Tafsir al-Qur'ân

Sura Yâ-sîn

'ABD L-WAHID ONTIVEROS

 

1ªparte

 

 

        "Tafsir" es una publicación de la Mezquita de los Andaluces de Sevilla tiene una intención eminentemente pedagógica: la de introducir a un conocimiento pormenorizado del Texto fundamental del Islam. Sigue el sistema tradicional que consiste en estudiar palabra por palabra el Corán en su orden estricto, introduciendo a la gran variedad de significados y matices connotados por cada párrafo y señalando las limitaciones propias de toda traducción. La práctica de la recitación del Corán en nuestra Mezquita de los Andaluces nos aconseja empezar por la Sura o capítulo 36 (Yâ-Sín), principio de la última cuarta parte del libro; desde ahí seguiremos hasta el final del Corán, siendo nuestro objetivo servir fundamentalmente a los musulmanes de Andalucía en sus estudios. Cada número estará dividido, in sha Allah, en cuatro partes o lecciones, para cubrir las actividades de un mes.

        Utilizaremos la lectura de Warsh, que no se diferencia de la de Hafs mas que en la enumeración de las ayas o el alargamiento de ciertas vocales; es la utilizada en la actualidad en el Norte de África y fue la que se utilizó en al-Andalus, por lo que es natural que la reivindiquemos; lo mismo sucede con la grafía, que resultará difícil en principio a los estudiantes de árabe, pero es necesario familiarizarse con ella. En cuanto a los comentarios están entresacados de la obra "Fi dilali l-Qurán" de Sáyyid Qutb (rahimahullah), aunque también nos hemos valido del Tafsir del shayj al-Alusi; Ibn Kazir y otros.

        La trascripción sigue un sistema muy simplificado: las letras se usan en su valor en castellano, el apóstrofe ' indica un sonido levemente gutural, las letras acentuadas son largas, la gh es gutural, así como la q, la dz es suave , todas las letras duplicadas tienen un valor mas intenso; no obstante, la trascripción siempre será deficiente por lo que se hace necesaria una buena audición. Esperamos sinceramente que esta publicación sea útil para musulmanes y no musulmanes.

 

 
bismil-láhir-rahmánir-rahími

 

yâ sín 1/  wal-quráni l-hakími 2/ ínnaka lámin al-múrsalína 3/ 'alá sirátin mustaqím 4/ tançílu l-'açíçi r-rahími 5/ litúndzira qáwman ma úndzira abauhum fahum gháfilún 6/ laqad háqqa l-qáwlu 'ala ákzarihim fahum lá yúminún 7/ ínna ya'alná fi a'náqihimu aghlálan fáhia ila l-adzqáni fahum muqmahún 8/ wa ya'alná min báini aidíhim súddan wa min jálfihim súddan faaghshaináhum fahum lá yubsirún 9/ wa sawaun 'aláihimu aandzártahumu am lam túndziru lá yúminún 10/ ínnamá túndziru man ittába'a dz-dzíkra wa jáshia rrahmána bil-gháibi fabáshshirhu bimághfiratin wa áyrin karím 11/ ínná náhnu nuhyi l-máwtá wa náktubu má qáddamú wa azárahum wa kúlla sháiin ahsaináhu fi imámin mubín 12/

  

Con el Nombre de Allah, el Rahmán, el Rahím, Yâ-Sín 1/ por el Sabio Corán 2/  tú eres uno de los que han sido enviados 3/ estás sobre un sendero recto 4/ es Revelación del 'Açiç, el Rahím 5/ para que lances advertencias a un pueblo cuyos padres no fueron advertidos, y son indolentes 6/  la sentencia ya ha siso pronunciada contra la mayor parte de ellos, y no se abrirán al Imán 7/  hemos puesto cadenas en sus cuellos que les llegan a los mentones y les obligan a llevar la cabeza hacia atrás 8/ y hemos colocado una barrera delante de ellos y detrás de ellos otra barrrera, y le hemos tapado los ojos, y no ven 9/ es igual que les lances advertencias o que no se las lances, no se abrirán al Imán 10/ sólo llegan tus advertencias al que sigue el Recuerdo y teme al Rahmán en la intimidad; anúnciale mághfira y ayr en abundancia 11/ nosotros somos quienes devolvemos la vida a los muertos, y anotamos lo que han hecho y sus consecuencias, y todo lo censamos en un Libro Claro 12/

  
        El texto anterior comienza con un juramento (qásam). El qásam es un recurso frecuente en el Corán: con el se da énfasis y contundencia a lo que se afirma después. Normalmente, se usa la partícula "wa" significando "por", para darle forma al qásam. Allah jura en este caso usando dos testigos extraordinarios: las letras y-s (Yâ-sin) y el Corán Sabio (al-Qur-án al-Hakím), es decir, las letras y el libro, las realidades aisladas y el universo unificado, los dos aspectos de la existencia: la multiplicidad y la síntesis unitaria, es decir, el Todo. Esos dos términos del qásam (Yâ-sin wa l-qur-áni l-hakím) son los soportes de la afirmación según la cual tú, Muhammad, eres realmente uno de los enviados (ínnaka lámin al-mursalín) y que estás en el buen camino, sobre un sendero recto ('ala sirátin mustaqím).

        Yâ-sin son los nombres de dos letras del alfabeto que, como el resto de las letras, aisladas no tienen significado. Sólo en su reunión y armonía empieza el sentido (y así ocurre en la realidad donde cada ser individual es un indicio de Allah que conjugado con los demás forma el Universo-Corán donde se lee el sentido último de la existencia). Al Corán se le califica de sabio, hakím; la sabiduría (hikma) consiste en "colocar cada cosa en su sitio", es decir, es simultáneamente ciencia y acción. El hakím devuelve su sentido a cada realidad haciendo imperar la justicia, la armonía y el equilibrio.

        El qásam (yâ-sin wa al-qur-áni l-hakím) introduce a una afirmación categórica: ínnaka lámin al-mursalína 'ala sirátin mustaqím, "tú eres uno de los enviados, (estás) sobre un sendero recto". En la primera parte (ínnaka lámin al-mursalín) hay toda clase de auxiliares gramaticales para dar intensidad a la frase: "ínna" y "la" son partículas de refuerzo, como si insistiera diciendo: ciertamente, tú, efectivamente, (eres uno), de los mursalín (múrsal significa "enviado, mensajero", sinónimo de rasúl). Con la indeterminación ("uno de los mursalín) se da por sentado que la humanidad ha reconocido la presencia de hombres inspirados que han servido de puentes entre Allah y la humanidad, los constructores de las naciones, los imames que han sacado lo mejor que había en cada persona; pues bien, Muhammad (s.a.s.) sin duda es uno de ellos.

        En la segunda parte ('ala sirátin mustaqím) se desmonta toda acusación que pueda dirigirse contra Muhammad (s.a.s.): él está "sobre un sendero recto", una vía antigua, la del Tawhid puro (la afirmación y vivencia de la Unidad absoluta del Creador de los mundos), un camino en el que no hay nada de sorprendente por lo que no puede ser tachado de impostura. Tanto su inteligencia como su conducta son "rectas", así como el Islam que comunica a las gentes: toda su enseñanza se asienta sobre la istiqáma, la rectitud.

        Tras certificar la autenticidad del mensajero, describe el mensaje y su origen. Dice: tançílu l-'açíçi r-rahím, "revelación del 'Açiç Rahím". El Corán es un tançíl, una revelación (wahy); literalmente, el término tançíl designa la acción de hacer bajar algo, de acercarlo y depositarlo en el corazón del hombre. El Corán ha descendido sobre Muhammad (s.a.s.) que se convierte en su transmisor leal y honesto: no le pertenece; él es solo un punto en el universo donde todo ha confluido, donde el Creador y las criaturas se han encontrado. Pero, en lo esencial, el Tançil es del 'Açiç-Rahím, de Allah que es el Poderoso, aquél en el que reside toda la fuerza, el que es el potente motor que todo lo mueve, que todo lo hace vivir, el 'Açiç. Suyo es el poder ('içça) y a El está sometido todo, nada escapa a su dominio; pero a la vez, El es el Rahím, el que ha creado por amor, el que da gratuitamente, aquél que lo posibilita y lo facilita todo, el que guía al hombre y le proporciona lo mejor, el que desea el bien a la humanidad, y suya es la Rahma, la bondad que nada escatima, que se derrama incesantemente sobre sus criaturas. El 'Açíç-Rahím es el origen del Corán.

        Y el Corán ha descendido para algo, es tançílu l-'açíçi r-rahími litúndzira, "revelación del 'Açiç-Rahím para que adviertas"... El Corán es un mensaje firme que no hace contemplaciones, un libro para erradicar el mal y la injusticia, y posibilitar la vida. El Corán es expresión de esa dimensión doble de Allah: 'içça y rahma, poder y amor. Pues bien, el Corán ha sido revelado para que tú, Muhammad (s.a.s.), adviertas: litúndzira qáwman ma úndzira abáuhum fahum gháfilún, "para que hagas advertencias a un pueblo cuyos antepasados no fueron advertidos, y viven en la indolencia". El Corán es un aviso, una advertencia, una llamada a la atención ante la pereza, la dejadez, el olvido, la negligencia, el descuido, la apatía, en suma la indolencia (todo ello es lo que significa el término árabe ghafla, siendo el gháfil, el desatento, el indolente, el opuesto al dzákir, el que recuerda a Allah). La ghafla es la estupidez que nace del sopor, del sueño  de los que descansan en lo que tienen y no aspiran a nada más. Y así sucede a los hombres cuando olvidan y "descuidan" a Allah. Con la palabra qáwm, "pueblo, gente" al que debe dirigir la advertencia (el indzar o grito amenazante con el que se hace espabilar al que se adormece ) se refiere a los árabes beduinos cuyos padres (abá) no conocieron a los grandes profetas (desde Sidna Isma'íl, el hijo de Sidna Ibrahím, no tuvieron maestros), o bien se refiere a la humanidad entera ya que desde Sidna 'Isa (Jesús) había pasado mucho tiempo y su mensaje había sido deformado; lo mismo sucedía con todos los demás profetas antiguos y sus naciones: sus pueblos los habían olvidado y habían degenerado en el estado de ghafla. El revulsivo del indzár, la advertencia firme, se hacía necesario.

        En resumen, el Corán es una revelación, tançíl, del 'Açíç-Rahím, para que lances advertencias (litúndzira) a un pueblo (qáwman) cuyos padres no habían sido advertidos (ma úndzira abáuhum) por lo que son indolentes (fahum gháfilún).

        Y es que la indolencia, la ghafla, es intolerable: significa perder la oportunidad que ofrece la vida. Pero la ghafla es el estado en el que se complace el hombre vulgar, el káfir, el que solo reacciona cuando se considera molestado, y reacciona con violencia para defender su miseria: laqad háqqa l-qáwlu 'ala ákzarihim fahum la yúminún, "han sido sentenciados la mayoría de ellos, y no se abrirán al Imán".

        Esta terrible frase viene reforzada por el uso de la partícula "láqad" que confirma lo que indica después el verbo "háqqa l-qáwl", haberse realizado una decisión, un qáwl, una palabra definitiva; láqad háqqa l-qáwlu, podría ser traducido por: "ya se ha cumplido lo que ha sido dicho (contra ellos)", en realidad 'ala ákzarihim, contra la mayoría de ellos.

        Se ha realizado en ellos la sentencia de Allah falá yúminún por lo que no se abrirán a tí, no te aceptarán, no te escucharán, porque han sido bloqueados por Allah. Ellos, los gháfilún, los indolentes, los káfirún, los que niegan el Islam, se han cerrado en sí mismos, se han ido alimentando de ghafla y kufr, han ido oscureciendo sus corazones hasta hacerlos impenetrables. La mayor parte de ellos no podrán recuperar su estado natural de Imán, de apertura hacia Allah. La sentencia de Allah (el qáwl), es decir, la imposibilidad de recibir el Islam, se cumple irremediablemente en aquellos que han destruido completamente su humanidad, quienes se han sumido de forma total en la ghafla hasta perder la voluntad libre: son los destructores de la vida, los corruptores de la creación. La frase da una dimensión absoluta a esta realidad constatable (evidente en el hecho de que Muhammad (s.a.s.) es rechazado por los kuffár), una dimensión que la sitúa de modo terrible en el espacio de Allah donde todo es eterno: láqad háqqa l-qáwlu 'ala ákzarihim fáhum la yúminún, "han sido sentenciados la mayoría de ellos y no se abrirán al Imán".

        Continúa el texto manteniendo esa dimensión absoluta y trascendente de los hechos constatables en la realidad, realidad a la que debía enfrentarse  Sidna Muhammad (s.a.s.). Describe de la siguiente manera a los sumidos en la ghafla (la apatía y la dejadez) y el kufr (la negación y rechazo a lo que Allah ofrece al ser humano) : ínná ya'alna fi a'náqihimu aghlalan... "hemos puesto en sus cuellos cadenas". De nuevo la partícula de intensidad "ínna" al principio da un carácter rotundo a la afirmación; Allah habla utilizando un plural mayestático: ínna ya'alna , ciertamente, Nosotros hemos colocado, fi a'náqihim, en sus cuellos, aghlál, cadenas. Estas cadenas que sujetan sus cuellos les impiden moverse con libertad, es más fahía ila l-adzqáni, "les llegan a los mentones", "obligándoles a echar la cabeza hacia atrás" fahum múqmahún. El múqmah, el que va atado de esta manera, no puede ver lo que tiene delante. Las cadenas (aghlál) que llevan en los cuellos (a'náq) hasta los mentones (adzqán) los inutilizan por completo. Este estado en el que se encuentran es, simultáneamente, obra de ellos y voluntad de Allah, porque toda realidad tiene esa dimensión trascendental a la que nos referíamos.

        Pero aún hay mas, y la descripción continúa: wa ya'alna min báini aidíhim súddan wa min jálfihim súddan... "y hemos puesto ante ellos una barrera y detrás de ellos una barrera", están completamente aislados, ni nada llega a ellos ni ellos llegan a nada, encerrados en sí mismos, separados de la existencia por una barrera (sudd) que tienen por delante (min báini aidíhim) y por detrás (min jálfihim) ; se ha apoderado de ellos el ego (el nafs), faaghshaináhum, "les hemos tapado los ojos", les hemos cubierto el rostro con un velo (o bien, se puede traducir: les hemos hecho que se desmayaran), es decir, han perdido el sentido, fahum lá yúbsirún, "y ya no ven". Jamás llegará el Islam a sus corazones, han sido apartados y privados de todo bien.

        Hay en todo esto algo espeluznante: si bien se trata de la descripción metafórica de unos rasgos psicológicos que, asociada al contexto, da a entender que su propia maldad los ha inutilizado, los ha hecho impermeables a la luz del Islam, la presencia de Allah actuando en ellos ofrece ese otro enfoque que la sitúa en coordenadas que nos resulta difícil de entender, pues esa simultaneidad de causa y efecto, y Allah como causa última, sólo puede ser comprendida en una intuición profunda del Tawhid, la Unidad que lo rige todo, que lo gobierna todo, aunque se manifiesta de mil modos. A nosotros sólo nos cabe buscar refugio junto a Allah.

        Estando todo relacionado en última instancia con la voluntad antigua de Allah wa sawáum 'aláihimu aándzartahumu am lam túndzirhum la yúminun, "da igual que les adviertas o no les adviertas, no se abrirán al Imán", pues en lo esencial, en lo que sólo Allah alcanza y no ha sido dado a penetrar por el hombre, ahí donde sólo Allah sabe, ellos han sido condenados a ser así, condenados por su propia naturaleza, por sus obras, sus intenciones, por sus corazones que ellos mismos han destruido antes de que existieran. Quienes se han destruido a sí mismos de ese modo sawáun 'aláihimu aandzartahumu, (les) da igual que les adviertas, am lam tundzirhum, o que no les adviertas (toda la frase puede ser traducida en pasado), la yúminún no se abren al Imán, porque sus corazones han sido consumidos. El Indzár, el aviso apremiante, la advertencia, no crea corazones en quien no los tiene, sino que los despierta en aquellos que necesitan estímulos, que intuyen pero necesitan un empuje.

        A ellos se refiere ahora el texto: innamá túndziru man ittába'a dz-dzíkra wa jáshia r-rahmána bil- gháibi... "sólo puedes hacer que tus advertencias lleguen al que sigue el Recuerdo y teme al Rahmán en secreto".

El Indzár, el aviso de Allah, la llamada con la que urge al ser humano, cumple su función en el que es descrito en estos momentos: man ittába'a dz-dzikra, quien sigue la senda antigua del Recuerdo, el Dzikr, el que quiere volver a recordar a su Señor Verdadero, y escucha atentamente, y abre completamente su corazón: éste es en el que el Corán opera sus prodigios; es el que sigue el Dzikr, el que está atento  y pendiente de Allah, el que está vivo (ya hemos visto que Dzikr es lo contrario de Ghafla). Dzikr es sinónimo de Corán. Y también dice: wa jáshia r-rahmána bil-gháib, el que teme al Rahmán en el secreto.         El verbo jáshia, temer, realmente significa "sentir una fuerte emoción al recordar a Allah, recuerdo que despierta la conciencia de nuestra pequeñez ante su grandeza, y por tanto es una emoción que sobrecoge". A este temor se le llama jáshia, igual que el verbo. Tener jáshia ante el recuerdo del Rahmán, el que es la fuente de todo lo que disfruta la existencia, eso es otra de las cosas que definen a aquél en el que surte efecto el Indzár del Rasûl (s.a.s.), pero se exige sinceridad en esa emoción: bil-gháib, en lo secreto, en lo mas íntimo, ahí es donde debe estar la jáshia del Rahmán, porque también es en lo mas recóndito donde la presencia de Allah es mas arrebatadora.

        Es éste man ittába'a dz-dzikra wa jáshia r-rahmána bil-gháibi, el que sigue el Recuerdo y teme al Rahmán en lo secreto, en lo mas interno de sí mismo, aquél al que llega el Indzár, el aviso del Corán; así, pues, fabashshirhu bimághfiratin wa áyrin karím, "anunciándole mághfira y ayr generoso", alégralo comunicándole que Allah le evitará las consecuencias de sus torpezas, que le evitará  el sufrimiento que se haya provocado a sí mismo, y que sus errores serán olvidados, todo ello es la mághfira de Allah, su perdón y tolerancia, pues la voluntad de ese hombre es hermosa y su intención es recta; y por otro lado, sus esfuerzos serán recompensados, se verán acrecentados los frutos del bien que haga, y su bondad y mérito redundarán a su favor, y ese es el ayr de Allah, su recompensa. Mághfira y ayr es lo que el Rasúl debe comunicar a los rectos, y se convierte así en Nadzír (el que comunica advertencias) y en Bashír (el que comunica buenas noticias), y ¿qué mejor noticia (bushra) hay que la inmensa generosidad (káram) de Allah ?. El káram de Allah se manifiesta de mil modos distintos, en el individuo y en su nación, en él y en sus descendientes, en su tiempo y en su espacio.

        Dijimos al principio que el Corán es tançílu l-'açíçi r-rahím, Revelación del Áçíç-Rahím, aquél cuyo poder es manifiesto (su 'Içça se expresa, por ejemplo, "contra" los kuffár, los que rehúsan su bondad y se declaran enemigos del Islam), y es a la vez el que ama lo que ha creado y lo propicia (su Rahma se evidencia en los múminín, los que la buscan y aceptan el Islam). Esta doble dimensión, estos dos aspectos de Allah, se sintetizan en su Unidad absoluta, siendo la realidad en la que vivimos expresión de sus modos, y debemos entender que todo es deseo de vida. Dice el Corán a continuación: ínná nahnu núhyí  l-máwtá, "Nosotros damos la vida a los muertos", donde Allah habla en plural mayestático y utiliza la partícula de refuerzo "ínna", como si dijera: ciertamente, soy Yo quien da vida a los muertos (máwta).

        El Corán es enormemente expresivo en árabe y las traducciones sólo pueden pretender ser un pálido reflejo, siempre insuficiente y muchas veces confuso. Es como si hubiera dos lenguajes paralelos: uno hace referencia a la realidad que el hombre constata en su existencia inmediata; el otro lenguaje, mucho mas profundo, remite a una experiencia en la Trascendencia absoluta, en el Quds de Allah, donde todo tiene una dimensión especial. Las palabras ínná nahnu núhyí l-máwtá pueden entenderse como un resumen definitivo de lo anterior: Allah, con la Revelación del Corán, devuelve, para bien o para mal, la vida a los seres humanos que hasta entonces estaban como muertos. El Corán los ha desafiado, los ha removido en sus cimientos, los ha hecho agitarse, es decir, los ha devuelto a la vida, y cada uno expresa ahora con nitidez lo que hay en su naturaleza, sea bueno o malo, lo que haya en ella, sea kufr o Imán. La otra dimensión de lo mismo sitúa la acción ante Allah, y se trataría ahora de al-Ajira, lo que hay después de la muerte física. Ahí se reproduce el fenómeno y es donde todo tiene su aspecto eterno, ahí es donde lo vivido tiene su reflejo fuera del tiempo y el espacio, ahí es donde la condena de los káfirs se convierte en un hecho, en una realidad espantosa, y donde la mághfira y el ayr de los múminín tiene toda su plenitud, su realización más absoluta. Se trata de un espejo en el que hay cierta inversión: mientras que en nuestra vida física, el tormento que la ghafla hace padecer a los kuffar, y la mághfira y el ayr de los múminín, son esencialmente "espirituales" por llamarlo de alguna manera, mientras que tras la muerte, es decir, tras la vida física, en un ámbito mas "espiritual", adquieren por el contrario los matices de una vivencia tremendamente intensa, semejante a nuestra experiencia material de las cosas.

        Continúa el texto diciendo: wa náktubu má qáddamú wa azárahum, "y anotamos cuanto han hecho y sus consecuencias", todo queda escrito, fijado, registrado, por Allah, nada de lo que es o hace el hombre es olvidado, todo tiene sus consecuencias, deja sus vestigios (azár); las obras de los seres humanos, sus intenciones y realizaciones, todo "lo que han puesto por delante" (má qáddamú), tiene esa dimensión que las trasciende, tiene sus azár, sus huellas y vestigios, queda todo como impreso, wa kúlla sháiin ahsaináhu fi imámin mubín, "todas las cosas las hemos censado e un Libro Claro", el Libro Claro, aquello a lo que el texto llama al-Imám al-Mubín, es la Ciencia Eterna de Allah, su conocimiento que no depende  del espacio ni del tiempo, ahí es donde todo está censado, registrado, de modo claro e inequívoco, y ese saber solo le pertenece a El, sólo es suyo. Toda cosa (kull shái) está ahí, nada hay fuera de la Ciencia de Allah, nada se pierde, ni nada deja de tener su consecuencia en esa dimensión trascendental de la realidad, en el al-Ájira.


wádrib lahum mázalan as-hába l-qáriati idz yâaha l-mursaluna 13/ idz arsalná iláihimu znáini fakaddabúhumá fa'aççaçná bizálizin faqálú inná iláikum mursalún 14/ qálú má antumú illá básharun mizluná wa má ánçala r-rahmánu min shái-in in ántumu illá takdibún 15/ qálú rábbuná yâ'lamu inná iláikum lamursalúna 16/ wa má 'aláiná  illa l-balághu l-mubín 17/ qálú inná tatayyarná bikum lain lam tantahú lanaryumánnakum wa laayamassánnakum minná 'adzábun alím 18/ qálú táirukum ma'akumú a in dukkirtum bal antum qáwmun musrifún 19/.

 

Y proponles un ejemplo, las gentes de la ciudad cuando hasta ellos llegaron los mensajeros 13/ les enviamos a dos, y los declararon embusteros, y los reforzamos con un tercero, y dijeron: ciertamente, os hemos sido enviados 14/ dijeron: "no sois sino seres humanos como nosotros; el Rahman no ha revelado nada; no hacéis sino mentir" 15/ dijeron: "Nuestro Señor sabe que os hemos sido enviados" 16/ y no debemos sino hacer una transmisión clara" 17/ dijeron: "presagiamos un mal augurio en vosotros; si no os detenéis, os lapidaremos y os alcanzará un tormento doloroso que nosotros os procuraremos" 18/ dijeron: "de vosotros depende vuestra suerte, ¿es porque os hacemos recordar?, pero no sois mas que un pueblo sin medida" 19/.


        En el Corán al-karim abundan los relatos: suelen ser breves, precipitados, al igual que destellos fugaces, como imágenes repentinas que aparecen para ilustrar algún aspecto de un tema tratado. No interrumpen el hilo conductor del texto, sino que se insertan en él, le dan vida y forma. Y algo muy importante: para evitar que la narración desvíe la atención del lector hacia lo anecdótico, para evitar la posibilidad de que lo convierta en un objeto literario, el Corán suprime todo lo accesorio, todo lo superfluo, para entrar de lleno en el enigma, en el corazón del relato, en su dimensión eterna; apenas aparecen datos que pudieran situarlo en el espacio  y en el tiempo, con frecuencia se omiten hasta los nombres de los protagonistas, son personajes anónimos que, precisamente por serlo, posibilitan una comprensión profunda y absoluta de "lo que Allah quiere decir". Los relatos pretenden impresionar al lector con algo que no le es habitual, con la referencia directa a las "esencias" de los acontecimientos; lo "golpea", es decir, quiebra sus recursos, lo desnuda y lo enfrenta a un hecho para que aprenda a reconocer el discurso de Allah, un discurso que no atiende a los fenómenos en su formalidad sino que expresan sus realidades, precisamente aquello que se pierde  cuando se convierten en literatura o Historia. Los relatos del Corán son, pues, eso: relámpagos repentinos y evanescentes que iluminan lo que normalmente queda a la sombra, son palabras y expresiones ligeras que, por querer desvanecerse enseguida, llaman poderosamente la atención sumiendo al lector en una perplejidad llena de matices y enseñanzas, son fulgores entrecortados que no desean en ningún momento ser recreo del lector, sino convertirse en auténticos "golpes" que lo despierten de su sueño, de su entretenimiento, de su despiste: wádrib lahum mázalan, "proponles un ejemplo", literalmente, el verbo que se emplea (dáraba-yadrib) significa "golpear, pegar"... el mázal, el ejemplo, la parábola, el arquetipo, es la herramienta con la que el Corán quiere sacudir al lector, sorprenderle y conmocionarle. El mázal del Corán no es una historia sagrada, no es algo dado a la fe y a la credulidad del hombre, no es un dato que pretenda ser objetivo; su meta no es la de "salvar" a través de un acto de fe en él, su intención es otra, aparece en el texto como si fuera una visión que solo el corazón es capaz de desentrañar, de interpretarlo verdaderamente, que solo los sentimientos que genera son capaces de alcanzar su significado último.

        Comienza el mázal: wádrib lahum mázalan as-hába l-qáriati id yâaha l-mursalún, "relátales el mázal de las gentes de la ciudad cuando hasta ellos llegaron los mensajeros". Ni un solo nombre, ni una sola especificación que nos ayude a situar en algún lugar o momento los sucesos del mázal. No obstante, algunos historiadores musulmanes, con ayuda de algunos hadices, han querido reconocer la ciudad (qária) y la han situado en Antioquía, y han detectado una referencia en los Hechos de los Apóstoles 11-27 y 21-10.  En cualquier caso, el Corán renuncia a proporcionar datos, con lo cual su significado se universaliza ante el lector: las Gentes de la Ciudad (as-háb al-qária) reciben a los mensajeros de Allah (al-mursalún); llegan hasta una ciudad sumida en el sueño de la ghafla, del descuido, trayendo noticias de Allah, despertándola de su negligencia.

   La llegada de los mursalún crea un desorden inmediato, una agitación que amenza a la ciudad en su estabilidad: id arsalná iláihimu znáini fa'aççaçná bizáliz, "les enviamos a dos, y los reforzmos con un tercero". Allah habla utilizando un plural mayestático (arsalná, "nosotros enviamos" y 'aççaçná, "reforzaos"); todo fue dispuesto para que la voz de los mursalún fuera bien oída: al principio eran dos mursalún, y se añadió un tercero a su número, para que entre ellos se sostuvieran: en otros casos, los mursalún van acompañados de prodigios o mu'yiçát, causa de asombro y perplejidad, capaces de remover a los seres humanos en sus cimientos, que es lo que se pretende. Lo importante es que Allah no deja sin recursos a sus mensajeros: son poderosos, fuertes, semejates a fulgores internos.

        Los enviados se presentan ante las gentes de la Ciudad, faqálu inná iláikum mursalún, "y dijeron nosotros os hemos sido enviados". Las palabras son firmes, claras y suficientes, reforzadas por la partícula introductoria ínna: ciertamente, nosotros os hemos sido enviados. No hay titubeos en los mensajeros de Allah. El Indzár, el aviso y la llamada de Allah, el "golpe" inesperado con el que suscita vida entre los seres humanos es de una contundente intensidad y pone inmediatamente en pié a la Ciudad y sus habitantes, a la totalidad del hombre. Es así como Allah urge al ser humano y lo despierta del sueño de su ghafla.

            El Nafs, el ego, ata al ser humano a las cadenas de la ghfla que lo adormecen en la comodidad de la autocomplacencia. El Nafs encuentra descanso en la pereza, la apatía, en los resultados inmediatos, y se declara enemigo de lo inquietante. Por eso mismo, las Gentes de la Ciudad, los as-háb al-qária, no tardaron en encontrar excusas ante el Indzár de Allah: qálú má antumú illa básharun mízluna, "dijeron: no sois mas que seres humanos como nosotros", es decir, sois semejantes a nosotros, ¿por qué habríamos de aceptaros?. Los mursalún son báshar, seres humanos, iguales que aquellos a los que se dirigen, y es por ello por lo que el hombre puede "entender a Allah": El le envía como portavoces suyos aquello que puede percibir por existir analogía entre el mensajero y el receptor del mensaje, aunque los mensajeros sean siempre "los mejores de entre los hombres". Pero el Nafs inventa patrones para Allah, quiere someterlo a sus ilusiones, a su lenguaje y a su entendimiento de un sentido de la trascendencia elaborado por el mismo. El Nafs no desea realmente conocer a Allah sino que se cumplan sus expectativas. Ama los enredos, no porque sea sincero, sino para justificar finalmente su indolencia, su ghafla.

   Los portadores del aviso de Allah (Indzár), los mursalún, son báshar (seres humanos): son claros, entendibles por el ser humano, pero el Nafs siempre los encuentra escasos e insuficientes, por ello, Allah no deja de reforzarlos (bizáliz, con un tercero). Pero los as-háb al-qária, las Gentes de la Ciudad, dijeron algo mas: wa má ánçala r-rahmáni min shái, "y el Rahmán no revela nada", porque confunden al Rahmán que no deja de manifestarse con sus ídolos grotescos e inútiles. El ego, el Nafs, aísla por completo al ser humano, lo incomunica haciéndole perder el sentido del Tawhid, de la Unidad que lo armoniza, lo conecta y lo enlaza todo. Y crea para el ser humano dioses bajo esa medida. Por ello, el Nafs no entiende al Rahmán que todo lo posibilita, que todo lo propicia, que está siempre presente y no deja de susurrrar en los corazones de las criaturas. El dios de los hombres no es el Rahmán, porque ese dios es producto del Nafs, mientras que Allah absoluto Creador, Rahmán, está fuera del poder del ego. El dios del Nafs es la culminación de sus maquinaciones que sumen al hombre en la indolencia de la soledad del ser aislado, es un dios para satisfacer al Nafs.

        Por último, las gentes de la ciudad dijeron: in antum illá takdzibún, "no hacéis sino mentir", y así zanjan la cuestión. Acusan a los mursalún de proferir mentiras (kádzib), de ser falsarios, les buscan segundas intenciones, porque les han causado confusión. Evitan de este modo comprometerse, se desentienden por completo, para no tener que renunciar a sus seguridades. In antum illá takdzibún, "no hacéis sino mentir", cuando lo que se les está mostrando es la Verdad que gobierna el Universo. Y es así porque los kuffár confunden la verdad con la mentira y la mentira con la verdad.

         La misión del Indzár y de los mursalún, sus portadores, la misión del aviso y de los avisadores, es afirmarse y transmitir, en servir de puentes sólidos, qálú rabbuná yâ'lamú inná iláikum lamursalúna wa ma 'aláiná illá l-balághu l-mubín, "dijeron: nuestro Señor sabe que nosotros a vosotros hemos sido enviados y no debemos mas que hacer una transmisión clara". Los mursalún, los mensajeros, son aquellos que llegan al hombre, a las naciones, desde Allah; y son báshar, seres humanos, es decir, son "reconocibles". El hombre, el Insán, descubre a Allah, -que es un profundo sentido de trascendencia,- en todo lo que le conmueve, en todo lo que le sirve de Recuerdo, de Dzikr, apartándolo aunque sea por sólo un instante, de la ghafla, de la apatía de la existencia. Los mursalún son siempre firmes en sí: ínná iláikum lamursalún, "ciertamente, nosotros a vosotros, efectivamente, somos enviados", usando los recursos de refuerzo que ya conocemos. Y ante las acusaciones de ser mentirosos, se remiten a la fuente misma que los alimenta y alimenta a todos los seres humanos: rábbuna yâ`lamu anná iláikum lamursalún, "nuestro Señor lo sabe, sabe que nosotros a vosotros hemos sido enviados", se remiten al Rabb, al Dueño absoluto que todo lo rige, presente en cada realidad, presencia de Allah, presencia unitaria que es soporte de la existencia entera; es como si dijeran a los as-háb al-qária, las gentes de la ciudad: volveos hacia el Rabb, nuestro Señor y vuestro Señor, y en El encontrareis la confirmación de lo que decimos, no es en el Nafs donde está la prueba, sino en Allah mismo, presente con su poder en nosotros y en vosotros, y sabed que si no lo haceis así má 'aláiná illá l-balághu l-mubín, "no nos corresponde a nosotros mas que ofreceros una exposición clara, un balágh mubín", no tenemos ninguna potestad sobre vosotros, sólo vuestro corazón es capaz de transformaros y transformar vuestra realidad, a él va dirigido el Indzár de Allah, y nosotros sólo podemos aconsejaros para que os abráis a Allah y os abráis a todo lo que El os posibilita, a todo lo que el Rahmán puede realizar en vosotros. Los mursalún son portadores de un aviso poderoso capaz de despertar al dormido, pero no pueden obligar porque el corazón, el qalb, sólo está en manos de Allah y solo El llega hasta sus profundidades y solo El se asoma a lo insondable del corazón humano. Es el hombre avisado al que corresponde responder a la llamada, profundizar en sí mismo, presentarse en su propio corazón para descubrir al siempre presente. El Indzár, los mursalún, llegan para inquietar, para desafiar, para precipitar los acontecimientos, para obligar al ser humano a posicionarse, para hacerle aflorar lo que lleve dentro, sea Imán o sea Kufr, para que la realidad de cada uno se manifieste plenamente, pues al crear Allah quiso "que todo lo que está adentro salga afuera". El Indzár obliga a "expresarse", los mursalún provocan esa tensión, esa lucha.

        El Corán es Balágh Mubín, una exposición clara: cada una de sus frases, cada una de sus palabras, cada letra y cada sonido, es como si fuera un emisario de Allah, un múrsal portando un Indzár. Recitarlo es abrir las puertas del Corazón, acompañar cada sonido con la estricta atención que requiere es realizar con ese múrsal el viaje hacia su destino; la frecuencia y la intensidad permiten al emisario realizar su misión, efectuar su prodigio. Memorizar la aya, el signo, es guardar definitivamente en el pecho el mensaje de Allah. Con cada lectura, con cada recitación, se actualiza el fenómeno de la profecía, se repite el proceso y se hace efectiva su acción trascendental. Por ello se ha dicho que la lectura y memorización del Corán tiene su ayr 'indallah, su recompensa y efecto junto a Allah.

        La palabra kufr significa, en primer término, "ingratitud", y también significa "ocultar, tapar, encerrar algo evitando que fructifique". El káfir es el que niega a Allah, mejor dicho "no se abre a El"; disfruta de lo que Allah ha proporcionado a la Creación, la existencia y la vida, pero no utiliza éstas como trampolín hacia la plenitud de la creación, la existencia y la vida. El káfir se detiene, se conforma con lo que compartimos con los animales y se niega a realizar aquello para lo que hemos sido creados que es el califato, es decir, crecer en humanidad. El káfir no es que niegue la existencia de Allah, sino que ésta no le sirve de nada, y entonces interpreta la existencia en términos de idolatría. Incapaz de "entender a Allah", incapaz de trascender, inventa dioses, y estos dioses son los que le hunden definitivamente, lo ciegan. Aparece entonces una visión falsa de la vida, una interpretación guiada exclusivamente por los instintos e inclinaciones del Nafs que bloquea la inteligencia y el corazón humanos haciéndolos inoperantes. Actuando así, el Nafs se revela a sí mismo como un auténtico tirano que se apodera del ser humano; son la arrogancia y la vanidad como mecanismos suyos para afrontar la existencia. Aislado en su ego, el hombre se hace destructor de sí mismo y de cuanto lo rodea, porque el Nafs y su producto, el Kufr tienen el pecho estrecho. El Káfir no acepta ser cuestionado, porque carece de verdaderos argumentos. Cuando se ve amenazado por el Indzar de Allah, cuando es inquietado en la indolencia de su ghafla, reacciona con lo que es qálu inna tatayyarná bikum, "dijeron: presagiamos un mal augurio en vosotros", recurriendo a la superstición para exorcizar la presencia de los mensajeros de Allah. La superstición consiste en mitificar y divinizar hechos aislados, conferirles cualidades de las que carecen: es propio de la mentalidad idolátrica del káfir que ha renunciado a contemplar la unidad y unicidad de Allah que excluye a los dioses de los hombres, que descarta el mundo fragmentado del kufr. El texto se refiere en concreto a la costumbre de observar en el vuelo de los pájaros la suerte que aguarda al ser humano (es a lo que se refiere el verbo tatayyara, que viene de táir, "pájaro"). El destino sólo está en manos de Allah y el hombre sólo debe temerlo a El, y temer a Allah significa buscar refugio en El contra todo aquello que lo atemorice, pues sólo en El está la fuerza que todo lo rige.

        Si el conocimiento de los kuffar es "ignorancia" (superstición), la acción que resulta de esa forma de contemplar la existencia sólo puede ser agresión (yahl, ignorancia, en oposición a hikma, sabiduría, de cada una de ellas brota una forma distinta de actuar en el Universo). Por ello, se dirigen a los mursalín con amenazas: lain lam tántahu lanaryumánnakum, "si no os detenéis os lapidaremos", es decir, si no dejais de importunarnos, acabaremos con vosotros arrojándoos piedras (que son nuestra brutalidad) hasta enterraros (hasta haceros callar y desaparecer): lain lam tántahu, literalmente, si no acabáis, si no dejáis de hacer lo que estáis haciendo, que es alarmarnos e inquietarnos; y la segunda parte de la frase está intensamente reforzada lanaryummánnakum, "ciertamente, sin dudarlo, os lapidaremos" (del verbo ráyama-yaryum, lapidar, de donde rayím, lapidado, que se dice de Shaytán, pues mientras el sabio lapida enterrando a Shaytán bajo escombros, el káfir quiere hacerlo con el mursal que llega hasta él para su bien).

        Los kuffar siguen hablando: wa layamussánnakum minná 'adzábun alím, "y os alcanzará un tormento doloroso (que nosotros os procuraremos)". Literalmente, layamussánnakum, usando los mismos recursos de intensidad que el verbo anterior, significa "os tocará" (de mássa-yamúss, tocar), es decir, "sentiréis" a nivel de vuestra piel, un castigo o tormento doloroso ('adzáb alím). En todas estas expresiones hay una inversión absoluta: aquello con lo que Allah amenaza en su Indzar a los Kuffár, ellos lo usan contra los mursalún, y es porque se ha producido la confusión: ellos no ven la verdad, no saben que son ellos los que están en manos de Allah, y hablan precisamente dando testimonio de lo que son: fuego e ira, el castigo de Allah que en ellos prefigura lo que les aguarda tras la extinción de sus vidas (si se conocieran a sí mismos, si volvieran sus miradas a sus corazones, lo comprenderían y podrían remediarlo, pero están cegados por el ardor del fuego que hay en ellos). La ignorancia y la violencia de los kuffár es la manifestación externa de sus naturalezas internas, -Allah nos libre de las brasas que haya en nosotros-.

        Ese fuego interno, distinto de la luz interna del sabio, destruye cuanto lo rodea, mientras que el sabio ilumina. Por eso, los kuffár pretenden castigar la "piel", porque ellos son nafs.        

     Los mursalún respondieron a los kuffar: qálu táirukum ma'akum, "dijeron: de vosotros depende vuestra suerte", literalmente "vuestro augurio (pájaro) os acompaña, está con vosotros"; es la respuesta que conviene a las palabras primeras que pronunciaron los kuffar ("presagiamos un mal augurio en vosotros"). Con breves palabras, táirukum ma'akum, los mursalún dicen a los kuffar que sus creencias supersticiosas no son mas que excusas para no tener que oir ni ver, pues su suerte y su destino dependen en verdad de sus intenciones y de sus acciones, de sus esfuerzos; la Voluntad de Allah se cumple a través de ellos mismos, cada criatura es responsable y soberana ante su Creador, y ésta es la verdad que debe bastar a cada ser humano, y moverle a estar atento, a abandonar la pereza de la ghafla.

        En cuanto a la actitud amenazante y agresiva, los mursalún dijeron: a in dzukkirtum, "¿acaso es porque se os hace recordar?", es decir, reaccionáis con violencia porque os estáis defendiendo contra el recuerdo de Allah, porque queréis evitar que despierten vuestros corazones, porque vuestro Nafs está alarmado, por ello es por lo que respondéis con brutalidad.

Tanto en la primera actitud, el recurso a la superstición indicio de ignorancia, como en la segunda actitud, el recurso a la agresión indicio en el exterior de esa ignorancia interior, en ambas posturas, los kuffar están fuera de lo que es aconsejado por los mursalún a los seres humanos, y lo que aconsejan es Imán (conciencia y sabiduría) y 'ámal sálih (obra recta), la acción que corresponde al Imán.

        Allah ha creado al ser humano y ha dispuesto en él las facultades del Nafs para que desde la conciencia de sí mismo se vuelva a su Creador-Uno, pero el Káfir "ha malgastado" esas energías, las "ha despilfarrado", las usado contra aquello para lo que han sido creadas, por eso los mursalún apostillan diciendo: bal antum qáwmun musrifún, "pero sucede que sois un pueblo sin medida", sois un qáwm, pueblo, gente, que sois musrifún, es decir, que va mas allá de lo justo, plural de musrif, despilfarrador, el que malgasta algo que tiene. Tanto interna como externamente sois musrifún, en vosotros mismos y en vuestras acciones, todo en vosotros revela despropósito y carencia de mesura.

 

wa yâa min aqsa l-madínati ráyulun yâs'a qála yâ qáwmi ttábi'ú l-mursalína 20/ ttabi'u man la yas-álukumu áyran wa hum muhtadún 21/ wa má lia la á'budu l-ladzí fátarani wa iláihi turyâ'un 22/ aáttajidzu min dúnihi álihatan in yuridni r-rahmánu bidúrrin la túghni 'anni shafá'atuhum shái-an wa la yunqidzún 23/ ínnia ídzan lafi dalálin mubín 24/ ínnia amantu birábbikum fásma'ún 25/ qíla djulil-yânna qála yâ láita qáwmi ya'lamúna 26/ bimá gháfara li rábbi wa yâ'alani min al-mukramín 27/ wa má ançalna 'ala qáwmihi min ba'dihi min yúndin min as-samái wa ma kúnna munçilín 28/ in kánat illá sáihatan wáhidtan faidá hum jamidún 29/

 

"y vino de lo mas recóndito de la Ciudad un hombre, (y vino) con ansias, esforzadamente, dijo: oh, pueblo mío, seguid a los mensajeros 20/ seguid a quienes no os piden una recompensa y están bien guiados 21/ ¿por qué no habría yo de allanarme ante el que me ha conformado? a El es a quién seréis devueltos 22/ ¿es que voy a tener a parte de El álihas? si el Rahmán quisiera causarme algún mal, de nada me serviría su intercesión ni me salvarían 23/ estaría yo entonces en un error manifiesto 24/ yo me he entregado a vuestro Señor, ¡oídme! 25/ fue dicho: entra en el Jardín, dijo: ojala mi pueblo supiera 26/ aquello con lo que mi Señor me ha disculpado y me ha hecho de los glorificados 27/ y no hicimos descender sobre su pueblo después de él un ejército del cielo, no debíamos hacerlo descender 28/ sólo fue un único grito, y ya quedaron inertes 29/
 

        Empezaba la Sura hablándonos de la fuerza del Tançíl, de la Revelación que es transmitida por los mursalún, los mensajeros de Allah, que llegan a los hombres para comunicar el Indzar, la advertencia que los golpea haciéndolos despertar del sopor de la Ghafla, la desidia del olvido. El Aviso de Allah se encuentra con los Kuffár, descritos con dureza en una imagen que sugiere una arrogancia sin sentido: aparecen bajo la forma de seres orgullosos con la cabeza erguida, pero el Corán nos advierte que esa postura se debe a que están atados, a que en sus cuellos hay poderosos grilletes, que son la ignorancia, que les hacen alzar a la fuerza los mentones; además, los kuffár son completamente ciegos porque están rodeados de muros que los aíslan de la realidad. Esos muros son sus mentiras que han levantado para protegerse de la inmensidad de la existencia de Allah. Hasta ellos llegan los mursalún, y ellos los rechazan y amenazan. Pero también en el principio de la Sura se nos sugería  que había quién pudiera despertar al Indzar, y era descrito como aquel que en su intimidad teme al Rahmán y espera el Dzikr, espera el momento en que se estimule su recuerdo, quiere oír hablar de Allah para responder; el Corán nos decía: innamá túndziru man ittába'a dz-dzikra wa jáshia r-rahmána bil-gháibi fabashshirhum bimághfiratin wa áyrin karím, "sólo es de utilidad tu Indzar para el que está pendiente del Dzikr y teme al Rahmán en lo mas secreto de sí mismo; a ese, anúnciale la dispensa de Allah y una recompensa generosa". Ya hemos visto los significados de cada una de estas palabras, ahora corresponde contemplarlo en la imagen del mázal, en la representación de la parábola.

        Seguimos en esa Ciudad, con los mursalún que acaban de mantener esa turbulenta conversación con los kuffár de las cadenas y las barreras. Es entonces cuando aparece un nuevo personaje, el Corán dice: wa yâa min aqsa l-madínati ráyulun yâs'a, "y vino de lo mas recóndito de la Ciudad un hombre, (y vino) con ansias, esforzadamente". Este hombre (ráyul), vino (yâa) de lo mas remoto (aqsa) de la Ciudad (madína), y vino con afán, haciendo un esfuerzo, es decir, corriendo, procurando alcanzar su objetivo (todos estos son significados del verbo yas'a). Estas palabras reflejan la intensidad de su deseo, pues le hace salir de lo mas profundo, de esa intimidad del gháib, de las honduras del ser y de la Ciudad. Este hombre ha oído la voz, la llamada (el da'wa) de los mursalún, y se ha alzado ( no puede seguir permaneciendo en la ambigüedad de su retiro), y ha empezado para él la hora de la lucha (como también ha empezado para los kuffár, aunque las posiciones son bien distintas).

        El hombre comienza a hablar: qála yâ qáwmi ttábi'ú l-mursalína, "dijo: oh, pueblo mío, seguid a los mensajeros", se dirige a su propia gente, pues él es uno de ellos, uno mas, y les ordena "seguir" a los mensajeros, a los mursalún. Los mursalún son los que están "entre Allah y el hombre", van y vienen; por lo tanto, seguidles y volveréis junto a Allah, junto a quién os ha creado y os mantiene, junto a quien es vuestro Dueño verdadero y es fuente de todos los esplendores: ttabi'ú man la yas-álukumu áyran wa hum muhtadún, "seguid a quienes no os piden una recompensa y están bien guiados" ellos no os piden un sueldo, una recompensa (ayr), nada a cambio de lo que os dan, pues son ellos precisamente los que os van a permitir alcanzar la recompensa de Allah (el ayr karím, el obsequio generoso); es Allah el que quiere ofrecer al hombre la grandeza y la inmensidad que hay en El, y no es el hombre el que pueda ofrecer nada a Allah; por ello, los mursalún nada piden, al contrario, abren puertas..., y además, son muhtadún, bien guiados, conocen los caminos, ellos son enviados, viajeros por sus caminos, peregrinos por las sendas de Allah, son imames. La raíz merece la pena que nos detengamos un instante: es H-D-Y, de donde viene "regalo" (hadía) y "guía" (hádi), y también "senda" (huda), y acto de guiarse (hidáya); el hádi es enviado como un regalo de Allah para los mundos (mahdi) y conoce los caminos, es un muhtadi, uno que está bien guiado y sirve de guía, de inspiración. El hombre que viene de lo mas escondido de la ciudad ha reconocido a los muhtadún (plural de muhtadi), desea y aconseja unirse a ellos, hacer con ellos el camino de vuelta hacia Allah. Los muhtadún son reconocibles porque muestran un camino claro y una meta clara, y no exigen nada a cambio, y son ejemplo y modelo de aquello a lo que aspira la Fitra, la naturaleza primordial de cada ser humano.

        Los mursalún son mensajeros de Allah a los corazones, responden a expectativas que hay en ellos. Son reconocidos por "lo mas recóndito e íntimo que hay en el ser humano", el gháib del hombre, su intimidad mas profunda, ahí donde sus percepciones no están condicionadas. Se trata de su Fitra, su naturaleza mas antigua. Y así, el hombre que vino de las profundidades, dijo a su gente: wa má lia á'budu l-ladzí fátarani wa iláihi turyâ'un, "¿por qué no habría yo de allanarme ante El que me ha conformado? a El es a quién seréis devueltos".  Esto es lo que vienen a enseñar los mensajeros de Allah y que el hombre encuentra en sí mismo como un hecho natural (pertenece a la naturaleza-fitra en la que Allah "me ha conformado"- fatarani): los mensajeros enseñan la 'Ibada, el allanamiento ante a Allah, la entrega absoluta a El para que El opere en nosotros las transformaciones de las que sólo El es capaz, derramando en nosotros su Rahma, su bondad posibilitadora de todas las grandezas. Es como si el hombre que vino de lo mas recóndito de la Ciudad (min aqsa l-madína) dijera: ¿qué es lo que podrá impedirme que me vuelva hacia mi Señor cuando ése es mi único destino pues no hay otro lugar al que dirigirse?. Sólo El existe; sólo las mentiras pueden desviar la atención del hombre hacia fantasmas que carecen de consistencia, y no queréis daros cuenta. Escuchad atentamente y sabed desde dentro de vosotros mismos, que no hay instante en el que no seáis "devueltos" a Allah: en El está vuestro soporte, El es la realidad que os sostiene, y es la meta final a la que os conducen todos vuestros afanes, ¿cómo podéis desaprovechar la oportunidad de alcanzar la plenitud del favor de Allah que os ofrecen los mursalún muhtadún?. Ahora, ese hombre se ha convertido en dá'ia, uno que convoca al resto, que llama a las gentes, las advierte, se convierte el mismo en aviso y advertencia de Allah, y dice: aáttajidzu min dúnihi álihatan, "¿es que voy a tener a parte de El álihas?", los áliha (plural de iláh) son las referencias que el ser humano tiene de la trascendencia. "Tener" aquí tiene el sentido de "adoptar", es decir, inventar : ¿ debería yo inventar álihas ? es decir, imágenes de Allah, que son los dioses de las religiones, y todo aquello en lo que el ser humano proyecta lo que es exclusivo de Allah y se somete a esas mentiras. Reprocha con estas palabras a sus conciudadanos el haber "adoptado" álihas : los acusa de haber inventado mentiras y, después,  de haberse sometido a ellas (y esos álihas son los muros entre los que están encerrados). El hombre se ha dado cuenta de ello y ya no desea seguir en esa prisión, busca el Iláh verdadero, el cual la iláha illa Huwa, no hay otro Iláh a parte de El, el que no es invención del hombre, sino Realidad absoluta. Y continúa diciendo en la misma frase: in yuridni r-rahmánu bidúrrin la túghni 'anni shafá'atuhum shái-an wa la yunqidzún, "si el Rahmán quisiera causarme algún mal, de nada me serviría su intercesión ni me salvarían". Inventar dioses de nada sirve, nada ante Allah tiene identidad alguna, y sólo cabe entregarse a El sin miedos ni reparos. El es el Uno junto al que nada hay. ¿ Para que inventar dioses e ídolos, si de nada son capaces ?: son productos del miedo y la desazón. Si Allah, el Verdadero, quisiera causarme un daño (durr), ¿ podrían ellos presentar una intercesión (shafá'a) cuando ni tan siquiera son reales ? ¿ podrían salvarme de aquello  que Allah quisiera para mí ?. Sólo en Allah hay Fuerza, Poder, y Verdad. Y ahora, después de haber inventado esas mentiras con las que quería protegerme, resulta que lo inmenso se me acerca a través de los mursalún para ofrecerme cobijo, no para maldecirme ¿ podría volverle la espalda ?, ¿ insistiré en la estupidez ?, ¿ seguiré inventando mentiras para complacerme cuando lo Verdadero se me muestra en su grandeza absoluta ?, ínnia ídzan lafí dalálin mubín, "estaría yo entonces en un error manifiesto", ciertamente estaría loco si continuara apegado a esos álihas, a esas imágenes falsas de Allah que inventé en mi soledad y que han creado muros a mi alrededor en lugar de alzarme. La frase es fuerte, utiliza los recursos de intensidad que ya conocemos (inna y la); además, el término dalal (error), significa "vagar en la incertidumbre, en las sombras", es decir, en la falta de claridad: estaría yo en un dalal cierto (mubín), como un vagabundo que carece de un camino y va "errando", a sabiendas, pues ahora me ha venido de Allah una claridad (el Tawhid). Tal vez también hubiera un momento en el que inventara mis dioses por amor a Allah, pero ahora necesito derribarlos porque quiero llegar a Allah Verdadero.

        Por último, el hombre se dirige a su pueblo (qáwm), con tono anhelante: ínnia amantu birábbikum fásma'ún, "yo me he entregado a vuestro Señor, ¡oídme!", ciertamente yo (ínni), amantu, me he dado, me he confiado a El, me he abandonado a El desde el principio, a El he buscado en los dioses, a El he ansiado en todo lo que he hecho, hacia El me he vuelto con ansiedad en mi gháib, en mi lugar secreto, y ahora es cuando contemplo su destello en su Unidad absoluta que no necesita de los disfraces de los álihas, ahora es cuando he comprendido que El es Uno sobre todas las cosas; ínnia amantu birábbikum, ciertamente, yo he deseado a vuestro Señor, porque sabed que El es Uno y el Mismo, el que todo lo rige con sabiduría que trasciende todos los entendimientos, con poder que está por encima de toda comprensión; así, pues, escuchadme con atención, oíd mis palabras, y volved conmigo al principio.

        Se trata del Imán, del amor apasionado hacia Allah que anida en los corazones, el Imán que Allah ilumina y hace fuerte y poderoso, capaz de vencer a los idólatras, el Imán de voz poderosa que supera las imágenes inventadas por el Ego para lanzarse al insondable océano del Amado verdaderamente, el objeto  del ansia del ser humano oculto tras los velos de los dioses que incapacitan al hombre, que lo aniquilan en la nada de la ilusión y la vanidad.

        Así es como el hombre ha dicho sus palabras, las ha lanzado al aire de la Ciudad, para que sean oídas.  

        En la siguiente escena el hombre que vino de lo mas profundo de la ciudad está en el Yanna de Allah: qíla djulil-yânna, "fue dicho: entra en el Jardín", ahora es shahíd, testigo, contempla directamente lo que le fuera inspirado por los mensajeros de Allah. Hay muchas formas de poder entender esto, todas ellas son posibilidades abiertas por el Corán, y todas no son en el fondo más que perspectivas distintas de lo mismo: el hombre ha alcanzado gracias a su Imán el placer supremo, el disfrute en el Jardín eterno de Allah, el grado alzado, el triunfo (faláh). El ser humano ha sido creado para ese Jardín, ese Yanna indescriptible a menos que lo sea con imágenes placenteras, que son expresión de la Rahma  absoluta de Allah y de su karám, su generosidad sin límites. En el Yanna está todo lo que el hombre desea y necesita, y en él está el goce y la plenitud a la que aspira e intuye en su naturaleza primordial (uno de los significados de la palabra Yanna, que alude al estado embrionario de todo lo creado, el momento de su paz). La idea del Yanna nos lanza hacia "la otra vida" (al-Ajira), es el mundo de la absoluta trascendencia, lo que sigue a la "muerte" entendiendo este término en un sentido amplio que incluye todos sus matices. El Yanna de Allah, el placer en su paz, es el anhelo de ese hombre, que desde esa morada, qála yâ láita qáwmi ya'lamuna bimá gháfara li rábbi wa yâ'alani min al-mukramín, "dijo: ojala mi pueblo supiera aquello con lo que mi Señor me ha disculpado y me ha hecho de los glorificados", que es una traducción lastimosa pero que intentaremos comprender. Desde su altura el hombre expresa su deseo de que su pueblo (qáwm) pudiera contemplar y sentir lo que él contempla y siente a causa de la mághfira (disculpa) y káram (generosidad) de Allah. El disfrute de la mághfira que es liberación: Allah lo ha liberado de los efectos de sus acciones pasadas (los dunub, actos que marcan negativamente el destino que aguarda a los seres humanos en la eternidad de Allah, entre ellos el peor de todos, el shirk o idolatría, el haber asociado ídolos a Allah, lo cual produce el efecto de no poder alcanzarlo jamás). Allah lo ha dispensado de todo ello con la mághfira que es el haberle abierto la posibilidad del Tawhid, el conocimiento y la acción en la conciencia de la Unidad de Allah. Y trás haberlo disculpado con la mághfira, ha derramado sobre él los bienes del káram (lo ha convertido en un múkram), es decir, lo ha hecho objeto de toda su bondad, enriqueciéndolo, glorificándolo, alzándolo. Eso es el Yanna: libertad y goce en lo imperecedero. Allah lo ha purificado de los ídolos y todos sus males, lo ha sumergido en el océano de su Unidad, el océano absolutamente rico de su Rahma y Káram, donde la bondad de Allah no se agota.

        La mághfira (la disculpa y la dispensa de Allah) y el Káram (la generosidad y nobleza de Allah) se manifiestan en ese hombre a causa de su aspiración. Este hombre aspiraba a Allah, aunque estuviera entre los kuffar: era uno de los que "estaban pendientes del Recuerdo y temían al Rahmán en lo íntimo", perdido entre las tinieblas del entorno que lo rodeaba, pero en él no dejaba de brillar la luz del Imán, el amor natural hacia Allah, Señor de los Mundos; a causa de ese amor se libró de los fardos del kufr, y pudo romper con grilletes y muros.       

        El Corán es un libro abierto, y esto siempre tendremos que tenerlo en cuenta. Toda traducción limitará siempre sus matices y significaciones últimas, los encerrará en un "tema" imposibilitando todo lo que sugiere el texto árabe. Podríamos volver a todo lo aprendido hasta aquí  desde un enfoque distinto, y los párrafos no quedarían desvirtuados. He aquí, a continuación, algunas claves:

        Allah envía su aviso, una inquietud, a una ciudad que es el cuerpo del ser humano. Ese Indzár es transmitido al principio por dos mensajeros: el Ruh, el Espíritu, y el Qalb, el Corazón y la sensibilidad. Ambos hablan desde su altura a los kuffar, las fuerzas del Nafs, el Ego, que son nuestras inclinaciones mas miserables que si bien nos permiten la vida, nos atan también al mundo, nos aíslan del Universo: son el miedo, la envidia, la avidez, el orgullo,...Estos  kuffar rechazan a los dos mensajeros, pero Allah los refuerza con un tercero que es el 'Aql, la Inteligencia; con la inteligencia, los mensajeros ya sí se hacen entender porque comparten cosas con los kuffar, ya que la Inteligencia les permite comprender el significado de las palabras del Ruh y del Qalb, pero a pesar de ello siempre son rechazados: ponen en aprieto al Nafs, al Ego, lo obligan a un esfuerzo que no desea realizar, por eso ven en ellos un "mal augurio". Sólo uno de entre los kuffar responde a la llanada de Allah: es Habib an-Nayyar, (nombre que da la Tradición musulmana a ese personaje)  Habib el Carpintero. Su nombre, Habib, significa "el que ama": él es el amor, la pasión, el deseo anhelante, una mas de esas fuerzas que hay en el ser humano, la única que es capaz realmente de trascender. Ese Amor era Carpintero, es decir, hasta entonces se dedicaba a esculpir imágenes del objeto que perseguía, creaba ídolos para satisfacer su ansiedad, y adoraba esas representaciones. Al llegarle la llamada de Allah, ha comprendido que eso era lo que realmente había estado siempre esperando. Destruye sus ídolos y se lanza a buscar al Verdadero, y lo encuentra, entra en su Jardín. Se ha librado de las mentiras, las ha dejado atrás, ha sido dispensado de todo ello y ahora está en el káram de Allah, disfrutando de su inmensidad.

         El Indzar va seguido de la destrucción. La corrupción de la Ciudad ha llegado a su extremo y es aniquilada, muere. Todo es consumido en la violencia de Allah. Rahma, Amor de Allah, y Ghádab, Ira de Allah, son los dos polos de la existencia entre los que se mueve el ser humano. La Rahma atrae hacia ella, pero el Kufr se inclina hacia el Ghádab, se aleja de Allah, y lejos de Allah sólo está su Ira: wa má ançalná 'ala qáwmihi min ba'dihi min yúndin min as-samái wa ma kúnna munçilín, "y no hicimos descender sobre su pueblo después de él un ejército del cielo, no debíamos hacerlo descender", con el uso del plural mayestático, Allah nos dice que el pueblo de ese hombre recto no fue destruido por un ejército (yund) que descendiera del cielo (samá), ello no era necesario. La aniquilación vino después de que ese entrara en el Jardín de Allah (se sobreentiende que murió a manos de su gente). Hay, pues, dos muertes: una en la Rahma de Allah, y otra en el Ghádab; una conduce a Allah, la otra aleja de El. Son la culminación de dos procesos anunciados: el hombre recto (ar-ráyul al-múmin), el amante, buscaba a Allah hasta que lo encontró; el Káfir, el que se aísla, acaba aislándose por completo tras su muerte, y el fuego de la desolación que lo consumía en vida se convierte en dolor sin límite, en sufrimiento en lo absoluto de Allah. La destrucción de los kuffar no es el resultado de una intervención milagrosa: in kánat illá sáihatan wáhidtan faidá hum jamidún, "sólo fue un único grito y ya quedaron inertes", murieron en un instante, desaparecieron en la fuerza de un grito, de una orden que estaba por encima de sus energías: sólo hubo un grito (sáiha) que lo colmó y lo ensordeció todo, y todo se hizo inerte (jámid), perdió la vida, quedó consumido, se diluyó en Allah.

        Para los sufies, la enseñanza es clara: cuando el amor, el deseo de trascender, vence las ligaduras y se alza hasta Allah, todo lo que deja atrás, las miserias del Ego, todo ello se extingue en el Recuerdo de Allah.

   El Nombre de Allah que sella los labios del que busca a su Señor es el grito que todo lo calma, la palabra que hace desvanecerse todo lo que no es Allah.

        El musulmán es un muyahid, un combatiente: lleva adelante los dos Yihads, las dos grandes luchas, la externa y la interna, porque ambas son expresión de lo mismo. El mundo exterior es reflejo del mundo interior. Lo que sucede dentro de cada hombre, sucede en su universo entero. Dentro de sí, libera la energía que busca a Allah, y en el mundo él es esa energía liberada que vence al kufr.

 

2ª parte