La genealogía de Muhammad

 

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          Sayyidunâ Muhammad (sallà llâhu ‘aláihi wa sállam) fue árabe, y nació en la ciudad de Meca en el año 570 de la era cristiana. Pertenecía a la tribu de Quraysh, la más digna de consideración entre los árabes. Los qurashíes fundaron Meca y atendían a los peregrinos que desde tiempos inmemoriales acudían para rendir una visita a la Kaaba, el Templo erigido por Abraham, el ancestro común de todos los árabes. Y dentro de la tribu de Quraysh, pertenecía a su rama más noble, la Casa de los Banû Hâshim.

          Era hijo de ‘Abdullâh, hijo de ‘Abd al-Muttalib, y su madre se llamaba Âmina, hija de Wahb. La genealogía (násab) de Muhammad era intachable. Cuando más tarde sus enemigos buscaron la forma de desacreditarlo, nunca se atrevieron a ofenderlo insultando a sus antepasados o poner en duda la pureza de sus raíces, pues reconocían el rango, el prestigio y la autoridad moral de los Banû Hâshim.

          Él fue consciente de la excelencia de su linaje, y que sus orígenes no eran casuales. Y no dudó en proclamarlo: él era el mejor, nacido de los mejores de cada generación. Fue el fruto de un ininterrumpido ascenso humano que tuvo su culminación en él.

 

 

          -Hay una nobleza heredada y una nobleza adquirida que se gana con el esfuerzo y el carácter, y la nobleza adquirida es más elevada, y es la única que tiene peso ante Allah. Muhammad (s.a.s.) era noble de nacimiento y fue noble por sus acciones.

          -Es importante recordar aquí que el concepto de nobleza de origen no está ligado al de riqueza material sino al de virtud. La familia de Muhammad (s.a.s.) era muy modesta, pero merecía todo el respeto debido a su renombre moral heredado de antepasados de conducta intachable entre los árabes. Si bien dentro del clan había ricos comerciantes, la fracción a la que perteneció Muhammad (s.a.s.) vivía en la humildad.

          -Allah quiso que Muhammad (s.a.s.) fuera de linaje noble entre los suyos para que nadie se negara a escucharlo. Efectivamente, entre los hombres es común que se dé más valor a la posición social que al mérito propio, y en atención a ello Allah escoge a Sus mensajeros entre aquellos a los que la gente presta oídos. Así, nadie puede excusarse. La doble nobleza de Muhammad (s.a.s.) tiene sentido en este contexto.

          -Esta clave en las elecciones de Allah era conocida por Heraclio, el emperador de los bizantinos. Cuando Muhammad (s.a.s.), mucho más adelante, le envió un emisario para comunicarle el Islam, ese rey formuló unas preguntas, la primera de las cuales fue sobre su genealogía. Abû Sufyân, el emisario, le dijo que su linaje era el más noble entre los árabes. Al final de la entrevista, Heraclio explicó a Abû Sufyân la razón de su pregunta: “Te he preguntado por su familia, y me has respondido que es la más noble entre vosotros. Y así debe ser, pues los profetas son elegidos entre los mejores de su pueblo”. Hay que recordar que Jesús mismo era descendiente de David, pero, la igual que Muhammad, pertenecía a una familia modesta y pobre.

          -Por otra parte, el orgullo por los antepasados es legítimo sólo cuando se es conciente de que el linaje impone obligaciones. Sólo es legítimo el orgullo de quien tiene en sus ancestros un modelo a imitar, un desafío que lo obliga a la virtud. El hombre es deudor de los que le han precedido y se debe a ellos. Pero sólo se es realmente noble cuando las acciones de una persona la elevan por encima del nivel de sus contemporáneos. Nobleza (sháraf), en árabe, significa precisamente eso: altura moral y amplitud de miras.

          -El orgullo fanático por los antepasados es condenado sin paliativos en el Islam, y es considerado un resto de la ignorancia preislámica (ŷâhilía) que daba importancia al linaje sin atender a la realidad del que presume de él. Sólo cuando es un acicate para mejorar, esa estima por los antepasados es una actitud que ennoblece aún más a quien se reconoce en los suyos y les rinde homenaje con su propio mérito y los ennoblece él mismo alzándose en virtud por encima de sus contemporáneos.

          -El násab, la genealogía, tiene gran importancia en el Islam. Obliga a la cohesión familiar, a un reconocimiento de las raíces propias, a una ubicación en la comunidad. Los lazos de consaguinidad deben ser respetados, y los falseamientos de las genealogías son considerados una traición.