APRECIACIONES SOBRE EL ESOTERISMO ISLÁMICO Y EL TAOÍSMO

 ABD AL-WAHID YAHIA

(RENÉ GUÉNON)

 

ÍNDICE

 

Capítulo II: LA CORTEZA Y EL NÚCLEO (El Qishr wa el-Lobb)*

Este título, que es el de uno de los numerosos tratados de Seyidi Mohyiddin ibn-Arabi, expresa de una forma simbólica las relaciones del exoterismo y el esoterismo, comparados respectivamente con la envoltura de una fruta y su parte interior, pulpa o almendra (1). La envoltura o la corteza (el-qishr) es la shariyâh, es decir, la ley religiosa exterior que se dirige a todos y que está hecha para ser seguida por todos, como lo indica por lo demás el sentido de "gran camino" que se atribuye a la derivación de su nombre. El núcleo (el-lobb) es la haqîqah, es decir, la verdad o la realidad esencial que, al contrario que la shariyâh, no está al alcance de todos sino que está reservada a los que saben descubrirla bajo las apariencias y alcanzarla a través de las formas exteriores que la revisten, protegiéndola y disimulándola a la vez (2). En otro simbolismo, shariyâh y haqîqah son también designadas respectivamente como el "cuerpo" (el-jîsm) y la "médula" (el-mukh) (3), cuyas relaciones son exactamente las mismas que las de la corteza y el núcleo; y, sin duda, aún encontraríamos otros símbolos equivalentes a éstos.

De lo que se trata, sea con la designación que sea, es siempre del "exterior" (ez-zâhir) y del "interior" (el-bhâtin), es decir, lo aparente y lo escondido, que además son tales por su naturaleza misma y no como consecuencia de convenciones cualesquiera o de precauciones tomadas artificialmente, e incluso arbitrariamente, por los depositarios de la doctrina tradicional. Este "exterior" y este "interior" son representados por la circunferencia y su centro, lo que puede considerarse como la copa misma del fruto evocado por el simbolismo precedente, al mismo tiempo que somos llevados así, por otra parte, a la imagen, común a todas las tradiciones, de la "rueda de las cosas". En efecto, si se consideran los dos términos de que se trata en sentido universal y sin limitarse a la aplicación que se hace de ellos habitualmente a una forma tradicional particular, se puede decir que la shariyâh, "el gran camino" recorrido por todos los seres, no es nada más que lo que la tradición extremo oriental llama la "corriente de las formas", mientras que la haqîqah, la verdad una e inmutable, reside en el "invariable medio". (4) Para pasar de una a otra, luego de la circunferencia al centro, hay que seguir uno de los radios: es la tarîqah, es decir el "sendero, la vía estrecha que no es seguida más que por un escaso número". (5) Por otra parte, hay una multitud de turuq que son todos los radios de la circunferencia tomados en el sentido centrípeto pues se trata de partir de la multiplicidad de lo manifestado para ir a la unidad principial: cada tarîqah, partiendo de cierto punto de la circunferencia es particularmente apropiada para los seres que se encuentran en este punto; pero todas, sea cual sea su punto de partida, tienden de la misma manera hacia un punto único (6) y todas desembocan en el centro y llevan así a los seres que las siguen a la simplicidad esencial del "estado primordial".

En efecto, los seres, ya que se encuentran en este momento en la multiplicidad, están obligados a salir de allí para la realización que sea; pero esta multiplicidad es al mismo tiempo, para la mayoría de ellos, el obstáculo que les detiene y les retiene: las apariencias diversas y cambiantes les impiden ver la verdadera realidad, valga la expresión, como la envoltura del fruto impide ver su interior; y éste no puede ser alcanzado más que por los que son capaces de agujerear el envoltorio, es decir, ver el Principio a través de la manifestación, e incluso no ver más que él en todas las cosas pues la propia manifestación entera no es entonces más que un conjunto de expresiones simbólicas. La aplicación de esto al exoterismo y al esoterismo entendidos en su sentido ordinario, es decir, como aspectos de una doctrina tradicional, es fácil de hacer: ahí también, las formas exteriores esconden la verdad profunda a los ojos del vulgo, mientras que, por el contrario, la hacen aparecer a los de la minoría, para la cual lo que es un obstáculo o una limitación para los demás se convierte así en un punto de apoyo y un medio de realización. Hay que comprender bien que esta diferencia resulta directa y necesariamente de la naturaleza de los seres, de las posibilidades y de las aptitudes que cada uno lleva en sí mismo, de tal modo que el lado exotérico de la doctrina siempre desempeña así exactamente el papel que debe desempeñar para cada uno, dando a los que no pueden ir más lejos todo lo que les es posible recibir en su estado actual y proporcionando al mismo tiempo a quienes lo superan, los "soportes" que, sin ser nunca de estricta necesidad, ya que son contingentes, pueden, sin embargo, ayudarles mucho a avanzar en la vía interior y sin los cuales las dificultades serían tales, en ciertos casos, que equivaldrían de hecho a una verdadera imposibilidad.

Debe observarse a este respecto que para la mayoría de los hombres, que se limitan inevitablemente a la ley exterior, ésta toma un carácter que es menos el de un límite que el de una guía: sigue siendo un vínculo, pero un vínculo que les impide extraviarse o perderse; sin esta ley que les obliga a recorrer un camino determinado, no sólo tampoco llegarían al centro sino que se arriesgarían a alejarse indefinidamente de él, mientras que el movimiento circular les mantiene al menos a una distancia constante (7). Así, los que no pueden contemplar directamente la luz, reciben al menos un reflejo y una participación de ella; y permanecen así ligados, de algún modo, al Principio, mientras que ni siquiera tienen ni podrían tener la conciencia efectiva de él. En efecto, la circunferencia no podría existir sin el centro del que en realidad procede por completo y si los seres que están ligados a la circunferencia no ven el centro ni siquiera los radios, cada uno de ellos no por eso deja inevitablemente de encontrarse en el extremo de un radio, el otro extremo del cual es el mismo centro. Sólo que es aquí donde la corteza se interpone y esconde todo lo que se encuentra en el interior, mientras que el que la haya agujereado, tomando por eso mismo consciencia del radio que corresponde a su propia posición sobre la circunferencia, será librado de la rotación indefinida de ésta y sólo tendrá que seguir este radio para ir hacia el centro; este radio es la tarîqah por la cual, habiendo partido de la shariyâh, llegará a la haqîqah. Hay que precisar además que, en cuanto ha sido penetrada la envoltura, uno se encuentra en el dominio del esoterismo, siendo esta penetración, en la situación del ser en relación con la envoltura misma, una especie de inversión en la que consiste el paso del exterior al interior; incluso es con más propiedad, en un sentido, a la tarîqah a la que conviene esta designación de esoterismo pues, a decir verdad, la haqîqah está más allá de la distinción del exoterismo y el esoterismo que implica comparación y correlación: el centro aparece verdaderamente como el punto más interior de todos pero, en cuanto se ha llegado a él, ya no puede tratarse de exterior ni de interior, desapareciendo toda distinción contingente al resolverse en la unidad principial. Por eso Allâh, al igual que es el "Primero y el Ultimo" (EI-Awwal wa El-Akher)(8), es también "el Exterior y el Interior" (El-Zâhir wa El-Bâtin) (9) pues nada de lo que es podría ser fuera de Él , y en Él sólo está contenida toda realidad porque Él es Él mismo la Realidad absoluta, la Verdad total: Hoa El-Haqq.

                                                                                                           Misr, 8 ramadân, 1349 H.

 

NOTAS:

*Le Voile d'Isis, marzo 1931, p. 145-150.

(1). Señalemos, incidentalmente, que el símbolo del fruto tiene una relación con el "Huevo del Mundo", así como con el corazón.

(2). Se podrá notar que el papel de las formas exteriores está en relación con el doble sentido de la palabra "revelación", pues manifiestan y ocultan al mismo tiempo la doctrina esencial, la verdad una, como la palabra lo hace, por otra parte, inevitablemente, para el pensamiento que expresa;  y lo que es verdad de la palabra, a este respecto, lo es también de cualquier otra expresión formal.

(3). Se recordará aquí la "substantífica médula" de Rabelais, que representa también un significado interior y escondido.

(4). Hay que observar, a propósito de la tradición extremo-oriental, que se encuentran en ella los equivalentes muy claros de estos dos términos, no como dos aspectos exotérico y esotérico de una misma doctrina, sino como dos enseñanzas separadas, al menos desde la época de Confucio y de Lao-Tsé: se puede decir, en efecto, con todo rigor, que el Confucianismo corresponde a la shariyâh y el Taoísmo a la haqîqah.

(5). Las palabras shariyâh y tarîqah contienen ambas la idea de "avance", luego de movimiento (y hay que observar el simbolismo del movimiento circular para la primera y del movimiento rectilíneo para la segunda); en efecto, hay cambio y multiplicidad en ambos casos, debiendo la primera adaptarse a la diversidad de las condiciones exteriores y la segunda a la de las naturalezas individuales; sólo el ser que ha alcanzado efectivamente la Haqîqah participa por eso mismo de su unidad y de su inmutabilidad.

(6). Esta convergencia está representada por la qiblah (orientación ritual) de todos los lugares hacia la Kaabah, que es la "casa de Dios" (Beit Allâh) y cuya forma es la de un cubo (imagen de estabilidad) que ocupa el centro de una circunferencia que es la copa terrestre (humana) de la esfera de la Existencia universal.

(7). Añadamos que esta ley debe considerarse normalmente como una aplicación o una especificación humana de la propia ley cósmica que liga del mismo modo toda la manifestación al Principio, tal como hemos explicado en otra parte a propósito del significado de la "Ley de Manú" en la doctrina hindú.

(8). Es decir, como el símbolo del alpha y del omega, el Principio y el Fin.

(9). También podría traducirse por el "Evidente" (en relación con la manifestación) y el "Oculto" (en Sí mismo), lo que corresponde aún a los dos puntos de vista de la shariyâh (de orden social y religioso) y de la haqîqah (de orden puramente intelectual y metafísico), aunque pueda también decirse que esta última está más allá de todos los puntos de vista, como comprendiéndolos todos sintéticamente en sí misma.