Turÿuman al-Ashwaq El Intérprete de los deseos |
Montaron
sobre los camellos las literas,
colocaron
en ellas estatuas y lunas,
prometieron
a mi corazón que regresarían,
pero
¿qué prometerán las bellas que no sea engaño?
y
me saludó con sus dedos teñidos de azufaifa, diciéndome adiós.
Dejó
caer unas lágrimas que avivaban mi fuego,
pero
cuando volvió las espaldas,
buscando
al-Khawamaq y al-Sadír,
yo
clamé sobre sus huellas: ¡Perdición!
Ella
contestó preguntando: ¿Invocas tú la perdición?
No
la invoques así, de una vez,
invoca
en cambio muchas destrucciones.
jPaloma
del arak, poco a poco!
Pues
la separación sólo aumenta tus fragores
y
tus lamentos, ¡paloma!, acrecientan
la
nostalgia del amador e inflaman al celoso,
hacen
derretir el corazón, destierran el sueño,
aumentan
nuestras nostalgias y suspiros.
Acecha
la muerte el lamento de la paloma,
que
suplica de ella un corto respiro.
Quizá
un soplo de la brisa de Hájir
traiga
hasta nosotros una nube y su lluvia,
y
tú con ella riegues las almas ya sedientas,
aunque
tu nube sólo aumenta la distancia.
¡Tú,
que contemplas la estrella, sé mi compañero!
¡Tú,
que miras el rayo en tu vigilia, pasa la noche conmigo!
¡Tú,
que duermes de noche, le has dado al sueño la bienvenida
y
así antes de la muerte habitaste en los sepulcros!
Si
hubieras amado a la muchacha amable,
hubieras
conseguido con ella felicidad y alegría,
ofreciendo
a las bellas el vino, ¡tan ardiente!,
susurrando
a los soles,
acariciando
las lunas.
¡Camellero!,
no tengas prisa en llevarla y espera,
ya
estoy lastimado de seguir sus huellas.
Detén
las monturas, sujeta sus riendas.
¡Por
Allah, por mi pasi6n y mi dolor! ¡Camellero!
Mi
alma está dispuesta, pero mis pies no me llevan.
¡Quien
me ofreciera piedad y ayuda!
¡Qué
puede hacer el mejor artista con su obra
si
el instrumento sólo permite la destrucción.
Tuerce
tu camino, sus tiendas están en el valle, a la diestra.
Tu
abundancia es divina, ¡oh valle!, por lo que guardas.
Has
congregado un pueblo, ellos son mi alma,
ellos
son mi aliento,
y
el lugar más oscuro y secreto de mis entrañas.
¡Que
Allah no bendiga mi amor si en Hájir
en
Sal' o en Ajyád no muero de dolor!
Detente
en las mansiones, lamenta las ruinas
y
pregunta a los campamentos de primavera ya perdidos,
¿dónde
están las amadas? ¿Adónde marcharon sus camellos?
"Helos
atravesando la neblina en la desolación,
los
ves en el espejismo como jardines,
el
vapor agranda a tus ojos sus espectros.
Marcharon
con el deseo de llegar a Udhaib, para beber
allí
agua como la vida, dulce, fresca y pura. "
Por
eso seguí sus huellas preguntando a la brisa
si
han levantado sus tiendas o buscado la sombra del da1.
Me
contestó: "Dejé sus parasoles en Zarúd
con
los camellos doliéndose de fatiga por la marcha en la noche.
Han
dejado caer sobre los parasoles unos lienzos
para
proteger su belleza del ardor del mediodía.
Levántate
para ir a su encuentro, buscando sus huellas,
y
apresura cuanto puedas tus camellos hacia ellas.
Y
cuando te detengas junto a los hitos de Hájir,
después
de atravesar los bajos y montañas que allí hay,
quedarán
cercanas sus mansiones y su fuego aparecerá
como
uno que ha inflamado el incendio de la pasión.
Haz
allí arrodillar a tus camellos y no te asusten sus leones,
pues
tu nostalgia te los mostrará como cachorros."
¡Ruinas
junto a al-Uthail, ya perdidas,
donde
jugué con doncellas amables!
Ayer
eran acogedoras y rientes
pero
hoy se han hecho salvajes y severas.
Partieron
sin que las advirtiera, pero no saben
que
desde mi mente hacía guardia por ellas,
siguiéndolas
a dondequiera que fueran y acamparan
ya
las veces cuidando sus monturas.
Cuantas
veces desmontaban en campiña yerma y solitaria,
acampaban
y extendían sus alfombras,
la
convertían en jardín frondoso y florecido,
cuando
antes sólo era desolada aridez.
Cualquier
paraje en que desciendan se convierte
por
las bellas en jardín de pavos reales.
Cuando
abandonan un lugar, la tierra
se
cubre con los sepulcros de sus amantes.
Mi
dolencia la causa quien tiene sus ojos enfermos de amor.
¡Consoladme
con su recuerdo!, ¡consoladme!
Revolotean
tórtolas por entre los arriates y tristemente arrullan.
El
dolor de aquélla paloma es la causa de mi dolor.
¡Cuánto
amo la muchacha chispeante que avanza graciosa,
virgen
guardada, entre las bellas!
Surge
a la mirada como un astro, y cuando
se
oculta, amanece en el horizonte de mi corazón.
¡Ruinas
de Rama, ya perdidas!
¡Cuántas
bellas de pechos altivos han contemplado!
¡Cuánto
amo! Amo más que a mi vida a una gacela real,
que
con toda mansedumbre pace en mi interior.
Su
fuego es luz en mí
y
luz es lo que apaga mis incendios.
¡Compañeros!,
tomad las riendas
para
que mis ojos contemplen las huellas de su tienda,
y
cuando lleguéis a ella, desmontad,
y
allí, ¡compañeros!, ¡llorad conmigo!
Deteneos
conmigo un momento junto a esas ruinas
y
lloremos juntos. Yo lloraré por lo pasado.
Esta
pasión me ha herido sin saetas.
Esta
pasión me mata sin espada.
Decidme,
cuando llore en aquel sitio,
¿me
ayudaréis en mi llanto?, ¿me ayudaréis?
Recordadme
las leyendas de Hind y Lubna,
Sulaima,
Zainab y de 'Inan,
hablad
me además de Hájir y Zarúd
y
sus pastos de gacelas.
Llorad
por mí con los versos de Qays y Layla,
de
Mayya y del infortunado Ghaylán.
Hace
tiempo que añoro la doncella elocuente,
prosa
y verso, cátedra y claridad.
Una
princesa de los reyes de Persia,
de
la más noble tierra, de Isfahán.
Es
la hija del Iraq, la hija de mi imán,
pero
yo soy su opuesto, hijo de yemení.
Señores
míos, ¿habéis visto u oído
que
los opuestos se unan jamás?
Si
nos hubierais visto en Rama cambiando,
con
pasión, copas sin manos,
con
nuestra pasión que conversaba
dulce
y gozosa aunque sin lengua,
hubierais
visto algo que arrebata a la razón,
Yemen
y el Iraq en abrazo estrecho.
Mintió
el poeta que dijo antes de mi tiempo,
aunque
conmigo acertó su inteligencia:
Tú
que das las Pléyades en matrimonio a Cánope,
Allah
te bendiga, ¡cómo pudieron encontrarse!
La
una es Siria cuando se muestra
y Cánope se muestra pero en Yemen.
¡Jardín del
valle!, responde a la princesa del vedado,
la de dientes
blancos -¡oh jardín del valle!-,
y dale
protección con tu sombra por un rato,
aunque sea por
poco tiempo, hasta que ella se siente en el consejo,
y se planten
sus tiendas en tu seno.
Así tendrás
cuanto rocío necesites para sostener tus brotes,
cuantas
lluvias, cuanta humedad desees,
una nube
visitando tus arbolillos mañana y tarde,
tan densa
sombra como tú quieras, y frutos
tentadores
para el que los toma del balanceo de las ramas,
y los que
busquen en ella Zarúd y sus dunas
y los que
sigan a sus camellos o los guíen.
Tuerce con tus
camellos hacia los pedregales de Thahmad,
donde hay
ramas frescas y prados húmedos,
donde los
rayos hacen ver su esplendor,
donde la nube
llega al ocaso y al amanecer.
y alza allí
tu débil voz al romper la aurora y clama
por las vírgenes
hermosas, esbeltas y blancas.
Entre las que
matan a traición con sus ojos negros,
las que se
inclinan con cuello esbelto y largo,
hay una que
ama y asalta todo corazón ya enloquecido
de amor por
las bellas, con sus dardos y su espada india,
y da con
ternura de seda virgen, suave,
ungida con
trozos de ámbar y almizcle.
Cuando fija su
mirada, mira con ojo de gacela,
y la negrura
del colirio nace en su ojo
ensombrecido
con gracioso y fatal encanto.
Aquélla ceñida de
altivez y de belleza tan extraña
y esbelta, no
ama lo que yo amo,
ni cumple con
lealtad su promesa,
deja caer tras
de sí tu trenza como enorme serpiente negra
para aterrar
al que la sigue con aquella negrura.
Por Allah, que
no temo la muerte; sólo
temo morir,
porque entonces no la veré mañana.
De madrugada
se detuvieron en el valle de' Aqíq,
después de
cruzar tantas gargantas profundas.
Apenas despuntó
la aurora cuando
vieron una señal
refulgente sobre la cima de una montaña
que ni el águila
puede alcanzar aunque lo intente,
e incluso el
buitre anida más abajo.
Con adornos
incrustados y Soportes altivos como' Aqúq,
había unas líneas
escritas con un mensaje:
"¿No
habrá quien ayude al amante desterrado, anheloso,
con su
pensamiento por encima de los astros,
pero hollado
Con los pies como apagando un fuego?
Su mansión
está en esta cumbre de águilas,
pero ha muerto
en sus lágrimas como quien se ahoga en el mar.
Amor le entregó
a los infortunios
en este lugar,
sin un alma compasiva.
¡Los que venís
a las aguas de la vieja fuente!
¡Los que vivís
en el valle de 'Aqíq!
¡El que
busca, peregrino, la Ciudad Santa! ¡Los que seguís este camino!
Tened piedad
de mí, que he sido despojado,
poco antes de
la aurora, casi al salir el sol,
por una
resplandeciente doncella, joven y esbelta
que difundía
un aroma de penetrante almizcle,
con un
embriagado balanceo como de ramas
que el viento
dobla, como seda virgen,
Con flancos
terribles como las líneas redondas de la duna
temblando como
la joroba del camello garañón.
No me acusó
por mi pasión el censor,
ni me reprochó
por mi amor el amigo.
Si tal hiciera
el censor,
mi sollozo
hubiera sido la respuesta.
Mi nostalgia
es mi cabalgadura, mi tristeza es mi vestido,
mi pasión lo
que bebo por la mañana y mis lágrimas lo que de noche bebo."
Dice el autor:
Un derviche me recitó esta sentencia
que me pareció
inigualable:
Todo el que de
ti espera favores
los recibe
como lluvia torrencial.
Sólo conmigo
rompe tu rayo su promesa de lluvia.
Como me dejó
encantado, medité su sentido y yo
mismo compuse
otros versos siguiendo la misma
rima, entre
los cuales incluí éste por su acabada belleza,
y así dije yo
en contestación a este derviche,
Allah tenga
piedad de él:
Detente en las
ruinas ya perdidas de La'la,
y llora por
las que hemos amado en aquella desolación.
Detente en los
aduares y clama por ellas, extasiado
en su
exquisita belleza, con tus lamentos.
Muchos he
conocido, como yo, junto al han tomando
el fruto de
bellas formas y la rosa de jardín floreciente.
Todo el que de
ti espera favores los recibe como lluvia torrencial.
Sólo conmigo
rompe tu rayo su promesa de lluvia.
Ella dijo: Sí,
fue esa cita
a la sombra de
mis ramas en el más fértil lugar;
entonces era
mi rayo todavía un brillo de labios sonrientes, pero hoy mi rayo es sólo
reflejo de blanca piedra. Acusa a un destino que no tenemos poder
de evitar. ¿Qué
culpa tiene el campamento de La'la?
Por ello la
disculpé al oír sus palabras,
doliéndose
como yo desde su corazón en pena.
Yo le pregunté
al contemplar sus lares,
camino libre a
los cuatro vientos en la noche:
¿Acaso te
dijeron los vientos dónde descansan al mediodía?
Dijo: Sí, han
contestado: junto a Dhat al-Ajra',
donde las
tiendas blancas resplandecen
por los lucientes soles que ellas guardan.