GRAMÁTICA SUFÍ

 COMENTARIO DE IBN ‘AYÎBA A LA AYRRÛMÍA

 

Traducción

Abderramán Mohamed Maanán  

 

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LAS PARTES DE LA ORACIÓN

 

 

         En la lección anterior hemos estudiado la definición de Kalâm, que significa discurso, o, simplemente, oración.

         Dijimos, sin entrar en mayores precisiones, que la gramática (nahw) es el estudio del Kalâm, y Kalâm es todo enunciado (lafz) compuesto (murákkab) de al menos dos palabras y comunica (mufîd) un mensaje de acuerdo a las normas de la lengua árabe (el wad, la convención).

         La oración, por tanto, es un enunciado compuesto de palabras, y estas pueden pertenecer a cualquiera de tres categorías, que son las siguientes:

 

wa aqsâmuhu zalâza: ísmun wa fí‘lun wa hárfun ÿâa li-ma‘nà

Sus partes son tres: nombre, verbo y partícula que aparece para un significado

 

Explicación

 

         La palabra (kálima) puede ser sustantivo, verbo o partícula (preposición, conjunción, etc.):

         1- El nombre (ism, sustantivo). El ism es la denominación que damos a una cosa. En la definición de los gramáticos (nahwiyîn), el nombre es lo que tiene sentido en sí mismo sin alusión a tiempo pasado, presente o futuro, como Muhammad (nombre de persona), ráÿul (hombre), ÿámal (camello), nahr (río), tuffâha (manzana)... Todas estas palabras son nombres (sustantivos).

         2- El verbo (fi‘l). El término fi‘l quiere decir acción, acontecimiento. En la definición de los gramáticos, verbo es la palabra con significado en sí que va acompañada de alusión a alguno de los tres tiempos, que son el pasado (dî), el presente (hâl) y el futuro (mustáqbal). Ejemplo: kátaba, él escribió; yáktub, él escribe; úktub, escribe tú. El verbo tiene tres modos: el dî (pasado), el mudâri‘ (presente-futuro) y el amr (imperativo).

         3- La partícula (harf). Harf significa letra o extremo, y en la definición de los gramáticos es la palabra que matiza el significado de otra. Por ejemplo, min (de, desde), que alude a un punto de partida, pero este significado no es pleno al menos que se asocie a otra palabra (a otro significado, ma‘na, y por eso el autor dice: partícula, que aparece para un significado). Por ejemplo si dices: dzahabtu min al-báit, me fui de la casa, min es la partícula que sirve para aclarar algo respecto a báit, casa, que, además de su significado en sí, es un punto de partida.

 

Apéndice sufí

 

         Las partes del Discurso con el que el siervo alcanza la Presencia de su Dueño son tres:

         1- Ism, el Nombre. Se trata de la Mención (Dzikr) del Nombre Singular (al-Ism al-Múfrad), que es Allah. Allah ha dicho: “Recuerda el Nombre de tu Señor y retírate hacia Él”, es decir, recógete totalmente en la pronunciación de su Nombre, de día y de noche. El Nombre Singular es el sultán de los sustantivos. Es Allah, que es el Nombre Supremo (al-Ism al-A‘zam). El aspirante debe insistir en la pronunciación oral de ese Nombre sin ponerse freno alguno hasta que el Nombre fluya por él y se mezcle con su carne y su sangre y sus luces se derramen por todo su ser y resplandezcan en cada una de sus partes, y entonces el mencionador y el Mencionado se unifican, y la Evocación pasa al corazón, y pasa después al Espíritu y del Espíritu pasa al Secreto, y entonces enmudece la lengua y el aspirante entra en el espacio de la contemplación y la visión. En ese estado último, la Mención oral del Nombre es una falta, porque Allah no puede ser diferenciado cuando se le contempla y se está en estado de absoluta ausencia de ego. Se ha dicho: “Las buenas acciones de los justos son malas entre los que se han acercado a Allah”. Sobre esto dijo el poeta:

 

Cuando te recuerdo me maldicen

mi secreto, mi corazón y mi espíritu.

Es como si un vigilante tuyo me gritara:

¡Ay de ti, qué perdición! Abstente de mencionar el Nombre.

¿No ves que los signos de la Verdad resplandecen

y penetran en todo sentido, así como en el tuyo?

 

         El Dzikr, la Mención del Nombre de Allah, es el Decreto de Alianza (Manshûr al-Wilâya) con Allah, y es necesario al principio y al final (aun cuando tenga modos distintos). Es la gran puerta por la que entrar a Allah, tal como dijo el poeta:

 

El Dzikr es un puerta inmensa por la que entras.

Haz para ella, de tus alientos, guardianes.

 

         En segundo lugar, el Fi‘l, el Verbo. La acción del aspirante consiste en combatir el ego doblegando su naturaleza y superando su condición (muÿâhada, lucha interior). ¿Cómo podrías trascender la rutina si no cambias tus costumbres? Destruye la charlatanería imponiéndote silencio, despierta en lugar de quedarte dormido, reduce tu voracidad pasando algo de hambre... El vicio más grave y del que el ego rehúsa despojarse es su amor al poder y al prestigio, ¡lucha contra esa costumbre humillándote y empobreciéndote, reconduce tu ego al anonimato!: sepulta tu existencia en la tierra del anonimato, nada crece ni florece mientras no sea enterrado. Con ‘anonimato’ me refiero a todo lo que te despoje de poder y prestigio, todo lo que te rebaje ante los hombres. Cuando la sencillez, la humildad y la serenidad te sean más queridas que el poder y el prestigio, serás dueño de ti mismo. Y quien es dueño de sí mismo, es dueño del universo entero, y alcanza la Presencia de su Señor. Se ha dicho: “La peregrinación acaba cuando uno se ha conquistado a sí mismo. Cuando alguien se ha conquistado a sí mismo, ha llegado a su Señor”.

         En tercer lugar está el Harf. Con ‘partícula’ nos referimos a la aspiración y la resolución, la búsqueda intencionada de Allah. Esta partícula es indispensable al principio. Cuando se llega a Allah, debe ser suspendida. El Sháij Abû l-Hásan ash-Shâdzili dijo: “Si es necesaria la existencia de una partícula, que esté entre ti y tu Señor, pues es mejor que todo deseo que dirijas hacia la creación”. La partícula es ambición que te empuja a alcanzar un objetivo y conquistar un rango. Hay partículas luminosas, como la intención de llegar a Allah, o por conquistar su satisfacción, o por adueñarse de alguno de los carismas de las gentes de Allah, o por alcanzar la felicidad eterna. Y hay partículas tenebrosas, que es ambicionar algo del mundo perecedero, como el poder, la  gloria y el prestigio, el amor al mundo, etc.: esas son las ambiciones propias de la gente vil.

         En resumen, los tres elementos que forman parte del discurso de los sufíes son la Ley (Sharî‘a), la Vía (Tarîqa) y la Esencia (Haqîqa). La Ley es lo que dijo el Profeta (s.a.s.), la Vía es lo que hizo y la Esencia es su estado espiritual. Él (s.a.s.) dijo: “La Ley es mi palabra, la Vía es mi acción y la Esencia es mi estado”. Con la Ley reconoces el dominio de Allah sobre ti, con la Vía te lo propones a Él como objetivo y con la Esencia lo contemplas. La Ley, en su mayor parte, es palabras; la Vía, en su mayor parte, es acciones, es decir, combate y estrechez; la Esencia, en su mayor parte es una forma de ser y de saborear el ser. La Ley es para la generalidad de los musulmanes; la Vía es para la élite y la Esencia es para la élite de la élite. La generalidad de los musulmanes se limitan a la observancia de la Ley formal. La élite observa la Ley a la vez que peregrina hacia la Esencia corrigiendo sus actos interiores. La élite de la élite observa la Ley formal, sigue la Vía interior y sobre ellos se han derramado las luces de las esencias, adoptando la forma de ser del Profeta, heredando su estado espiritual a la vez que sus acciones y palabras: son los herederos verdaderos, los reales, los  preservadores del legado en su totalidad. En un poema pedagógico, el autor dijo:

 

El sabio sigue las palabras del Profeta

y el asceta lo imita en sus acciones.

El sufi se asienta en ambos grados

y añade la adopción de la naturaleza interior del Profeta.

 

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