Turÿuman al-Ashwaq

El Intérprete de los deseos

 

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XXXII

 

La conversación tenida entre al-Haditha y al-Karkh

me trae a la memoria la adolescencia y juventud pasadas.

Me digo a mí mismo que en ella he pasado cincuenta peregrinaciones

y ahora parezco un pajarillo de nido por tan larga meditación.

Me recuerda los lugares de Sal' y Hájir,

me recuerda la adolescencia y juventud pasadas,

cuando conducía las monturas hacia los altos y las tierras bajas,

y frotaba 'afár con markh, encendiendo fuego para ellas.

 

 

XXXIII

 

Hablo a las palomas que arrullan en el boscaje

entre las ramas, con variados tonos de dolor,

y sin lágrimas lloran por su amante,

mientras lágrimas de tristeza manan de mis ojos.

 

Y pregunto con mis ojos abundantes

de llanto que delata mi sentir:

"¿Sabes algo de la que amo?

¿Ha reposado al mediodía a la sombra de tus ramas?”

 

 

XXXIV

 

Junto a las colinas, entre las montañas de Zarúd,

hay cazadores y leones bajo la apariencia de muchachas delicadas.

Se arrastran luchando y son hijos de la carnaza de guerra.

¿Cómo podrán los leones resistir a los ojos negros?

Sus miradas les atacan a traición, pero ¡qué buenas

son las miradas de las hijas de los cazadores!

 

 

XXXV

 

Tres lunas de todo adorno desnudas

 salieron veladas hacia Tan'írn.

Descubrieron sus rostros, soles en su luz,

y se detuvieron peregrinas de los santuarios,

anunciando su presencia.

Se acercaron caminando lentamente, como

la perdiz camina, con mantos rayados del Yemen.

 

 

XXXVI

 

¡Oh las tierras blandas de Nahd; bendita altura!

La nube rica en lluvia te dé a beber torrente sobre torrente.

y quien te ha saludado en cincuenta peregrinaciones te salude,

con repetición sin término.

 

He atravesado en su busca desiertos y campiñas

sobre abultado camello y viejo dromedario,

hasta que el rayo lució por el lado del vedado

y su carrera en la noche añadió amor a mi amor.

 

 

XXXVII

 

¡Compañeros!, acercaos al pasto vedado,

buscad las tierras altas y la señal de más allá,

descended hacia una fuente junto a las tiendas en las arenas rizadas,

y buscad refugio en la sombra de su dal y su salam.

y cuando lleguéis al valle de Miná,

donde mi corazón está acampado,

llevad mis saludos de amor

a todos los que allí moran, o tan sólo decid: ¡Salud!

y escuchad lo que os responden,

y hablad de un corazón agonizante

en las efusiones de amor de que se queja

declarando, inquiriendo y preguntando.

 

 

XXXVIII

 

El lugar más querido para mí en este mundo de Allah, después de Tayba

y La Meca y el templo distante, es Bagdad.

¿Cómo podría yo no amar la paz, cuando en ella

tengo un Imam guía de mi Islam, mi razón y mi entrega espiritual?

En ella ha tomado asiento una de las hijas de Persia,

de gestos delicados y ojos lánguidos.

Ella saluda y resucita a quien con su mirada quitó la vida

y concedió los dones más bellos con la munificencia y la hermosura.

 

 

XXXIX

 

¡Daría mi vida por las doncellas tan blancas y ruborosas

que jugaban conmigo al besar el Pilar y la Piedra!

Cuando te pierdes tras ellas, sólo te guía

su perfume, huella exquisita.

Nunca me sorprendió la oscuridad de una noche sin luna,

sin que su recuerdo me hiciera viajar bajo la luna.

Cuando entre sus cabalgaduras se me hace de noche,

la noche se hace como sol al romper el día.

Cortejo por mi amor a una de ellas,

la más bella, sin par en la humanidad.

Cuando desvela el rostro descubre un esplendor

como sol que apunta en oriente sin fin.

Su blanco rostro pertenece al sol

y son de la noche sus rizos tan negros,

 sol y noche juntándose, forma maravillosa.

Por ella estoy de noche en luz de día,

y al mediodía, por su pelo, en noche.

 

 

XL

 

Entre Adhri'át y Busra se alzó

ante mis ojos, como la luna llena,

una doncella de catorce años,

más elevada en majestad que el tiempo

y más alta que él en grandeza y en gloria.

Toda luna, al llegar al límite de su perfección,

sufre una mengua para que el ciclo se complete,

pero ésta ni tiene movimiento

en los celestes círculos ni desdobla lo impar.

 

Estuche eres custodio de perfumes y aromas variados,

jardín que hace brotar primaveras y flores,

en ti ha alcanzado la belleza su última dimensión,

no cabe otra como tú en la extensión de la potencia.

 

 

XLI

 

¡Allah guarde al pájaro sobre el ban!

Él me reveló la verdadera historia:

que las amadas ensillaron sus monturas y al amanecer partieron.

 

Así también yo viajo, y en mi corazón

hay un incendio inflamado por su ausencia.

Traté de alcanzarlas en la noche oscura,

clamando por ellas y siguiendo sus huellas,

no tenía más guía que el soplo perfumado de su amor.

 

Alzaron el velo y la oscuridad se hizo luz,

y las monturas marcharon a la luz de la luna.

Así envié mi llanto delante de las cabalgaduras

y los viajeros exclamaron: ¿Cuándo ha manado este río?,

incapaces de cruzarlo.

Yo dije: Mis lágrimas corren copiosas

como si el tronar, el fulgurar del rayo

y el volar de las nubes a la caída de la lluvia

fueran palpitaciones del corazón ante el resplandor de sus dientes

y las lágrimas derramadas por los viajeros que se marchan.

Tú que has comparado la suavidad de sus formas

con la suavidad de la rama tierna y verde,

si hubieras invertido la imagen como

lo hice yo, tu consideración sería más justa,

pues la suavidad de las ramas se asemeja a la de sus formas

y la rosa en los arriates es como la rosa de su rubor.

 

 

XLII

 

¡Los que tenéis inteligencia! ¡Los que tenéis sabiduría!

Yo estoy confundido entre el sol y la gacela.

Quien descuida a Suha no cae en gran descuido,

pero quien olvidó al sol cometió olvido grande.

Que su corazón ofrende a su rebaño,

pues los regalos abren la boca a la mayor alabanza.

 

Ella es doncella árabe,

por su origen una de las hijas de Persia.

Belleza le ha hilado una blanca

hilera de perlas transparente como el cristal.

Me dejó sorprendido cuando bajó su velo, me aterró

entonces su esplendor y su belleza.

Yo he padecido así muerte doble por ello,

ya lo había revelado el Corán.

 

Pregunté: "¿Por qué al dejar el velo me aterró?"

"La cita de los ejércitos se fija al apuntar el sol."

Yo dije: "Estoy en el vedado de un pelo negro

que oculta, déjalo caer cuando ellos lleguen."

 

Este poema mío no tiene rima,

mi fin en él son las sílabas "ella",

mi solo interés es por el trato en firme.

 

 

XLIII

 

¡Nunca olvidé aquel día en Waná, mi morada,

ni mis palabras a los jinetes al partir y al descabalgar!

"¡Quedad conmigo un rato, que encuentre mi remedio,

porque yo, ¡por aquellas a quienes amo!, me consuelo!"

 

Si parten, viajan con feliz augurio,

y si se quedan, acampan en la morada más fértil.

 Las encontré en el paso montañoso del valle de Qanat

e intimé con ellas entre Naqá y Mushalshal.

Ellas cuidan los pastos de camellos donde los encuentran,

pero no se cuidan del corazón de un amante extraviado.

 

¡Camellero!, ten compasión de un joven

a quien ves partir la coloquíntida cuando se despiden,

cruzando sus manos sobre el pecho

para calmar un corazón que vuela con el rumor de la litera en marcha.

 

Ellos dicen: ¡Paciencia!; pero el dolor no es dócil.

¿Qué puedo yo hacer si la paciencia queda tan lejos de mí?

¡Aunque yo la tuviera, y me encontrara bajo su poder,

mi alma la rechazaría! ¡Con cuánta más razón si no la tengo!

 

 

XLIV

 

La luna llena se alzó entre la oscuridad de su cabello

y el narciso negro dio de beber a la rosa.

Tierna doncella, que a las más bellas confunde,

su luz es más radiante que la luna,

más sublime que el sol en su esplendor,

y una forma que no tiene par.

Hay un cielo de luz bajo sus plantas,

su corona trasciende las esferas.

Al entrar en la mente, la mal hiere

nuestra imaginación, no diré nuestra mirada.

Juguete placentero que el recuerdo disuelve,

demasiado sutil para ser pasto de visión.

Atributos pretenden explicarla,

pero ella es trascendente y pierden su sentido;

al querer darle forma

abandonan sus huellas.

Si quien la busca da descanso a su montura,

ella no da descanso a las del pensamiento.

 Espiritualiza al que se consume en su amor

y lo desplaza de los rangos de la humanidad

por temor a que su pureza se mezcle

con el barro de los pantanos.

 

 

XLV

 

¿Dónde están las que yo amo?

¡Por Allah, decidme dónde están!

Ya que vi su forma externa,

¿me harás tú ver la esencial?

Tanto tiempo ha que las busco

y tanto he pedido la unión,

que ya no temo su partida

ni estoy seguro en su presencia.

Quisiera, feliz destino,

impedir que se alejen de mí,

para que mis ojos se gocen en ellas

y no pregunte dónde están.

 

 

XLVI

 

Entre mis entrañas y sus ojos hay una guerra de amor,

por causa de ella mi corazón está al morir.

 

De labios rojos, morena, su boca es tan dulce

que emula a las abejas con la miel que produce,

de piernas rotundas, como la oscuridad sobre la luna,

en su mejilla hay un rojo atardecer, rama esbelta sobre las dunas.

 

Tan bella y adornada, doncella todavía,

al sonreír descubre el granizo, resplandeciente y blanco.

Es esquiva en su gravedad, juega con el amor ligeramente,

con la muerte al acecho entre la gravedad y el juego.

Al hacerse oscura la noche, la sigue

un aliento de aurora, como siempre se ha dicho.

 

Nunca la brisa del este pasa por el jardín

que guarda tímidas doncellas de pechos turgentes,

sin arquear las ramas y susurrar en su aliento

con el perfume de las flores que arrastra.

Pedí a la brisa que me hablara de ellas

y me dijo: ¿Por qué te interesan sus noticias?

En al-Abraqain y en Birk al-Imad y en

Birk al-Amin las dejé peregrinas, no muy lejos.

Ninguna tierra las acepta. Yo volví a preguntarle:

¿Dónde buscan refugio cuando los corceles de mi nostalgia las persiguen?

Es absurdo, pues no tienen más morada que mi pensamiento.

Así, dondequiera que estoy. está también la luna llena.

¿No tiene su oriente en mi imaginación y su ocaso

en mi corazón? Por eso ha cesado la desgracia del ban y del gharab.

El cuervo ya no grazna en nuestro campamento,

ni encuentra brecha en la armonía de la unión.

 

 

XLVII

 

¡Ay la paloma en el ban de Dhat al-Ghadá!

Me angustia el vacío de que me has cargado.

¿¡Quién podrá soportar la pena del amor!?

¿¡Quién podrá beber la amargura del destino!?

La pasión y el dolor me hacen clamar:

¡Ojalá me cuidara quien me hizo doliente!

Pasó por mi puerta burladora.

a escondidas. cubriéndose con el velo y esquivándome.

No me duele que se me oculte.

pero sí que me obligue a aceptar su esquivez.

 

 

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