EL PROFETA DEL ISLAM

SU VIDA Y OBRA

 

Traducción: 'Abdullah Tous y Naÿat Labrador

 

 

índice

 

 

Detalles del Mi’raÿ

 

        Según az-Zurqânî, no menos de 45 compañeros del Profeta relataron la historia del Mi’ray, con más o menos detalles, (no se debe menospreciar la narración de aquellos que no conocieron el hecho inmediatamente, porque eran demasiado jóvenes, como ‘Aicha por ejemplo. Ya que al ser más tarde esposa del Profeta, estaba mejor situada que nadie para preguntar los detalles directamente al Profeta. La variedad de narradores hace que haya también algunas divergencias, sobre en cuanto a la serie de acontecimientos en el curso sel mi’ray. Ibn Kathîr cita estas divergencias en su comentario del Corán y da una opinión juiciosa para la narración de al-Bukhâri:

        Estaba una noche acostado el Profeta cuando estando entre sueño y vigilia, llegó Gabriel, abrió su pecho y lavó su corazón. Luego le mostró un caballo, llamado Burâq, un animal bellísimo; y desde la Ka’ba suben directamente al primer cielo. Los guardianes abren la puerta y Muhammad encuentra allí a Adán que lo acoge. Después en el segundo cielo, están los dos primos, Jesús y Juan el Bautista (Yahyá): en el tercero José; en el cuarto Enoch (Idris); en el quinto, Aaron; en el sexto, Moisés; en el séptimo Abraham que descansaba apoyándose en el muro de la mezquita al Bait al-Ma’mûr (al parecer es ésta la que el Corán 17/1, llama, “La mezquita más lejana”). Más lejos, el límite estaba marcado por un azufaifo (sidra Corán 53/14) Gabriel dice: “Si avanzo más allá de ese límite, me quemaré por la transfiguración divina (Tayallî) pero tú,  tú estas invitado, adelante”. Gabriel le indica el camino más allá del azufaifo para llegar hasta el umbral de la presencia divina. Por el camino, Muhammad oye ruidos  de las plumas que redactan decisiones y determinaciones divinas-(hoy en día se diría: el ruido de las máquinas de escribir de las oficinas del secretariado)-; luego llega al recinto de la santidad, donde, según el Corán (53/9) no había más que la distancia de dos arcos o incluso menos. Muhammad presenta sus saludos: ¡Las alabanzas benditas, puras y sinceras para Allah!. La paz sobre ti, Oh Profeta, así como la misericordia y las bendiciones divinas.

Muhammad responde:

        La paz sea con nosotros así como sobre aquellos esclavos de Allah que obran bien.

Después “Allah reveló a su esclavo (Muhammad) lo que reveló”, dice el Corán, (53/10) que añade 17/23-39) la revelación de doce mandamientos –en semejante ocasión Allah había dado diez mandamientos a Moisés: Ya trataremos esto más tarde. Según el Hadiz, Allah honró a Muhammad prometiéndole graciosamente que todo Muhammadiano que crea en el Dios único, se salvará, incluso después de haber purgado algunas penas en el infierno; Después Allah sacó del Tesoro del Trono Celestial los dos últimos versos de la décima surat del Corán y se la dio en regalo como recuerdo; por fin Allah prescribe los cinco salat diarios. (Al principio había 50, pero más tarde, en el viaje de vuelta, aconsejado por Moisés, Muhammad regresó al umbral divino para pedir la reducción del número de rezos diarios (salat) y acaban por no ser más que 5, de los cuales cada uno tendrá el mérito de 10 (Corán 6/160). Gabriel lo lleva a visitar el paraíso y sus goces y a aquellos que las merecen; de igual forma el infierno y sus honores y a aquellos que las merecen. Del cielo desciendo sobre Jerusalem, donde los antiguos profetas lo acogen y le piden que los dirija como imam. Después entra en Meca, donde Muhammad se despierta en el patio de la Ka’ba, concluye al-Bukhâri.

        Se ha comentado algunos de estos temas, incluso por los compañeros del Profeta. He aquí algunos ejemplos:

        Abû Dharr le preguntó: ¿Has visto a Allah? Y el Profeta le responde: “Es una luz (nûr) ¿cómo puedo yo verlo?” ‘Aicha respondía así a sus alumnos en este tema: Según el Corán (6/103), las miradas humanas no alcanzan a Allah; y (según 42/51) Allah no habla a nadie más que por la voz de la revelación o desde detrás de un velo. Cuando se atraía su atención sobre los versículos (53/13-14 y 81/23) donde dice: “lo vio ciertamente, sobre el claro horizonte”, ‘Aicha responde que el Profeta mismo había dicho que se trataba de Gabriel el que él había visto en su forma angelical y no de Allah.

        Hay divergencias en el relato en el sentido si el Profeta al salir de Meca va primero a Jerusalem y luego más allá de los cielos o bien si va al regreso de la ascensión. Ibn Kathîr y otros prefieren el relato en el que va a Jerusalem a la vuelta, apoyándose en muchos argumentos, por ejemplo: es normal que los ancianos profetas acojan a Muhammad para felicitarle después que éste haya tenido  el honor del celestial encuentro y que le pidan que sea su imam cuando está lleno de la gracia divina. Cuando se atrae la atención de estos sabios sobre el versículo (17/1) que dice que Allah lo hizo viajar desde la  Mezquita Santa (Ka’ba) a la mezquita más lejana (al-masyid al-aqsa) Jerusalem, responden que según el Corán (30/3), Palestina era para el Profeta la “tierra más próxima” (adná al ard) el país limítrofe, el país inmediatamente vecino de Arabia; la mezquita más lejana no debe encontrarse en el país más próximo. Y estos sabios piensan que la mezquita más lejana (versículo 17/1) es la mezquita celestial, donde los ángeles se dirigen para celebrar sus oficios de piedad. El eje entre la Ka’ba (la Nueva Jerusalem) y la mezquita celestial se pone de relieve en otra palabra del Profeta que dice que la Ka’ba se encuentra tan exactamente debajo de esta mezquita celestial que si una  piedra cayera desde allá arriba, caería sobre el techo de la Ka’ba.  

        En lo que concierne a este viaje celestial, el Corán (17-60) mismo lo califica de  “visión (ru’yâ) que te hemos hecho ver; sólo fue una prueba para los hombres “. Ya hemos visto el relato de Bukhâri que dice, que a la vuelta, o cuando el Profeta se despertó, se encontró en el patio de la Ka’ba. Tabarî y Râzî dicen también: Si se tratara de un sueño, no habría razón para que los paganos de Meca se subleven acusándolo de mentiroso. Pero debemos suponer que los paganos no se enfadaron contra la idea de un sueño, sino contra la incidencia según la cual Allah había recibido a su enemigo, Muhammad, encumbrado por los honores que ninguna persona pudo concebirlos mayor. Recordemos que lo recibido en sueños por los profetas no es menos valioso que ello que recibieron despiertos. La primera revelación a Muhammad en la caverna de Hira fue en sueños. Según el Corán (37/102-105), Abraham recibió en sueños el mandamiento divino de inmolar a su hijo muy amado y único. Según la Biblia (génesis 28/12), Jacob también tuvo un sueño, en el que veía a Allah. A Salomón Allah también apareció en sueños 8I Reyes, 3/5 y 9/2 etc.), No perdamos de vista las palabras de Bukhâri donde el Profeta mismo califica que se encontraba en un estado entre la vigilia y el sueño.

        Esta cuestión de sueño o vigilia se trató desde muy temprano. Ibn is’hâq relaciona (‘f Suhailî, en su Raud, y Tabarî y Ibn Kathir en sus comentarios del Corán, etc.) que según ‘Aicha, mujer del Profeta, el mir’ay tuvo lugar en sueño; e insiste en ello diciendo: “su cuerpo no desapareció, fue su espíritu lo que se transportó”. De la misma forma Mu’âwiyah, cuñado y secretario del Profeta. Según Ibn al-Qaiyim (en Zâd al-ma’âd), la opinión de Al-Hasan al Basri fue idéntica. Ibn al-Qaiyim mismo prefiere decir que este viaje celestial tuvo lugar en un estado de bigilia espiritual. Entre los sabios posteriores Waliullâh ad-Dihlaeî es justamente célebre por la combinación a la vez de las ciencias intelectuales y místicas. Según él, la ascensión fue corporal, pero el cuerpo tenía entonces los atributos del espíritu. Evidentemente hay otros que dicen que el mi’ray fue un desplazamiento real y efectivo de todo su cuerpo en el espacio.

        Con todo el respeto hacia los sabios precedentes, que insisten en un desplazamiento efectivo, yo me pregunto si ¿este desplazamiento no va en contra el atributo de omnipresencia divina?. El Corán cita la palabra de Allah: “Y estamos sin embargo más cerca de él que su vena yugular”. Y otro (56/84-85): “(El enfermo) del cual estamos más cerca de él que vosotros mismos”. Y otro (58/79: “no hay conversación secreta de tres sin que él (Allah) sea el cuarto, ni cinco sin que él sea el sexto, ni de un número mayor o menor sin que él esté con ellos donde quieran que estén”. O (57/4, 58/7) que él está donde nosotros estemos. Hay muchos versos en este mismo sentido. Si Allah está siempre con nosotros y siempre muy cerca de nosotros, esto implica qué falta hace irlo a buscar al cielo en su trono –Allah nos guarde de pensar así- que Allah es más pequeño que el trono, el trono más pequeño que el cielo y el cielo más pequeño que el universo.  

        Más vale poner las cosas en su sitio. Como nada en estas interpretaciones y deducciones vienen del Profeta y el Profeta no parece haber precisado nada a este respecto, -Más aún, incluso los compañeros del Profeta divergen a veces,- las divergencias no constituyen aquí motivo de acusación de herejía y de heterodoxia. Cada cual es libre de seguir las luces que Allah le ha dado y los argumentos del sabio que le convenzan. Personalmente, yo diría que sería mejor para un Musulmán no participar en este tipo de inútiles discusiones; Mejor conviene aprovecharse espiritualmente de esta suprema gracia divina que es el mi’ray. Particularmente así porque el Profeta mismo asegura (Ibn Hanbal, 111, 321, 339; Suyûti, etc.) que rezar (salat) es el mi’ray del hombre corriente (y según sus variantes: aproximación a Allah, qurbân, y, otra manifestación, burhân de Allah) para cada creyente. Al Profeta, su mi’ray

y cada uno de nosotros nuestro mi’ray, según nuestros méritos individuales. Se ve muchas veces que desde el comienzo del Islam, el mi’ray ha sido objeto de diversas interpretaciones. Con esto creemos que es suficiente, sólo queda ser respetuoso con los demás.

        Se ha hecho alusión antes que en el “mi’ray” en el curso del cual Moisés recibe los diez Mandamientos (Éxodo 20/3-17, Deuteronomio, 5/6-21). Mientras que Muhammad recibe doce (Corán 17/23-39). Podemos comparar estos mandamientos:      

 

Corán

 

   No adorarás más que a Él.

   Sé bondadoso con tu padre y con tu madre.

   Dale al pariente lo que se le debe, así como al menesteroso y al viajero.

   No seas ni avaro ni dilapidador.

   No matéis a vuestros hijos por temor a la pobreza.

   No os acerquéis al adulterio.

   Salvo en caso de derecho no matéis.

   No os acerquéis a los bienes de huérfano.

   Cumplir lo pactado.

10º Dad la medida completa.

11º No sigas lo que no conoces.

12º No andes por la tierra con orgullo.

 

Biblia

 

   No adorarás a otros dioses ante Mí.

   No harás imágenes ni otra representación, ni te posternarás ante ellas.

   No tomarás el nombre del Eterno, tu Dios en vano.

   Acuérdate del día del descanso

   Honrarás a tu padre y a tu madre.

   No matarás.

   No cometerá adulterio.

   No robarás.

   No cometerás falsos testimonios.

10º No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás su mujer, ni su esclavo,          ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que pertenezca a tu prójimo. 

 

        Después de haber citado estos doce mandamientos, el Corán (17/39) añade: “Estas son revelaciones que tu Señor te hace (Oh Muhammad) para darte sabiduría.

        El gran biógrafo del Profeta nuestro contemporáneo Suleiman Nadwi observa que la surat 17 entera del Corán no describe más que el mi’ray, él la analiza así:

        El mi’ray está considerado tanto como manifestación del poder divino que como favor divino a Muhammad, dándole la posibilidad de ascensión hacia el umbral divino. El Profeta del Islam reúne en él los bienes de todos los profetas, y así se convierte en el profeta de las dos quiblah: de la Ka’ba de Adán – Abraham y de la de Jerusalem de Salomón y sus sucesores. Representa también una amenaza de castigo a los incrédulos de Meca, el decreto de emigración de Muhammad (a Medina), la proclamación de los mandamientos, la respuesta a los que rechazaban el rango de Profeta de Muhammad o de la revelación divina del Corán; certifica la veracidad de la resurrección y de los milagros, enseña la enseñanza a extraer de la vida de Moisés.

        Advirtamos que la Biblia habla de 10 mandamientos dados a Moisés, pero el Corán dice en esta misma surat (17/101): “Hemos dado a Moisés nueve signos...” Se trata en efecto de estos Diez Mandamientos, salvo el 4º, concerniente al día del sábado que, según una explicación del Profeta aportada por Tirmidhî, Ibn Hanbal, Nasâ I, Ibn Mâyah, Tabarî etc., era únicamente para los judíos. El Corán (16/124) también precisa que el sábado no era una ley divina general, sino instituida por los Jueces (el objeto era el día de rezos solemnes).

        Para terminar volvamos sobre la cuestión del regalo divino extraído del Tesoro del Trono: los dos últimos versos de la sura 2. Veamos el texto:

        Este Mensajero cree en lo que le ha sido revelado por su Señor, y así hacen los creyentes; todos ellos creen en Allah, y en sus ángeles, en sus libros y en sus mensajeros diciendo: No hacemos distinción alguna entre ninguno de sus mensajeros; y dicen: Oímos y obedecemos. Imploramos tu perdón, Oh Señor nuestro y hacia Ti es el regreso.

Allah no impone cargas a ninguna alma más allá de su capacidad. Tendrá la recompensa que se gana y recibirá el castigo que merezca. Señor Nuestro no nos castigues si olvidamos y caemos en el error, y Señor Nuestro no nos imponga un peso como el que impusisteis a los que nos precedieron. Señor Nuestro, no nos cargues con lo que no tengamos fuerza para llevar; y borra nuestros pecados y concédenos el perdón y ten misericordia de nosotros; Tú eres nuestro dueño; así pues, ayúdanos contra la gente incrédula.

        ¡Verdaderamente es magnífico!. Coged el comienzo de estos dos versos: “Allah no impone cargas a ningún alma más allá de su capacidad”. ¡Que mejor gracia!. Si no se hiciera el deber con absoluta perfección, ¿qué acontecería con el hombre?. Si cada cual debe hacer según sus capacidades, con ello hay esperanza para todos, hasta para la clase menos favorecida y humilde. Pues este es el matiz que hay entre: “el bien que hacemos” y “el mal que deliberadamente hacemos”. Además en el primer versículo encontraríamos el gran benefactor de la humanidad de cara a las relaciones internaciones e interreligiosas: él manda creer a todos los profetas y a todos los libros divinos, y no solo y únicamente en Muhammad y el Corán. Esta tolerancia es inaudita en las otras religiones. Solo ella es capaz de crear la paz en la tierra entre los hombres a pesar de sus religiones y sus razas: en el seno de un gobierno islámico, hay paz y justicia incluso para los no musulmanes.  

 

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