CAPÍTULO
94: LA DISTENSIÓN
SÛRAT
ASH-SHARH
Revelada en Meca, 8 versículos
bísmil-lâhi
r-rahmâni r-rahîmi
Con
el Nombre de Allah, el Rahmân, el Rahîm
1.
a lam náshrah láka sádraka
¿Acaso
no hemos distendido tu pecho,
2.
wa wada‘nâ ‘ánka wíçraka
y
apartado de ti el fardo
3.
al-ladzî: ánqada záhraka
que
doblegaba tu espalda,
4.
wa rafa‘nâ láka dzíkrak*
y
alzado para ti tu recuerdo?
5.
fa-ínna ma‘a l-‘úsri yúsran
¡Con
la dificultad va la facilidad!
6.
ínna ma‘a l-‘úsri yúsra*
¡Con
la dificultad va la facilidad!
7.
fa-idzâ faragta fánsab
Cuando
acabes, enderézate,...
8.
wa ilà rábbika fárgab*
y a tu Señor ¡deséale con pasión!
Esta sûra fue revelada después de la anterior y es como si fuera su
broche final. En ella se respira la atmósfera que existía en la relación
entre Muhammad (s.a.s.) y Allah. Es un lenguaje entre confidentes (se trata de
una Munâÿâ, una conversación entre íntimos). Este capítulo del Corán es un
susurro que Allah pronuncia al oído del Profeta (s.a.s.) asegurándole el interés
y atención que le presta (‘Inâya)
y su asistencia y auxilio
(Ri‘âya) que lo acompañan en todo instante.
Contiene
un buen anuncio (bushrà): el de que llegará un momento en el que la dificultad
(‘usr) que atravesaba Muhammad (s.a.s.) en su propósito por
difundir y asentar el Islam sería superada y sustituida por la facilidad (yusr). Por último,
al final de la sûra aparece una orden: incluso en los momentos difíciles el
Profeta debe mantener su nexo estrecho con Allah y no permitir que el agobio lo
desoriente.
Este
capítulo fue revelado en tiempos amargos. Al principio, el Islam fue mal
acogido en Meca, y el Profeta (s.a.s.) y los primeros musulmanes, pocos en número
y en fuerzas, fueron objeto de desprecio, burlas y amenazas y eran presa fácil
para sus enemigos. Nada les auguraba la supervivencia; al contrario, toda
pronosticaba que el Islam sería un acontecimiento anecdótico y pasajero en
medio de un desierto aislado. La tristeza y la sensación de impotencia oprimían
el pecho de Muhammad (s.a.s.).
El
Corán comienza recordándole al Profeta (s.a.s.) que Allah ya lo ha sacado
antes de la peor de las tribulaciones iluminándolo con la Paz del Islam ¿a qué
viene la tristeza y el desánimo de ahora?: a
lam náshrah láka sádrak, ¿acaso
no hemos distendido tu pecho,... Allah, inspirándole el Islam, había
arrancado a Muhammad (s.a.s.) de en medio de la ignorancia y la tiranía de los
hombres y lo había rescatado de la sumisión a las falsedades. Muhammad (s.a.s.)
gozó de un favor único, porque el verdadero hamm, la verdadera tribulación
que aflige al hombre, y de la que no se percata, es el Kufr, el desconocimiento de Allah, la atrofia de las auténticas
posibilidades que hay en el ser humano, el aislamiento en un mundo estrecho
entre miedos y falsas esperanzas,... todo esto es algo que hunde el pecho
(sadr) del hombre. Allah tomó la iniciativa e iluminó a
Muhammad (s.a.s.). Allah le abrió (sháraha-yáshrah,
abrir, distender, expansionar) el pecho, y se le reveló. Ese fue el
Sharh, la distensión que dilató su corazón y lo sacó del mundo de la
ignorancia, la opresión y el conflicto. Allah le descubrió horizontes
infinitos, y el ser de Muhammad (s.a.s.) se agigantó en ellos.
El
Sharh fue como una operación quirúrgica
con la que Allah arrancó de él el peso que atormenta al común de los hombres:
wa wada‘nâ ‘ánka wíçraka
l-ladzî: ánqada záhrak, apartando
de ti el fardo que doblegaba tu espalda. Allah retiró (wáda‘a-yáda‘,
poner, colocar, pero este verbo, seguido de la partícula ‘an,
significa apartar, alejar) el wiçr,
el fardo que pesa sobre el ser humano
doblándole (ánqada-yúnqid)
la espalda (zahr). El
wiçr es la ignorancia, la idolatría,
la mezquindad, todo lo que rebaja al hombre, todo lo que lo hace indigno de lo
que es en sus adentros: literalmente, la palabra wiçr
significa humillación, inmundicia, vergüenza, algo despreciable en un ser humano.
Allah purificó al Profeta, le mostró la senda y le inspiró los pasos que debía
dar sobre ella.
A
continuación, Allah le dice: wa
rafa‘nâ láka dzíkrak, y hemos
alzado para ti tu recuerdo. Cuando te encontrabas abandonado, cuando te
retiraste, fatigado y desengañado, y bucaste refugio en tu Señor, Allah alzó
(ráfa‘a-yárfa‘,
alzar, elevar) tu Recuerdo
(Dzikr), escuchó tu invocación, y
se dejó recordar por ti. Tu búsqueda
encontró su meta y tu angustia se desvaneció ante la Inmensidad del Señor de
los Mundos. El Recuerdo es lo que Muhammad (s.a.s.) buscaba desencadenar ensus
propios adentros.
Los
dioses, las desgracias, las ficciones, la agitación y el ajetreo de la vida,
nos han hecho olvidar algo esencial, algo presente en nuestros corazones pero
que no podemos descifrar hasta que en nosotros no estalla una chispa de luz que
ilumine zonas en nuestro interior que hemos marginado en el vértigo de nuestras
existencias cotidianas.
Muhammad
(s.a.s.), cuando llegó el momento en que lo que le rodeaba se le mostró
insuficiente e insustancial, cuando desesperó de que el mundo satisficiera su
inquietud más íntima, cuando fue purificado por Allah y superó su ego, sus
esperanzas, sus frustraciones, cuando todo quedó atrás, muy lejos de sí, y se
volvió hacia el Único y se le entregó, entonces Allah alzó (ráfa‘a-yárfa‘) hasta Él el esfuerzo por recordar que estaba llevando a
cabo, y aceptó a su siervo. El corazón de Muhammad, tras buscar aquello que
las gentes llamaban Allah refiriéndose
a un Secreto insondable e inaccesible, recordó verdaderamente a Allah y se
encontró con Él en la intimidad de sus profundidades, en lo más hondo del vacío
al que había llegado con su rechazo a todos los ídolos y todas las mentiras a
las que el ser humano común se acomoda. Lo más difícil había sido superado y
ese proceso había ido siendo desencadenado por Allah. Fue Él el que desató
esa crisis y alimentó ese desasosiego para que Muhammad (s.a.s.) acabara
llegando hasta Él.
Este
versículo tiene una segunda lectura: ‘hemos
alzado tu recuerdo’, es decir, hemos ensalzado tu nombre. A su vez, esta
interpretación tiene varios sentidos. Primero, Allah ha ensalzado ante Sí el
nombre de Muhammad (s.a.s.), queriendo esto decir que desde la Eternidad
Sin-Principio y Sin-Final -en la Tabla
Guardada, el al-Láuh al-Mahfûz,
donde está escrito el Destino-, él
ocupaba un rango eminente, todo lo que le había pasado había sido ya
determinado y estaba destinado a ser el ultimo Profeta, el que sellara y fuera
cumbre de la experiencia espiritual humana.
Segundo,
Allah ha ensalzado ante todas las criaturas el nombre de Muhammad (s.a.s.) y les
ha ordenado bendecirlo y saludarlo cada vez que se le mencione (as-Salât
wa s-salâm ‘alà Rasûlillâh).
Tercero,
Allah he hecho en el Islam que el nombre de Muhammad contenga el de todos los
profetas de la humanidad, siendo todos ellos recordados por el musulmán como
algo inserto en Muhammad (s.a.s.).
Cuarto,
la elevación del nombre del Profeta queda definitivamente establecida cuando
Allah hace que acompañe a su Nombre en la Shahâda,
es decir, en la fórmula lâ ilâha illâ
Allah; Muhámmadun Rasûlullâh (No
hay más verdad que Allah; Muhammad es el Mensajero de Allah), con la que se
accede al Islam y es su estandarte. Y la Shahâda
especialmente se eleva cuando desde lo alto de un alminar la proclama el muádzdzin,
convocando a las gentes para que se recojan ante el Uno-Único, recordándoles
el Nombre de Allah y el nombre del ser humano que está en el origen de esa
llamada.
La
permanencia del Recuerdo del Profeta (s.a.s.) es un anuncio que Allah le hace
augurándole el éxito en sus esfuerzos, siendo los problemas y dificultades que
atravesaba en esos momentos algo que sería superado: fa-ínna ma‘a l-‘úsri yúsran ínna
ma‘a l-‘úsri yúsra, ¡con la
dificultad va la facilidad! ¡con la dificultad va la facilidad!... Son
palabras con las que Allah invita a la paciencia. La reiteración sugiere que
las dificultades que en esos momentos afligían a Muhammad (s.a.s.) debía ser
muy grandes.
Pero
lo peor y lo más difícil ha pasado. La tribulación
(hamm) superada -la idolatría
que esclaviza y oprime el pecho del hombre- era más grave que los apuros
actuales: de ella sólo sale quien es favorecido por su Señor. Una vez en el
Islam, el Profeta (s.a.s.) había sorteado lo complicado: que su corazón se
abriera a la Verdad del Único. Ése es el desafío al que pocos responden y
existen entonces por siempre sumidos en el hamm,
en la gran tribulación, en el gran
pesar, en la opresión en la que viven los hombres y ni se dan cuenta, fatigados
bajo el peso del wiçr, el fardo
y la vergüenza de la idolatría, habiendo asumido esa carga como si
fuera algo natural.
Allah
permitió al Musulmán -a Muhammad, el que se le había rendido- salir de esa
dificultad (‘usr, dificultad,
estrechez) y pasó a la facilidad (yusr,
facilidad, amplitud) del Islam.
Los inconvenientes actuales serán resueltos porque su complejidad en nada se
asemeja a la de la idolatría -para la que el hombre no tiene claves- y después
vendrá la victoria definitiva.
La
repetición del versículo es importante. El primero ‘con la dificultad va la
facilidad’ se refiere al estadio anterior en el que Allah libera al Profeta de
la carga que acompaña al hombre, y el segundo ‘con la dificultad va la
facilidad’ se refiere a lo que le queda por hacer a Muhammad (s.a.s.):
ascender por la cuesta que le ha sido revelada. Debe afrontar el reto, luchar
hasta vencer los obstáculos: fa-idzâ
faragta fánsab, cuando acabes,
enderézate,... cuando te liberes (fáraga-yáfrig,
vaciarse, terminar, acabar algo) de lo que ahora te ocupa, que es la
difusión del Islam, asentarlo, auxiliar a los tuyos, vencer en la vida,... y
cuando, cada noche, te relajes y estés a solas,... entonces enderézate (násaba-yánsab, erguirse,
ponerse derecho, ascender), busca siempre perfeccionar tu corazón, hazlo
recto, dirígelo hacia Allah, bebe de Él: wa
ilà rábbika fárgab, y a tu Señor
¡deséale con pasión!... anhela, ansía, busca ardientemente (rágiba-yárgab, desear) a tu Señor
(Rabb), a Allah, Señor de los Mundos. Y así irás de aumento en
aumento, acrecentando lo que Allah te ha facilitado, haciéndote meritorio,
ganando por ti el Jardín que aguarda a los que avanzan, el Jardín de la
Proximidad en el que se intima con la Inmensidad Creadora, la Fuente de toda
abundancia.
Esta sûra es una Munâÿa, una confidencia, la respuesta íntima de Allah a un estado de ánimo del Profeta (s.a.s.), pero todo musulmán debe sentirse aludido en ella. Todo musulmán, lo sea por voluntad propia o haya nacido como tal, es el resultado de lo que se dice en la primera parte de esta sûra. Allah lo ha liberado. Por ello, en sus dificultades debe atender a lo que se dice en la segunda parte.