entró. Los musulmanes de Meca comenzaron a emigrar
a Medina uno tras otro dejándolo todo atrás, salvando de la pérdida sólo
su ‘Aqîda. Entre sus nuevos hermanos encontraron una calurosa recepción y
una sincera generosidad como no ha conocido antes la historia de la humanidad.
Finalmente emigraron Rasûlullâh (s.a.s.) y Abû Bakr as-Siddîq.
El Profeta (s.a.s.) emigró a la nueva base, libre y segura, que había estado
buscando hasta entonces. En Medina se erigió el Da‘wa, la convocatoria
dirigida a la humanidad. El primer día de la llegada de Rasûlullâh (s.a.s.)
supuso el anuncio que inauguraba una nueva era.