Turÿuman al-Ashwaq

El Intérprete de los deseos

 

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XVI

 

Montaron sobre los camellos las literas,

colocaron en ellas estatuas y lunas,

prometieron a mi corazón que regresarían,

pero ¿qué prometerán las bellas que no sea engaño?

 

y me saludó con sus dedos teñidos de azufaifa, diciéndome adiós.

Dejó caer unas lágrimas que avivaban mi fuego,

pero cuando volvió las espaldas,

buscando al-Khawamaq y al-Sadír,

yo clamé sobre sus huellas: ¡Perdición!

Ella contestó preguntando: ¿Invocas tú la perdición?

No la invoques así, de una vez,

invoca en cambio muchas destrucciones.

 

jPaloma del arak, poco a poco!

Pues la separación sólo aumenta tus fragores

y tus lamentos, ¡paloma!, acrecientan

la nostalgia del amador e inflaman al celoso,

 hacen derretir el corazón, destierran el sueño,

aumentan nuestras nostalgias y suspiros.

Acecha la muerte el lamento de la paloma,

que suplica de ella un corto respiro.

 

Quizá un soplo de la brisa de Hájir

traiga hasta nosotros una nube y su lluvia,

y tú con ella riegues las almas ya sedientas,

aunque tu nube sólo aumenta la distancia.

 

¡Tú, que contemplas la estrella, sé mi compañero!

¡Tú, que miras el rayo en tu vigilia, pasa la noche conmigo!

¡Tú, que duermes de noche, le has dado al sueño la bienvenida

y así antes de la muerte habitaste en los sepulcros!

Si hubieras amado a la muchacha amable,

hubieras conseguido con ella felicidad y alegría,

ofreciendo a las bellas el vino, ¡tan ardiente!,

susurrando a los soles,

acariciando las lunas.

 

 

XVII

 

¡Camellero!, no tengas prisa en llevarla y espera,

ya estoy lastimado de seguir sus huellas.

Detén las monturas, sujeta sus riendas.

¡Por Allah, por mi pasi6n y mi dolor! ¡Camellero!

 

Mi alma está dispuesta, pero mis pies no me llevan.

¡Quien me ofreciera piedad y ayuda!

 

¡Qué puede hacer el mejor artista con su obra

si el instrumento sólo permite la destrucción.

Tuerce tu camino, sus tiendas están en el valle, a la diestra.

Tu abundancia es divina, ¡oh valle!, por lo que guardas.

 

Has congregado un pueblo, ellos son mi alma,

ellos son mi aliento,

y el lugar más oscuro y secreto de mis entrañas.

 

¡Que Allah no bendiga mi amor si en Hájir

en Sal' o en Ajyád no muero de dolor!

 

 

XVIII

 

Detente en las mansiones, lamenta las ruinas

y pregunta a los campamentos de primavera ya perdidos,

¿dónde están las amadas? ¿Adónde marcharon sus camellos?

 

"Helos atravesando la neblina en la desolación,

los ves en el espejismo como jardines,

el vapor agranda a tus ojos sus espectros.

Marcharon con el deseo de llegar a Udhaib, para beber

allí agua como la vida, dulce, fresca y pura. "

 

Por eso seguí sus huellas preguntando a la brisa

si han levantado sus tiendas o buscado la sombra del da1.

 

Me contestó: "Dejé sus parasoles en Zarúd

con los camellos doliéndose de fatiga por la marcha en la noche.

Han dejado caer sobre los parasoles unos lienzos

para proteger su belleza del ardor del mediodía.

Levántate para ir a su encuentro, buscando sus huellas,

y apresura cuanto puedas tus camellos hacia ellas.

Y cuando te detengas junto a los hitos de Hájir,

después de atravesar los bajos y montañas que allí hay,

quedarán cercanas sus mansiones y su fuego aparecerá

como uno que ha inflamado el incendio de la pasión.

Haz allí arrodillar a tus camellos y no te asusten sus leones,

pues tu nostalgia te los mostrará como cachorros."

 

 

XIX

 

¡Ruinas junto a al-Uthail, ya perdidas,

donde jugué con doncellas amables!

Ayer eran acogedoras y rientes

pero hoy se han hecho salvajes y severas.

 

Partieron sin que las advirtiera, pero no saben

que desde mi mente hacía guardia por ellas,

siguiéndolas a dondequiera que fueran y acamparan

ya las veces cuidando sus monturas.

Cuantas veces desmontaban en campiña yerma y solitaria,

acampaban y extendían sus alfombras,

la convertían en jardín frondoso y florecido,

cuando antes sólo era desolada aridez.

Cualquier paraje en que desciendan se convierte

por las bellas en jardín de pavos reales.

Cuando abandonan un lugar, la tierra

se cubre con los sepulcros de sus amantes.

 

 

XX

 

Mi dolencia la causa quien tiene sus ojos enfermos de amor.

¡Consoladme con su recuerdo!, ¡consoladme!

Revolotean tórtolas por entre los arriates y tristemente arrullan.

El dolor de aquélla paloma es la causa de mi dolor.

 

¡Cuánto amo la muchacha chispeante que avanza graciosa,

virgen guardada, entre las bellas!

Surge a la mirada como un astro, y cuando

se oculta, amanece en el horizonte de mi corazón.

¡Ruinas de Rama, ya perdidas!

¡Cuántas bellas de pechos altivos han contemplado!

 

¡Cuánto amo! Amo más que a mi vida a una gacela real,

que con toda mansedumbre pace en mi interior.

Su fuego es luz en mí

y luz es lo que apaga mis incendios.

 

¡Compañeros!, tomad las riendas

para que mis ojos contemplen las huellas de su tienda,

y cuando lleguéis a ella, desmontad,

y allí, ¡compañeros!, ¡llorad conmigo!

 

Deteneos conmigo un momento junto a esas ruinas

y lloremos juntos. Yo lloraré por lo pasado.

Esta pasión me ha herido sin saetas.

Esta pasión me mata sin espada.

Decidme, cuando llore en aquel sitio,

¿me ayudaréis en mi llanto?, ¿me ayudaréis?

Recordadme las leyendas de Hind y Lubna,

Sulaima, Zainab y de 'Inan,

hablad me además de Hájir y Zarúd

y sus pastos de gacelas.

Llorad por mí con los versos de Qays y Layla,

de Mayya y del infortunado Ghaylán.

Hace tiempo que añoro la doncella elocuente,

prosa y verso, cátedra y claridad.

Una princesa de los reyes de Persia,

de la más noble tierra, de Isfahán.

Es la hija del Iraq, la hija de mi imán,

pero yo soy su opuesto, hijo de yemení.

 

Señores míos, ¿habéis visto u oído

que los opuestos se unan jamás?

Si nos hubierais visto en Rama cambiando,

con pasión, copas sin manos,

con nuestra pasión que conversaba

dulce y gozosa aunque sin lengua,

hubierais visto algo que arrebata a la razón,

Yemen y el Iraq en abrazo estrecho.

Mintió el poeta que dijo antes de mi tiempo,

aunque conmigo acertó su inteligencia:

Tú que das las Pléyades en matrimonio a Cánope,

Allah te bendiga, ¡cómo pudieron encontrarse!

La una es Siria cuando se muestra

y Cánope se muestra pero en Yemen.

 

 

XXI

 

¡Jardín del valle!, responde a la princesa del vedado,

la de dientes blancos -¡oh jardín del valle!-,

y dale protección con tu sombra por un rato,

aunque sea por poco tiempo, hasta que ella se siente en el consejo,

y se planten sus tiendas en tu seno.

Así tendrás cuanto rocío necesites para sostener tus brotes,

cuantas lluvias, cuanta humedad desees,

una nube visitando tus arbolillos mañana y tarde,

tan densa sombra como tú quieras, y frutos

tentadores para el que los toma del balanceo de las ramas,

y los que busquen en ella Zarúd y sus dunas

y los que sigan a sus camellos o los guíen.

 

 

XXII

 

Tuerce con tus camellos hacia los pedregales de Thahmad,

donde hay ramas frescas y prados húmedos,

donde los rayos hacen ver su esplendor,

donde la nube llega al ocaso y al amanecer.

y alza allí tu débil voz al romper la aurora y clama

por las vírgenes hermosas, esbeltas y blancas.

Entre las que matan a traición con sus ojos negros,

las que se inclinan con cuello esbelto y largo,

hay una que ama y asalta todo corazón ya enloquecido

de amor por las bellas, con sus dardos y su espada india,

y da con ternura de seda virgen, suave,

ungida con trozos de ámbar y almizcle.

Cuando fija su mirada, mira con ojo de gacela,

y la negrura del colirio nace en su ojo

ensombrecido con gracioso y fatal encanto.

Aquélla ceñida de altivez y de belleza tan extraña

y esbelta, no ama lo que yo amo,

ni cumple con lealtad su promesa,

deja caer tras de sí tu trenza como enorme serpiente negra

para aterrar al que la sigue con aquella negrura.

Por Allah, que no temo la muerte; sólo

temo morir, porque entonces no la veré mañana.

 

 

XXIII

 

De madrugada se detuvieron en el valle de' Aqíq,

después de cruzar tantas gargantas profundas.

Apenas despuntó la aurora cuando

vieron una señal refulgente sobre la cima de una montaña

que ni el águila puede alcanzar aunque lo intente,

e incluso el buitre anida más abajo.

Con adornos incrustados y Soportes altivos como' Aqúq,

había unas líneas escritas con un mensaje:

"¿No habrá quien ayude al amante desterrado, anheloso,

con su pensamiento por encima de los astros,

pero hollado Con los pies como apagando un fuego?

Su mansión está en esta cumbre de águilas,

pero ha muerto en sus lágrimas como quien se ahoga en el mar.

Amor le entregó a los infortunios

en este lugar, sin un alma compasiva.

¡Los que venís a las aguas de la vieja fuente!

¡Los que vivís en el valle de 'Aqíq!

¡El que busca, peregrino, la Ciudad Santa! ¡Los que seguís este camino!

Tened piedad de mí, que he sido despojado,

poco antes de la aurora, casi al salir el sol,

por una resplandeciente doncella, joven y esbelta

que difundía un aroma de penetrante almizcle,

con un embriagado balanceo como de ramas

que el viento dobla, como seda virgen,

Con flancos terribles como las líneas redondas de la duna

temblando como la joroba del camello garañón.

No me acusó por mi pasión el censor,

ni me reprochó por mi amor el amigo.

Si tal hiciera el censor,

mi sollozo hubiera sido la respuesta.

Mi nostalgia es mi cabalgadura, mi tristeza es mi vestido,

mi pasión lo que bebo por la mañana y mis lágrimas lo que de noche bebo."

 

 

XXIV

 

Dice el autor: Un derviche me recitó esta sentencia

que me pareció inigualable:

Todo el que de ti espera favores

los recibe como lluvia torrencial.

Sólo conmigo rompe tu rayo su promesa de lluvia.

Como me dejó encantado, medité su sentido y yo

mismo compuse otros versos siguiendo la misma

rima, entre los cuales incluí éste por su acabada belleza,

y así dije yo en contestación a este derviche,

Allah tenga piedad de él:

Detente en las ruinas ya perdidas de La'la,

y llora por las que hemos amado en aquella desolación.

Detente en los aduares y clama por ellas, extasiado

en su exquisita belleza, con tus lamentos.

Muchos he conocido, como yo, junto al han tomando

el fruto de bellas formas y la rosa de jardín floreciente.

Todo el que de ti espera favores los recibe como lluvia torrencial.

Sólo conmigo rompe tu rayo su promesa de lluvia.

Ella dijo: Sí, fue esa cita

a la sombra de mis ramas en el más fértil lugar;

entonces era mi rayo todavía un brillo de labios sonrientes, pero hoy mi rayo es sólo reflejo de blanca piedra. Acusa a un destino que no tenemos poder

de evitar. ¿Qué culpa tiene el campamento de La'la?

Por ello la disculpé al oír sus palabras,

doliéndose como yo desde su corazón en pena.

Yo le pregunté al contemplar sus lares,

camino libre a los cuatro vientos en la noche:

¿Acaso te dijeron los vientos dónde descansan al mediodía?

Dijo: Sí, han contestado: junto a Dhat al-Ajra',

donde las tiendas blancas resplandecen

por los lucientes soles que ellas guardan.

 

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