CAPÍTULO 2: LA VACA

SÛRAT AL-BÁQARA

Revelada en Medina, 286 versículos

 

ÍNDICE

 

  (Versículos 1 al 5)  

 

 bísmil-lâhi r-rahmâni r-rahîm

Con el Nombre de Allah, el Rahmân, el Rahîm

 

1. álif-lâ:m-mî:m*

A-L-M.

2. dzâlika l-kitâbu lâ ráib*

Ese Libro, no hay dudas,

fîhi húdan lil-muttaqîna

en él hay orientación para los muttaqîn,

3. l-ladzîna yûminûna bil-gáibi

los que están abiertos al Gáib,

wa yuqîmûna s-salâta

establecen el Salât

wa mimmâ raçaqnâhum yunfiqûn*

y de lo que les proveemos gastan (en los demás);

4. wa l-ladzîna yûminûna bimâ: únçila iláika

los que están abiertos a lo que te ha sido revelado

wa mâ: únçila min qáblika

y a lo que ha sido revelado antes de ti,

wa bil-â:jirati hum yûqinûna

y acerca de al-Âjira tienen certeza.

5. ulâ:ika ‘alá húdan min rábbihim*

Ésos están sobre el camino de su Señor,

wa ulâ:ika húmu l-muflihûn*

y ésos son los triunfadores.

 

          La sûra empieza con la enunciación del nombre de tres letras aisladas del álfabeto árabe: álif-lâ:m-mî:m, A-L-M, para a continuación referirse al Libro de Allah: dzâlika l-kitâbu lâ ráib* fîhi húdan lil-muttaqîn, Ese Libro, no hay duda, en él hay orientación para los muttaqîn (también puede traducirse: Ese Libro, en el que no hay duda, es orientación para los muttaqîn).

         Muchas sûras del Corán aparecen encabezadas por el nombre de letras aisladas. Este hecho ha sido interpretado de distintas maneras. De esas interpretaciones elegimos una, y es la que afirma que se trata de un recordatorio: con el enunciado de los nombres de letras se sugiere que este Libro -el Corán- está compuesto de los mismos materiales que están a disposición de todos los árabes, que los conocen y usan en sus escritos y conversaciones. Pero a pesar de ello el Corán es un Libro prodigioso e inimitable que los hombres no pueden forjar y repetir, aun teniendo a mano esas mismas letras. Es un Libro que los desafía una y otra vez: si quieren demostrar que un ser humano puede hacer algo semejante, que hagan algo similar, o al menos diez sûras semejantes, o tan sólo una sûra. Pero jamás no han podido responder a este desafío.

         La cuestión en el carácter prodigioso e inimitable del Corán (el i‘ÿâç) es el mismo que reside en toda la creación de Allah. Es la diferencia que existe entre la obra de Allah y la obra de los seres humanos. El polvo que cubre la tierra está compuesto de elementos de cualidades conocidas. Si los hombres cogen esos elementos, lo más que pueden hacer con ellos es un adobe o un ladrillo, o un recipiente o una columna, un edificio o una herramienta, cualquiera que sea su precisión. Pero Allah Creador saca vida de ese polvo, lo convierte en vida palpitante. Deposita en ese polvo el secreto misterioso de la vida, algo que no puede reproducir el ser humano, un secreto impenetrable a la inteligencia del hombre. El Corán es lo mismo: letras y palabras con las que el ser humano elabora discursos y ritmos, pero con esos mismos materiales Allah hace un Corán. La diferencia que hay entre lo que el ser humano puede hacer con esas letras y palabras y lo que puede hacer con ellas Allah es la diferencia que puede haber entre un cuerpo inherte y el espíritu lleno de vida, la diferencia que hay entre una imagen de la vida y la esencia de la vida.

         dzâlika l-kitâbu lâ ráib* fîhi húdan lil-muttaqîn, Ése libro, no hay duda, en él hay una orientación para los muttaqîn. ¿Cómo podría haber incertidumbre o duda (ráib) si la prueba cierta de su autenticidad está implícita en el encabezamiento y manifiesto en la incapacidad de los seres humanos para forjar algo semejante con las letras que tienen a su disposición, las cuales reconocen como parte de su lengua?

         En ese Libro (Kitâb) hay orientación (hudà), es decir, directrices, criterios, enseñanzas, en definitiva un método, una senda a seguir. Húda significa orientación, camino. Deriva del verbo, que ya se ha visto en sûrat al-Fâtiha, hadà-yahdî, guiar, conducir, encauzar. Dijimos que hidâya era el acto de Allah con el que interviene en la vida de las criaturas guiándolas. Hudà es el camino que ofrece al entendimiento y a la acción, un camino concreto y definido por el que ir. El Corán es hudà en su esencia, en su naturaleza, en su estructura,... Pero ¿para quién es orientación y camino? ¿para quién es método, luz, guía, consejero y clarificador? lil-muttaqîn, para los muttaqîn, que es otro nombre para los mûminîn, los de corazón abierto hacia Allah. Muttaqîn son los que intuyen la inmensidad de su Señor, los que se saben en su poder y en su ciencia, los que adivinan la gravedad del asunto y se sienten sobrecogidos por la grandeza de la verdad en la que existen, los que presienten que su vida está orientada en un sentido pero se ven confusos y perplejos ante las contradicciones y conflictos.

         Muttaqîn son los que practican el Taqwà, el temor a Allah, la conciencia de estar ante algo tremendo, inefable, inabarcable, indominable, y ante ello a la vez se sienten pequeños y en peligro. Muttaqîn son los que alimentan en sí esa emoción pues es la que los mantiene despiertos y los libera de la idolatría. Son los atentos, los prevenidos, los cautelosos, los sobrecogidos, los que miran y escuchan con la atención propia del que sabe que le va mucho en el asunto. Taqwà es esa actitud: tener Taqwà en el corazón es lo que habilita para sacar provecho de este Libro. Esa inquietud y alarma espiritual es la que abre lo que está cerrado y sepultado en el corazón y entonces el Corán penetra hasta esas profundidades y cumple en ellas su función. Taqwà es la sensibilidad propia de los corazones vivos y es la característica que los hace ser esponjosos y responder a la llamada que les llega desde el mundo espiritual, el Gáib.

         Quien quiera encontrar orientación en el Corán debe acudir a él con un corazón sano, libre de prejuicios, sincero con su propia capacidad para asomarse a lo eterno e inmenso. Debe acudir a él con un corazón que teme y busca resguardarse, que está alerta porque no quiere estar en el error y la confusión. Ante ese corazón abierto se abre el Corán y le muestra sus secretos y sus luces y las vierte en ese corazón que le llega con Taqwà, con sobrecogimiento ante lo inmenso, con sensibilidad que lo hace receptivo y capaz de guardar en sí un infinito, y el Corán es inmenso, rebosante e infinito. Se nos ha transmitido que ‘Omar ibn al-Jattâb (r.) preguntó a Ubai ibn Ka‘b por el Taqwà, y éste le respondió: “¿Nunca has ido por un camino lleno de espinos?”, y ‘Omar le dijo: “Efectivamente”. Ubai le preguntó entonces: “¿Y qué hacías?”, y ‘Omar respondió: “Me arremango la ropa y camino con cuidado”. Y Ubai le dijo: “Pues eso es Taqwà”.

         Eso es Taqwà: permeabilidad espiritual, transparencia sentida, sobrecogimiento permanente, cautela constante, temor a los espinos del camino... del camino de la vida. Esas espinas que hieren al ser humano son sus inclinaciones y sus caprichos, sus ambiciones y expectativas, sus temores y sus obsesiones, sus falsas esperanzas depositadas en lo que no puede satisfacerlas, su falso miedo a lo que ni perjudica ni beneficia, y decenas de otras espinas que sólo causan dolor y frustración.